Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
[email protected]
Cuando la ola de la alternatividad llegó al Río de la Plata, allá por la mitad de la década del 90, trajo como resaca un malón de vendedores de humo, algunas buenas intenciones y un puñado de experimentos interesantes.
De los primeros mejor no hablar, porque el olvido es la última tumba, y de los otros ya sabemos que el camino del infierno está empedrado de. Elefante, la banda formada originalmente por Stella Maris en voces, Bestia en guitarra, Harry en bajo y Choniuk en batería, y a la que se sumaría después Maneco en máquinas y guitarras, pertenece a la tercera especie.
La fórmula de Elefante era novedosa y efectiva: guitarras metaleras con la simpleza del punk, bases de topadora, colchones tecno y melodías pop en labios de una engañosa sirena.
El grupo hizo su casa en el under, pero incursionó con éxito en otras geografías urbanas, a las que llegaba con la piel cambiada pero con el mismo espíritu siniestro, para amenizar vernissages y veladas culturales.
Crisis económica y personales diluyeron el proyecto, y un día Elefante ya no era una opción. Antes de eso dejaron algunos discos -Elefante (Koala Records, 2000), Bazar (Koala Records, 2001), y Forma (Koala Records, 2002)-, unos cuantos hits y varios shows calientes.
Doce años después, Maneco está entusiasmado con el regreso. Dice que volver a tocar es como perseguir un sueño y, además, es ocupar un lugar que quedó vacante y nadie tuvo la capacidad de tomar. Más pesado, más fuerte. Quizás más sabio. El viejo Elefante vuelve.
*
¿Por qué volver?
Por llevar a la práctica aquello de no abandonar los sueños. De alguna forma u otra, especialmente Stella Maris y yo, hemos seguido vinculados, con otros proyectos. También con Harry: entre los tres formamos Rendher, y hemos hecho muchas cosas. Lo que disparó el regreso fue ver que después de que Elefante se terminó, quedó una especie de espacio estilístico que no fue llenado por ninguna banda. Eso lo decimos objetivamente, e incluimos la propia experiencia de Rendher, que tenía unos cuantos puntos en común, y sin embargo no llenó ese lugar.
¿Por qué se terminó?
En ese momento fue una cuestión de inmadurez, de seducirnos con otros proyectos que teníamos, otras cosas que queríamos hacer, y no tuvimos el aplomo para priorizar Elefante, que era lo más importante y con mejor proyección. Fue una decisión de la que, con el paso del tiempo, nos arrepentimos.
¿Se terminó abruptamente o se fue terminando?
Se fue dando, porque nosotros veníamos haciendo mucha cosa juntos. Yo había entrado en Elefante en el 2000. No soy de los fundadores, porque el grupo venía de fines del 96, y desde ahí hicimos mucho: sacamos un disco que representó un sistema de trabajo que era distinto para Elefante, porque fue autoproducido, grabado en el lugar en el que ensayábamos, algo que hoy es normal pero para aquella época era una novedad, por ejemplo.
Foto: Montevideo Portal l Ignacio Elizalde
Cuando yo entré en la banda, el proceso fue mucho más libre que cuando tenés 40 horas para grabar. Se probó, sin tener un rumbo determinado, y a medida que fueron surgiendo ideas las fuimos grabando. Eso, musicalmente, estilísticamente, abrió un gran espectro, un gran arco iris, una nueva paleta de sonidos... Ese disco, Bazar, es un collage de muchas cosas. Paralelamente, nos dimos cuenta de que, para acceder a otros escenarios, el formato de banda, de quinteto de rock, era bastante limitante. Entonces inventamos el “set electrónico” de Elefante, que nos abrió muchísimas puertas, pudimos acceder a un montón de lugares a los que jamás una banda de rock podría haber entrado. Fiestas electrónicas en Punta del Este, desfiles, galerías de arte. Eso dio origen a colaboraciones de músicos de otro palo, DJ de esa época, productores, especialmente de la electrónica, que se prestaron a colaborar en un disco que, para la época (hablamos de 2002) fue una cosa bastante avanzada. Un disco híbrido, que tenía las versiones electrónicas que hacíamos nosotros, y que traía, en una partición de datos, una serie de remixes en Mp3. Ahí estaban Loopez, Daniel Anselmi, Cooptrol, Androoval, Ezequiel Rivero y otros, gente que nos honró con su colaboración.
Ahora todo se empezó a mover nuevamente, y hay una efervescencia grande, algo inesperada. Cuando decidimos hacer este retorno no fue una cuestión de calcular: “Si volvemos, la rompemos”. Sin hacernos mucha expectativa, porque el mundo cambió, el Uruguay cambió. Probablemente la gente ni se acuerda de quiénes éramos, pero la felicidad está en el propio camino. ¿Cuál es esa felicidad? Vamos a juntarnos y ver cómo nos salen estas canciones ahora y generar cosas nuevas, que para eso estamos trabajando.
La idea es volver al ruedo. Decir sí, hicimos una pausa enorme, y ahora vamos a retomar ese camino, con cosas que cambiaron, y para bien. El hecho de haber seguido teniendo proyectos conjuntos durante este tiempo nos ha ido permitiendo seguir creciendo como músicos, y eso se refleja en lo que estamos haciendo. Si escuchás a este Elefante de ahora, vas a ver que las canciones son las mismas, pero suenan. Está más compacto.
¿Quiénes son este nuevo/viejo Elefante?
El batero (Choniuk), que fue el primero al que invité a una reunión para volver, dio un paso al costado, nos dio todas sus bendiciones y nos deseó lo mejor, pero su plan no es estar en una banda. Hoy sus prioridades pasan por otro lado. Bestia, el guitarrista, está en España desde hace muchos años, y no tiene pensado volver a Uruguay. De la formación anterior está Stella Maris, la cantante; Harry, el bajista, y yo, en teclados y programaciones. Creo que la esencia del grupo está. El desafío era conseguir alguien para la batería que fuera adecuado, muy versátil, porque nuestro espectro sonoro hace que haya cosas muy potentes, pero al mismo tiempo hay que poder tocar cosas complejas, del palo del drum'n'bass o jungle sobre una base electrónica. Tuvimos la inmensa fortuna de reclutar para esto a Albana Barrocas, que es una gran baterista pero también gran persona. En esta época, en esta etapa de nuestras vidas, nos tenemos que cuidar más entre nosotros, fortalecer los vínculos que tenemos, porque esto se trata de disfrutar.
Albana es una instrumentista y compositora extraordinaria. Y el guitarrista es Juan Benia, más conocido como Johnny B. Gore, un músico extremadamente versátil. Un guitarrista que está ocupando el lugar de Bestia, que no es un rol fácil. ¡Fijate que Bestia es un guitarrista de metal que no hace solos! Y no encontrás muchos guitarristas de metal dispuestos a no hacer solos. Y Benia, además de tocar la guitarra, es DJ de música electrónica y drum'n'bass, y además canta en una banda de metal, Libertad o Muerte, que le está yendo muy bien ahora. No puedo más que disfrutar y sentirme feliz por eso.
Foto: Montevideo Portal l Ignacio Elizalde
¿Y antes no tuvieron la precaución de cuidarse entre ustedes?
Capaz que no. Todos tuvimos nuestras cosas, tal vez que creérnosla un poco, querer un estrellato propio dentro de Elefante, tonterías de inmadurez, de no haber vivido el tiempo suficiente en un proyecto... sucede que a nosotros nos pasó, como a gente de otros proyectos, como Plátano Macho, de vivir momentos rutilantes, y pudimos confundirnos, no darnos cuenta de la realidad. Pasados los años, creo que la decisión —de la que después me arrepentí, todos en cierta forma nos arrepentimos— nos hizo ver también que teníamos algo que estaba muy bueno y lo perdimos.
Siempre quedó la sensación de que Elefante desapareció en el momento en el que tendría que haber pegado el salto...
Sí, fue en un momento en el que nos estaba yendo re bien, pero internamente, ya en esa época, 2003, tendríamos que haber estado preparando un disco nuevo, y eso no estaba pasando.
A fines de los 90, principios de los 2000, la música de Elefante sonaba "moderna", porque se emparentaba con experiencias musicales de otra parte del mundo que se estaban haciendo en ese momento. Hoy ese sonido ya no es moderno...
No, es clásico. No nos preocupa que suene viejo. Queremos ser fieles a lo que construimos como propio. Hay un sonido Elefante reconocible. La voz de Stella Maris, por ejemplo, no la podés asociar a otra banda que no sea a Elefante.
Es decir que el de hoy no es un Elefante tan moderno como el de hace 15 años...
No. Y no hay una urgencia de buscar esa modernidad.
Quizás tampoco fuera una necesidad en su momento, sino que era como un sonido, o una búsqueda sonora que estaba en el aire.
Sí, puede ser. Nos seducían mucho esos caminos a recorrer. Hoy en día, quizás lo que nos resulta más atractivo es pensar que el primer disco de Elefante, con un poco más de tiempo y producción, hubiese sido algo mucho más contundente, y nos seduce ir en esa dirección. Sonar potentes, y que la música tenga todo lo que necesite.
Decís que se dieron cuenta de que nadie había tomado esa posta de Elefante. Tampoco había muchas bandas uruguayas en su momento que tuvieran que ver con Elefante...
Puede ser... a veces las combinaciones de las personas son únicas. En la banda había como polos que funcionaban muy como complementarios. Mi primera banda, La Fábrica, a fines de los 80, fue la primera en Uruguay en subir a un escenario solo con máquinas, muchas de ellas de fabricación mía. Era una electrónica muy oscura, porque Montevideo era muy oscuro. Vengo de ese palo de experimentación sonora, y termino confluyendo en Elefante, donde había un sonido muy pesado, y una música de sonoridades modernas entre comillas, del rock alternativo, que siempre me sonaron muy interesantes, como Rage Against The Machine, Deftones, Tool... Donde había un tipo como Harry, un bajista extremadamente versátil, un tipo que disfruta mucho las sorpresas que le dan los otros músicos. Bestia también, un guitarrista con un gran gusto por el metal, pero que tenía discos de Morcheeba, y escuchaba mucho de eso. Y el Choncho, un batero ultrapotente que venía del Plátano Macho, una banda de hip hop donde confluían también muchas cosas. Todos devinimos en dar lo que me atrevería a llamar un "sonido Elefante".
Además de esos problemas de inmadurez que destacás, ¿hubo otros factores que conspiraron contra la vida de la banda?
Se dieron cosas complejas en la escena local justo en el momento de la separación de Elefante. La crisis de 2002 se llevó mucho del público. Parece una pavada, pero fue así. Cerraron lugares donde tocábamos, como Pachamama... Llegamos demasiado temprano al Pisen Rock... son cosas que van sumando. Nunca fuimos a Argentina, ni a Brasil. No salimos de fronteras, y al interior fuimos poco.
¿No pudieron o no quisieron?
No pudimos, no se dio. Capaz que por el hecho de no tener a alguien permanentemente buscándolo. En este momento, en cambio, se están haciendo las gestiones necesarias para que eso se dé.
Decías al principio que volvían para seguir persiguiendo los sueños. ¿Cuáles son esos sueños ahora?
No pasan por el lado de la fama, de la masividad. El paradigma del rock, de salir en la tapa de la Rolling Stone, ha cambiado mucho. En esta época ya no se venden discos. Hasta el más pintado, al que le haya ido mejor, pasa por épocas de sequía; bandas que en otra época llenaban estadios hoy están tocando en lugares chicos... pasa por seguir haciendo música, conectando con el público, honrar que esas personas nunca dejaron de seguir lo que hacíamos en otros proyectos, de escucharnos. Seguir fieles a eso, dando lo mejor de nosotros.
Elefante se presenta en vivo el 16 de abril en la Sala Zitarrosa. Las localidades ya están a la venta.
Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
[email protected]
Acerca de los comentarios
Hemos reformulado nuestra manera de mostrar comentarios, agregando tecnología de forma de que cada lector pueda decidir qué comentarios se le mostrarán en base a la valoración que tengan estos por parte de la comunidad. AMPLIAREsto es para poder mejorar el intercambio entre los usuarios y que sea un lugar que respete las normas de convivencia.
A su vez, habilitamos la casilla [email protected], para que los lectores puedan reportar comentarios que consideren fuera de lugar y que rompan las normas de convivencia.
Si querés leerlo hacé clic aquí[+]