Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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Gustavo Ripa lleva en la música más de tres holgadas décadas, pero hace muy poco tuvo su debut discográfico en solitario. Y le fue muy bien. Calma (Ayuí, 2010) repasa, en versiones instrumentales, piezas clave del cancionero popular uruguayo. Ripa, solo con su guitarra, elaboró un disco que define como "antiadrenalínico" porque, asegura, "de lo otro ya tenemos bastante".
En estos días se pone a la venta Más calma (Bizarro, 2012), continuación casi lógica del anterior, con diversos puntos de contacto, sí, pero también con aristas que marcan sutiles diferencias.
Más calma es un trabajo sobrio, sin estridencias. "Representa lo que yo siento", dice Ripa. "De la adrenalina, del estrés, ya tenemos suficiente. Hace años que vengo investigando el tema de la música y el sonido como herramientas para estar un poco mejor, vinculadas al bienestar. Esa es mi búsqueda; la de herramientas que, si tengo suerte, ayuden a la gente"
Calma, disco debut de Ripa, que participó de exitosos proyectos como Canciones para no dormir la siesta y Rumbo, y tocó, entre otros, con Jaime Roos, Laura Canoura y Mauricio Ubal, también fue un éxito. Disco de Oro, "algo raro para la música instrumental", gustó. "Una de las satisfacciones más grandes es la cantidad de mails que me envió la gente". Esos correos dicen que la música de Calma duerme bebés, acompaña la meditación y relaja después del trabajo. Pero a no confundirse: no se trata de un pastiche new age. Es música popular uruguaya. Nada más y nada menos.
Más calma, explica Ripa, "es una continuación del anterior, pero con una serie de cosas diferentes. Sigue la idea de hacer versiones instrumentales para guitarra de canciones de la música popular uruguaya de todos los tiempos y los estilos, pero en este nuevo disco hay otras sonoridades".
La presencia de músicos invitados (Nico Arnicho, Popo Romano y Alan Wiuker) y aportes de instrumentos ‘exóticos' como tablas hindúes, cuencos tibetanos, hangs y garrahangs dan a la placa una atmósfera cautivadora, por momentos extranjera, y que va volviéndose familiar lentamente. Así, ‘Tus abrazos' (de Jorge Galemire) se desarma y se recompone a ritmo de tabla, sin perder su identidad candombera, y Simplemente (del propio Ripa) enseña el sonido desnudo de un cuatro acompañado por el canto de aves del Uruguay.
Nada de esto parece ser extraño. "Las cosas que voy haciendo forman parte de mi historia. Las canciones y también los instrumentos. De ahí esa naturalidad", dice.
Nos queda la palabra
Gustavo Ripa es un guitarrista de formación mestiza: educado entre la guitarra clásica y la música popular uruguaya, le tocó ser parte de dos de los proyectos más emblemáticos de la década del 80: Canciones para no dormir la siesta y Rumbo. Ambos son mojones en la historia del cancionero uruguayo, no sólo por el aspecto musical, sino por el cuidado énfasis en lo lírico. Ese peso de las grandes letras siguió también en Calma y Más calma pese a ser discos instrumentales, donde versiona temas de Alfredo Zitarrosa, Eduardo Mateo, Fernando Cabrera y Aníbal Sampayo, entre otros. Para ello, Ripa tuvo que elegir entre deconstruir las canciones o mantenerlas intactas en sus cimientos.
"Tiene una parte cómica, porque a veces me encuentro diciendo ‘tal tema me encanta y tiene una letra fantástica', pero no la incluyo, rescato la armonía y la melodía. Son temas que a mí me gustan, que forman parte de mi historia musical, pero que también forman parte de la historia musical de mucha gente, y de nuestro acervo. Increíblemente siento que sucede que, pese a que es un disco instrumental de canciones, la letra se hace presente en la memoria del escucha. Incluso algunas versiones funcionan casi como un karaoke. He respetado bastante las estructuras, las melodías, no es un enfoque jazz, que tiene su buena parte de improvisación y una forma de ‘esconder' la melodía. Acá es la melodía tal cual es".
La música uruguaya, cree Ripa, tiene como deuda sintetizar lo popular con lo clásico. En eso, nuestros vecinos nos llevan ventaja. "Es bastante común en otros países que guitarristas o pianistas hagan música instrumental de las canciones de su país. Es común encontrar guitarristas que hagan (Antonio Carlos) Jobim, (Dorival) Caimi, o (Cuchi) Leguizamón. Hay un gran desarrollo en ese sentido, y yo siento que en Uruguay no está planteada esa experiencia. Hay guitarristas aquí que utilizan para estudiar la literatura de la música de España, pero no cuentan con versiones de la música popular uruguaya. Si puedo concretar un libro de partituras que tengo pensado, espero que sea un aporte para eso", dice.
"Creo que la cultura de la música instrumental en Uruguay ha sido un poco tímida y fue creciendo en los últimos años. Ha aparecido una cantidad de gente que hace música instrumental, pero en general son músicas originales, bastante más ligadas a lo que es el jazz o la fusión, pero no ha sido común encontrar cosas como Calma o como ha hecho Gravina en el piano con las canciones de Mateo. Yo espero que se haga mucho más".
Menos es más
Más calma es un disco que puede escucharse sin sobresaltos. Los arreglos son sutiles, y la sobriedad es virtud. En más de un sentido, funciona como un álbum pop, donde el protagonista es la música, y no el intérprete.
"Es que la simpleza es virtuosismo", dice. "Y busco la expresividad de lo simple. No quiero lucirme técnicamente. Una nota bien metida vale por 50 que metas a velocidad, hay que buscar la emoción, en el que toca y en el que recibe. Puedo hacer una cosa más compleja, pero estoy más en el ego que en otro lado. Esos planteos separan más al músico de la gente, y yo lo quiero es acercarlos. Por eso, desde el punto de vista sonoro, casi no tengo cosméticos en los discos, toco como si tocara al lado tuyo. Eso es lo que quiero: tocar al lado tuyo".
En algún momento de la historia, esa proximidad del músico con la gente se perdió. El ejecutante se volvió artista, el escucha se transformó en público, y buena parte de la comunión entre ambos se esfumó. "Es un tema muy complejo", se defiende Ripa antes de ensayar una respuesta.
"Occidente se separó de aquel componente comunitario de la música. El fenómeno del artista con cierto talento y los demás, que somos espectadores que pagan y van a aplaudir es reciente en la historia de la humanidad, no es de toda la vida. Antes la música estaba totalmente conectada con una serie de cosas que tienen que ver con la naturaleza, con la vida. Cuando viene la Era Industrial y el capitalismo la música pasa a ser el producto de una persona, aparecen los derechos de autor y toda la legalidad que acarrea, y pasa a ser un bien de consumo. Se pierde una de las características más grandes que tiene la música de acercamiento real, de participación de los pueblos en eso. En algunas tradiciones que aún hoy sobreviven se mantiene: en la música clásica de la India, por ejemplo, donde se mantienen conceptos que tienen que ver con la música como un acto colectivo y comunitario".
Por eso, cada día la música importa menos, y los ídolos duran lo que un programa de televisión, y a veces ni tanto.
El Uruguay no es un río
La música popular uruguaya no escapa a la realidad mundial. De rica tradición compositiva, cayó, en los últimos años, en una crisis de identidad, donde los productos originales generalmente no son buenos y las copias son peores. Ripa opina que "desde el punto de vista técnico se ha mejorado muchísimo. La tecnología ha ayudado a que los instrumentos sean más baratos y de mayor calidad, pero hay una crisis compositiva notable".
"Después de la dictadura", dice, "creció mucho la maestría técnica, hay mejores tocadores, técnicos, a pesar de que en Uruguay no existe una escuela de música popular que pueda formar a los músicos de manera integral. Los músicos, en general, se forman individualmente. En otros países hay escuelas de música popular fuertes, donde hay un lugar donde formarse. Acá salen instrumentistas buenísimos pero de estudios individuales".
Pero Ripa no acusa a nadie, y cree que lo que ocurre responde a un fenómeno global. "La falta de formación es determinante. Hoy los chiquilines creen que, aprendiendo cinco acordes y distorsionando la guitarra alcanza para hacer 20 canciones, que son iguales a otras 20, que a la vez son iguales a otras 20.000, y con eso van andando. Se ha perdido el cuidado por la letra, por lo sutil. En algún momento va a resurgir esa necesidad, que también tiene que aparecer en el público. Pero ahora hay una necesidad de que todo sea pronto y ya, y hay, también, una desconexión entre los músicos. En Uruguay funcionamos en grupos casi cerrados. El rock, el folklore, la murga, el ‘cantopopu', y casi no hay instancias de comunión, pese a que hay músicos que tocan un género y otro. No tenemos los puentes hechos entre esta generación y las anteriores. No importa si tocás rock: tenés que saber quién es Aníbal Sampayo".
Sana, sana
Ya los griegos, cinco siglos antes de la era cristiana, hablaban del poder sanador de la música. Y Ripa sostiene que "la música tiene, creamos o no, una incidencia en la salud de las personas. No hay recetas, pero hay cosas que son reales. Elegís o no, dependiendo de tu grado de conciencia, que es lo que necesitás o no para tu bienestar, así como elegís o no otras cosas, como fumar, drogarte o tomar alcohol. La música puede hacer mucho bien, y también mucho mal".
En ese sentido, repasó que experiencias contemporáneas vinculadas a la neurociencia vuelven a conceptos manejados en la antigüedad sobre las relaciones entre la música y el bienestar. Pero subrayó que "el sonido, la música, nunca son inocentes, siempre tienen una incidencia. El tema es tomar conciencia y ver qué es lo que es bueno para ti", porque "la música es sanadora, pero también puede ser todo lo contrario".
Escuchá Adiós a Salto
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