En los últimos cuatro años, Martín Otheguy publicó cuatro libros. Dos novelas (El mundo sin lunes y la que está presentando), una parodia a los correos de lectores (Historia de la queja) y una investigación sobre especies en peligro en nuestro país (Mañana es tarde). En sus ratos libres, forma parte del equipo de Montevideo Portal.
Tanto ímpetu hizo necesaria la presencia de dos personas a la hora de entrevistarlo. Y comenzamos, de manera curiosa, a preguntarle por esta faceta relativamente reciente, que lo llevó a presentar El libro de los lugares secretos (Fin de Siglo), una novela de misterio y con tintes sobrenaturales, protagonizada por cuatro adolescentes disfuncionales que deben resolver una serie de acontecimientos extraños.
Montevideo Portal: Tenés una carrera como periodista, sos músico... ¿por qué te decidiste a escribir?
Martín Otheguy: Me puse a escribir porque Martín Papich me echó de TV Ciudad (Nota del editor: en 2014, junto al resto de Los Informantes). Me quedé sin ese trabajo y tuve que empezar a escribir. Siempre tuve la pulsión, pero no me animé a hacerlo antes. Cuando descubrí que podía escribir sin tener demasiado miedo a lo que opinaran los demás, fue más fácil.
MP: ¿Cómo perdiste ese miedo?
MO: Después del primer libro me di cuenta de que podía seguir mejorando y podía seguir escribiendo. Siempre dije que el escritor tiene que tener cierta cuota de pathos o sufrimiento o pulsión por escribir. Y nunca la sentí. Pero me di cuenta, después del primero, de que tenía la necesidad de seguir haciéndolo.
MP: En el medio hiciste libros que no eran de ficción, y ahora volviste a ella. ¿Eso te sirvió para mejorar en el oficio?
MO: Sí, porque escribía todos los días. Además de leer mucho, para escribir hay que hacerlo un rato todos los días y terminar dos o tres páginas. Yo lo hacía aunque no me sintiera muy inspirado.
MP: Los cuatro libros son muy distintos. A la hora de sentarte a escribir, ¿cómo definís cuál será el próximo proyecto?
MO: Los dos libros del medio me surgieron por cosas específicas. Uno tenía que ver con lo que escribía de humor, otro con las crónicas de fauna. En esos dos casos estaba claro el camino. Eran más "mi ambiente". Éste me resulta más complicado, porque como dice Dave Eggers -que escribía antes no ficción y después empezó con ese rubro- escribir ficción era como ponerse un traje de payaso y subirse a manejar un auto. Me costó mucho más escribir los libros de ficción.
MP: ¿Cuál es el público de este libro?
MO: Si lo tengo que definir por su edad, diría que es entre 10 y 14 años. Si tengo que hablar de quién pienso a la hora de escribir, por lo general pienso en mis sobrinas. Escribo para ellas. Pero ya se pasaron un poco de este libro, cuando lo empecé más o menos estaba en el rango. Se ubica en el pasaje del final de la escuela y comienzo de la adolescencia.
MP: ¿Qué hay de vos en ese grupo de amigos que protagoniza el libro?
MO: En todos los personajes hay cosas de mis amigos y mías. De hecho, hay hasta nombres. El personaje central, si bien no se llama Martín, tiene características que yo tenía cuando era chico -y sigo teniendo- como la distracción, la falta de concentración, la torpeza física en algunas cosas, sobre todo cuando empecé a crecer, que se me caían los vasos de las manos, etcétera.
MP: No son los mismos tiempos de tu adolescencia, les tuviste que agregar por lo menos tecnología, es decir actualizar la adolescencia.
MO: Igual intenté no datarlo, que no tuviera ni fecha ni lugar. Y quería que fueran cuatro adolescentes "raros" que podrían no haber usado tecnología. Quería que la extrañeza no fuera tan extrema que impidiera que nadie se pudiera identificar. Sí son personas que tienen ciertos problemas de comunicación, algunos problemas de adaptación y les cuesta crecer. Y también son gente que tiene algunas características que son casi de síndrome, como la fobia a los gérmenes en el caso de uno de los protagonistas.
MP: Son raros, ven cosas que otros no, pero siempre están juntos.
MO: Tampoco quería que fuera lineal; son raros y por lo tanto les hacen bullying. Sí hay algo de eso, de que los raros se juntan. Esa cosa gravitatoria que tengas algo en común con tus amigos. Pero no son todos inadaptados sociales completos.
MP: También los hacés crecer de golpe con algunas cosas que les pasan.
MO: De hecho, el libro es sobre la crisis del crecimiento. Intenta ser ese tipo de libro que llaman coming of age; gente que pasa a la pubertad, que para mí también fue un período medio difícil. Yo pasé de una escuela privada en la que estaba bastante contenido a un liceo público mucho más grande, con todos los complejos de llegar a la adolescencia, etcétera. Todas esas cosas intenté volcarlas al libro y que también se notara en la manera que está escrito. En las primeras páginas comienza siendo más infantil y luego los personajes van creciendo. Esos fantasmas, monstruos o como se llamen que aparecen en el libro quería que fueran esos propios monstruos internos que se tienen en la adolescencia. Uno empieza a crecer y se da cuenta de que el mundo es un poco más peligroso que ese ambiente de confort en el que estaba contenido por su familia y sus amigos. Y quería que ese presagio de oscuridad que va a llegar al crecer estuviera de alguna manera, que no fuera solo en los pensamientos de ellos.
MP: ¿Querías continuar la historia de El mundo sin lunes?
MO: El otro libro es más fantasioso; si bien tenía una explicación lógica, es bastante distinto en el tono. Sí quería continuar con los personajes y me gustaba que el personaje central fuera el mismo, pero no tienen nada que ver ni en el tono ni en la historia. Simplemente se hace alusión a los temas que pasaron en el primer libro, porque echan un poco de luz sobre procesos mentales del personaje. Pero se pueden leer los dos de forma independiente. Quería que se notara el crecimiento del personaje, permitir que se viera cómo eso que se presentaba en el primer libro se desarrollaba en el segundo.
MP: Cada capítulo es acompañado de un tema musical, ¿cómo surgió esa idea?
MO: Quise vincular el mundo musical con el literario. Tiene una banda sonora al final de libro, que con el código QR se puede escuchar porque lleva a una lista de Spotify y hay una canción para cada capítulo. Siendo melómano tiendo a vincular canciones o diferentes estilos musicales a cierto tipo de literatura y quería que eso se viera reflejado. Es difícil leer y escuchar, por lo menos para mí, porque ambas cosas me piden concentración. Pero sé que se puede hacer y me gusta asociar la música a ciertos estados de ánimo, porque cuando vuelvo a escuchar la música me lleva a esos paisajes internos. Ése fue el motivo. Rebusqué entre las canciones que me gustaban y las que podrían identificarse con los capítulos. Probablemente muchos de mis amigos me acusarán de hípster, pero también hay música muy conocida: Beatles, REM, el Cuarteto de Nos, etcétera.
MP: Cuando empezaste a escribir el libro, ¿sabías el final?
MO: Tenía el principio, el final y algunos puntos intermedios. Y lo respeté. No quería dar demasiadas explicaciones ni cerrar todo, me gustaba dejar cosas abiertas para que las interpretara el lector. Fue una decisión consciente. Podría haber cerrado con explicaciones a todo lo que aparece, pero quería que cada cual interpretara lo que quisiera, por lo menos en algunos aspectos.
MP: ¿Te satisface el proceso de escribir o recién disfrutás cuando terminás de hacerlo?
MO: Dicen que un escritor es alguien que odia escribir. Y recuerdo que John Connolly decía que escribir es como ir al gimnasio: muchísimo mejor haberlo hecho que hacerlo en el momento. Y tiene algo de eso. Hubo momentos en que me sentía horrible, sentía que estaba en un barco a vela y no soplaba viento. Por momentos lo disfruté y por momentos lo sufrí (y no es que estuviera escribiendo algo con la complejidad de El Péndulo de Foucault). Incluso sabiendo el final, hubo momentos en los que pensé que tenía que cambiar todo. Creo que suele pasar como con la Sagrada Familia, que le agregan adornito por adornito cada año. Uno al final tiene que decirse: "Bueno. Hay que terminarlo".
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María Noel Domínguez/Ignacio Alcuri
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