Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

El lado salvaje

Con Yamandú Gallo, de Rouge

Conversamos con Yamandú Gallo, de Rouge, a propósito de “Hermanos y hermanas”, su nuevo trabajo.

Lectura: 7'

2014-12-25T11:10:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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"Estamos pagando el precio de ser lo que somos", dice Yamandú Gallo, cantante, guitarrista y principal compositor de Rouge, una banda que lleva más de diez años animando el under local, con menos suerte de la que merecerían, y que acaba de publicar Hermanos y hermanas (Bizarro, 2014), su tercer álbum. Perdedores hermosos. Lo suyo es, en términos calamareanos, el vicio, la música y el amor. Canciones perfectas, de esqueleto pop, espíritu punk, y vestidas por la alta costura del rock: Velvet Underground, Pixies, Jesus & Mary Chain. Gente elegante.

Las cosas comenzaron a acomodarse en la primera mitad de la década pasada. Yamandú Gallo venía tocando en Gregorio Samsa, una banda casi tributo a la Velvet, en la que se daba el gusto de ser el Lou Reed de Palermo pero no arrimaba la brasa de sus canciones, y él, tomen nota, se define como "escritor compulsivo".

Con una carpeta llena de ideas y las ganas rompiéndole el saco andaba Yamandú cuando alguien le dice que Daniel Yaffé ya no está en Buenos Muchachos, que capaz que audiciona para Traidores pero qué bueno estaría que, y un día los tipos se cruzan de pedo y mirá, quiero armar una banda así y asá, qué bueno, ¿y no vas a probar con Traidores?, no, no, y entonces, ¿cuándo arrancamos? Mañana mismo.

Y Rouge fue entonces Rouge aunque no tenía nombre. Ni bajista. "Todavía no estaba esa onda de los White Stripes de tocar sin bajo, pero para nosotros era como natural. Las canciones salían y estaban bien", dice. De todas formas, el grupo terminó de cerrar cuando apareció Santiago Lema y se hizo cargo de las bases. "Ahí dijimos: ‘Es esto’".

Ya como trío, Rouge comenzó a tocar en los pocos antros que venía dejando la crisis, y se entreveró como casi todos. "Tocamos con un montón de gente", dice, y recuerda a Reverb, la banda argentina más importante de Uruguay, y al Cuarteto de Nos, "cuando no soñaban con ir a Miami". Ahora casi viven ahí. "Nos acostumbramos a ser como una presencia oscura en un rincón. Como un objeto que todo el mundo sabe que está ahí, que es importante porque por algo está ahí, pero que justamente por estar ahí no se le presta atención". Esa es una buena definición de Rouge: fantasmas en la fiesta.

Foto: Montevideo Portal l Gerardo Carrasco

En 2003, cuando promediaba la grabación de Guacha Life, álbum debut del grupo, Yamandú Gallo se fue a Londres. Una suerte de año sabático en el lugar donde pasan cosas, pero con la cabeza en otra parte. "¿Viste cuando dicen: ‘Tené cuidado con lo que deseás, porque se te puede dar’? Fue así. Se dio todo. Mi mujer y yo tuvimos la plata para ir, también quien nos recibiera allá, y nos fuimos. Pero yo andaba por Londres, que tiene esas tremendas disquerías, y lo único que escuchaba era ese medio disco de Rouge que habíamos grabado. Esa era mi banda de sonido".

La faena se completó a su regreso, en 2004, y su resultado fue un disco crudo, lleno de buenas canciones y malos augurios. "Ahí le tengo que dar la razón a Gabriel Peluffo: las canciones son verdad. Son lo más importante", dice Yamandú. "La canción es todo, y nosotros tenemos cosas que decir". Cosas que generalmente no coinciden con el ánimo general del rock vernáculo. Al menos, no el que suena en las radios. "Es cierto que hay gente que puede volver a su casa cuando quiera, pero hay mucha gente que no; que hay viejos divinos, pero también hay viejos de mierda. Y hay mucha gente a la que no le gusta que le digan estas cosas. Que le hablen del dolor, del suicidio, de las drogas, de la muerte. Y nosotros no podemos cantar canciones sobre otra cosa". Otra vez, el precio de ser quienes son.

Y entonces, el segundo disco. Que no fue entonces porque la grabación se convirtió en una locura, y recién salió en 2011, que fue casi no salir. Por partes. "Cuando fuimos a grabar Baja fidelidad no sabíamos que casi no lo íbamos a poder terminar. Lo hicimos en nuestro estudio, y fue una demencia. El estudio es como una droga: probás, grabás, editás, le agregás un efecto, no te gusta, lo borrás, lo volvés a grabar, le agregás voces, se las volvés a sacar. No hay quien te diga que ya está, y corrés el riesgo de no parar nunca". Así y todo, esa placa, que se gestó en meses y meses de trabajo en el sótano del viejo BJ, salió a la calle a través de Koala Records, y fue el canto de cisne de la compañía, que no volvió a publicar material. Así, Baja fidelidad, uno de los mejores discos de su año, pasó inadvertido, mitad por cuestiones comerciales, mitad porque sí, porque ese gato negro.

Para Hermanos y hermanas (Bizarro, 2014) resolvieron ponerse prolijos. "Es un disco que fue producido por Álvaro Pérez, de Orgánica. Fue la primera vez que trabajamos con un productor para que no nos pasara lo mismo que en Baja fidelidad. Necesitábamos que alguien nos bajara a tierra las ideas, que cerrara las canciones. A Álvaro lo conocíamos, ya había tocado con nosotros como invitado, y se ofreció para darnos una mano en el laburo de grabar y mezclar este disco nuevo. Dijimos que sí, y en el medio de la grabación lo queríamos matar. De verdad. Al final, por suerte, quedamos conformes con el trabajo, y nos dimos cuenta de que había estado bien. Pero eso fue al final".

Foto: Montevideo Portal l Gerardo Carrasco

Hermanos y hermanas es la confirmación de que los Rouge son una banda solvente y creativa, con puntos altos en “Gracias por no venir”, una canción dedicada al no público, o a toda la gente que les ha dado la espalda; el aire western de “La balada del chico momia” (tema que formó parte de Guacha Life); la versión frackblackizada de “Qué pena”, el clásico de Alfredo Zitarrosa; la tristeza elegante de “Despedida” y el power surf mexicano de “Muchacha tonta” (si Leonardo Favio hubiera sido un rocker, le habría vendido el alma al diablo por un estribillo como el de esa canción).

"Esto de grabar un disco más limpio, con un productor, lo hicimos para que nadie nos reclamara nada. Fue hacer lo que todo el mundo esperaba de nosotros, y ahora nos sentimos libres para hacer lo que se nos cante el culo la próxima vez. En ese sentido somos muy egoístas. Nosotros tocamos, hacemos música para nosotros, y nos chupa un huevo si a la gente le gusta o no. Si tocamos el viernes y nos juntamos el jueves para ensayar ya estamos contentos. Es así. Eso nos ha jugado en contra. Una vez llegamos a la final del Rock en Ruedas, aquel concurso que organizaba Cutcsa. Y el día del recital, en el que había que subirse a ese ómnibus que te daba un vértigo tremendo, nos juntamos más temprano, y se nos pasó la tarde tocando, bebiendo y consumiendo drogas. Obviamente, no ganamos el concurso. Nos ganó Pecho e' Fierro".

"Estamos pagando el precio de ser quienes somos", dice. Y son buenos. Por ahí hacen bien.

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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