Montevideo Portal / Inés Nogueiras
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"La Antártida necesita ser comprendida en su totalidad, y la totalidad no es solamente la información que da la ciencia sino también la información que da la emoción, la imaginación y la mirada", dijo Alejandro Ferreiro en comunicación telefónica desde la base uruguaya en la Antártida.
Con ese espíritu es que él, junto a otros tres artistas, se embarcó el pasado 2 de febrero en una travesía hacia el continente blanco, en el marco del Proyecto Antártida #2. Luego de quince días de viaje a bordo del buque ROU 26 Vanguardia de la Armada Nacional, el grupo integrado por María Agustina Fernández Raggio -creadora del proyecto-, Juan Manuel Ruétalo, Matías Paparamborda y Ferreiro arribó a territorio antártico.
Fueron quince días de ansiedad por llegar, pero también de mucho trabajo, ya que la búsqueda artística sobre la experiencia comenzó bastante antes de poner un pie en el barco y terminará mucho después, cuando todo lo vivido se plasme en producciones de cada artista por separado y en conjunto.
A pesar de que se habían preparado para pasar varios días en alta mar y en condiciones extremas, existían dudas sobre cómo resultaría la experiencia. Afortunadamente, destacó Ferreiro, el grupo resistió muy bien al movimiento constante del barco y los problemas llegaron en el destino, donde algunos sufrieron "vértigo de tierra" por la larga exposición al bamboleo de la embarcación. "Hubo sorpresas: yo disfruté mucho del movimiento, no me lo esperaba", comentó.
"Sí tuvimos que adaptarnos a cómo trabajar en ese movimiento. Eso nos obligó a postergar alguna idea previa que teníamos, e incorporar otra. Escribir es difícil, por ejemplo. Fijar la vista en la computadora o en el papel provoca mucho mareo. Hicimos registros de todo tipo, y se despertó una posibilidad que no estaba prevista, que fue que algunos habíamos traído instrumentos de juguete y empezamos a hacer música en el camarote y a grabarla, compusimos música a partir de la experiencia", relató.
Tal como había mencionado antes de embarcarse en el proyecto, todas las previsiones son pocas y el grupo estaba abierto a la sorpresa. De este modo y por la coincidencia de los instrumentos como parte del equipaje (un teclado y un ukelele de juguete, una armónica), se abrió la perspectiva de la música como abordaje de la experiencia. Más sorprendente fue que, una vez arribados a territorio antártico, tuvieran la oportunidad de llevar esa música a la base china para amenizar los recientes festejos del Año Nuevo en ese país. "Nuestro primer concierto fue en territorio chino", apuntó Ferreiro.
Aun con esas ocupaciones, esos quince días en alta mar se vivieron como meses y la excitación le quitó varias horas al sueño. De todos modos, cuando el barco tocó puerto en Punta Arenas para aprovisionarse, el grupo prefirió seguir a bordo. "Es como un campamento y la carpa te parece fabulosa, ya tenés tu set de movimientos y estás muy entusiasmado con lo que registraste, entonces nos quedábamos a trabajar", comentó.
En los confines del mundo
Toma de uno de los videos realizados en el Proyecto Antártida #1
"El viaje fue espectacular desde que salimos, toda la parte de los canales por los que pasó Darwin -y que están medianamente igual porque el hombre no vive ahí- es una locura, porque tenés glaciares grandes como el Palacio Legislativo que pasan flotando, montañas con árboles que están así desde hace miles de años y los tenés arriba. Es de una belleza tal que ya deja de tener sentido sacar fotos. Y cuando llegás a la Antártida la emoción también es muy contundente, pero aparte te acercás caminando. Lo sentís, lo tocás, lo pisás, sentís los olores, el aire que respirás es increíble y los colores que vimos en el agua desde que salimos... hay azules que yo nunca vi en ninguna paleta de colores".
Con los pies en la tierra, el grupo tuvo el desafío de administrar el ímpetu natural del turista. Después de todo, la Antártida es un terreno hostil donde "los accidentes están a la vista", bajo la forma de cantos rodados y musgo resbaladizo, o de un clima que cambia con la rapidez de una ráfaga y que puede cubrirlo todo con la opaca luminosidad de una niebla que no deja ver ni siquiera aquello que está a pocos metros.
"Acá no podés decir simplemente 'me voy a caminar'. Podrás salir y caminar treinta metros para allá, treinta para el otro lado, pero después de esa distancia tenés que avisar, todo tiene que estar controlado. Nos dieron una radio porque el terreno es complicado, nos duelen los tobillos y las pantorrillas de caminar, porque no hay un plano horizontal o rígido, entonces podés pisar una piedra y torcerte un tobillo. A la vez es muy maravilloso todo, vos no vas mirando el piso. Todo es esplendoroso y estremecedor", relató Ferreiro.
"Todos los sentidos están muy trastocados. No tenés punto de referencia. La sensación es que no tiene ningún sentido la idea central que el hombre tiene de sí mismo en el universo. Es apabullante, tenés ganas de llorar todo el tiempo y no es porque seamos artistas sensibles, es que no se puede dimensionar. Nos ha pasado de tener que apagar todo, separarnos y sentarnos un rato mirando para algún lugar, para tratar de posicionarnos de alguna manera conocida, porque esto te saca de eje", reflexionó.
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