No es posible reseñar la música popular uruguaya de las últimas cuatro décadas soslayando el nombre de Jorge Galemire. Hacerlo es deshonesto. Guitarrista delicado, fino cantante, compositor personalísimo, cultor de géneros que pasan por el rock, el candombe y la bossa nova, pero que, inevitablemente, confluyen sin afectaciones en el pop más elegante.
A los 61 años puede decir que tocó con todos. Integró brevemente Canciones para no dormir la siesta y Los que iban cantando, fue parte de El Sindykato y Repique, arregló y produjo los emblemáticos Hoy canto de Dino y Sansueña de Darnauchans, metió guitarras "como loco" en el Buzos Azules de Fernando Cabrera, aquel disco que inauguró (tardíamente) la década del 80 en el Uruguay, hizo cosas con Eduardo Rivero, fue uno de Los Championes y, junto a Karen Ann, formó Trelew, el más genuino aporte uruguayo a la música celta.
Pero pese a haber estado ahí, Galemire no era eso, y no hubiera sido realmente Galemire sin Presentación (Ayuí, 1981), su primera firma individual. A ese trabajo siguieron Segundos Afuera (Orfeo, 1983), Ferrocarriles (Orfeo, 1987), Casa en el desierto (Perro Andaluz, 1991) Perfume (editado en Argentina en 2004), y hace poquito apareció Trigo y plata (Ayuí, 2012). Un disco sencillo, acústico y austero en su instrumentación. Un disco grabado entre 2003 y 2004, y que estuvo sin publicar hasta ahora, y que le estropeó el sueño en más de una noche de las muchas que hay en ocho años.
Los desencuentros
"Tenía muchísimo miedo porque sonara antiguo. Todo envejece más rápido. Pensé, con sinceridad, que el trabajo envejecía, pero parece ser que no. Justamente, como no se supo nada del disco, y como es completamente distinto a todo lo que grabé hasta la fecha", dice.
Trigo y plata estuvo terminado en 2005, y Galemire tomó la promesa de edición del productor neoyorkino Neil Weiss. Sin embargo, la publicación se fue haciendo cada vez más lejana, y luego imposible. A Weiss "se le trancó el cerebro, se le nubló la sabiduría, no sé qué le pasó". Lo cierto es que Galemire tuvo que "rascar el bolsillo" y comprar el master para que el álbum llegara a las disquerías.
"Se bancó bien", pese al tiempo que pasó. A pesas de la espera, Galemire está satisfecho. "Es el disco más continuo y más orgánico que hice, el menos experimental de todos. Ya tenía idea del formato, que fuera acústico, acotado en cuanto a la producción... no en cuanto a la interpretación: ahí nos esforzamos y dimos lo mejor. En otros discos anteriores aparecían otros instrumentos, otro tipo de temas, variedades... este está muy enraizado con todo lo latino. Tiene cosas de Brasil, esos ritmos un poco dispares, heterodoxos, eclécticos... Canciones como ‘Sin red', ‘Quién será de los dos' y ‘Otra vez' tienen una composición rítmica un poco rara, que con un amigo habíamos bautizado ‘el plerengue', una mezcla de plena y merengue. No intenté experimentar, salió así, y me gustó".
Trigo y plata es un disco que, en opinión de Galemire, "rinde para tocar solo". Fue concebido así casi obligado "por el mercado".
"Hay lugares a los que es totalmente inconveniente ir con una banda. Los músicos tienen un nivel de tolerancia determinado, vos no podés estar abusando de tus amigos, pero no por estar solo voy a hacer ‘chiqui-chiqui' con la guitarra: voy a esforzarme, a descubrir el ‘esqueleto' de las canciones, ahondar en ellas, y, en consecuencia, redescubrirlas. Esta es una de las cosas más lindas que me pasaron cuando empecé a tocar solo. He investigado respecto a eso: en las presentaciones que hago como solista armo otro diseño de guitarra, para el cual me he esforzado realmente. El asunto es encontrar el ‘nervio' de las canciones, sin que estas pierdan la esencia. Hay que arreglarlas de otra forma".
Pero mientras esperaba, Galemire siguió trabajando. Fue la mitad de Trelew, armó un trío pop junto a su hijo y Rodrigo Vicente, colaboró como arreglador con varios artistas, lleva "atrasadísimo" un disco nuevo con canciones de autores uruguayos, y se dedicó a recuperar parte de su historia musical, arrinconada por el paso de los años. A la edición de Nosotros tres (Ayuí, 2010), un álbum que recoge canciones del espectáculo que dieran en 1976 Galemire, Eduardo Darnauchans y Eduardo Rivero, se sumó La generación perdida (Perro Andaluz, 2011), un trabajo que revive canciones que compuso y tocó junto a Rivero a mediados de la década del 70.
"Estábamos en plena dictadura y la historia se destruía con más facilidad, para generar eventos nuevos. Nosotros mantuvimos el mostrador, junto a Rivero y Eduardo Darnauchans", recuerda., y apunta que "el Darno tuvo su Sansueña, pero el Gale y Rivero no tuvieron su oportunidad, y últimamente recuperamos algunas de esas grabaciones". Y ahí andan, lo más frescas.
Puedes oírme
A principios de los 90, cuando muchos uruguayos hacían el camino de regreso, Galemire armó el bolso y se marchó a una suerte de autoexilio español que duró 13 años. Se fue porque se tenía que ir, por esas cosas que no tienen explicación. Desde afuera, pudo ver con otra perspectiva qué se cocinaba en el paisito, y asistió, atónito pero con agrado, al crecimiento exponencial del rock vernáculo.
"Nunca me imaginé que fuera a ser tan omnipresente. Esto no es culpa del rock, ojo, sino de políticas de mercado. No hay candombe beat, no hay candombe canción, que se dejó de cultivar. Hay mucha murga, que me alegra muchísimo, y mucho rock, pero es casi exclusivo. Varios géneros que se experimentaron en Uruguay no se están empujando. No es que esté mal, simplemente no ocurre, y yo, viejo cultor del candombe canción, lo echo de menos. Por eso le prendo mecha, trato de componer en ese estilo. Me gusta, siento que falta algo ahí. No voy a ser yo quien lo reponga, no es una cuestión mesiánica", apunta.
También es cierto que esa explosión de la música no fue acompañada por un crecimiento de la calidad de los compositores, algo que fue un denominador común de la música popular uruguaya hasta la década del 90. Galemire encuentra una suerte de respuesta al interrogante buceando en la formación artística de su generación.
"En los 60 se empezaron a descubrir un montón de cosas, cambiaron muchas reglas de juego. Nosotros estábamos viendo como ‘muy joven' que Chuck Berry hiciera ‘Johnny B. Goode', o Bill Halley ‘Rock around the clock'... esos tipos tenían treinta y pico de años ya. Los Beatles tenían 20, 21. Empezaron a componer. Ellos cambiaron las reglas de juego: ‘ahora se compone así'.... ¡y qué forma de componer! ‘Strawberry fields for ever' era un tema comercial en aquella época, y es sofisticadísimo. Los tipos pusieron el listón altísimo en lo que tiene que ver con lo que uno escucha, y yo soy heredero de todo eso. Trato, en lo posible, de no masticar vidrio. No soy un intolerante, pero, así como en el tango existió Alberto Castillo, también existió Charlo. Estaba D'arienzo y estaba Salgán, son distintos niveles de calidad. Pugliese, Piazzola..."
"Nosotros valorábamos mucho eso. Ahora, como dice Dolina, está todo al mismo nivel, no aparecen discriminaciones. Es difícil de definir la calidad, es una percepción subjetiva, pero, en el fondo, uno sabe lo que es bueno". Y agrega que "es posible que haya mucha cantidad, pero no todos pueden hacer ‘Brindis por Pierrot', o ‘Durazno y Convención', o ‘Los olímpicos'... Se está viendo eso. Formalmente hay muchísima calidad, pero cuesta la composición. Entonces surgen los epigonales de siempre, que ‘hacen murga' y no sé qué y no sé cuánto, pero al lado de la tarea épica que ha hecho Jaime Roos, no se puede".
Palabras cruzadas
Lo cierto es que la industria de la cultura y el entretenimiento propicia, de forma permanente, cambios de paradigmas, o, directamente, prescinde de ellos. Vale todo, y no es moda ni frivolidad, sino más bien superficialidad. Galemire es crítico. Mucho.
"Hay una especie de perversión con la destrucción de la historia. Hacés una cosa, y al poco tiempo ya no tiene valor, hay que reformarlo, generar eventos nuevos para que olvides todo lo que pasó. Perdés noción, la gente necesita la historia, no para aplaudirla ni para vivir en función de ella, ni ser un estúpido nostálgico. No se trata de eso, se trata de una organicidad que tiene la vida. Si te olvidás de lo que pasó, de eventos importantes, musicales, sociales, climáticos, no importa cuáles, estás viviendo al día con información que te viene falsificada, trastocada, y te dicen: ‘ahora vale esto, esto es lo que está de moda'. No tenés responsabilidad, sos un estúpido consumista. Y consumir está bien, todos tenemos que hacerlo... pero vivir en función del consumismo... hay publicidades ahora que te dicen ‘sos el nuevo uruguayo que tiraste el televisor que todavía te servía'... eso habla de que estamos hechos paté".
Dice Galemire que "casi" no mira televisión abierta, aunque "sí" algunos informativos "para ver por dónde van los tiros. La información es tendenciosa, a veces falsa, y si se aumenta, que es una forma de falsificar. Se aumentan los contenidos para que parezca que algo es importante... no sé, nadie habla de los alquileres, y de que haya montones de casas desocupadas... Eso es importante... Y no hablan de eso, hablan de la ley de la marihuana, que la manosean, la ponen de costado, de perfil... ¡es una semillita que la plantás en tu casa y crece. Yo fumo desde hace muchos años. Fumo todos los días, soy muy porreta. Y vienen a joder con que el Estado tiene que regular... ¿cómo es? Entretienen a la gente con eso".
Do sostenido
Admirado por sus colegas, considerado y respetado por la crítica casi desde siempre, y ganador de un premio Grafitti a la trayectoria en 2008, Galemire nunca pudo conectar con un público masivo. Sin embargo, no le preocupa.
"Me gustaría tener un espacio mayor que el que tengo, ganarme un poco mejor la vida. Pero no me muero por ser masivo, famoso, más bien le saco el cuerpo. Me gustan los boliches y los discos, y ojalá que esos boliches y esos discos lleguen a un poco más de personas de las que llegan ahora. En lo que sí soy ambicioso es en que el do me salga bien. Si el do me sale mal, si no me gusta, me pongo cabrero y soy patético. Pero si me sale bien lo voy a defender, porque tengo mucho amor propio".
Jorge Galemire presenta Trigo y Plata el 4 de octubre, en El Tartamudo (8 de Octubre 2543), a las 21:30.
Escuchá "Quién será de los dos"
Escuchá "Reina de corazones"