Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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Marcelo Fernández lleva más de la mitad de su vida como guitarrista de Buenos Muchachos. Tuvo suerte, dice. Le tocó una casa llena de música y dos hermanos inquietos que se metieron de cabeza en el rock cuando todavía estaba mal visto, y lo arrastraron con ellos. Eso es escuela.
Ahora, a 24 años, ¡24 años!, de los titubeantes comienzos, con más canas y arrugas y mucha menos inocencia, dice que los Buenos están “en un buen momento”, y que el próximo disco, en el que están trabajando, va a ser el mejor.
“Es más fresco”, dice. “Pasamos por un momento en que estamos bien y queríamos tener esa instancia de plasmarlo a través de lo que hacemos”.
Pero sigue siendo Buenos Muchachos, en el sentido que no hay un cambio radical en el estilo...
Sigue siendo Buenos Muchachos. Es un disco más de canciones, queríamos que los temas tuvieran esas estructuras. En este disco, Pedro cambió un montón, y escribe unas cosas alucinantes, que me partieron la bocha. Si bien tiene eso de la oscuridad, esa temática que es constante porque es nuestra vida, encontró una veta de contar distinto un montón de buenas historias. Increíble. Hay algunos personajes… Ya escucharán...
¿Volcó un poco el oficio de novelista en las canciones?
Sí, un poco sí.
Hay una suerte de consenso entre músicos y periodistas en cuanto a que Buenos Muchachos puede gustar o no, pero nunca defrauda.
La cabeza que siempre hubo fue la de hacer lo que nos gustara a nosotros, y por suerte eso le gusta a bastante gente. Siempre enganchamos por un lado que la gente lo recibe super bien. Creo que es por eso, por hacer lo que queremos hacer. Nunca pensamos en componer una canción y llevarla para algún lado que no nos convenza. Somos una banda lenta. Tenemos 24 años, estamos en un punto que está buenísimo, pero tampoco somos híper masivos. Nos metemos ahí porque nos gusta eso. Quizás es más difícil, más laborioso.
Tampoco les ha ido mal...
No. Estamos más que satisfechos. Nosotros empezamos tocando en tugurios, y creo que eso está latente. Ya no hay tugurios, pero sí boliches pequeñitos donde seguimos tocando porque nos gusta. Sí, hemos logrado un montón, y estamos en tremendo momento, alucinante, haciendo muchos shows buenos. No nos podemos quejar. Y podemos lograr muchas cosas más todavía. Siempre en la búsqueda.
¿Y qué es lo que quieren? ¿Qué buscan?
En realidad siempre buscamos lo mismo. Intentar vivir el momento y disfrutarlo. Tocar sin pensar tanto. Somos de no pensar mucho, ni en el futuro, ni en qué puede llegar a suceder. Hay una parte inconsciente en cuanto a la búsqueda. Y tuvimos un crecimiento natural porque la banda creció, y pasamos a tener una equipación mejor a la que teníamos en tiempos de Nunca fui yo [primer disco de la banda, editado de manera independiente en 1996], a grabar en mejores condiciones, a aprender a mejorar nuestros instrumentos, y un montón de cosas. Considero que este nuevo disco es más maduro que el anterior, porque no paramos de madurar, de crecer, de mejorar. Igual, cada disco es particular de su momento, no se puede comparar con los otros. Y este es el mejor.
Foto: Montevideo Portal | Gerardo Carrasco
¿Y este es su mejor momento?
Sí. Uno más. Todos estamos muy tranquilos, claros, más grandes, más a tierra, y eso se siente. Estamos pasándola bien. Es el momento en el que realmente lo estamos pasando bien. Antes todo iba mezclado con otras cosas. Creo que ahora entendemos un poco más. A mí me gusta hacer esto: tocar la guitarra. Puedo hacerlo y lo voy a seguir haciendo. ¿Qué busco? Vivir de esto.
¿Es lo mismo que querías 25 años atrás?
Siempre la batallé. No soy un tremendo músico técnico. Nunca estudié tanto con la cabeza de ser un virtuoso. A mí me gustaba tocar, hacer canciones, y quedarme en mi casa tocando toda la noche. Y siempre me tentó eso. Desde hace unos años a esta parte logré, mínimamente, dedicarme a esto, que me insume más tiempo que un trabajo de ocho horas. Si tuviera un laburo “fijo” estaría más tranquilo porque cobraría siempre, sin drama. Pero pienso que, para lo que yo quiero para mi vida, me va bárbaro. Igual, todavía es muy costoso el poder mantenernos en ese sentido: el de sobrevivir, y a la vez invertir en la banda, para que la banda sea mejor. Pero es lo que amo hacer, y chau. Tengo la suerte de tener una mujer que me aguanta la cabeza y me acompaña a poder tirarme al agua así.
¿Cómo sobrevive todo este tiempo una banda como Buenos Muchachos?
Te transformás en una empresa, también. Somos un montón laburando. Todo va cambiando y, a medida que vas creciendo, todo pesa más. Está bien que sea así, porque es trabajo. Dejamos un montón de tiempo para esto, y creo que tiene que ser retribuido de alguna manera. Cuando arrancás, como arrancamos nosotros, arrancás por lo que sea. Y de repente ahora viene uno y te dice “ah, ahora tenés uno que te carga la guitarra”. ¡Y sí, flaco! La cargué 800 años. Ahora tengo alguien que me la cargue. Y es laburo para una persona. Todavía hay un poco esa cabeza de criticar al que crece. Nosotros sabemos dónde vamos y qué queremos. Nos ha pasado de saber de antemano que con un show íbamos a perder bastante plata, como cuando presentamos el Amanecer búho en El Galpón, y que la gente nos llamara para quejarse de que la entrada era cara.
Te convertís en una empresa, ¿pero qué pervive de aquella pulsión inicial que te llevó a meterte en una banda?
Yo miro esa época con alegría y nostalgia. Nuestras raíces influyeron mucho en lo que llegamos a hacer en este momento. Tuvimos una infancia alucinante, súper compartida con mis hermanos. Y muy musical. En mi casa vivía eso de mi padre, y la curtida fue desde chicos. Mis hermanos son un poquito más grandes, y mi primer concierto, con 14 años, fue en Lazy Ranch, de Pocitos, escondido porque era menor, y me vi unos temas de Los Traidores y un show de Los Estómagos. Y piré. Tremenda época. Y aprendí de ver a mis hermanos tocando. A Orlando en bandas importantes de los 80 [tocó en Cadáveres Ilustres y La Tabaré Riverrock Banda, entre otros grupos], que marcaron una etapa musical salada en Uruguay. Si lo veo hoy digo “waw, qué buen pasar tuve”. Por ahí no curtí la época de [Eduardo] Mateo, pero me tocó hacer pogo con Los Traidores. Tuvimos mucha suerte, también.
¿En qué sentido?
De sobrevivir. De tener la oportunidad de seguir adelante, y de no bajar los brazos. Y no sé si es suerte, pero no llegamos a este momento para decir “ah, qué difícil que es todo”. Es difícil si querés hacerla difícil.
Foto: Montevideo Portal | Gerardo Carrasco
Pero ustedes no eran los más desprolijos a la hora de tocar...
Sí, sí, tuvimos nuestras épocas. Es como todo. La noche no es fácil y no hay que engañarse. Tuvimos momentos feos, y algunos, realmente, no me los perdono. Son cosas que te marcan. Y es parte de lo que estamos viviendo hace años, que bajamos a tierra, todos. El laburo que hacemos, en el día a día, no podemos arruinarlo en el momento de tocar.
¿Hubo un momento en el que tuvieron que decir “vamos a ponernos las pilas porque se está yendo todo al carajo”?
Si, muchos momentos. Y después se fue dando solo. Somos muchos, muchas cabezas, y trabajar en grupo no es fácil. Siempre hay uno que está en baja. Todo el proceso ese había que pasarlo, y porque todo eso se dio estamos hoy en el momento que estamos.
No te perdonás algunas actitudes del pasado, pero esas cagadas que se mandaron hacen a la historia de Buenos Muchachos, a su esencia...
Obvio. Era necesario, y es necesario llegar a algunos extremos y romper para entender un poco más lo que estás haciendo. La música nuestra viene de adentro, de las tripas, y tenía que pasar, romper, dar contra la pared y ver qué tenía que pasar. En esa búsqueda estamos. Y si hay algo de lo que estamos seguros es de que nos encanta hacer lo que estamos haciendo juntos.
¿Qué te viene a la cabeza a la hora de sacar un tema nuevo?
Yo toco mucho la viola en mi casa. Estoy ahí, todo el tiempo pensando, y me vienen ideas.
¿Pero qué es lo que está sonando en tu cabeza para que salgan esas ideas?
No sé. Es raro. No soy mucho de escuchar música. Escucho en casa de amigos. En casa prefiero el silencio, porque vengo de escuchar música todo el tiempo. Pero las influencias siempre andan por el mismo lado, lo que escuchamos siempre. No es muy innovador lo nuestro.
Viste que las bandas de mayor éxito en Uruguay, de Buitres y La Vela Puerca a ustedes, tienen influencias más bien clásicas, de discotecas viejas...
Sí, es cierto. Yo toco, sin cuestionarme de dónde sale. En este disco, por ejemplo, hay cosas como con ritmo de candombe. Que le metés un chas, chas, chas y funciona. Y sin embargo no nos suena a candombe. Las cosas que hace el Topo [Gustavo Antuña, guitarrista de Buenos Muchachos], que es un compositor “raro”, porque tiene formación clásica, y mezcla esas cosas de Pink Floyd con la milonga, o el folklore, y son rock. Rock con bases uruguayas.
Quizás lo que ustedes hacen sea el folklore de mañana...
Claro. Ojalá que sí.
¿Cuál es el recuerdo más antiguo que tenés de Buenos Muchachos?
Tengo el recuerdo perfecto, clarísimo, del primer toque, en Solymar. Lo tengo grabado en la mente. Me acuerdo de la casa donde fue, que se había armado en la cocina, que estábamos todos ahí, me acuerdo de la luz que había, la cara de todos, que estaba con un equipito de mierda y le rompí el parlante con el volumen al mango. Me acuerdo de todo. Es increíble. Fue el arranque, no lo puedo olvidar.
¿Y qué hay de eso, qué queda?
Yo qué sé... Es como un placer imaginártelo. Pensar en haber logrado todo esto, y mirar para atrás y ver que seguimos juntos, y que cada vez estamos disfrutando más. Yo me siento realizado. Estoy feliz, y creo que todos estamos en la misma. Felices con nuestros logros, y con ganas de seguir, iguales.
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Buenos Muchachos se presenta este viernes 26 de junio, desde las 21:00 h, en el Teatro Politeama de Canelones (Florencio Sánchez y Tomás Berreta).
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