Esta historia comienza, por ponerle un principio, hace varios años y no aquí, sino en Rio de Janeiro. Allí Marianita, una niña inquieta de 9 años que estudiaba ballet y tarareaba con su voz afónica, le preguntó a su mamá si creía que podía llegar a ser cantante. ‘Ay, mi amor, no sé; a mí me parece que no. Tendrás que estudiar mucho...' Honestidad brutal.
"Suena terrible, pero fue en una buena". Desde ese momento comenzó un camino que incluye aprendizaje, tesón, una buena dosis de casualidad y mucha fe, y que, por ahora, tiene su corolario en Flúo (Perro Andaluz, 2012, con el apoyo de FONAM y Fundación Banco Itaú), el segundo disco de Mariana Lucía, que verá la luz (expresión nunca mejor empleada) en pocos días.
Cantar, cantó desde siempre, pero fueron Mario Maeso y Martín Buscaglia los que le dieron el empujón para hacerlo "en serio". Después le tocó aprender y hacerse grande entreteniendo a turistas aburridos a bordo de cruceros, tuvo su paso por Lavanda, afinado combo femenino, cantó con Buscaglia y Hugo Fatorusso, y con Proyecto Ser/Afín empezó a delinear una carrera solista que hoy transita con holgura entre el fado y el ‘etnopop'.
Hija de padres uruguayos exiliados, Mariana Lucía nació en Brasil, donde vivió hasta los 11 años. En ese lapso, no solo aprendió el idioma, sino que se dejó impregnar de su folklore y sus creencias. A la hora de componer y de cantar, le sale tanto en español como en portugués, y no le asusta, aunque reconoce que hay ciertos prejuicios hacia la música original que no es hecha en nuestro idioma.
"Son prejuicios, que, por ser tales, están ocultos, latentes, y no aparecen explícitamente". Cada tanto escucha el comentario con gusto a censura, ‘ah, ¿pero por qué canta en portugués?', pero no le preocupa demasiado. "Estoy tranquila porque, aunque me siento uruguaya, también soy brasilera. Y cuando pienso en ese argumento me descubro en el prejuicio, porque veo gente que canta en inglés, compone en inglés, y me quema un poco...".
Pero Mariana Lucía no hace 'música brasileña'. Medio en broma, dice que cultiva un "pop étnico, o etnopop", y no está lejos de ser cierto. A la influencia inevitable del sonido ambiente de su infancia, se le suma una antigua genética judeo portuguesa y una vida atravesada por la cultura pop.
"Tengo como una cosa étnica en el sentido que sintonizo con elementos de otras culturas. No lo planifico así, pero se ve que me gustan, y aparecen en el momento de componer. Pero soy de una generación muy pop, acostumbrada a una estructura de canción donde hay una intro, un A, un B, un estribillo. A la vez, me gusta mucho esa cosa de las músicas de raíz de las diferentes culturas, bien tradicional, bueno, etnopop, o pop étnico".
El año pasado, mientras grababa el material que ahora integra Flúo, se ganó una beca para estudiar en Portugal. Estuvo cuatro meses y "alucinó" cuando se encontró, frente a frente, con el fado. "Es muy parecido al tango", se entusiasma, y cree que, sin darnos cuenta, lo tenemos metido en el ADN musical rioplatense. Incluso en Brasil, donde no se escucha popularmente, permeó la bossanova a través de disonancias y fraseos melódicos.
"Cuando entrás en el mundo del fado, entrás también en un universo más árabe a partir de las melodías, y de ahí llegás al flamenco. Volví conmovida del viaje".
Parte de la religión
Flúo, sucesor de Proyecto Ser/Afín, si bien marca algunas continuidades y dialoga con él, es distinto. Mientras aquel era orgánico, acústico y de grabación urgente y en vivo, este incorpora artilugios electrónicos que lo emparentan con un sonido moderno, sin perder la identidad.
Lo que ambos discos comparten es, además de "esa cosa polirrítmica", un componente ‘espirtual', mezcla de ángeles, planes divinos y fuerzas superiores. Creer o reventar.
"Me da risa decirlo, pero tengo algo de evangelista. Me sale, no sé. No sé, tal vez porque en Brasil Dios no es una palabra tabú como puede ser acá, para nosotros, que tenemos una tradición de pensamiento más escéptica. En Brasil todo el mundo habla de Dios, es como hablar de la vida o del amor. Hay menos contractura. Yo, cuando conecto con algo como es la música para mí, de mucho placer, no lo puedo evitar. Es Dios, no sé. Qué difícil hablar de esto".
En Flúo hay "canciones que hablan de un Plan. Y eso es un acto de fe. No te lo puedo transmitir. Lo creés o no. Punto. Creo que hay un Plan, no sé cuál es ni lo puedo explicar, pero creo que es para ser feliz. Lo que pasa, creo, es que en Uruguay, cuando la gente escucha Dios ya se imagina que se le viene la Iglesia encima, con su represión y un montón de cosas nefastas. Creo que soy ‘evangelizadora' en el sentido de resignificar la espiritualidad desde un lugar diferente, más íntegro, más sano".
Como é duro trabalhar
Canta y enseña a cantar, pero Mariana Lucía no vive de la música. Casi licenciada en Lingüística y docente de portugués, tuvo un período en el que hizo algún dinero poniendo la voz en salsas y merengues en cruceros, pero "no es para toda la vida". Esa experiencia le aportó, más que nada, un aprendizaje profesional.
"Cantar todos los días me dio mucho en lo artístico, porque aprendí todo lo referido al manejo escénico. Creo que una de las razones por la que muchos músicos uruguayos que son muy buenos no terminan de desarrollarse completamente es porque no tienen posibilidades de tocar, se condenan a ser ‘bichitos' de estudio. Tipos de una técnica y una sensibilidad brutal, pero los ves en vivo y notás que les falta otra habilidad que tiene que ver con la relación con el público".
No, no vive de la música, pero tampoco sabe si podría. "Es muy absorbente, y también me gustan otras cosas. Solamente estar ahí, a veces me aburre, pero como nunca lo viví me queda esa fantasía de cómo sería la cosa".
Colores santos
"Me gustaba la metáfora de que el color flúo es el primero que se empieza a ver en la oscuridad, la necesita. Me parecía de una belleza muy linda, y de ahí todo mi ‘viaje místico', como esa cosa más esencial". Fue así que bautizó Flúo a su segundo trabajo.
"Mis letras no son narrativas, y tienen más que ver con la poesía concreta", explica sobre su inspiración en imágenes y colores. Hija de madre pintora, heredó de ella no solo su interés por lo visual, sino que aprendió a relacionarse con el arte "de una forma muy natural, y como una herramienta de autoconocimiento, que la obra te permita un diálogo contigo mismo, que te refleja y te devuelve. Me reconozco en mi obra. Ahora estoy recopada, pero me pasa a veces que, después de un rato, empiezo a aburrirme de mí misma".
Esta historia comenzó, por ponerle un principio, hace varios años y no aquí, sino en Rio de Janeiro, y tiene un punto en este lugar. Seguramente mañana, y el día que sigue a mañana, haya que volver a empezar.
Escuchá "A bailar"
Escuchá "Presión aérea"
Mariana Lucía presenta "Hiperflúo", con canciones de Flúo y otras, el 11 de octubre en La Trastienda Club Montevideo (Fernández Crespo y Paysandú)