El 27 de junio de 1973, con la disolución de las Cámaras, los encendidos discursos parlamentarios y el inicio de la Huelga General, la historiografía uruguaya marca el comienzo de la última dictadura, que se prolongó hasta 1985. Sin embargo, meses antes, en el bucólico febrero montevideano, los militares ya habían tomado la decisión de hacerse con el poder. De esa trama "invisible" trata El Golpe de Febrero (Planeta, 2013) de los periodistas Yuri Gramajo y Sergio Israel.

El libro surgió de la inquietud de los autores, al comprobar que no existía material organizado sobre este episodio, e insumió un trabajo de meses en los que hubo que realizar entrevistas, contrastar información y hurgar en archivos de distintas fuentes.

"Es un tema que ha quedado un poco escondido, que ha pasado desapercibido", explica Gramajo. "El Golpe de Febrero quedó a la sombra del Golpe de Junio, y en rigor, las dos son partes de una misma cosa. Nosotros decimos en el libro que el golpe se hace en febrero. Claro, el 27 de junio tenés algunos símbolos muy fuertes, como la disolución de las Cámaras, que está muy asociada al imaginario colectivo. Además, las actitudes políticas de junio fueron muy contundentes, y no pasó lo mismo en febrero: no hubo disolución de Cámaras, la prensa siguió trabajando, con censura, por supuesto, pero claramente hubo una manifestación de carácter golpista que desconocía el Poder Constitucional legalmente establecido. Se conjugaron, fatalmente, una serie de elementos: irresponsabilidades, falta de visión, falta de olfato, falta de capacidad de reacción, un presidente debilitado, no querido, miradas complacientes, porque quizás eso pudiera ir en beneficio de alguno, y eso pasó en varias tiendas... Hay una cosa clarísima: el 8 de febrero, los mandos militares del Ejército y la Fuerza Aérea diciendo ‘no reconocemos al ministro de Defensa designado, le sugerimos al presidente que lo cambie', y además lo dicen públicamente en un comunicado. Acto seguido, le prohíben al presidente expresarse ante la población de la misma manera en que ellos se dirigían. ¿Qué más se necesita?

Yuri Gramajo. Foto: Alejandra Pintos l Montevideo Portal

De ese golpe en las sombras poco se ha escrito, y poco se habla. No había, hasta la fecha, un libro que recogiera los distintos puntos de vista y acciones de los principales protagonistas de los hechos, y muchos de ellos guardaron silencio hasta este momento. ¿Por qué escribir este libro en este momento, 40 años después?

Israel: Capaz que por eso mismo. Lo que ocurrió en febrero repercutió en toda nuestra vida. Encontrar respuestas sobre lo que pasó en febrero era una necesidad, sobre todo cuando las vas a buscar y no están. Nosotros le llamamos el Golpe Invisible, porque no se ve. Fue invisible en ese momento, e incluso hoy, 40 años después, no es muy de recibo, si bien hay muchísimos actores vivos. Es molesto porque los políticos tienden a verse a sí mismos como protagonistas, y en febrero no estuvieron a la altura. Entonces: invisible en aquel momento, invisible en parte todavía, cuatro décadas después.


El pasado me condena


Existe una percepción selectiva de los hechos, que lleva a juzgar el comportamiento del adversario político ante esa situación, sin una debida autocrítica. Un caso ejemplar es el recuerdo permanente que los partidos tradicionales le hacen al Partido Comunista y a la Central Sindical por haber apoyado los comunicados 4 y 7...

Israel: los políticos y los distintos actores tienden a ver el golpe de febrero desde su perspectiva, y queriendo hacer uso hoy. El caso más extremo es el de la Secretaria del Partido Colorado Martha Montaner, que comparó, con muy poco éxito, la situación de la (Suprema) Corte (de Justicia) de febrero de 2013 con la de febrero de 1973. Pero en general el político actúa en base a sus intereses del hoy. Obviamente la situación de la izquierda es de un momento de confusión.

Sergio Israel. Foto: Alejandra Pintos l Montevideo Portal

Gramajo: Siempre es más fácil advertir el error ajeno, es entendible. Además, el discurso político es siempre con intención, y mirando desde la vereda de enfrente es más fácil ver dónde derrapa. Lo interesante es que en aquellos tiempos confusos le erraron prácticamente todos. Por acción u omisión todos cometieron distintos errores, que contribuyeron para que terminara pasando lo que finalmente sucedió. Hubo quienes apoyaron claramente porque creían que ese tren que parecía inevitable, quizá hubiera tenido un destino favorable si tomaban el control, y muchos lo hicieron. Hubo una parte de la izquierda apoyando los comunicados 4 y 7, viendo en ellos el discurso peruanista, que era muy tentador, y la posibilidad de que, de repente, se terminara con un gobierno no muy querido, rechazado en muchos sentidos, y que parte de lo que podía llegar a ser inevitable pudiera ir en determinado sentido. Eso le pasó a buena parte del sistema político, no sólo a la izquierda.

Israel: Para una parte de la izquierda, no era fatal que se terminara en una dictadura como en la que se terminó, una dictadura clásica de derecha, que algunos pueden interpretar como fascista, que ya es otra discusión. La otra parte que complica la cosa y hace que el tema del 73 sea urticante, no sólo para la izquierda, es la actitud que tomó uno de los líderes más importantes del Partido Nacional, que fue Wilson Ferreira Aldunate. Wilson tuvo una posición de expectativa de un triunvirato con llamado a elecciones anticipadas, y va un paso más que el Frente Amplio; por una serie de circunstancias que analizamos en el libro, tiene motivos suficientes para querer sacar a Juan María Bordaberry. De lo que no se da cuenta en ese momento es que no iba a renunciar Bordaberry y asumir Jorge Sapelli, y que el presidente iba a mover todo el tablero para terminar negociando con los militares.

Gramajo: No sé si un paso más, pero sí distinto y también equivocado. Wilson no estaba de acuerdo con los comunicados, pero quizá la caída del gobierno de Bordaberry pusiera las cosas en el lugar que debieron estar desde las elecciones, que habían sido, desde su punto de vista y el de muchos, y hasta el día de hoy, fraudulentas.

¿Y cuál es su opinión sobre aquellas elecciones? ¿Fueron o no fraudulentas?

Gramajo: Me queda la duda. No puedo asegurar que hayan sido fraudulentas o no. Sí es cierto que fueron unas elecciones que, quizás, con la perspectiva de hoy, no deberían conformar a nadie.

Israel: Nunca se pudo probar que el fraude, que sí lo hubo, cambiara el resultado electoral. No hay que olvidar, además, que esas elecciones se dieron entre bombas y atentados. Pero el tema del robo a Wilson, que reconoció públicamente que había perdido, queda en su inconsciente, y se demuestra en toda la actitud que tiene hacia el gobierno de Bordaberry. No hay que olvidarse, además, de que a Bordaberry le decían ‘rabanito', porque en sus orígenes había sido blanco. Y Wilson, como personaje político, era muy superior.

¿Qué era Bordaberry, cuál fue su intención? No tenía carisma ni respaldo partidario... ¿Cuál fue su jugada para conservar el poder?

Yuri Gramajo. Foto: Alejandra Pintos l Montevideo Portal

Gramajo: hay personas que llegan, a veces, de manera inesperada al poder. Bordaberry, en ese momento, tuvo el 22% de los votos. Por poner un paralelismo interesante: tuvo el mismo porcentaje que en Argentina obtuvo Néstor Kirchner, pero él se transformó en un líder político. Un desconocido, que no era nadie, y de repente presidente, con escasa votación, que se transforma en líder, más allá de la opinión que cada uno tenga. A Bordaberry no le pasa eso. Es un candidato escasamente votado, sin estructura partidaria, sin respaldos políticos, sin una actitud política, con convicciones democráticas endebles. Y tenía virtudes: era un gran técnico. Había hecho una buena gestión como ministro. Pero ese individuo, con esas características, en medio de una de las situaciones más difíciles en la historia del Uruguay, no dio los quilates para enfrentarla. Se vio desbordado por la situación, y tomó un camino reprochable: no renunció, se quedó al frente del gobierno, y quedó atrapado de un poder que ya no le pertenecía.

¿Cuál era su ambición?

Gramajo: Es difícil saber qué quiso. La renuncia, para él, no era el camino correcto. No hay que olvidar que era el presidente constitucional.

Israel: El desafío que le pusieron era la plaza vacía. Cuando él sale al balcón el 8 de febrero y se encuentra con la plaza vacía, se da cuenta de que los políticos lo habían abandonado, y el pueblo al que él había convocado le dio la espalda. Ahí es cuando manda a sus secretarios a negociar con los militares, y llegan a un ‘matrimonio de conveniencia'.

Gramajo: Y manda un emisario a conversar con los militares ante el hecho de que todos lo estaban haciendo: la izquierda, Wilson, todos. Es en ese momento cuando el poder deja de estar en manos del presidente constitucional y pasa a los mandos militares, y por eso decimos que el Golpe fue en febrero.


Gran Hermano

Gramajo recuerda que, en febrero del 73, "en el Ejército, no todos los militares eran golpistas, pero quienes sí lo eran tenían el mando. Y no todos en la Armada eran legalistas, aunque sí la amplísima mayoría, pero hubo gente que se plegó a las posiciones del Ejército, y es la que termina tomando el control de la fuerza. Eso muestra el fraccionamiento que había en el país, que no estaba marcado en términos verticales, sino que era horizontal. Dentro de cada partido había gente que veía con más o menos rechazo el avance golpista".

Esa división social y política se inscribía en el marco de la Guerra Fría, donde las potencias mundiales y antagónicas disputaban cada rincón del mundo con igual interés.

"Eso tiene que ver", apunta Israel, y agrega que "hay dos cosas que influyen mucho: lo económico y el escenario internacional. No nos olvidemos que Bordaberry y los mandos creían que estaban librando la Tercera Guerra Mundial. Pesaba mucho la Guerra Fría. Estaban salvando a Uruguay y a Occidente del comunismo. Y desde el punto de vista exterior, estaba Estados Unidos jugando muy fuertemente en Chile y en Uruguay.

Gramajo: Y, si hubo un país con mayor incidencia que Estados Unidos fue Brasil, y esa participación también ha pasado bastante desapercibida.

Israel: En ese momento, Brasil era un súper agente de Estados Unidos.

 

Sergio Israel. Foto: Alejandra Pintos l Montevideo Portal

Una cuestión de actitud


En setiembre de 2010, en ocasión del Día Internacional de la Democracia, el diputado colorado de Vamos Uruguay, Fernando Amado, criticó la actitud del Parlamento de 1973, que, ante la amenaza del Golpe, no fue capaz de levantar el receso y pronunciarse contra el avasallamiento de las instituciones. "Ni siquiera tuvo el reflejo de transformarse en el último bastión de la lucha por el mantenimiento de la democracia. Por el contrario, el parlamento no hizo nada y siguió de vacaciones", dijo el legislador, desatando las críticas de compañeros de bancada y del Partido Nacional. En esa ocasión, el senador blanco y ex presidente Luis Alberto Lacalle calificó de "mentiras" los dichos de Amado, y le recordó que él "se quedó acá". Para el líder de Alianza Nacional, el senador Jorge Larrañaga, las palabras de Amado siguieron el mismo razonamiento que "realizó Juan María Bordaberry para justificar el golpe de Estado". Ni siquiera el líder de Vamos Uruguay, Pedro Bordaberry, respaldó los dichos del diputado de su sector, y se retiró de sala en señal de desacuerdo.


Para Sergio Israel, el planteo de Fernando Amado "fue valiente", y apuntó que puede no estar de acuerdo con él en decir que "‘todos estaban en la playa'. Que no se hayan reunido las Cámaras no quiere decir que no hayan hecho nada. En eso tiene razón (Luis Alberto) Lacalle, cuando se enoja y recuerda que él era diputado entonces".

¿Será posible, a través de la publicación de este libro, que cambien los paradigmas, y que el sistema político y el movimiento sindical hagan las autocríticas correspondientes?

Israel: Yo tengo expectativas moderadas, por aquello de la percepción subjetiva.

Gramajo: Nosotros tenemos una gran ventaja sobre Amado, que surge de lo que no somos: políticos. Quizás gran parte de la descalificación hacia Amado no es de carácter conceptual sino formal, para descalificar a Amado el político.

A la luz de los nuevos datos recogidos en el libro, ¿cambiaron la opinión sobre alguno de los actores del febrero del 73? ¿Cuáles son los personajes que salen ‘mejor parados' ante la historia?


Israel: Amílcar Vasconcellos y Carlos Quijano tuvieron una visión muy clara, pero también en el Frente Amplio hubo actores que vieron el peligro: Alba Roballo, Zelmar Michelini, y todos los políticos que venían del Partido Nacional: Adolfo Aguirre González, que era el presidente del FIdeL, y que era aliado del Partido Comunista, con el que, por este asunto, tuvo discrepancias; Francisco Rodríguez Camusso también. Y lo del contralmirante Juan José Zorrilla también es muy claro. Todos tienen sus matices. Zorrilla tenía una responsabilidad histórica institucional y no andaba con muchas sutilezas.

Gramajo: Tuve varias confirmaciones y algunas luces nuevas. Coincido con lo de Zorrilla y lo de Vasconcellos. Creo que hay un pecado intelectual y es querer señalar las cosas desde afuera, sin vivirlas, o a la distancia, sacando la historia de contexto. En aquellos momentos, y no estoy con esto justificando ninguna actitud, todos los actores, de uno y otro lado, fueron hijos de su época. Acá se aplica lo de Ortega y Gasset, ‘yo soy yo y mis circunstancias'. Muchos fueron sus circunstancias. Es muy fácil hoy rasgarnos las vestiduras y decir ‘yo soy demócrata y lo que debía haberse hecho es esto o lo otro'. Yo no me animo a levantar un dedo acusador tan fácilmente. Había que estar en aquellos momentos. No olvidemos en qué Uruguay estábamos viviendo. Lo importante es aprender de la historia, que como sociedad hayamos aprendido, y que la democracia no quede sola".