El Peyote Asesino, no es una novedad, fue una de las bandas más importantes en el Uruguay de la década del 90. Como ninguna otra, logró captar el sonido de una época y traducirlo en una música contemporánea y fresca, que rápidamente hizo carne (y escuela) en una o dos generaciones huérfanas de referentes.
Peyote Asesino batía a su propio ritmo sus influencias, que venían del grunge, la música electrónica, el rap, el punk, el heavy y el funk, y ofrecía un trago poco amable de canciones enojadas, cargadas de tensión, sarcasmo y humor negro.
Después, ellos lo dicen, el grupo implosionó, agotado de tener que ser cada mañana la mejor banda del mundo. Todos sus integrantes emprendieron carreras más o menos exitosas (alguna inmerecidamente relegada al olvido), y reaparecieron, como un blitzkrieg, en 2009.
Ahora, el Peyote Asesino "vuelve a volver", porque tiene "memoria musical", y por el placer de tocar entre amigos canciones que, pese al paso del tiempo, permanecen intactas.
*
Peyote Asesino se separó en el pico de su popularidad y creatividad. ¿Vuelven ahora para cosechar lo sembrado 15 años atrás?
FS: Creo que el pico de popularidad del Peyote fue en 2009 y no en el 99, cuando nos separamos. El Peyote en aquel entonces era una banda, no voy a decir de culto, porque no es verdad, pero era bastante popular en un momento en que en el rock uruguayo no había nada que fuera popular. Nosotros nunca hicimos un Teatro de Verano solos. Siempre fue juntando bandas, o en festivales. Por ejemplo, el Terraja, nuestro segundo disco, lo grabamos en el 97, salió a fin del 98, y en mayo ya no estábamos tocando más. Ese es un álbum que tocamos seis veces, desde que salió hasta que nos separamos. No nos dio tiempo ni de aburrirnos de las canciones, ni siquiera hicimos una super presentación al estilo de las que se hacen ahora. Es como que fue un disco y una banda que fueron abandonados. Lo que ocurrió es que ahora nos estamos dando un poco el gusto de hacer esos shows que en el 99 no hicimos. Es eso. No hubo ningún plan maestro, ni en la disolución ni en este regreso.
DB: A mí me gusta pensar que fue un poco así, que lo enterramos hace casi 20 años para hacer estos shows ahora (risas). Me siento menos gil que pensando que cuando teníamos la banda de nuestras vidas nos disolvimos.
¿Piensan en ese cartel de pertenecer a una banda casi "de culto"?
FS: No pienso en eso. En absoluto. Para mí, Peyote Asesino tuvo, en su momento, una cosa muy rica, muy emocionante, super estimulante de hacer. Tenía una cuota de estrés, en la que nos íbamos metiendo metas sucesivas, que eran cada vez más complicadas, exigentes, pero a la vez tenía una cosa que cuando nos poníamos a ensayar, o a tocar, era muy linda. Juntarse y sonar. Era una mezcla de muchas cosas, y todas ellas estaban buenas. En vivo nos pasaba eso. Lo que nos está ocurriendo, y nos pasó en 2009, es que volvimos a sentir la misma cosa. Pepe [Canedo, baterista del grupo] contó cuatro y la banda sonaba y había una comunicación musical entre todos que estaba igual, que no se había borrado. Pepe comentaba hace unos días que sentía que Peyote tenía "memoria musical". Muy rápido las piezas encajaban otra vez. Si somos una banda de culto no lo pienso. Pienso en esto, que no estamos paspados de tocar las canciones, que hay una comunicación musical en la banda que está buenísima.
El Peyote era, en su momento, una banda que sonaba contemporánea, que respondía al sonido de su época, y ahora quizás suene retro; ¿Pensaron en eso?
DB: Retro suenan las bandas más nuevas que nosotros.
FS: Sí, los Black Keys suenan retro. Creo que son dos cosas distintas. Hay una parte que tiene que ver con la canción, con sus arreglos, y otra que tiene que ver con la esencia del tema. De alguna manera, con los dos discos descatalogados esas canciones siguieron transmitiéndose a gente que es mucho más chica que nosotros. A esa gente no le preocupó qué tanto podía haber de "antiguo" o de desfasado. Eso tiene que ver con que las canciones, de alguna manera que no alcanzo a entender del todo, lograron sobrevivir la prueba del tiempo. En lo que se refiere a lo que estamos haciendo ahora, somos conscientes de que hay cosas que nos suenan como muy de la época, y que no nos gustan. A muchas de esas cosas les metemos lija y las vamos pelando. El sonido de guitarras cambió en algunos aspectos, en otras no porque hay cosas que son muy idiosincráticas, y algunos arreglos no están más. Esos permanentes cambios de tiempo típicos del rock alternativo en los 90, en muchos casos los sacamos, porque ya no nos gustan. Y no suenan retro: suenan simplemente viejos. Por otro lado, más allá de lo arreglístico, las canciones aguantan. Esa es una de las cosas que explica que gente que tiene ahora 20 años y que nunca en su vida vio a Peyote, se interese por esa música. Traspasa el espíritu de época que tenía el grupo y hace que las canciones sigan vivas ahora.
¿Qué aprendieron ustedes en estos años "sabáticos"?
FS: Aprendimos una cosa, y es que es mejor ir haciendo las cosas sin la presión de conquistar el mundo, que era un poco lo que pretendíamos en aquel entonces, y nos sacamos de encima esa presión de que la banda fuera el centro de nuestra existencia. Eso nos terminó cansando a todos. Ahora no queremos cargarnos con esa presión. Por eso tampoco tenemos un "plan maestro", como decía. No estamos pensando en hacer esto ahora y en ocho meses otra cosa. Cuando nos planteamos las cosas en esos términos el Peyote terminó haciendo implosión, o entró en una especie de impasse en el que ninguno tuvo prisa por volver. No sabemos qué va a pasar con Peyote después.
¿No les pasa de estar componiendo para sus otros proyectos y digan "esto es para El Peyote"?
FS: Todo el tiempo. Pero el Peyote era y es un bicho complicado, en el que, lo que uno traía, automáticamente entraba en el filtro colectivo, que era el que terminaba haciendo que eso fuera de Peyote.
DB: Sí, cualquiera que traiga una música sabe que va a terminar muy caliente al final de todo, porque no va a reconocer mucho su obra.
FS: En el Peyote venían muchas ideas, y la criba la pasaban algunas. Por eso cuando íbamos a hacer los discos llegábamos clavados. Muchas veces las bandas componen 40 canciones, y eligen para el disco. Con Peyote el sistema de selección era previo. A medida que íbamos componiendo la canción se iban tirando cosas, e iban quedando algunas. Las que atravesaban el megafiltro de la banda eran las que iban para el disco.
DB: hay canciones que tuvieron 40 versiones. "Todos muertos", al comienzo, era un reggae. Seguimos haciendo eso, cambiando cosas. Cuando grabamos Terraja, el único gran problema que tuvimos con Gustavo Santaolalla [productor del álbum], fue que faltaba una semana para irnos de viaje, y seguíamos cambiando cosas. El tipo decía "vo, paren, ya está".
FS: "Paren, no sigan cambiando que no sé sobre qué voy a trabajar. Se van a tomar el avión y van a seguir cambiando las canciones". En los ensayos hacemos lo mismo.
DB: El otro día le hicimos un arreglo a una canción, que para mí era otro tema. Si fuéramos un poco más inteligentes le cambiaríamos la letra y tendríamos otra canción. Pero terminó una vieja hecha a nuevo.
FS: Está bueno también. Es interesante que la banda siga siendo un bicho colectivo en el que siguen ocurriendo esas cosas que no dependen estrictamente de la voluntad de ninguno en particular, sino de ese brainstorming que se arma.