Conmemoramos el Día del Chocolate con una poco conocida historia de guerra

    

Golosina disfrutada por todos, en momentos amargos de la historia fue un verdadero salvavidas.

El 13 de setiembre se conmemora el Día Internacional del Chocolate, fecha elegida por una doble razón relacionada con ese alimento.

En ese día del año 1916 nacía en Gales el escritor Roald Dahl, autor de la inolvidable novela "Charlie y la fábrica de chocolate", que contara con celebres versiones cinematográficas.

En idéntica fecha, pero en el año 1957, nacía The Hershey Chocolate Company, uno de los más grandes imperios chocolateros del mundo.

Manjar de los dioses entre los aztecas y golosina apreciada hoy en todo el orbe, el chocolate podría colocarse en el exclusivo podio -junto al café y el té- de productos gastronómicos que más han influido en la historia económica -y general- del planeta.

Hoy en día lo disfrutamos con fruición en todas sus variantes, pero en algunas circunstancias, el chocolate fue un verdadero salvavidas.

Trasladémonos un minuto a lo más parecido al infierno terrenal que ha conocido la historia moderna: las trincheras de la Primera Guerra Mundial.

Sometidos al martilleo de la artillería y los gases asfixiantes, los soldados del frente occidental lo pasaban terriblemente mal incluso en los raros momentos en que las armas se silenciaban.

Ateridos, llenos de lodo y cubiertos de piojos, su vida en los momentos de tregua no era tampoco agradable: cavar, empaparse, luchar con las ratas y comer las magras provisiones de combate.

En ese contexto, la única luz de esperanza era el esporádico arribo de los paquetes que recibían de casa -o bien del Estado Mayor- con algunos regalos sencillos, pero que en esa situación valían más que el oro. Por ejemplo, un poco de té en condiciones y que no supiera a cebollas por causa de la ranciedad y la humedad, era un verdadero milagro.

El tabaco era también un obsequio preciado y generó toda una cultura durante el conflicto: "mientras tengas un pucho y un fósforo para encenderlo, sonríe", decía una canción de aquellos tiempos. Asimismo, entre las tropas británicas se consideraba de mala suerte ser el tercero en encender un cigarrillo cuando se estaba en las trincheras. Se decía que con el primer resplandor, el francotirador en la línea opuesta localizaba al grupo. Con el segundo apuntaba y con el tercero, finalmente, disparaba. Por ello, a las cerillas se les decía también "clavos de ataúd".

Y ya entrando en materia, el chocolate era quizá el obsequio más preciado que un combatiente podía recibir, algo capaz de endulzar -literalmente- una existencia amarga. Y si bien era bienvenido en todas las filas, en el lado alemán se fue convirtiendo en un tesoro rarísimo con el avance de la guerra, a medida que el bloqueo naval británico dificultaba el abastecimiento de ultramarinos.

Tan valorado era el chocolate entre los soldados, que solían cuidarlo y racionarlo con enorme celo. Y una buena prueba de ello se conoció en junio de 2018, cuando salieron a subasta las reliquias de guerra que un antiguo soldado británico había guardado en su casa hasta su muerte, objetos que luego fueron custodiados por décadas por su familia.

Richard Bullimore sirvió en el Regimiento de Leicestershire, y durante la Primera Guerra Mundial le tocó estar en uno de los sitios más "calientes" del frente occidental: el saliente de Ypres.

Fue galardonado con varias medallas por su servicio, incluida la Medalla de Conducta Distinguida por su valiente desempeño durante un enfrentamiento en "tierra de nadie", en 1915. Según informara la BBC, Bullimore y sus compañeros de patrulla debieron enfrentarse en inferioridad de 3 a 1 con los alemanes, pero igualmente atacaron con granadas y causaron importantes bajas al enemigo. Posteriormente, Bullimore llevó a los heridos de su grupo hasta la seguridad -relativa- de sus trincheras.

En octubre de 1916 fue galardonado con la Medalla al Servicio Meritorio. Para entonces estaba en casa debido a heridas que la metralla le habían provocado en la cabeza. Luego de la guerra se unió a la policía de Leicestershire, donde llegó a alcanzar el rango de superintendente. Falleció de muerte natural en enero de 1967.

Bullimore en sus tiempos de policía

Bullimore en sus tiempos de policía

En su casa conservó durante toda su vida el contenido de su equipaje de guerra, material que salió a subasta en junio pasado. Entre numerosos efectos personales, dos resultaban especialmente llamativos: un paquete empezado de cigarrillos, y una de las latas de chocolate que los soldados recibían muy de vez en cuando como regalo por parte del gobierno, como forma de levantar la moral en momento difíciles. De las diez barritas que contenía la lata, el militar sólo había comido una, algo que deja claro lo mucho que ese bien se racionaba y cuidaba en el frente.

"Encontrar estas latas ya es raro, pero que esta tuviera todavía el chocolate dentro, es sencillamente increíble", dijo Paul Cooper, vocero de la casa de subastas Eddisons CJM, que vendió la pieza. Toda la colección de Bullimore se vendió como un solo lote, que alcanzó un valor superior a las 3.000 libras -algo más de 137.000 pesos- bastante más de lo que esperaban.

Tal como se aprecia en la foto, el chocolate se ve un poco decolorado pero íntegro. Y al tratarse de chocolate negro, con gran porcentaje de cacao, teóricamente (MUY teóricamente) podría hasta ser comestible. Pero lo mejor es no arriesgarse y celebrar el Día del Chocolate con una de las tantas variedades posibles.

Consejo final: prefieran los de tipo oscuro, con menos azúcar, y húyanle como a la peste al "símil chocolate".

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