El secreto de Airbourne es que no tiene secretos: lo suyo es un hard rock sencillo, sin pretensiones. Las canciones del grupo son piñas en la pera, construidas sobre bases machaconas y bien pesadas, y con la sensatez de sus guitarristas de ir hasta la puerta del heavy metal, tocar el timbre y no entrar.

Este cuarteto australiano llega a Montevideo arropado por los mimos de la crítica mundial, que los erigió como sucesores de ACDC. Y tienen con qué, aunque rechacen el título de herederos de la banda de los Young. Lo cierto es que provienen de un país (bueno, un continente), que ha exportado artistas de renombre internacional, enorme calidad musical y diferencias estilísticas enormes. De Radio Birdman a The Go-Betweens, de Nick Cave a los Bee Gees, de Kylie Minogue a ACDC. Justin Street, bajista de Airbourne, es claro que existe una suerte de "gen australiano". "Hay algo único en el australiano. Creo que, naturalmente, viene de ser educados en ese país. Pero cualquier país tiene esa misma cosa".

Formados hace 13 años en el pequeño pueblo de Warnambool (según Wikipedia tiene poco menos de 34.000 habitantes, y está a 235 kilómetros de Melbourne), rápidamente coparon la parada en el terruño y salieron a trillar primero la gran ciudad, donde la rompieron, y luego el mundo, ancho y ajeno. "Para nosotros era como caer en un mundo diferente. Primero, porque no sabíamos nada de la gran ciudad, y nos enamoró, y luego por el roce internacional que nos volvió más experimentados. Ha sido, como mínimo, una experiencia de apertura de ojos muy grande. Nos ha formado como las personas que somos hoy. Igual, todavía mantenemos puro en nuestros corazones el mismo espíritu que teníamos cuando formamos la banda. El profesionalismo no nos ha cambiado, y todavía seguimos latiendo de esa forma sobre el escenario. No creo que hayamos cambiado, y tampoco creo que eso vaya a ocurrir pronto".

En los últimos años, el rock se ha convertido poco menos que en una gigantesca ONG dedicada a salvar al mundo, y cuesta rastrear, en el mainstream y sus barrios aledaños, el impulso atávico que hacía del género un monstruo hermoso que asustaba a las viejas. Sin embargo, Justin Street cree que "el rock no ha muerto", y que, "por el contrario, se ve muy fuerte". "¿Nos critican por no tener un compromiso social? Hacemos lo que hacemos. Si no les gusta, no es nuestro problema".

Con cuatro álbumes de estudio en sus espaldas y miles de kilómetros bajo sus botas, los Airbourne son conscientes de que la industria discográfica ya no es la salvación para los artistas, y en un mundo signado por la escucha online, los videoclips y la parafernalia digital, saben que la solución está en la ruta y los escenarios. "Con todo lo que tenés por estos días, hay que seguir viajando si querés sobrevivir. No podés descargar la experiencia real de un show en vivo", dice.

Airbourne reconoce la deuda que su sonido tiene con sus compatriotas de Rose Tatoo y ACDC, grupos longevos casi en vías de extinción, y mantenían una amistad y admiración mutua con Lemmy Kilmister, de Motörhead (fallecido a fines de 2015), al punto de que el viejo verrugón participó en uno de sus videoclips. Eso, dice Justin Street, no les pone un freno creativo ni los inhibe a la hora de pisar las tablas. "Los tiempos han cambiado, el mundo ha cambiado, y aquellas bandas jamás harán de nuevo lo que ya hicieron. Esos grupos seguirán sonando, pero eso fue entonces, y ahora es ahora".

Acostumbrados a girar por Europa, Japón y América del Norte, esta será la primera vez que lleguen a Sudamérica. "Todos nos dicen que es un lugar fantástico, con gente increíble, lugares maravillosos y un público loco. Así que la vamos a rockear", promete.

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Airbourne se presenta este viernes 1º de setiembre en Montevideo Music Box (Dámaso Larrañaga y Joanicó, desde las 20:00).