Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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2017 parece haber sido el año de La Trampa. Cuando a fines de 2016 anunciaron su regreso, luego de su ya lejana y nada escandalosa separación (no con una explosión, sino con un gemido, vaticinó Eliot), la expectativa fue, digamos, intensa.
Los tipos arrancaron la vuelta a lo grande, metiendo 20 lucas de gente en cinco Teatros de Verano a reventar, y luego pasearon su repertorio, que incluye dos canciones nuevas tan peleadoras como las clásicas, en distintos escenarios de la capital y el interior.
Además, dos libros se metieron en la historia de la banda. El primero, Sin miedo en la oscuridad [Fin de Siglo], de Ignacio Martínez, puso al desnudo las grandezas y contradicciones del grupo, y el segundo, firmado por Ramiro Sanchiz para la colección Discos, de Estuario, desarmó y reconstruyó con solidez Caída Libre, el álbum en que La Trampa retrató, como nadie, la crisis de 2002.
El año se corona con la publicación de Mar de fondo [Bizarro], un álbum doble acompañado por un DVD, que recoge lo ocurrido en uno de los shows de regreso. La apuesta era riesgosa, máxime para una banda históricamente refractaria al registro audiovisual. Es así que el trabajo de Rodrigo Labella y Lolo Paradell toma la austeridad de La Trampa sin artificios, y la convierte en un documento poderoso del hoy, alejado tanto de la pirotecnia audiovisual como del recurso de la nostalgia.
Porque La Trampa, una de las bandas más importantes del rock uruguayo de todos los tiempo, tiene una vasta historia, pero es ahora. Por eso mismo, dicen Alejandro Spuntone y Garo Arakelian, su tarea para el futuro inmediato es componer nuevas canciones que sigan dando marcha a un proyecto que nunca comulgó con los lugares comunes y la autocomplacencia. Para los tiempos que corren eso es más que mucho.
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Acaba de salir un disco doble y DVD de La Trampa, tocaron para 20.000 personas en el Teatro de Verano, tocaron en el interior, volvieron a Montevideo... ¿Podemos hablar de un regreso de La Trampa? Garo decía la otra vez que había que esperar a ver cómo decantaba el proceso...
A.S: Mucha gente nos pregunta eso. ¡Tienen miedo de que nos vayamos!
G.A: O quieren que nos vayamos de una vez [Risas] Hicimos todo lo que se podía durante el año. Creo que estamos cerrando el año y que esa respuesta de la que hablábamos la otra vez tenía que ver con la diferencia entre planificación a corto plazo y la de tener a la banda activa, con un proyecto artístico por delante, que trascendiera lo de este regreso. Los dos temas nuevos, la edición de un DVD, en este momento importante, con el reencuentro... Eso perime en el ciclo vital. Termina el año, estamos cerrando todo, tenemos dos toques ahora, en verano, uno por mes, y ahí se termina el efecto Doppler de este regreso anunciado hace poco más de un año. Si la banda ha vuelto, si la banda vuelve, depende de la planificación artística del período que comienza. Si no tenemos un disco nuevo no hay planificación que no sea una suma de mezquindades. Probablemente el año que viene estemos dedicados enteramente a componer, a ensayar, producir y arreglar un disco nuevo. No veo un futuro que pueda prescindir de eso.
Es más de lo que podíamos hablar hace cinco, seis meses...
A.S: Lo que pasa es que estábamos embarcados en otra cosa. Nosotros nunca, en la historia de la banda, programamos cosas a largo plazo. Son metas que te ponés que te hacen mantener, pero si decís que de acá a diez años vas a hacer tal cosa, no focalizás. A la primera cosa que no te sale de esa planificación, todo es un bluff. Cuando volvimos, la idea era hacer canciones nuevas y tocar en el Teatro de Verano. En principio eran dos shows, y después fueron cinco. Después de eso vinieron otras cosas que también son ahí. Lo otro que puede haber para que esto funcione es un disco nuevo, y para eso hay que trabajar. La banda no tiene tiempos, no es que hacemos diez temas en dos meses, grabamos, y en marzo hay un disco. Tiene un proceso larguísimo.
Foto: Montevideo Portal | Joaquín Fernández
G.A: Planificar sobre la euforia es una de las cosas más peligrosas. La euforia siempre te juega una mala pasada, remueve muchas cosas. Te hace ver un mundo ilusorio, te hace sentir demasiado seguro de algunas cosas que, cambiadas de escenario, no funcionan. Te da una sensación de poder, de que todos tus propósitos son posibles, y que cualquier cosa que hagas, incluso una porquería, va a funcionar, porque está parada arriba de tu nombre y de tu identidad, y de lo que los demás creen de vos. Así que una de las decisiones correctas que tomamos fue no programar, no tener una visión de futuro cerca de todos esos episodios, de esos eventos. Creo que eso tiene que ver con la cautela de la edad, del recorrido ya hecho. Hace un rato decíamos con Ale y nos reíamos, de que estuvimos un montón de años fracasando con total éxito, y eso, un poco, es de lo que estamos moldeados, forjados. Tampoco tenemos un apuro, no nos alimentamos del éxito. Si es que tuvimos la euforia, fue medida. Ya pasaron nueve meses. Quieras o no, ya hay una visión muchísimo más calma, más racional, para entender cuáles son los argumentos para tener a la banda viva. Y en lo interno también. Hay quienes dicen "ah, ustedes tienen la suerte de ser cuatro, y no 18 como en otra banda". Sí, pero los vínculos son también híper directos...
Capaz que es más difícil...
G.A: Claro que es más difícil. En el otro caso será más difícil para el que tiene que cocinar, para el que tiene que lidiar con todo. En nuestro caso, todos los vínculos son frontales, directos, sin filtro. Y es jodido. La Trampa es un elefante suelto en el living de la abuela. Donde no manejemos las cosas bien, todo se rompe.
¿Fue lo que les pasó en el pasado?
G.A: Ha pasado varias veces. Ahora ya somos más grandes.
¿Cómo se encontraron ahora, en estos nueve meses? ¿Cambió algo? Yo miro el DVD y me encuentro con La Trampa de siempre. No veo otros tipos. Más viejos, más canosos, más panzones, pero es La Trampa de toda la vida, la misma actitud...
G.A: En la historia de la banda hemos cambiado, siempre. Disco tras disco hay cambios, y nos ha costado sesiones de inquisidores, pero a la vez hay un espíritu y una forma de posicionarse que es el mismo de siempre.
Me refiero a esa actitud de La Trampa como banda, que, aunque no te guste, nadie en su sano juicio puede negar que es una de las más importantes de los últimos 30 años, por lo menos, pero también pregunto si como grupo humano se reconocen en lo que son ahora.
G.A: [Interrumpe] Bueno, hay colegas tuyos que lo hacen, que no nos reconocen...
Bueno, pero no estarán en su sano juicio. Volviendo al tema... ¿Cambió algo en ese periodo que no estuvieron tocando? Garo sacó un disco solista y se integró a El Astillero, donde "resignó el ego", Alejandro hizo el dúo con Guzmán Mendaro y "probó otras drogas", en el sentido de largarse a componer para El Resto de Nosotros.
G.A: Droga fuerte esa... [Le habla a Spuntone] Eso te lo hablé en la mesa del Flores el día que nos juntamos, sobre lo importante que era eso, para todo este período. Nos encontramos, él y yo, viniendo de eso, pero a la vez nos ponemos en este mundo, otra vez al submarino, que representa todo aquello que estaba antes. No es fácil. No tenemos todos los momentos de claridad, y cuando revienta algo, es algo de hace diez años, capaz. No revienta el ahora. El ahora es una excusa, y en ese sentido no ha sido fácil para ninguno de nosotros. Nos sentimos afortunados de todo esto que estamos viviendo. Ojalá que haya momentos difíciles para todo el mundo que vaya trabajando en sus cosas. El día que sea demasiado fácil, no sé, habrá que cambiar de laburo.
Garo dice que hay colegas que niegan la importancia de La Trampa...
G.A: ¡Colegas tuyos!
Sí, aunque algún colega de ustedes también debe haber...
G.A: Ah, sí, nosotros integramos los odiarios de muchas personas. Es increíble. La otra vez habíamos hablado del odio a lo popular. Creo que ahí hay parte del asunto. Hay una crema, se les nota en la forma de hablar, no necesitás que sean confidentes para descubrirlos, y creo que integramos el odiario de muchísima gente que es público del rock uruguayo, o de determinado rock uruguayo. De muchos colegas. Y de muchos periodistas, formadores de opinión.
Foto: Montevideo Portal | Joaquín Fernández
¿Forman opinión los periodistas?
G.A: Forman. De hecho hay gente que se convenció de que no había prácticamente ningún disco que hablara de la crisis de 2002, porque un colega tuyo, que nos conoce muy bien, prefiere no nombrarnos.
A.S: A mí me llama la atención el rockero viéndose a sí mismo como un ser superior, por sobre otra clase de expresiones culturales. Pasó ahora con el Montevideo Rock y el Montevideo Tropical, que brotó eso por todos lados. ¿Cómo vas a juntar esas dos cosas?, preguntan.
Sí, esa cosa de criticar la foto con el Fata Delgado.
A.S: Claro, independientemente de si conocés al Fata o no, si es un tipo divino o no.
G.A: A la gente le molesta la foto con el Fata. No le molesta la foto con el poder institucional, porque ahí hay fondos concursables, y con eso no se meten porque capaz que después los necesitan.
A.S: Me llama la atención, estando en el mundo del rock, conociendo a mucha gente, que piensa que, porque escuchás rock, sos mejor que otro. Podés ser un vejiga igual. Es un mundo raro. Y no creo que sea solo en el rock uruguayo, me parece que se da a nivel mundial. Pero acá, en un lugar tan chico, donde todos nos conocemos, y se sabe quiénes son de verdad y quiénes son de mentira...
G.A: Tiene los mismos argumentos históricos que ser del Partido Nacional o del Partido Colorado. Es un flanco más de esa forma de ver la vida. Si vos me dijeras, bueno, una película de David Lynch, que está enmarcada dentro de la macrocultura rock, al menos yo la pongo ahí... Es un director de cine altísimo, y comparado con otras cosas del cine popular, puedo establecer una relación entre los dos directores, y el resultado que se genera a partir de la obra que cada uno produce. Pero este no es el caso. Las películas de Lynch se pasan en determinadas salas y están determinado tiempo en cartel, y las de Rápido y furioso se pasan en otras salas que no tienen tiempo para Lynch. Ahora, nosotros tocamos en los mismos escenarios. En el Pilsen Rock tocó Buenos Muchachos, Motosierra y Tabaré Cardozo, el escenario era el mismo.
A.S: Está claro eso de las películas, pero hay gente a la que le gustan las dos cosas. Puede ir a ver Rápido y furioso y la de Lynch. La validez no te la da eso. Hay gente que dice que no mira televisión como si eso la pusiera en otro nivel, superior...
Pero entonces ¿Cuál es la frontera, el límite del rock, de la cultura rock? Alejandro y Guzmán, por ejemplo, han grabado canciones de Senda 7, una banda que está bastante alejada de lo que podría ser ese concepto, y sin embargo no se me ocurriría decir que lo que hace con el dúo no es rock. Como tampoco se me ocurre que lo que hace El Astillero no sea otra cosa que rock...
A.S: Yo me pregunto hoy en día qué mierda es el rock. Y no tengo respuesta.
G.A: Hará 20 años, yo siempre le comentaba a los compañeros del grupo, que no quería tener una banda de rock, yo quería tener La Trampa. Era una forma de pasarle por arriba a todas estas preguntas. Obviamente es una banda de rock, pero querer tener una banda de rock implicaba definir cuál de todos los formatos... Es como cuando te dan la carta de Pantone para elegir el color de pintura. No es así. Teníamos claro por dónde iba a ir La Trampa, que le gustaba esto, que tal cosa de acá, la chacarera, el tango...
Incluso la primera Trampa era muy distinta a lo que fue después, con Alejandro...
G.A: Era de otra manera.
Claro, pero para los exégetas del rock por ahí no era rock. Tocar con Darnauchans, de repente, era una careteada...
G.A: Bueno, tocar con Mandrake Wolf, hasta hace ocho años, también era una careteada. Todo cambia. Pero en ese sentido, y volviendo a la pregunta inicial de si somos los mismos, sí. Toda esa discusión nos chupó un huevo toda la vida. Los 90 fueron tiempos de mucha polarización endogámica. La endogamia era parte fundamental de la escena rockera uruguaya, montevideana, más que nada. Y nosotros siempre estuvimos por fuera de eso. Tenemos amigos en ese mundo endogámico que hacen discursos elaborativos entre ellos. Pero nosotros siempre estuvimos por afuera. No había lugar para nosotros ahí. No había.
Foto: Montevideo Portal | Joaquín Fernández
¿Sigue existiendo esa falta de lugar de hace 20 años?
G.A: No nos importó y no nos importa. Lo que hicimos fue por fuera de eso. De si esto es rock, si no es, con quién tengo que ser complaciente o pedirle disculpas. Nunca nos importó nada.
A.S: Por eso hicimos, después, las cosas que hicimos. Dentro y fuera de la banda.
G.A: Y en una banda que cambió disco a disco en sus búsquedas.
¿Y las búsquedas que hicieron por fuera de la banda se van a integrar a La Trampa?
G.A: No hay forma de integrarlas. Atentaría contra la identidad de la banda, y además son roles de cada uno de nosotros en otra escena, con otras personas, buscando otras cosas.
Hoy vengo a ver
¿Qué injerencia tuvieron ustedes y qué pasó en el proceso de edición? Porque fueron y tocaron, ¿Pero después metieron la cuchara? Y más aún, ¿se reconocieron en una película de La Trampa?
A.S: Sí, está buenísimo. Es raro porque no teníamos videos. Creo que el registro en vivo que teníamos era "El poeta dice la verdad", que grabamos en vivo en 2006. No tuvimos injerencia. Fuimos viendo cosas pero no estuvimos en la edición. Sí tuvimos charlas con los directores, que después nos dieron una devolución sobre cómo veían a la banda.
G.A: Nos habíamos juntado con ellos, con Rodrigo Labella y Lolo Paradell...
Que además hicieron este año el DVD de La Vela [Festejar para sobrevivir, Bizarro], que es totalmente diferente...
G.A: Que es totalmente diferente. Es un lenguaje audiovisual para esto. Nos trajeron una propuesta de cómo sería el registro, adónde afectaría, qué pretendían buscar, que era lo que no querían resaltar. También está en la mano, hoy, de cualquier director, o buen editor, hacer un show que no existió. Resolver todo lo que está mal resuelto arriba del escenario mostrando gente, mostrando la actitud de lo que está del otro lado. En ese sentido fue una propuesta muy ética. Reconociendo muchísimo el espíritu de la banda, lo que supuestamente nosotros también esperábamos, y con mucho sentido de la ética. Que el resultado final del registro pudiera reproducir lo que había sucedido ahí. Lo que probablemente nosotros habíamos sentido arriba del escenario. ¿Vos le vas a mostrar algo a la gente para que se vea ella? Vamos a hacer terapia, entonces. Es un formato que existe, pero no es lo que queríamos. Eso es lo más popular y exitista que hay. Funciona bárbaro, pero no lo queríamos.
La sensación de un espectáculo es intransferible.
G.A: Es una crónica. No podés, por mecanismos de USB inyectados vas a un momento del pasado. Es un relato audiovisual, y está bien. Está el formato de los japoneses, que sacan fotos y no ven lo que están sacando. Hay mucho lenguaje audiovisual diseñado para esa gente. Para ellos hay un diseño, pero nosotros esto era el enfrentamiento de esos dos vectores, lo que pasa arriba del escenario, las cosas nuestras, y la gente allá, que se transforma en un ida y vuelta.
A.S: La Trampa, escénicamente, no recurrió a las pantallas. El recital se dio con la bandera y las luces, a la vieja usanza. El público viendo al artista, y no todo eso alrededor, que está buenísimo, es parte de la modernidad. A mí me pasa que voy a ver un recital con muchas pantallas y me pierdo, me aburro. No veo al que está tocando. Ha pasado a otro plano, y nosotros concebimos, desde el comienzo, el recital sin eso. Basado en luces, y era eso. La banda tocando, y la gente. No recurrimos al circuito cerrado, ni a animaciones. Buscamos un formato más tradicional, que es lo que más se identifica con la banda. También lo hicimos en el último Montevideo Rock. Pusimos la bandera, no estaba la pantalla, entonces la gente se enfoca más en lo que pasa sobre el escenario. Creo que la música, ahí, toma más relevancia. Al no tener los sentidos tan bombardeados, te concentrás en lo importante. Porque, en realidad, un recital se trata de música.
Foto: Montevideo Portal | Joaquín Fernández
G.A: Prácticamente no hay edición en nada de lo tocado. Es el registro de sonido de uno solo de los días, y hay errores. El público nuestro nos conoce. No somos una máquina perfecta de reproducir lo que sabe hacer. Lo que estamos haciendo ahí lo sentimos, y el sentimiento, a veces, es algo que te hace perder las riendas, te cabecea mal. Es parte del lenguaje expresivo de la banda. ¡Me equivoqué, pero mirá cómo!
¿Ven habitualmente registros en vivo de otros artistas?
A.S: Miro mucho show en vivo de bandas que me gustan, en YouTube. Diferentes festivales, o recitales, me gusta.
Pero no había un modelo a emular...
G.A: No, para nada. Incluso tuvimos una charla con los directores, que fue básicamente de presentación, y después, la segunda instancia, fue una propuesta de ellos. Lo único que tenían era la premisa de que no queríamos desencontrarnos con un pasado de muchísimos años, en el cual la imagen nuestra era una cosa de la que habíamos prescindido, para que la comunicación fuera frontal, pasando por el cernidor de un logo. Eso, si no estaba bien resuelto, iba a ser algo que iba a hacer que esto no funcionara. Su propuesta fue muy concreta, con una idea, un criterio audiovisual de qué mostrar, de qué no inventar, que para nosotros era un tema ético. Que el registro fuera el alma de lo que pasó. Con sus pro y sus contra. Y nos vemos ahí. Estamos contentos con el resultado. No lo hicimos para publicitarnos, sino para compartir lo que somos. No para inventar un artista que no está. No presentamos un candidato, no somos candidatos a nada.
A.S: Igual siempre es raro verse a uno, y está bueno que sea así, como quedó. A veces pasa que artistas que vuelven terminan siendo caricaturas de sí mismos. El tema es pararte en un lugar genuino, verdadero. Sabemos que no somos los mismos. Tengo canas, estoy más gordo. No era la idea volver a ESE momento. Al revés: somos una banda HOY. Y somos esto. Tenemos estas canciones nuevas para ofrecer, este show, es esto. Ni lo hablamos esto, pero no íbamos a volver a hacer un revival. No era eso. Te transformás en una parodia de vos mismo. Y lo que fue mejor, para nosotros, fue que el público era gente joven. No eran esos que añoraban aquello que era parte de su juventud, de su vida. Esos estaban, y lo disfrutaron. Pero estaba lleno de gente nueva que nunca nos había visto en vivo.
G.A: Eso es una cosa con la que estamos conviviendo desde el regreso, en todo sentido. Hace dos meses fuimos a tocar a Durazno, con La Vela Puerca, Pecho E' Fierro, y otros. La promoción, que estaba implícita en la comunicación oficial, era la del Pilsen Rock. En la conferencia de prensa, ya lo veíamos venir, fue como estar de nuevo en ese momento. Y no: la gente tiene derecho a disfrutar su presente. Déjame disfrutar de mi decisión, que tiene que ver con la ética del artista que toca, que canta, que compone, de tener una actitud digna. Estoy tocando para adolescentes que tienen derecho a vivir su presente. Si no están viendo bandas de pibes de 20 años no es porque estoy yo. No voy a poner una parroquia, un merendero, para bandas de 20 años. Háganse la vida, muchachos. Oportunidades tienen, pero dejen a la gente vivir su presente. No es como el Pilsen Rock. Es como esto que están viviendo ahora. Esta banda, hoy. No veas un remake de ese Pilsen Rock que no viste porque no estabas. No fuimos para eso. En Uruguay se revive constantemente mucha cosa. Y lo que dice Alejandro tiene que ver con eso. No hicimos un DVD para inyectar de pasado a la gente. Es el presente de toda esa gente joven que está ahí.
Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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