Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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La vida de Roberto de las Carreras ha sido rescatada en los últimos años por la cultura uruguaya, y desde la literatura hasta el Carnaval, la peripecia vital del hijo bastardo, el dandy desaforado, el escritor enloquecido, fue tierra fértil para la investigación y la parodia. No ocurrió lo mismo, en cambio, con su obra.
Pornógrafo, degenerado, anarquista, Roberto de las Carreras se valió de las palabras y de la forma de presentar esas palabras para atentar contra la moral de la "toldería de Montevideo", como calificó a la ciudad en la que había nacido cuando arrancaba el último cuarto del siglo XIX.
Marcos Wasem (docente uruguayo de Literatura, Máster en el Departamento de estudios españoles y latinoamericanos de la Universidad hebrea de Jerusalén y doctorado en el Programa de lenguas y literaturas hispánicas del Graduate Center, CUNY, Nueva York) se sumergió en los textos de Roberto de las Carreras, e investigó sobre las relaciones del autor con el movimiento ácrata de la época y su incidencia en los debates sobre la sexualidad y los derechos de las mujeres.
El amor libre en Montevideo: Roberto de las Carreras y la irrupción del anarquismo erótico en el Novecientos [Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura 2014, Categoría Ensayos Literarios, Rubro Inéditos, publicado en 2015 por Banda Oriental] repasa y documenta las interacciones del escritor uruguayo con la vanguardia literaria del momento, el movimiento libertario y la prensa obrera, y llama a revisar el canon de los autores del Novecientos.
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Tu trabajo anterior [Barroso y sublime: Poética para Perlongher. Ediciones Godot, Buenos Aires, 2008] fue sobre Néstor Perlongher, y ahora abordás a Roberto de las Carreras, dos autores que, si bien pueden tener pocas cosas en común, comparten el hecho de ser "borders"...
Efectivamente. Creo que tienen más cosas en común que ese hecho. En cierto modo, mi investigación sobre Roberto de las Carreras se deriva de lo que yo venía haciendo con Perlongher, que fue un autor que atacó mucho el tema de la sexualidad. Fue uno de los fundadores del Frente de Liberación Homosexual en Argentina, en los años 70, y tenía una visión crítica de la sexualidad. En su momento tuvo que ver con las teorías del feminismo, que estaban apareciendo, y en cierta medida con la Escuela de Frankfurt y su interpretación del psicoanálisis, con la tradición que venía de Wilhelm Reich, de la revolución sexual, pero trasladaba muchas de esas visiones hacia el terreno de lo que era la incipiente movida gay en Argentina por aquellos años. Después del Golpe de Estado en Argentina se fue a Brasil, e hizo toda una investigación sobre la prostitución viril en Sao Paulo. Ahí desarrolló una serie de metodologías de análisis sobre la modalidad, la forma de ser, las estrategias del miché, que es el prostituto masculino. Entonces empieza a tomar contacto con el posestructuralismo, con las teorías de [Michel] Foucault, pero sobre todo de [Gilles] Deleuze y [Félix] Guattari. De hecho, es de los primeros en empezar a introducirlos en el discurso académico de América del Sur. Perlongher tiene una evolución política, porque venía del trotskismo, y, en Brasil, se va acercando cada vez más al anarquismo. Él era muy amigo de Osvaldo Baigorria, y ambos compartían este interés por la tradición, que venía del anarquismo, sobre el pensamiento sobre la sexualidad. Yo, de algún modo, entré a mirar hacia atrás, lo que pasaba en el movimiento anarquista a fines del siglo XIX y comienzos del XX.
En el caso uruguayo, habíamos tenido a Roberto de las Carreras, que conjugaba esta cuestión del esteticismo radical modernista con pensamientos políticos más radicales del anarquismo sobre la sexualidad. Tanto desde el punto de vista estético, porque el neobarroco de Perlongher reconoce una raíz en el modernismo, como desde el punto de vista político, yo veía estas conexiones. Para mí es un poco como ir a buscar antecedentes. El de Roberto de las Carreras es un caso ejemplo, dentro de un contexto que me parece más amplio. Y el proyecto del trabajo en el que estoy ahora es seguir viendo qué pasa en otras partes de América Latina con esto, ampliado las redes de relación sobre temas de anarquismo y literatura en la región.
Suena extraño que Roberto de las Carreras sea un autor relegado al mismo tiempo de la literatura anarquista y del panteón literario uruguayo...
Es cierto. En parte de mi trabajo me interrogo sobre esta exclusión. Ahí está el problema típico de quienes estudiamos la literatura, que es cómo elegir el canon, los autores que se integran. A mí me interesa más preguntarme por las exclusiones que por las inclusiones.
Sobre el lugar de Roberto de las Carreras en el pensamiento anarquista latinoamericano, y el pensamiento libertario en el Uruguay, es verdad, es un autor un tanto olvidado. Él se definía a sí mismo como un anarco aristócrata, y creo que a muchos sectores del anarquismo esta cuestión aristocrática les caía bastante gruesa. Eso ya se ve en su época, en los debates que se generan en los periódicos anarquistas, sobre todo en La Rebelión [periódico anarquista], en torno a lo que él publica, hay cierta tensión.
De todos modos, yo mencionaba a Baigorria, que en Argentina dedicó un lugar destacado a Roberto de las Carreras, en su antología Eros y anarquía [El amor libre: Eros y anarquía, compilado por Osvaldo Baigorria, Libros de Anarres, Buenos Aires, 2006], donde compila varios textos dedicados a las teorías del amor libre de diferentes fuentes, tanto de autores sudamericanos como europeos, como [Miguel] Bakunin. Yo acá me volvería a interrogar sobre el lugar del debate sobre la sexualidad en el pensamiento político de la izquierda, que, en general, ha sido como ancilar, subordinado a cuestiones más generales. En el caso del marxismo, de la lucha de clases, y en el anarquismo a cuestiones que tienen más que ver con la organización de la producción, y cosas así.
Y en el pensamiento anarquista triunfó, por decirlo de alguna manera, una sexualidad más "moralista", si se quiere...
Puede ser. Yo no sabría decir qué es lo que pasa con las organizaciones anarquistas hoy en día. Pero en el 900 ves que hay un debate, y diferentes posturas. Creo que la mayoría del movimiento libertario no veía en esto una cuestión central. Roberto de las Carreras sí, e intentó poner sobre la mesa el tema de la sexualidad, y hasta cierto punto lo logró. En alguna medida, algunos de los cambios políticos que se procesaron durante el batllismo. Quienes estudian historia saben que hubo una relación particular entre el batllismo y el movimiento anarquista en ese periodo histórico. Esto dio lugar a una serie de transformaciones en lo político. Cambios que tienen que ver con derechos que se generaron a nivel de la legislación social, derechos para la mujer, ciertas medidas de protección laboral, la Ley del Divorcio, la legalización de la prostitución, se dan, más o menos, por la misma época. Hay que entenderlo también dentro de ese contexto.
Roberto de las Carreras era un artista que hoy sería considerado un performer, que trataba de ser él mismo una encarnación de su obra...
Estoy de acuerdo. El problema que planteo en el libro es que se ha estudiado la vida de Roberto de las Carreras dejando de lado su obra, y las reivindicaciones de su obra, como la que hace Ricardo Goldaracena, tratan de dejar de lado su vida. Yo creo que De las Carreras trató de hacer el intento de articular la vida, su presentación vital, su presentación pública, con lo que son sus obras. Muchas de ellas son para la performance. Pensemos en Amor libre, que es una obra hecha para ser repartida en el periódico La Rebelión el 25 de agosto de 1902. Era un texto pensado para la performance, y también para el acto político. Él dice que es una "bomba" que se tira en medio del acto. Otra de sus acciones performativas, que describe muy bien Carlos María Domínguez [El bastardo: la vida de Roberto de las Carreras y su madre Clara] es su aparición en el velorio de Celia Rodríguez Larreta. Él va a recitar su poema Diadema fúnebre, donde reivindica el derecho de la mujer a la propiedad de su cuerpo, y eleva a la muerta al rango de una heroína en lo que él considera la lucha del marido con el amante.
¿Hubo después de ese período de estrecha relación un distanciamiento entre Roberto de las Carreras y los anarquistas?
No sé si hablar de un distanciamiento stricto sensu. Es cierto que, durante cierto período, entre 1902 y 1903, él publica en los periódicos anarquistas: La Rebelión y El Trabajo. Sin embargo, la mayoría de sus publicaciones eran en el diario El Día, que respondía a Batlle y Ordóñez. Yo no interpreto el hecho de que dejara de publicar en La Rebelión como un alejamiento. Cuando se da todo el episodio de Amor Libre, en agosto de 1902, la misma imprenta que saca La Rebelión es la que publica poco después el libro. Quiero recordar, y esto lo señalo, que Roberto de las Carreras fue invitado especialmente por los obreros anarquistas, y subrayo la palabra obreros, como orador en los actos de homenaje a Emile Zola con motivo de su muerte. Este homenaje tuvo una característica especial, porque se supone que participaron obreros y estudiantes, pero a diferencia de la consigna de los años 60 no iban "unidos y adelante". Iban los obreros por un lado y los estudiantes por el otro.
No creo que hubiera realmente un distanciamiento. No dudo que hubo sectores dentro del movimiento obrero que lo vieron con sospecha. Por eso lo quiero matizar, me parece que esto era parte de los debates que se estaban procesando dentro del movimiento anarquista.
¿Cuál fue el aporte de Roberto de las Carreras a este debate?
Creo que su gran aporte fue poner el tema de la sexualidad sobre la mesa. Sin la performance de Roberto de las Carreras creo que no hubiera habido el debate público que hubo sobre las leyes que mencionaba antes: el divorcio, la prostitución... Lo que hoy llamaríamos políticas de género. Claro que en esa época se concebían de un modo diferente. Su intervención como performer le dio visibilidad al debate.
Un debate que, por otra parte, parecería haber quedado estancado en ese momento histórico hasta hace no más de dos décadas...
En realidad, yo diría que las cuestiones de género se siguieron discutiendo, más o menos hasta los años 30. En Uruguay se debate la ley del aborto a comienzos del siglo XX, en los años 30. Luego, con la dictadura de [Gabriel] Terra, por un acuerdo con la Unión Cívica, esto se va a echar para atrás, y a partir de ahí hay una serie de reacciones conservadoras. Esa gran reacción conservadora se da en los 30 y dura hasta los 60, cuando el discurso sobre la sexualidad empieza a cambiar. Después hubo otra gran reacción conservadora durante las dictaduras que hubo en América del Sur, y eso hizo que el debate no se retomara hasta bien entrados los años 90, o incluso más acá. Creo que se puede establecer una línea que conecta lo que está pasando hoy, en materia de debates sobre la sexualidad, y lo que pasó hace un siglo. De todas maneras, tratar de establecer líneas de contigüidad a un siglo de distancia me parece muy ambicioso. Si uno rastrea lo que ha sido el desarrollo del pensamiento sobre la sexualidad, tanto dentro del marxismo como del anarquismo, puede trazar ciertas herencias.
Mencionabas a Baigorria como alguien que rescató la obra de Roberto de las Carreras. Más allá de ese aporte, ¿Ves herederos de su literatura en el Río de la Plata?
No lo sé. Está ahí el problema de que la obra de De las Carreras ha sido marginalizada, y acceder a las cosas que escribió fue muy difícil. No conozco a nadie de quien pueda decir que siguió la línea de trabajo de De las Carreras. En las cosas que ha publicado Ercole Lissardi se puede ver alguna conexión por el lado del erotismo, pero no sé si él se considera seguidor de Roberto de las Carreras.
¿De quién es la responsabilidad de esta marginación de su obra?
Cuando se empieza a construir la noción de una literatura nacional con el Proceso Intelectual [del Uruguay] de Alberto Zum Felde, él ahí ya hace un juicio que se traslada a la crítica posterior, que es que Roberto de las Carreras vale más por su personaje, su gestualidad, su performance, que por lo que escribe en sí. Esto generó que el juicio crítico y el interés hacia la obra de Roberto de las Carreras haya menguado. Hubo, sí, rescates parciales: en el 45, con la antología que publica Ángel Rama, hay un rescate. También creo que es un rescate condescendiente, con el fin de mostrar a un "raro" de la literatura, y no porque considere que su obra tenga valor. Estoy de acuerdo con que, tal vez, la literatura de Roberto de las Carreras pueda ser discutible. Cualquiera lo es. Como consecuencia de esta admiración del personaje y menosprecio de su escritura ha habido un problema de acceso real a las obras.
¿Qué es primero, el huevo o la gallina? Nosotros no conocemos la obra de Roberto de las Carreras porque ha habido un juicio crítico que la ha marginado, y que se ha forjado cierta imagen de la literatura del 900, y que, de acuerdo a esta imagen que tenemos del período, valoramos lo que entra dentro del canon. Pero al dejar afuera ciertas obras la imagen que tenemos del 900 es alterada, arbitraria. Incorporar esta obra también afecta a la imagen que tenemos del período. No estoy haciendo esto solo: ha habido una serie de trabajos de revisión de lo que ha sido la literatura del período, y quiero mencionar, por ser un trabajo que inspiró en buena medida mi investigación, lo que hicieron Carla Giaudrone y Aldo Mazzuchelli con el Tratado de la imbecilidad del país de Herrera y Reissig, el rescate de las obras de Vicente Salaberry, o de obras menos conocidas de autores canónicos, como textos de Horacio Quiroga, que no se conocían, que da una pauta de que lo que nosotros entendíamos por el período no es exactamente lo que nos contaron.
Si uno entra a rascar un poco en esa historia y ver textos que no son tan consagrados, quizás la imagen del período empiece a trastocarse.
¿Por qué valdría la pena leer a Roberto de las Carreras hoy?
Porque, por ejemplo, Amor libre es un libro desopilante. Está hecho con mucho humor, pero además es un libro pornográfico. Tiene una intensidad de sus escenas sexuales que compite muy bien con la pornografía contemporánea. Él se consideraba a sí mismo como un humorista, y el humor se ve por varios lados: en sus primeros poemas, de fines del siglo XIX, en el texto que hace sobre la guerra civil de 1904, que le escribe a Batlle y Ordóñez, proponiéndose como mediador entre blancos y colorados. Hay una serie de textos que son muy graciosos, y en ese sentido creo que vale la pena.
¿Tenés esperanza de que con tu trabajo y otros aportes que mencionaste se produzca una nueva valoración de la literatura de Roberto de las Carreras?
Creo que sí, porque también lo que yo hago es síntoma de una sensibilidad nueva. De una necesidad de releer la historia literaria desde otros ángulos. Creo que va a empezar a haber un rescate de obras que no se conocen tanto. Vale la pena reeditar La venus celeste, o La visión del arcángel, que son textos que no se consiguen por ningún lado. Hay buenos motivos para rescatar su obra.
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