Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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José Romero Sum es economista. Nació en Tacuarembó y vive cerca de Nueva York. Trabaja en Wall Street, asesorando a sus clientes sobre qué hacer con su (a veces mucho) dinero.
Hace 21 años, cuando era un estudiante en la Facultad de Ciencias Económicas, formó Requiem Aeternam, banda pionera en la región del black metal melódico.
Su profesión de economista lo llevó a considerar a su grupo como una start up y administrarlo como tal. Su deuda con la música con la que se crió le hizo mestizar el hermético estilo del metal que abrazó en su juventud con texturas del tango y el folklore rioplatense. Su pasión por la filosofía lo hizo desmarcarse, primero, de los casi inevitables clichés del género, para luego tirarse de cabeza al culto del metal filosófico, una vertiente de la que se dice creador y a la que le desea una vida más larga que la de sus padres.
Requiem Aeternam tuvo varios recesos, pero nunca se disolvió, alcanzó un austero estatus de culto, y hoy está de vuelta. Este mes hará un pequeño tour federal y gardeliano (tocará en Entre Ríos, Tacuarembó y Montevideo), y será, dice José Romero Sum, un ejercicio de reposicionamiento para un futuro que, espera, dará que hablar.
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Requiem Aeternam ya es una banda con muchos años, que sobrevive desde los 90...
Sí, arrancamos el proyecto en 1995. Ahí salió al mercado la primera grabación que hicimos, con la primera formación, que fue Emergent. Salió en un compilado de bandas del metal de aquel momento. Después, los tres músicos que tocaban conmigo se fueron para Suecia, y a dos de ellos les fue espectacularmente, y pasaron a integrar Opeth.
En el momento en que empezamos no había bandas de ese tipo en América Latina. Fue el comienzo de un movimiento en la región. El baterista, que nació en Suecia, hijo de uruguayos, trajo las primeras bandas de black metal melódico, que eran de ahí. De Suecia, Finlandia, Noruega. Él estaba ahí en el momento que estaba surgiendo. Él trajo los primeros discos de esas bandas, me los dio a mí y el primer álbum oficial de Requiem Aeternam (Eternally dying, 1998) fue como un mentor en el Cono Sur.
¿Qué hacías antes de eso? ¿Eras un metalero más que iba a ver las bandas de la época?
No, al revés. Yo recién empezaba en la música. Soy de Tacuarembó, me mudé a Montevideo a estudiar Economía en el 94, y tenía la idea de armar una banda. No sabía bien qué. Recién empezaba a escuchar metal y me encontré con estos muchachos que vivían en otro mundo. Nadie más escuchaba eso. Y me lo metieron a mí, me gustó, aunque siempre me mantuve más uruguayo, en el sentido de meter la milonga, el tango a esa música. Así se fue puliendo el estilo. En el 98 estuvimos tocando mucho en los países del Mercosur, y nos fue muy bien. En 2001 me recibí de economista y en 2002 me fui a Estados Unidos, entonces la banda quedó como en stand by.
En 2004 sacamos Philosopher, nuestro segundo LP. Lo hicimos en Estados Unidos, y tocó el baterista de Inmolation (Alex Hernández), una banda bastante conocida allá. Estuvimos tocando, nos presentamos en el CBGB antes de que cerrara, y fue uno de los mejores shows de la banda. Después me tuve que mudar para la Florida por un tema personal, y la banda quedó en stand by de nuevo. En 2010 grabamos el tercer LP, Destiny-Man, que lo masterizamos en el estudio que, en los 90, fue referencia para el death metal americano, donde grabaron bandas como Death, Sepultura, Obituary, Canibal Corpse. Los técnicos que grabaron eso estaban trabajando conmigo, y me contaban. Aprendí una enormidad de cosas con esa gente. Sacamos ese disco, hicimos algunos shows, en 2013 fue la última vez que tocamos. Fuimos a Chile, a Brasil, y tocamos acá. Desde 2013 hasta ahora no habíamos tocado. Ese año sacamos un EP, Eternal, que recopiló lo que publicamos en el 95 y algunas cosas de la época, y editamos un disco + DVD, Emergent, que no lo promocionamos apropiadamente. Por eso quería hacer esta micro gira. Ese CD es importante porque engloba la historia de la banda, son más de 20 años.
Jorge Fernández, de Eclamspy, contaba que, en los 90, cuando grababa una banda de metal, el resto de los músicos iba a ver cómo hacían, a "robar" piques, porque no había técnicos que supieran trabajar con el género...
Es verdad. Cuando sacamos el primer LP de la banda yo tocaba en Inner Sanctum, y vi cómo habían hecho el disco [Frozen Souls, BMG, 1995], que grabaron en Chile. Entonces Eternally Dying lo hicimos en Montevideo, en el mismo estudio que había gabado Chopper su segundo disco [Sangrando, Ayuí, 1997], y de ahí nos fuimos a Chile a trabajar con el técnico que había hecho el segundo disco de Inner Sanctum. El baterista de Malón, con quien habíamos tocado una vez, me pasó el dato de quién había masterizado su último disco, y lo hicimos con él, en Buenos Aires. Philosopher lo trabajamos en el mismo estudio que había usado Anthrax, por ejemplo, y lo masterizó un tipo que había trabajado con The Stooges y Foo Fighters. Siempre he buscado gente que, dentro de mis posibilidades, me diera respaldo. Uno aprende de trabajar con ese tipo de artistas que han tenido éxito. Yo soy una persona muy observadora. Cuando hicimos Destiny-Man trabajamos con una persona que había grabado con Ozzy Osbourne y Sepultura. Yo los escucho a esos tipos, me callo y aprendo. Es impresionante la historia que hay en esos estudios. Uno absorbe toda esa energía. Es una de las partes más linda de la música.
¿Tocabas la guitarra de chico?
Yo empecé con la música desde niño. Tocaba el redoblante en murgas. Salí en una murga infantil en Tacuarembó, en el 88 y 89. Después pasé a una murga de mayores, en el 90. Siempre tuve la idea de revolucionar, de hacer cosas extrañas. Empezamos a tocar unos ritmos que ya eran medio metaleros para la murgas, y me echaron. Era la murga más antigua de Tacuarembó, una murga tradicional, La Bohemia. Había llevado a Mandrake Souza, que había salido en varias murgas de Montevideo, y lo contrataron porque querían ganar. Nosotros, siendo niños, habíamos ganado el premio a la mejor batería, y nos llevaron a esa murga. Pero el tipo me vio y no quería saber nada con lo que hacía. "Los Saltimbanquis no lo hacen así", me decía. ¡Y a mí qué me importa! Dejá a Los Saltimbanquis por su lado, nosotros somos nosotros. Eso me llevó a aislarme un poco, y empecé a tocar la guitarra. Cuando vine a Montevideo ya tenía una formación. Un muchacho de Tacuarembó me enseñó las bases de la guitarra, y rock & roll, y el padre de un amigo me enseñó la parte folklórica. Zitarrosa, canto popular uruguayo y argentino. Cuando vine a Montevideo empecé a experimentar. Soy muy autodidacta.
¿Nunca abjuraste de tus comienzos en la música popular, de la raíz uruguaya?
No. Yo respeto mucho a bandas como Sepultura, que son muy brasileros, y usan las cosas de su país. Y yo soy muy uruguayo, y trato de no separarme mucho de dónde soy. En Eternally dying hay un tema, "Milonga", que lo grabé con Eduardo Larbanois. En otros discos hay elementos intrínsecos, a veces difíciles de percibir, de la milonga, del tango, de cosas que mantienen la cultura del Río de la Plata. Es una música que tengo desde niño. Pero cuando experimentás en la música te alejás de cualquier cosa.
¿Reconocen esas influencias en el exterior?
Lo que pasa es que no lo puedo comparar. Mucha gente en el norte no sabe nada de milonga, ni nada. Y entonces comparan con otros parámetros. Cuando grabamos Destiny-Man, Tim Morris, el encargado de la mezcla, lo comparó con King Crimson, que es una banda experimental inglesa. Yo soy uruguayo, pero el tipo, con las cosas que él escucha, lo vio por ese lado. Yo me quedé callado, no dije nada. La gente dice cosas extrañas, y es lindo que la música se entremezcle, independientemente de dónde sacás las ideas, y que al final del día sea algo interesante para tipos que crecen en lugares diferentes y con distintas culturas.
¿Siempre tuviste intención de salir de Uruguay?
Estando en Tacuarembó creía que mi mundo era Tacuarembó. No me imaginaba saliendo de allí. Pero cuando me vine a estudiar acá vi a Tacuarembó con una perspectiva diferente, y me di cuenta de que a Tacuarembó ya no volvía. No porque no me guste, pero no volvería. Y me puse a pensar que, si me iba a otra parte del mundo iba a ver a Montevideo como veía a Tacuarembó. Y me fui a Nueva York. Ahí hay un dicho que dice que, si lográs ciertas cosas en Nueva York, las lográs en cualquier parte. Y ver las cosas desde ahí me ha permitido evolucionar en varias cosas. Cuando estudié Economía me di cuenta de que tenía que ir a Wall Street. Y como canto en inglés tenía que mejorar mi acento, aprender mejor la lengua. Eso era algo esencial para mi carrera como economista, y para la música. Y la banda siguió conmigo, que soy el único miembro original.
¿Cuándo optaste por el metal filosófico y decidiste que las letras tenían que salir del estándar del death melódico y abordar otras búsquedas?
Desde que soy relativamente niño me pasaron dos cosas importantes. Una, que la música venía conmigo. La otra parte que venía conmigo y se empezó a manifestar en el tiempo fue la filosofía. Fui a un colegio jesuita en Tacuarembó. Ahí, además de matemática, historia, biología, te enseñaban catecismo, y con 13 años me di cuenta de que no me sentía parte de La Biblia, y después, ulteriormente, de ninguna religión. No me llegaba. Ni a nivel espiritual, ni racional, de ninguna manera.
Yo pensaba esas cosas filosóficamente, y en el liceo tuve al menos dos profesores que me recomendaron que me dedicara a la filosofía, porque hacía muchas preguntas filosóficas. Y cuando fui a estudiar Economía me di cuenta de que los fundadores de la ciencia eran todos filósofos. Adam Smith, Karl Marx, John Maynard Keynes. La esencia de la Economía era la Filosofía, también. Escribí un libro, Escritos prohibidos, que lo publiqué pocos meses después de recibirme, que es un trabajo, básicamente, de Filosofía. 1996 fue un año muy importante para mí porque la Filosofía volvió como un tren. Me pasó por arriba, me cambió la vida completamente. Yo estudiaba Economía pero estaba en la duda sobre si iba a continuar mi carrera, si me iba a dedicar a la música, estaba bastante confundido. Y me acuerdo que leí Así hablo Zaratustra, de Nietzsche, el primer libro de filosofía que leí. Y a partir de ahí estudiaba X horas para la Facultad y pasaba otras X horas leyendo Filosofía. Me fui formando como autodidacta, y después surgió la idea de escribir el libro. Obviamente, la Filosofía estuvo en la banda desde el principio. A los otros músicos les interesaba el ocultismo, las cosas clásicas del black metal. A mí no. No me entraba nada de eso...
¿Tenían un interés real o era parte del folklore del black metal?
No. Les interesaba. Los tipos en Suecia se lo toman en serio. Hay bandas que lo hacen explícitamente por comercio, como Kiss. Lo usan en su parte artística, como forma de presentación, pero muchos dentro del black metal se lo tomaron en serio. Martín López, el baterista que tocaba conmigo, se lo tomaba en serio. Y yo tenía ciertos conflictos con él, porque venía con esas cosas, y yo le decía que esa temática no. Yo me pinté la cara en el primer show que hicimos, pero ni hablar de esos temas...
Uno piensa en King Diamond, o Alice Cooper, que juegan con esos contenidos...
Sí. King Diamond lo dice abiertamente. Lo hace por un tema de publicidad. Lo mismo que Alice Cooper. Pero en Suecia, o Finlandia, hay tipos que han estado presos. Han matado gente. El tipo de Dissection estuvo preso [Jon Nödtveidt, encarcelado durante siete años por homicidio. Salió en libertad en 2004, y se suicidó en 2006]. Cosas de ese tipo. Yo me mantuve, desde el principio, apartado de eso. Y en Requiem la filosofía ya estaba en Eternally Dying, y en Philosopher todas las letras son basadas en filósofos: escogí siete, ocho pensadores, e hice una canción pensando en cada uno de ellos. Y ya Destiny-Man creo que crea un nuevo género dentro del metal: el metal filosófico. Una combinación de letras y música filosófica. La música se alimenta de la filosofía y trata de expresar elementos filosóficos. Durante muy buen tiempo escuché música clásica, y veía una profundidad muy fuerte en la composición. Especialmente en los compositores más intuitivos: Beethoven, por ejemplo. Tiene intuición, e improvisación. Su composición se basa en la improvisación. Y me puse a pensar sobre el nivel intelectual de esos tipos. Era imponente, al punto de poder asociarlo con elementos científicos. Lo mismo del lado de los filósofos. En la filosofía griega, Sócrates, Platón y Aristóteles. En la música clásica alemana, Bach, Mozart y Beethoven. Los tres primeros se alimentaron de ellos mismos, y cambiaron el mundo. Los otros igual, cambiaron el mundo de la música. Y vi que su intuición produjo los cambios quizás más profundos en la historia del hombre. ¿Por qué no combinar la intuición filosófica y la intuición musical y convertir el resultado en una unidad de pensamiento? Quizás, en el futuro, tipos que sean más inteligentes que yo lo puedan llevar al nivel de hacerlo Ciencia. Creo que eso es lo más importante de la historia de Requiem Aeternam, haber inventado un nuevo estilo en el arte.
El metal, como rama del rock, es música popular, y uno tiende a pensar que la música popular es ajena al campo del pensamiento, que no es tan racional. ¿Pensaste en eso, que te estabas apartando de un tronco común y que, a la larga, se te iba a angostar el camino?
Yo lo vi en Requiem Aeternam. Las bases de nuestra música eran el metal, el folklore, y también la música clásica. Yo no fui formado al nivel de un músico clásico, como para dedicarme a eso toda la vida y llegar a una técnica que el músico popular, por lo general, no puede alcanzar. Tomé la decisión de ser economista. Quiero ser economista. Y eso, al igual que la filosofía, me da otras herramientas para volcar en la música, que de repente un tipo que solo se dedica a la música no puede ver. Astor Piazzola empezó como músico clásico, y después se dio cuenta de que tenía que usar elementos de la música popular para trascender. Hoy es visto como uno de los músicos clásicos más importantes de América Latina. Y él llevó el tango, música popular, a la música clásica. En la ciencia pasa lo mismo. A veces cosas que no son tan científicas se vuelven científicas con el tiempo.
¿Cómo se lleva Requiem Aeternam y su metal filosófico con el resto del metal, que es un género tan compartimentado?
Creo que hay que verlo desde el punto de vista de qué es lo que queremos lograr. Nosotros quisimos hacer algo más trascendental. Los objetivos de las bandas muchas veces son diferentes, y las personas perciben esos objetivos de diferentes maneras. Y el mercado es pequeño, entonces es difícil que varias bandas puedan tener mucho público. No hay tanto espacio...
¿Y no te cerrás puertas con el metal filosófico? Porque, por lo que planteás, exige cada vez más compromiso de parte del público...
Estoy de acuerdo. Los libros de Nietzsche fueron financiados por sus amigos. Y se hizo grande años después de morir. Si uno hace las cosas estrictamente para tener un impacto comercial, es un objetivo. Hay muchas bandas que lo han hecho. Kiss, por ejemplo, que lo ha hecho mejor que nadie en la historia del rock. Pero otras no, otras buscan distintas cosas, tal vez más importantes. Generar movimientos artísticos que quizás no han tenido una gran convocatoria de público pero que, a medida que pasan los años, van siendo entendidos. Reconozco que los primeros 20 años de la banda han sido así. Hacia el futuro tengo la idea de tratar de crecer. Si llevás más espectadores vas a tener una retribución económica mayor, y te va a permitir emplear más tiempo en eso. Cuando se llega a ese nivel se abren puertas que de otra manera no se iban a abrir. Tengo bastante claro que quiero que la banda tenga más convocatoria. Yo me fui cerrando con el tiempo, y eso ha hecho que mucha gente reaccione negativamente ante nuestro trabajo. Porque no lo entiende. Entonces, a veces, uno tiene que ser un poco más amable con el espectador, y pensar en lo que la gente quiere. Luego de estos 20 años de oscurantismo en la forma de hacer las cosas quiero tener un poco más de consideración con la gente. Es algo que quiero: estar más abierto y hace algo que pueda tener un impacto comercial mayor, que nos permita llegar a lugares donde hasta ahora no llegamos.
¿Cuál es la filosofía de Requiem Aeternam?
No me considero parte de ninguna escuela. En la Filosofía, al igual que la Economía y otras ciencias, han pasado distintos movimientos a lo largo de la historia. Todos tuvieron pros y contras, y ninguno es absolutamente prevalente. He leído muchísimas cosas y no encajo en ninguna escuela, ni digo que sigo a tal o cual. Cuando escribí mi libro lo hice tomando elementos de diferentes lugares. De Nietzsche leí todo lo que escribió, e impactó mucho en mi vida, en mi forma de pensar, pero tengo cosas con él que no estoy de acuerdo.
¿Qué futuro ves o querés para la banda?
Yo veo a Requiem como una empresa start up, que tiene un montón de ideas, cosas para crear, pero es difícil monetizarlas. Creo que en los últimos tres o cuatro años de la banda, alcanzamos un nivel de monetización que nos permitió hacer más cosas. Y los discos han sido editados por varios sellos en distintas partes del mundo. Eso nos permitió lograr cosas que me hicieron seguir en la música. Pero es cierto que, la parte de financiación de la empresa, visto desde el punto de vista comercial, ha tenido unos 15 años en los que los costos estuvieron por encima de los ingresos. En este momento estamos en una especie de break even point, en el que el ingreso y los costos están equilibrados. Hacia adelante quiero que el ingreso se eleve sobre el costo, porque quiero dedicarle más tiempo a Requiem. Y cada vez está funcionando mejor.
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Requiem Aeternam se presenta el 9 de diciembre en Concordia, Entre Ríos. El sábado 10 estará en Tacuarembó, y el viernes 16 tocará en Amarcord (Julio Herrera y Obes y Soriano, desde la medianoche, junto a Abyssal Dimension, Dimwrath y Libertad o Muerte).
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