Fue Manu Chao quien le dijo a Alfredo "Chole" Gianotti, "Todo bien con Kongo Bongo, pero por qué hacer solo reggae cuando podés hacer TODO lo otro". Eso, y ver a Mano Negra en vivo, fueron los manijazos para armar Abuela Coca, una relectura de la patchanka manonegrera y el eclecticismo musical de The Clash en clave rioplatense, con canciones de combate y optimismo. Abuela Coca cocinó así su "tuco", un poco en oposición a la "salsa", un plato cargado de ingredientes y bien sazonado, pero también en rescate del tuco que algunos músicos uruguayos pelaron desde mediados de los 60, el balance entre el swing y la bohemia.

Como en 24 Hour Party People, la película que muestra cómo entre los pocos asistentes a un concierto de Sex Pistols en 1976 estaban los que, con el tiempo, darían vida a toda la movida de Manchester, varios de los hoy músicos de Abuela Coca vieron un día a la formación original y se enamoraron. Martín Morón, desde hace 23 años trombonista de la banda, es uno de ellos. "A mí me encantó", dice.

Cinco lustros, 25 años, ¡un cuarto de siglo! después, Abuela Coca sigue viva y gozando de buena salud. A lo largo de su vida le tocó abrir las puertas del "rock latino" y marcar el camino que luego tomarían, entre otros, La Vela Puerca y No Te Va Gustar, probar suerte con las discográficas internacionales, también sentando un precedente, y volver a curtir el under en sus reiteradas giras europeas.

Fernando "Pomo" Vera, bajista, llegó a la banda "recién" en 2002, y no se fue más. Músico profesional, reconoce que Abuela Coca es su proyecto artístico más fuerte, y está dispuesto a que lo siga siendo por mucho tiempo. "Ni la plata, ni nada, seguir haciendo música con este grupo de gente". Ahí está el desafío, la zanahoria por delante.

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¿Cuál era el desafío de Abuela Coca hace 25 años, más allá de experimentar con una música que, por entonces, en Uruguay no se hacía? Porque es un proyecto que fue y es importante, de referencia para otros artistas...

M.M.: A mí me motivó entrar a Abuela Coca por lo que vi en vivo. La primera Abuela Coca que descubrí, que era muy diferente a lo que es hoy en día. Mucho más raro. Cuando los vi en la Fiesta de la Primavera, en 21 de Setiembre y la Rambla, yo tocaba con otra banda. A mí me encantó. Muy mezclado todo, tenía mucho gusto latino, aunque solo tenía un saxo. Estaba mortal. No tenían apuros, había mucho espacio, mucho rato instrumental en ese momento. Y me encantó.

Yo tenía una sala, y cayeron a ensayar, y después a hacer un concierto. Yo estaba laburando en la barra, y mi primo me dijo "Bo, andá a ver qué buena esta banda". Se quedó cubriéndome y los fui a ver. Me acuerdo del primer tema que vi, que fue el "Rap del resbalón". Me gustó. Después me invitó a tocar el primer bajista de la banda, Omar Santiago, y cuando fui al primer ensayo, quince días después, se había ido él, y me encuentro con otro bajista, Carlos Plá, que también era nuevo. Y los dos habíamos estado en el toque de la Rambla. Él había estado con El Príncipe, y yo con Flores Negras. Andrea Viera había estado también con Berta Pereira, y Palito Elizalde tocando con Patakín. Todos terminamos en Abuela Coca.

¿Cómo se aguantan entre tanta gente?

M.M.: Es un huevo. Es lo más difícil.

F.V.: Es cierto que, después de tanto tiempo, también conocés cómo es cada uno, sus reacciones. Sabés qué cosas pueden pasar. Hay gente que reacciona siempre de la misma forma, y no va a cambiar. Y ahí vas tolerando. Somos muchos, y eso va a pasar. Es difícil que todos nos pongamos de acuerdo. Así como es difícil que encontremos un horario en que todos podamos ensayar.

M.M.: En ese sentido nos ayudó la primera gira. Si sobrevivimos a eso, en 2004... Hasta ahí veníamos con una intensidad diferente. Ensayar una o dos veces por semana y ta, y de repente estabas ahí y si uno se resfriaba, se resfriaba, si uno tenía olor a pata, si uno tenía mal humor... Había que bancar. Cuando llegábamos nos tirábamos de cabeza en una compu, porque no era como ahora, y ¿Qué hacemos? No era "primero canté", a la tercera vez tuvimos que hace algo más civilizado. Nos descubrimos un lado bravo. No fue nada fácil. Hay una parte grande de paciencia, de tolerancia. Y para mí, tratando que sea lo menos frase hecha posible, hay amor también. Porque lo tienen los demás para bancarte la cabeza, y lo tenés vos para los demás. Es largo. 25 años, y sobre todo en momentos de intensidad grande, como previo a algún show, una grabación o una gira, raspás. Ahí está en vos ver si seguís raspando o frenás.

 

Chole dice que las giras son lo más demandante para la banda...

M.M.: Las giras son totalmente ambiguas. Por un momento sos el más feliz del mundo, y cuando volvés te encontrás con todo para pagar. Nunca accedimos, aún cobrando, a un tour superprofesional. La gira nunca hace la diferencia. Es, sí, el sueño del guacho.

 

¿Han crecido en las giras?

F.V.: Musicalmente sin duda. Sobre todo las que hicimos en Alemania, que eran, mínimo, de un mes, y tocando casi todos los días. Se nota eso. Me parece que los temas, más allá de cómo los grabás, se van enriqueciendo. No es lo mismo estar todos los días en eso que cuando estás acá, y hay meses que ni tocás.

M.M.: Sí. En Alemania, que es donde más nos movemos nosotros, hacemos 300 kilómetros por día. Entonces muchas veces, además de tocar, te vas escuchando el toque. "Bo, ¿Viste eso que tocaste? No está tan bueno como pensábamos", y así. Eso te da mucho más partido-revancha, partido-revancha. Eso es increíble.


¿Siempre buscaron un camino de independencia?

M.M.: Más o menos, porque el camino es largo. Tuvimos una experiencia muy ambigua con Sony. Yo no tengo el mejor recuerdo, pero algunos de los compañeros sí. Pero eso fue lo que nos abrió las puertas. De repente pasaba una camioneta y nos estaban escuchando. Fue ambiguo, pero nos permitió tocar fuera de Montevideo. Hasta Después te explico sentíamos que formábamos parte de una movida muy grande, pero centralizada en Montevideo. Ese disco nos hizo salir. No pudimos seguir probando, de ver si con otra compañía, o con la misma, hubiéramos crecido más.


Las giras siempre son autogestionadas. ¿Es una decisión de la banda, preferirían que fuera de otra manera?

F.V.: Obvio que nos gustaría que fuera de otra forma, pero a veces es la forma que tenés de hacerlo. Si no, no lo hacés. Ahí tenés que saber dónde invertir. Ofertas de ir a tocar afuera llegan muchas, pero hay que elegir.

M.M.: El underground tiene su lado alucinante, pero tampoco hago una apología. Y hay distintos tipos de undergound. A nivel mundial seguimos siendo una banda under. Re copado, agradezco todos los viajes que hacemos, pero, en cierto sentido, y no quiero ser malinterpretado, vamos a un circuito Clase B. Y no hago una apología de decir que estamos ahí porque nos parece bien. Nuestro estilo nos ha llevado por ese lado. Algunas cosas las podremos haber hecho mejor, pero pasamos raya y, por algo, seguimos acá. En todo este camino solo nos dimos un año. Y fue hace poco, en 2009. Ahí bajamos cartel oficialmente. Dijimos "Ahora sí, cada uno que haga lo que quiera", y no teníamos el compromiso ni de vernos.


Y a la semana querían ensayar de nuevo...

M.M.: No te digo a la semana, pero al poco tiempo nos empezamos a llamar. Y antes de tocar una nota nos juntamos varias veces, como para ver qué onda.

F.V.: Y en algún momento dijimos "Bueno, hagamos un disco". Antes de hacer esa parada estábamos en eso, y lo dejamos.

M.M.: Pasamos, por primera vez, por una instancia de preguntar "Bo, ¿Tenemos ganas de juntarnos a tocar algo?". Hasta el día de hoy estamos espalda con espalda, y no le estamos preguntando a los compañeros si seguimos o no. está como implícito.

 

¿Por qué se dio esa crisis?

M.M.: Debe de haber sido por algo pero, mirando la jugada de arriba, creo que fue por una necesidad. No se me ocurre, y ni siquiera lo hemos conversado. Me parece que, en algún momento, contribuyó esa válvula.


¿Y hay un desafío ahora?

F.V.: El desafío, ahora, es sacar un disco nuevo, y que esté buenísimo. Que nos encanten las canciones que vamos a grabar. Nos encanta tocar, pero también nos gusta componer. En cada toque que hacemos la gente nos pide y le encantan los temas que ya son viejos.


¿Pide temas nuevos el público?

F.V.: No. Pero hay que hacerlos. Es una necesidad nuestra también.

 

Es una banda que tiene un repertorio extenso, que no necesita de la novedad...

M.M.: No, al revés. Los debates son porque en un show hay que meter 30 canciones de 60. Para mí, tal vez nuestra mayor virtud es perdurar. Pero ni en pedo es nuestro objetivo. Detestaría que lo fuera. Si descubro que nuestro objetivo es solamente perdurar, seguir cumpliendo años, me sentiría muy mal. Más allá de que me dé cuenta de que es un valor. Y se lo reconozco a otras bandas: La Tabaré, el Cuarteto. Casi siempre somos los más viejos, y el otro día en un toque nos pasó de ser los terceros, porque tocamos con La Chancha y los Buitres. Es algo importante seguir adelante con el proyecto, pero me niego a seguir solo por eso.


¿Cómo son las personas de Abuela Coca hoy en día? Porque no es lo mismo hacer una banda cuando tenés 20 años que seguir con ella 25 años después. ¿Cambió "políticamente" el devenir del grupo?

M.M.: Sí. Vos no sos el mismo que hace 20 años. Todos cambiamos. Claro que se va moviendo. El hecho de ser auténticos pasa más por si el proyecto está conectado con nosotros o no. pero claro que nosotros estamos en movimiento.

 

¿Se puede hablar de madurez? Capaz que es una tontería, pero es un término que se le aplica a todas las bandas a medida que pasa el tiempo...

F.V.: No sé si llamarlo madurez. Sí que ha cambiado el grupo. Si bien cada disco mantiene un sonido distintivo, o como somos tantos músicos y muchos componen se nota un poco ese "tuco", que no nos casamos con ningún tipo de música... No sé si es madurez. Los discos siempre van a ser diferentes.

M.M.: No me gusta llamarlo madurez. Todos somos pluriempleo. Y siento que en todas las bandas, cuando hacemos un disco nuevo, decimos que hemos madurado. El término me tiene como medio podrido. Cuando ya veo a algún colega, o a nosotros mismos, que lo decimos, me resulta como un lugar repetido. Sí estoy seguro de que cambió nuestro vínculo con la música. Cuando empezamos a tocar tenía muy poca conexión con lo económico. Empezó a crecer y, cuando vino el contrato con la multinacional, empezó a tener mucho que ver con lo económico.

Y cuando ustedes arrancaron, ninguna banda tenía un mango...

M.M.: No, nadie. Y cuando vino Sony fuimos y les pedimos opinión a todos los referentes grandes. A Jaime, a Rada. Todos nos dieron para adelante. Nos dijeron que abriéramos esa puerta, que viviéramos esa experiencia, para ver qué pasaba. Y pasamos a tener un vínculo mucho más relacionado con lo económico, porque —aunque en un período corto dentro de los 25 años— hubo dos, tres años, en los que Abuela Coca era un sueldo grande para todos. Y eso cambia el vínculo con el proyecto. Lo curioso, y si te ponés romántico es lo bueno que tiene, cuando quedamos totalmente autogestionados, sacamos un disco que la crisis hizo que nos costara el doble. El ritmo del barrio lo seguimos pagando durante no sé cuántos años, pero nos abrió las puertas a todo. Y tuvimos que volver a vincularnos diferente con el proyecto. Hay muchos proyectos que han seguido más tiempo porque les daba guita. Eso se sabe. O que siguen. Pero, si hay algo que podemos decir, es que no es nuestro caso. No reniego del ingreso y el laburo que nos da, pero está claro que no es por la guita.

 

¿Qué es lo que los llena, además de tocar, de compartir con los amigos?

F.V.: Seguir haciendo música con este grupo de gente. Si me pongo a pensar, es el proyecto personal en el que más involucrado estoy. Eso es lo que mantiene la cosa. Ni la plata ni nada. Tenemos una frase que decimos siempre en broma, porque no es realidad, y es que Abuela Coca es nuestra principal fuente de egresos. Por eso en muchas cosas somos muy flexibles, funciona así para todos.

M.M.: Creo que todos estamos vinculados con la música desde el lado vocacional. El laburar juntos tiene un lado terco, de querer seguir contra viento y marea. Nos dejamos seducir por la zanahoria y le damos.

 

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Abuela Coca se presenta el 31 de marzo en Bluzz Live, desde las 22:00, con DJ Saza Rob. Entradas anticipadas por sistema Tickantel y locales habilitados de Redpagos y Antel.