Ponele que no, que no es el sueño del pibe. Ponele que el sueño del pibe es otra cosa. No sé: hacerle un gol al tradicional rival en la hora y de rodilla, levantarse a la profesora de italiano, conseguir laburo de portero en el Banco República. Ponele. Pero para un tipo que canta tangos, y canta desusadamente bien, y que canta ya bien entrado el siglo XXI, y tiene menos de 40 años, subir a un escenario junto a leyendas como Fernando Suárez Paz, Raúl Garello y el mismísimo Horacio Ferrer... bueno, si eso no se parece al sueño del pibe, no sé qué fantasía nos vendieron.

Tabaré Leyton publicó en 2012 y en el Río de la Plata ‘La factoría del tango', disco que, pese a su título, guarda más de artesanal que de fabril y que, aún en su tanguez, se abre caminos nuevos. Antes de eso hubo que sudarla limpiando piscinas, pasear la garganta en boliches y cumpleaños para levantar un mango, y gastarse los nudillos golpeando las puertas equivocadas. Primero hay que saber sufrir, escribió uno.

‘La factoría del tango', tu álbum debut, combina el tango electrónico con el sonido de guitarras despojadas, y exhibe canciones del repertorio clásico junto a canciones contemporáneas. ¿Fue deliberado ese eclecticismo?

Tenía muchas incertidumbres con respecto al disco. Todo el mundo me recomendaba que hiciera un disco de clásicos, que si no los tangueros se iban a ofender, o que la gente no iba a saber cómo catalogarme. El disco en realidad está hecho como Lado A y Labo B, con un lado más tanguero y otro más personal. Esta era una jugada que podía salir muy mal. Estamos en una época en la que se tiende a encasillar a los artistas, como si hubiera una mano invisible un tanto siniestra que separa los géneros populares. Entonces tenés a los tangueros defendiendo el tango con una energía que es hasta rara, con un sentimiento de pertenencia que los separa de todo. Y lo mismo lo ves en los carnavaleros, en los folkloristas, todos en ghettos separados, cuando en realidad esos géneros están todos influenciados entre sí. Vos te fijásy hace100 años los tangueros cantaban chacareras, y encontrás en el carnaval cosas del tango. Sin embargo, hay una cosa que hace que un disco de carnaval sea de carnaval, uno de tango, de tango, y así. Y a veces está un poco mal visto que eso se mezcle.


Yo, intentando no faltarle el respeto a nadie, busqué que en el disco estuviera representado mi amor por todos esos géneros. Se editó primero en Argentina, luego acá, y terminó ganando varios premios. Esto me da el ‘permiso' de la gente para sacar el próximo disco, en 2014, y que va a tener todos esos elementos. Incluso será más radical: siempre con la punta de lanza del tango, mostraré las otras facetas que tengo.


Además, en el primer momento, el disco sólo se iba a editar en Argentina, y entonces yo quería que la gente supiera que era el trabajo de un uruguayo, que hace música uruguaya. Nací después de muchas décadas de música uruguaya, y escuché todo eso. De niño escuché a Galemire, a Eduardo Mateo, a Amalia de la Vega y a los tangueros, al rock y a las otras cosas. No me puedo desprender de eso, ¡por suerte! Creo que, de hacerlo, hubiera cometido el grave error de volver a grabar lo mismo, una vez más. Un disco de clásicos, para mí, no hubiera sido productivo, porque ya lo hicieron mejor que yo. No creo que pueda aportar nada... ¿Para qué voy a grabar ‘El día que me quieras'? Lo grabó Gardel, Luis Miguel, Ruben Rada, no sé cuántos otros... ¿qué puedo aportar yo? Mi humilde aporte tiene que venir desde lo creativo. De mostrar todos estos sentimientos que explotan dentro de mí.

Decís que el disco estaba pensado para lazarse sólo en Argentina, y que por ese motivo le quisiste imprimir una identidad uruguaya, una impronta personal. ¿Es un factor que juega a favor ser un artista uruguayo en Argentina?

Como artista quería demostrar que soy uruguayo. En su momento, yo daba como un hecho que el disco no iba a salir en Uruguay, porque todos los sellos a los que se los presenté, que fueron muchos, lo rechazaron. Ese mismo disco que después ganó varios premios fue rechazado por los grandes sellos uruguayos. Casualmente, el único sello al que no le golpeé la puerta porque me sentí muy desanimado fue Bizarro. Lo veía como algo demasiado inalcanzable para mí. Así que estaba decidido a que el disco saliera en Argentina con mi impronta uruguaya.

Y, más allá de los problemas puntuales que podamos tener, de gobiernos, y esa enemistad que a veces es más de los uruguayos hacia los argentinos que al revés, y el pueblo argentino ama la música uruguaya. Yo veo en las disquerías argentinas música uruguaya y de la mejor, de la que a veces no se puede encontrar en las nuestras: Tabaré Echeverry, un folklorista casi olvidado en el Uruguay y que para mí fue uno de los más imponentes de la historia, con ese rasgueo de hacha que tenía en la mano derecha, Zitarrosa, por supuesto, y nuestros músicos más contemporáneos están en sus disquerías. Y además, en los discos de los grandes artistas argentinos, uno puede encontrar versiones de músicos uruguayos. Por todo eso yo quería que estuviera allá toda esa parte mía.

Tirarse a la piscina

Buenos Aires es, para Tabaré Leyton, un sino. Allí no sólo pisa con fuerza de local y encontró un puñado de buenos amigos; dos viajes a esa ciudad hicieron, primero, que no se dedicase al Carnaval, y después, que eligiera que fueran las canciones y no otro cosa las que pagaran el alquiler. Su primer viaje fue con una murga, y, cuando se veía con la cara pintada y gastando tablados, le dijeron que no.


¿Con qué murga fuiste?

Con A Contramano, en 2004. Iba a hacer carnaval con ellos, pero después de ese viaje me echaron. Se ve que no les gustó mi voz, y para mí eso fue un golpe terrible. Yo adoraba hacer murga. Supongo que tuvieron sus motivos, yo no cantaría bien, pero fue devastador para mí. Yo ya me imaginaba haciendo tablados. Apenas llegamos me dijeron que no les había gustado mi postura escénica, que no les cerraba mucho.


Volví en 2008, ya cantando tangos. Fui con Ney Perazza y estaba Nico Ibarburu también, y en el mismo viaje fue Pinocho Routin. Me pasó de estar con ellos en el CAFF viendo a la Orquesta Fernández Fierro una noche, y al otro día, de regreso en Montevideo, me fui a limpiar mis piscinas, que era mi trabajo. Me acuerdo de estar agachado, laburando, muerto de sueño y viene la dueña de la casa a mearme, mal. Yo sentí una contradicción tan grande en ese momento que me dije ‘tengo que dedicarme a esto, a la música'. Eso para mí fue un punto de inflexión. Si por dinero, por sobrevivir, tengo que pasar riesgos y malos momentos, prefiero que sea con la música. Desde ahí arranqué a juntar mi dinero cantando donde fuera.

Ahí dejaste las piscinas...

Sí, empecé a cantar algún tanguito donde pintara: cumpleaños, esto y lo otro, y, mientras yo aprendía, daba clases de canto a gente que estuviera a menor nivel que yo. Todo vinculado a la música: incluso empecé a tocar covers para arrimar un manguito más. Covers de Beatles, Rolling, siempre música vieja. Siempre me fascinó la música de los años 60.

¿Y estudiabas en ese entonces?

Nadie me enseñó a cantar tango. Donde aprendí realmente fue cantando arriba de los discos, una y otra vez. De hecho, mientras limpiaba piscinas, estaba con los auriculares, haciendo mi tarea, y escuchaba tangos 5 horas por día. Me llevaba unos discos y después escuchaba Radio Clarín, a morir.

¿En las horas pares?

No sólo en las horas pares. Ignacio Corsini, Agustín Magaldi, Aníbal Troilo, un artista que siempre me fascinó, y Edmundo Rivero, que, si bien nunca pude cantar en las tonalidades que él cantaba, fue un cantor que siempre me llamó mucho la atención. Mis favoritos siempre fueron Ignacio Corsini, Agustín Magaldi, Jorge Valdez, y con ellos fui aprendiendo. Después estudié en la Escuela Universitaria de Arte Lírico, con Amelia Veiga, Rita Contino, Sara Duffau , y en el ámbito tanguero fui un buen tiempo con Domingo Spano, Germán Reyna, que ‘me entrenaban', y me decían ‘pibe, canta así, canta asá'; no una cuestión técnica, sino de cómo cantar el tango. Yo estaba muy fascinado con el repertorio más viejo, el repertorio con guitarra, no sólo el de Gardel. Después me gustaba otra cantante muy, muy antigua, que cantaba bastante desafinado, pero que me encantaba, que era Rosita Quiroga. También le buscaba la vuelta a cantantes ya perfectos, como Amalia de la Vega, que no cantaba tangos pero tenía un canto tan hermoso que me fascinaba. Todo eso, sumado a mi amor eterno por los primeros discos de Eduardo Darnauchans. Aunque parezca mentira, en esos trabajos encuentro mucho folklore, tímbricas, cosas que no se enseñan en ningún lado. A veces me pregunto cómo hubiera cantado un tango Darnauchans.

Quizás esa cosa tacuaremboense...

Claro. Y no solo aprendo de los profesores y los tangueros. En los últimos años he resuelto cosas de pasajes musicales que me complicaban la vida... por ejemplo el tango ‘Tengo miedo', que estuve un año y medio cantándolo mal, hasta que le encontré una vuelta, y se la encontré por el lado de Paul McCartney y Robert Johnson. De cómo los tipos resolvían el agudo con un falsete que a veces no se escucha como tal. Como que mágicamente me di cuenta de que los grandes cantores de tango lo hacían, y supongo que no escucharían a Robert Johnson y Paul McCartney.

Se vive de prepo y se duerme apurao


Para el año que viene, Tabaré Leyton promete un nuevo disco, en el que habrá menos clásicos y una apuesta a abrir el abanico hacia la canción criolla y otros sonidos autóctonos. Esa búsqueda tiene que ver con su peripecia personal, en la que también juega el desencanto con una generación que "hizo las cosas mal".

¿Te largaste a componer más?

Para el próximo disco vamos grabando nueve temas, y, hasta ahora, no hay ningún ‘clásico'. En este disco voy a hacer seis temas propios, uno en colaboración con Max Masri, que es el productor argentino, y no va a faltar algún clásico, pero no muchos. El disco va a caminar por la vereda del tango, sin duda, y por la vereda de la música criolla, con elementos modernos, pero sin especular con nada. Siempre buscando la forma de llevar las influencias a otro lado. De eso se trata. Cuando empezó el tango era algo nuevo, y los tangueros se tuvieron que enfrentar, no sé, a los payadores, que dirían ‘che, qué porquería esto..., están mancillando la payada'. Por ese lado es mi camino. Yo no quiero llevar solo público mayor y de mediana edad: también gente joven que se siente identificada con el repertorio. Tengo grandes expectativas para con este trabajo, creo que me va a salir lindo, y espero que la gente lo reciba bien.

Convengamos que, en el tango, con la calidad de los compositores que tuvo, el listón está bastante alto...

No sé si me pongo a pensar en esa mochila... Si me pongo a pensar en Cadícamo, todo lo que yo haga me va a parecer precario, mediocre, si lo comparo. Creo que ese tipo de veredicto lo da la gente después. Creo que me pondría a competir con los grandes autores si me pusiera a componer específicamente tangos, con sus reglas y sus temáticas. Ahí la pifiaría, no podría competir con una obra inalcanzable. Mi camino, y no por cómodo, sino porque es mi sentir, es el de escribir canciones. Capaz que terminan en tangos... depende de quién las toque también el aire que tengan al final. Va por el lado de buscarle la vuelta personal sin que me pese esa mochila gigante.La mayoría de los temas míos no son tangos, y si lo son, no son 2x4. Ahora, a mí me suenan a tango, y los canto con esa impronta. Me va más componer lo que sería una ‘balada folklórica'; para este disco hice una chacarera, una zamba, una milonga, un vals, un candombe...

Tus canciones tienen, al igual que muchos tangos clásicos, una veta cuestionadora. Pienso, por ejemplo, en ‘Mi generación'...

Nosotros somos los hijos de la gente idealista de la época anterior a la dictadura. Mi padre murió cuando yo era muy niño, en las circunstancias tan jodidas que vivió este país, y ahora, mirando sus cartas, sus libros, sus cosas, siento que, de alguna manera, damos vergüenza. Somos re consumistas, superficiales, ves lo que es el Uruguay, que, más allá de las cosas buenas, está jodido, re jodido. Ando mucho de noche, y te das cuenta de que, a nivel social, está muy jodido. Gurisitos tomando, de vivos, buscando para afanar... Me llama la atención que ahora, que se supone que estamos los herederos de aquella generación idealista, hagamos esto. Más allá de que ‘los malos de la película' nos hayan dejado una herencia jodida, no estamos sabiendo cómo encarar las cosas. Eso lo planteo en la canción, que la cosa está desmadrada. Espero que el futuro sea auspicioso, que podamos arreglar al país. Al mundo en general, porque no somos solo nosotros: Argentina también está muy mal en ese sentido. Si tenemos todo: se ha democratizado mucho la sociedad, hay libertad, hay poder de consumo, y sin embargo, las cosas humanas, las básicas, están deterioradas. No quiero ser negativo, pero a veces me sale un poco.

La generación de tus padres tenía referentes musicales de gran valor estético, y que a la vez auspiciaban un cambio, al menos cultural. ¿Creés que con la música de hoy pasa lo mismo?

A veces me siento como un viejo cuando lo planteo, y me cuido de ir a contramarcha de la libertad de la gente, pero veo sí, que la música que consume una franja de los gurises está bravísima. Con respecto a las letras y a la música en sí. No me quiero poner en contra de las tendencias, pero la gente de la generación de nuestros padres tenía referentes de su edad que eran de una cultura impresionante. De una profundidad intelectual y musical imponente, que a su vez era popular. A veces pasa ahora, no digo siempre, que alguno quiere intelectualizar cierta música y por eso no llega a la gente. Y lo que llega a las masas es de una grasitud crónica. No hay un punto medio. Veo una apología al afano, a la drogadicción, al egoísmo, que tienen las letras que escuchan los gurises... eso no viene del tango: el chorro, en el tango, era el gil. Si te ponés a analizar las letras, cuando en el tango se habla del ladrón, del que le pega a la mujer, se habla del tipo que perdió en la vida, el que volvía vencido a la casita de los viejos. Ahora, parece, lo único que importa es vivir el hoy, y eso me preocupa. Creo que falta que se popularicen cosas de contenidos más hondos. Parece que hoy, lo popular, es lo autorreferencial: hablar de febrero continuamente, el fútbol. Todo eso me saturó un poco. Hay obras que ahondan en los sentimientos de la gente y merecerían ser populares. Pensá en Sui Generis, por ejemplo. Era popular, la gente se sentía identificada con esa música, sin que estuviera llena de clichés, teniendo momentos reflexivos muy hondos, y lindos. En ese sentido compararía a Sui Generis con los tangos.

¿Quién es el culpable de esa rotura en el nexo entre lo popular y lo de calidad?

No tengo idea de quién es el culpable. Supongo que serán años de dictadura, que cortaron de raíz todo el movimiento de la cultura popular. Creo que hay que buscar en las letras, sin subestimar al público, tratar de llegar al corazón. Pero no me siento muy bien en el rol de decirle a los demás lo que tienen que hacer. Escribo sobre mis sentimientos personales, y si eso le sirve a alguien, me encanta. Somos todos tan parecidos que probablemente a alguien le puede significar algo lo que yo digo.


TABARÉ LEYTON presenta su espectáculo "Vereda de dos orillas" los viernes 15, 22 y 29 de noviembre en el UNDERMOVIE de Montevideo Shopping. Acompañado por su trío de cuerdas, recorrerá diferentes estilos de la música rioplatense, alternando tango tradicional, tonadas camperas clásicas, y temas propios compuestos para su primer disco "La Factoría del Tango".

Las localidades están a la venta en las boleterías del Movie Montevideo Shopping, por el 2900-3900 y en movie.com.uy.