Ponele que fue obra del destino. Un día, hace más de 25 años, Marcelo Márquez, un liceal de Pando, conoció de casualidad a Fabián "Hueso" Hernández, que venía de ser integrante de uno de los grupos más importantes de la música popular de la post dictadura. Unas horas después, los dos estaban dando vida a Gallos Humanos, una de las criaturas más extrañas del rock de este lado del mundo.
Más de cinco lustros después, Marcelo Márquez presenta La vida irreal, los feos navegantes y las contradicciones, su segundo álbum como solista, en el que prevalecen lo inquietante y lo monstruoso. Canciones que no se cantan, latigazos de palabras que se encadenan, a veces sin sentido aparente, para escándalo de lo correcto, deslumbradas por "la grandeza del fango" y la "sublime ignominia" que celebró Baudelaire.
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¿Arrancaste con Gallos Humanos en los tempranos 90?
Arranqué con Gallos en los 90, y siendo menor de edad. Tenía 16 o 17 años cuando grabamos el primer demo. Gallos arrancó en el 90, o en el 89, cuando se termina la banda en que tocaba Fabián ["Hueso" Hernández, bajista en Los Estómagos] ya empezamos en seguida. Ensayamos y luego grabamos un par de demos, y recién en el 94 pudimos grabar un disco [Animaladas nocturnas, Ruta 66 Records]. Habíamos debutado en el 91, en Laberinto, que quedaba a dos cuadras de Fun Fun. Tocamos en todos los pubs de la época: Perdidos en la noche, Licnobio, Paralelo 27, Juntacadáveres...
Tenías 16, 17 años, escribías poemas, pero no te esperabas lo que iba a venir...
Todo surgió de una manera instintiva e inesperada, como del inconsciente. Yo escribía, y conocí a Fabián en un gimnasio, le comenté lo que hacía, le mostré una letra que justo tenía en el bolsillo, la leyó y me dijo: "vamos para casa que tengo el piano". Fuimos, vomité la letra en el piano, sin nada de referencia, ni ensayo, nada. Todo fue instintivo. Y así hasta el día de hoy. Pienso que la línea se mantiene, y esa es mi característica fundamental.
No era el típico berretín que tiene un chiquilín de esa edad de armar una banda de rock...
No, fue atípico. Lo mío nació de las entrañas, se dio de una manera muy natural.
¿Y cuál era la necesidad? ¿Pulsión sexual, desahogo?
El objetivo era exorcizarme.
¿Cómo viviste los 90? Porque Gallos Humanos eran los más raros, y tuvieron un lugar en esa escena, conviviendo con los grupos de entonces, que hoy quizás no sería posible...
Fue todo muy extraño. Fuimos conscientes de lo diferente que era nuestro arte, distinto por lo visceral, y muy fuerte, muy intenso, y además un piano y una voz, nada más, todo muy crudo. Hasta el día de hoy mucha gente recuerda recitales y momentos del grupo. Nos sorprende y está bueno. Lo importante es haber hecho algo y que quede marcado. Significa que algún valor tuvo.
Foto: Montevideo Portal l Gerardo Carrasco
¿Qué ha cambiado?
No sé. Son 20 años. Cambió todo: los recitales, la prensa, el movimiento que había era muy distinto. Fue una época más oscura, más difícil. Muchas bandas no sobrevivieron. Nosotros, por nuestras características, no nos paramos a pensar, a analizar lo que pasaba. Simplemente lo fuimos viviendo, y las cosas se fueron dando solas.
¿Nunca te paraste a reflexionar: "pará, yo tendría que estar estudiando, y acá estoy, parado en un escenario partiéndole una silla en la cabeza a uno"...?
Que eso pasó. En la época de Gallos pasó de todo. El público muchas veces se sentía sorprendido por nuestra propuesta, que era bastante transgresora. Pero se dio de forma natural, y había respeto, por más que alguna vez hubiera episodios de violencia. Pero había un público que nos seguía, pudimos tocar, hacer ciclos, no sé. Los 90, las madrugadas de los 90 las llevo en el alma. Son luz. Uno habla de noche, de arte, de madrugada, y piensa en algo desgastante, que te puede deteriorar. Para mí fue un camino de rosas y no de espinas.
¿Y no te aburriste?
No. Sé que hay gente que se deprime. Supongo que cuando uno hace las cosas de alma, de forma natural, y las siente, esa experiencia te tiene que enriquecer en lugar de desgastarte. Te puede hacer mal si tu objetivo es hacer dinero, o buscar reconocimiento masivo. Nosotros no somos así. El objetivo principal siempre fue ser coherentes con nosotros mismos, y sentirnos bien haciendo lo que queremos. Hablo de mí pero también de Fabián, que en ese tiempo estaba haciendo música y ahora también. No estamos juntos ahora por esas cosas de la vida.
¿Por qué?
Él quería más una banda, y a mí siempre me gustó más lo alternativo. El piano y una voz era alternativo. Ya una banda no tanto. Después tuvimos una banda, que se llamó Cuatro Golpes, pero llegar a ese nivel después de Gallos no era posible, no funcionó. Ahora estoy solista.
¿Y lográs como solista esa intensidad?
Por lo menos me aproximo. Tampoco es Gallos porque era otra época, otro tiempo. Pero estoy motivado, y siento la poesía, siento que quiero transmitir parte de mí y soy yo.
¿Sos el mismo que hace 20 años?
En parte sí, en parte no. Han pasado muchos años, pero la esencia me parece que se mantiene, igual que los gustos musicales, la forma de pensar sobre el arte, la música. Es inevitable que el tiempo pase. Eso puede ser beneficioso, o no. Es como es.
Aquel era un momento oscuro, se venía de la dictadura, había represión...
Sí, se veía en el movimiento de la calle y de los recitales y, los lugares para tocar tampoco eran gran cosa...
Pero hoy ves que el rock, o por lo menos esa cosa que llamamos por costumbre "rock" está omnipresente, quizás en un lugar totalmente opuesto al de aquellos años. Me refiero a que, por ejemplo, vas a pagar la factura de la luz y ahí mismo podés comprarte discos, está al alcance de cualquiera...
Quizás se haya domesticado un poco aquel espíritu. La parte negativa del asunto es que quizá le quitó fuerza, visceralidad a algo que gritaba su desesperación. Cuando uno tiene crisis y tiene todo en contra saca más fuerzas de su interior, y eso se perdió. Lo positivo es que tenés más facilidades. De repente antes iban 30, 40 personas a verte, y ahora podés llevar el doble, el triple. Tampoco tiene mucho sentido analizarlo. Lo importante es vivir cada momento.
Foto: Montevideo Portal l Gerardo Carrasco
¿Cómo te llevás con la tecnología?
Tanto este disco como el anterior [Lo perverso del amor] los grabé, en su mayoría, con pistas. Y en vivo, por lo general, no toco con banda, toco con pistas, así que, inevitablemente está presente la tecnología. Me tuve que adaptar y sacar mi partido del asunto. Es una herramienta.
¿Fue más una cuestión económica que una elección estética?
Fue de facilidad y de buscar un camino más corto para alcanzar mi objetivo. Siempre fui muy minimalista, austero. Y el hecho de vincularme con una banda, ensayar, ponernos de acuerdo, todo eso me habría robado tiempo. También me transformé en una persona más solitaria, me encerré más en mí mismo, pero siempre fui más o menos así. Y pensaba que, a la hora de tocar en vivo, la tecnología le podía quitar credibilidad al producto, pero no fue así. La música está presente, y si sobre el escenario vomitás tu poesía, vale de la misma manera que si tuvieras un pianista tocando atrás.
¿Qué escuchás en tu casa?
Me cuesta abrirme a cosas nuevas. Toda la vida escuché lo mismo. Leonard Cohen, Lou Reed, Tom Waits, y bandas como Sex Pistols, Dead Kennedys, Siouxsie & The Banshees. Lo que siempre me gustó.
¿Y qué leés? Porque lo que hacés es una excusa para recitar poesía, el fuerte pasa por el aspecto lírico...
Sí, pienso que mi fuerte está en las letras, siempre fue así, tanto con Gallos como ahora. Me gusta escribir. Leo [H.P] Lovecraft, [Edgar Allan] Poe, Horacio Quiroga. La literatura me gusta toda: Stephen King, Sadeq Hedayat, un escritor iraní, que me gusta mucho. Y los Cantos de Maldoror de Isidore Ducasse, el surrealismo.
Tu obra musical es inclasificable. ¿Pasa lo mismo con tu producción literaria?
A mí siempre me cuesta definir qué hago, ponerle una etiqueta. Yo simplemente escribo como me sale. Después trato de darle un orden según me parece, pero luego lo lanzo y lo dejo ahí.
¿Qué percepción tenés del mundo de la cultura, con las multinacionales vendiendo cada vez más libros de los mismos autores y discos de artistas fabricados en concursos...?
Pienso que siempre ha sido así, de una u otra forma. Hay excepciones, pero tampoco te vas a poner un disfraz de cordero para que te acepten. No es fácil.
¿Te molesta estar marginado, no ser contemplado por los Ministerios, los sellos discográficos, los productores que arman festivales?
No me molesta, pero tampoco me simpatiza. Me parece que sería mejor si se abriera el abanico, si en un lugar donde tocan tres o cuatro bandas conocidas, populares, o similares entre sí, se podrían agregar elementos nuevos, de sorpresa, y cosas buenas, que las hay. Esa sería una forma de que la cultura creciera y se ramificara, y no fuera una cosa tan estática, tan por el mismo camino. Es una forma de crecer. Supongo que es un proceso lento, y que de una u otra manera siempre se va a dar.
¿Ves que se esté dando ese proceso o estamos peor que en los 90?
Es difícil contestar. No sé la respuesta. Pienso que el camino continúa, es retorcido, y a veces se acerca, a veces se aleja... Es una búsqueda eterna. Como que nunca llegás a lograr lo que querés. De repente estás toda la vida y tú hacés el camino. Por eso, y volviendo al principio, está bueno ser uno mismo y hacer lo que uno siente. El resto vendrá o no, pero no hay que esperar nada. Aquí el único interés es existir. Si lográs eso ya ganaste. Es lo que te permite estar en pie de guerra.
La vida irreal, los feos navegantes y las contradicciones se consigue en la librería La Lupa (Bacacay 1318 bis).
Marcelo Márquez se presenta este viernes 9 de octubre en El Núkleo (Río Negro y Paysandú), desde las 22 h, junto a La Vergüenza de la Familia, Kalmao y San Marino.