Tabaré Leyton está de nuevo haciendo ruido en la escena musical con la edición de "Charrúa", su último disco, que ya ha girado por Europa y que será presentado formalmente el próximo sábado 11 de octubre en la Sala Zitarrosa. Con un nombre más arraigado a las raíces de lo que se pueda imaginar, este disco que él define como "sincero" lo encuentra en un momento maduro de su carrera, necesitado de salir del casillero del tango y de ampliar el espectro al género criollo, el que hay que seguir cantando para que no muera.
Esa es la misión de Tabaré como cantante o, mejor dicho, como cantor: que la música que a él le ha gustado desde chico siga con vida, pero con vida real y no mantenida con versiones y reversiones de los clásicos. No es un trabajo fácil hacer chacareras o zambas en el siglo XXI cantarlas con una campera de cuero y lentes negros, pero a él se le ha dado bastante bien, sobre todo después de haber elegido "el camino largo" para triunfar.
El nombre del disco, curiosamente, nació en la mente de un argentino, según cuenta a Montevideo Portal. Max Masri, su productor, le escribió una canción llamada "Charrúa", que tenía que ver con la garra que este cantor había puesto en su carrera. "Vi que en la letra le buscó muchas de las características nuestras, y él con los años de estar conmigo conoció a través de mí lo que yo puedo representar de los uruguayos", señala.
Max le hizo varias canciones para este álbum, todas pensando en cómo iban a ser cantadas. "Lo que más me gusta de esta yunta con él es que tengo una libertad artística muy grande", valora Tabaré, que sabe que es "más fácil" recurrir a lo obvio para generar el aplauso que animarse a editar 15 canciones en un momento en que es común que los trabajo sean de ocho. Y él, si se compra un disco y es de ocho canciones, se siente "un poco estafado", a menos que sea de Pink Floyd. Pavada de elección.
Aunque sabe que los CD no están destinados a vivir para siempre valora que tanto Constitution Music en Argentina como Bizarro en Uruguay sigan apostando a publicar. Además, a él le gustan los discos largos, tanto que tuvo que dejar temas afuera de "Charrúa" con "gran dolor". "Por algunas pelee mucho; de hecho tenía un bonus track más pero era casi irracional sacar un disco con 16, y a último momento lo eliminamos. A mí lo que más me gustó fue trabajar en función de un disco que no se hiciera pesado", resalta.
La cuestión es que se animó a reunir 15 canciones sabiendo que estaba metido en un género en el que la gente tiende "al costumbrismo". ¿Cómo es escribir en 2014 un tema así pero nuevo, sin caer en los clichés? Él aplica una receta fácil: "el que arranca el disco se llama ‘Si me vieras' y es una chacarera típica. Lo que hice fue escribir como si fuera una canción pop: tengo un amigo que está enamorado de su mejor amiga; la tipa cree que el tipo es su hermano y él se está muriendo en la casa". Sin embargo, si necesita hablar de la cultura antigua, suele recurrir a, por ejemplo, el repertorio de Amalia De la Vega. "Yo mentiría si escribiera sobre eso. Me parece muy forzado escribir sobre puñaladas cuando yo no arreglo mis temas con puñaladas, o sobre farolitos que ya no hay, o palabras que están totalmente en desuso".
En ese sentido, también le molesta que los cantores actuales salgan a escena "todos disfrazaditos". Mejor dicho, le "recontra jode". En algún momento él tuvo que recurrir al traje, reconoce, pero ahora tiene libertad y prefiere la campera de cuerpo y los infaltables lentes negros. "A mí me gusta la estética de Roy Orbison o de Jeff Lynne; yo tomo elementos del canto de ellos, que a veces no se perciben pero están ahí. Son dos tipos que usan lentes negros todo el tiempo, y me gusta la intimidad de los lentes", confiesa.
Él, de alguna manera, se aleja de lo clásico porque lo aburre. Evita cantar "Naranjo en flor" o "Garganta con arena", y piensa que el Estado debería "subsidiar" ciertos locales adecuados para llevar artistas. "No puede suceder que venga gente del exterior que diga ‘vamos a ver unas cositas criollas', y decirles ‘no tengo a donde llevarte'. Yo no tengo a dónde llevar a alguien hoy a escuchar folclore decente y bien hecho, lo mismo con el tango", lamenta.
Él hace un esfuerzo importante para mantener vivo el género criollo que inevitablemente está perdiéndose. "Hace poquito fui a Florida y preparamos sólo para ese lugar ‘La uruguayita Lucía', que habla de la flor del pago de Florida. Ese tipo de tareas que pueden parecer casi inútiles a mí me gustan mucho. Es como plantar un árbol o rescatar un perrito de la calle; es una tarea necesaria que la voy a seguir haciendo, porque a pesar de que se te pueda reír un gurí de 15 años en la cara, puede haber otro que pare la oreja", valora.
De hecho, eso cree que ha pasado con muchos músicos provenientes del rock que se han puesto a tocar tango con sus guitarras. "Y una vez que se transformen en maestros del tango van a querer aprender cifras y chacareras. Ahí voy a creer en un resurgimiento del tango, porque si a mí me dicen ahora ‘está resurgiendo la cosa criolla' y es sólo ver bailarines bailando con una orquesta grabada hace 70 años, yo no creo que eso sea resurgimiento de nada. No veo en los festivales del interior que la gente tenga la paciencia de escuchar un gaucho con una guitarra y haciéndolo bien, y está esa necesidad de llevar al folclore casi a una cosa tropical, todo con batería. Está bueno, pero también me gusta la cosa artesanal, y si nadie lo hace se muere. Si queremos un resurgimiento depende de nosotros, así vayan dos personas a verlo o 2000", resume tajante.
Tango que me hiciste mal
En "Charrúa" hay "cuatro o cinco tangos", aunque todo tiene aire tanguero. Es que a Tabaré le gusta mucho cantar este género, pero no quiere encasillarse, y considera que aunque "alguna mano oculta" lo puso en ese lugar, él se ve como un "cantor nacional". "Digamos que el tango me gusta como si fuera una amante: ir a visitarlo un par de veces por semana pero no estaría casado con él porque es una mentira en mi vida eso", explica.
Por eso no le importa que a algunos les parezca que a este disco le falta 2x4. "Esa presión que desde algunos lugares se me pone no me importa mucho porque los que dicen ‘esperaba más tango' no son los que me pagan entradas o fomentan mi carrera, sino que creo que es al revés: tratar de limitar a alguien es medio jodido", opina.
De hecho, él quería que su primer disco se llamara sólo "La Factoría" y hoy, a la distancia, confiesa que peleó "bastante" para que la palabra "tango" no apareciera. Claro, fracasó. "Pero por más que lo quiera no quiero que se transforme en una jaula de oro, porque si el tango me va a quitar libertad, me voy a alejar. Lo que hago es un equilibrio entre los géneros nuestros", detalla, y entiende que en algún momento hubo un quiebre en la concepción del tango y su tradicional relacionamiento con el folclore.
"Una vez que el tango se transformó en danza, los músicos o cantores pasamos a ser muñequitos que están en función de los bailarines", dice con pena. A él no le gusta eso, como tampoco le gusta hacer trabajos sólo para el "limitado" público del tango, pues lo que pretende es atraer a la juventud y no seguir alejándola de lo clásico.
Como ya lo dijo, no cree en el "resurgimiento" del tango, al que lo ve demasiado sujeto al baile. "Los músicos o cantantes no entramos en la rosca del resurgimiento porque no nos queda una porción grande de esa torta. El resurgimiento es para los bailarines; son ellos los que tienen la posta de ese asunto. Entonces en algo que siempre voy a estar en segundo plano no quiero apostar mi vida entera", admite. Y piensa que si bien en el primer disco él cantaba "El tango no va a morir", ya no está muy convencido de eso, porque si él cae en repetir una y otra vez "Volver" pasará lo mismo que con la música clásica: no hay nuevos compositores, sino que todos se encargan de interpretar a Bach o Beethoven.
"Yo ahora trato de ser feliz y libre: si les gusta, re contento; sino, yo sigo para adelante con los que estén y me voy rearmando. En mis discos quiero dejar mi vida plasmada, no por ego, sino por el disfrute de hacer un disco. Y en lo personal no logro escuchar un disco entero de tangos clásicos regrabados porque si viene una persona ahora y saca otro disco más con clásicos, yo voy a querer escuchar a Troilo con Fiorentino y no a él", dice volviendo a su postura.
El camino a esa liberación fue tratar de sincerarse: "darme cuenta que en unas décadas estamos todos muertos, entonces qué importa vivir la vida conformando personas. Además perdemos el pie, porque a veces uno cree que porque te comenta alguien esto y al ratito otra persona lo otro es opinión pública. Y no, eso es simplemente la gente que uno tiene alrededor. Es como la opinión de la familia, que es la más subjetiva de todas, o la de los amigos, del barrio, y si vamos creciendo, Uruguay. ¿Interesa tanto lo que digan acá si después uno sale en la televisión finesa con esta estética y no pasa nada, y a la gente le gusta mucho?".
En esa liberación aparecen Ruben Rada y Emiliano Brancciari, dos invitados que están alejados de los géneros criollos. Con el primero tomó contacto en un Mundial de tango en el Luna Park y afianzó relación durante la obra de teatro "Dandy". Cuando decidió invitarlo a grabar le propuso versionar "Canción de redención", pero luego Rada pidió hacer "algo tanguero" y así surgió "No va más", que fue hecha con Tanghetto en Buenos Aires. Con el segundo fue distinto: le fascina el sonido que logró No Te Va Gustar y la voz de Emiliano con un "toquecito áspero", con "esa cosita de naturalidad". Por eso le adaptaron "Charrúa", "un híbrido entre el rock y lo otro", que finalmente les quedó perfecta a los dos.
Amante del rock clásico, de los Beatles, los Stones, de Buddy Holly y otros rockers de la década de 1950, Leyton encuentra algunos puntos de comparación con esas bandas y lo que él hace: "eran muy abiertas de repertorio", menciona, y los cantantes tenían la facilidad de cambiar de timbre naturalmente. "Cuando cantaban una balada lo hacían con una voz hermosa, y cuando cantaban un rock con furia parecían otra persona. Y eso es algo positivo; no sé por qué se lo ve como algo negativo. A mi me encanta cantar una canción, poder adaptarme a otra y que no parezca yo, aunque esté mi timbre, que nunca se pierde", resalta.
Dueño de un timbre particular que prefiere adaptar a las canciones, le sorprende que a veces lo comparen con Carlos Gardel y a veces con, increíblemente, Fernando Cabrera. "Estamos en una época donde reina mucho la ignorancia, que es muy poderosa. Vos agarrás a un uruguayo promedio de hace 50 años y probablemente tuviera más cultura. Yo veo en la televisión hablar muy mal, o veo cómo se cometen faltas de ortografía de forma contundente, y me doy cuenta que lo que pasa es que todos podemos decir, y todo llega. Una persona que me compara a mí con Cabrera no tiene ni idea de esto. Lo adoro, estuvo en mi primer disco, pero no lo voy a imitar porque en mí no va mucho y porque es tan abismal la diferencia de nuestros timbres de voz que sería un sinsentido", analiza.
Lo mismo pasa con la comparación con Gardel: "la gente confunde la imitación con la escuela". "Ojalá pudiera cantar como Gardel, pero tengo muchísimo menos talento que él, por lo tanto esa comparación es casi necia", dice, y usa eso como argumentos para la falta de clásicos de su disco. Saliéndose del esquema bromea: "imito a Paul McCartney, y muy bien no me sale".
Hablando de canto y forma de cantar, admite que "nunca" le gustó "el canto de súper macho". Por eso prefiere a Fiorentino antes que a Julio Sosa, y prefiere a Karen Carpenter y a Amalia De la Vega antes que las demás, porque también valora "la postura masculina" en el género femenino. "Por eso cuando empecé a escuchar esta música me sentía súper cómodo escuchando a Carlitos Benavides, a Magaldi y a Gardel cuando era jovencito, que tenía una voz de jilguero impresionante"
Introspectiva patria
Tabaré tiene una relación "fuerte" con el interior porque además de tener familiares adora la cultura de tierras adentro, y siente que los montevideanos históricamente le han dado "la espalda" al interior. "Y cuando estoy en ronda de amigos me pasa algo que es casi trágico, que hay una barra que sólo canta en inglés. Después tengo otra que son 20 o 30 años mayores que yo y que saben 15 canciones de Chico Buarque pero no te saben uno de Amalia De la Vega o de Fernán Silva Valdés. Y Uruguay no es Montevideo", dice con sincera preocupación.
"El interior ha sido muy postergado culturalmente, y lo triste del asunto es que si esas cosas se pierden se mueren", continua, lamentando que los actuales músicos de tango no sepan tocar una cifra. "Yo me impongo de a poquito la tarea de traer esas cosas a la vida, porque si nadie lo hace desaparece", reconoce.
"Hubo un quiebre, no sé si después de la dictadura, que vino una generación con mucha influencia extranjera. Más en ese afán de que la música ahora tiene que ser solamente festiva, que es algo que no está bueno porque la música, como la vida, tiene matices, entonces vos no podés estar toda la vida ‘azúcar, azúcar'. Ahora el folclore parece cumbia, es algo para exaltar a la gente todo el tiempo. Está bueno reeducar a la gente", apunta.
Por eso Leyton cree que "hay que bancársela" si la gente aplaude poco: "de repente de las 500 personas que te vieron tres te prestaron atención y se fueron reflexionando en algo, y eso ya vale la pena. Cuando tocás con poco público a veces son las mejores funciones, porque esa gente escucha todo lo que tenés para dar. Se puede hacer música, pero hay que estar dispuesto a fracasar, porque después del fracaso puede venir algo bueno".
Él hizo el camino largo y honesto y ahora saca provecho de eso, con una buena relación con su público, que lo banca. "Yo me emociono mucho logro emocionar a los demás. Lo único que me separa del público son los lentes negros; estoy sólo como en una cámara, sin la incomodidad de tener que mirar a la gente a los ojos. Sé que para otros es un oficio pero para mí no. Me gusta buscar la cercanía por la emoción y lo he logrado", asegura.
Habiendo encontrado su lugar en la escena, ya no se siente "bicho raro". "Como que me importa un carajo todo", suelta y añade: "capaz yo me hago el bocho y la gente me quiere más de lo que yo pienso. No lo analizo mucho, trato de vivir mi vida privada, estar en mi casa, con mi gente; estoy cumpliendo un objetivo que tenía hace muchos años que era salir de gira a Europa un par de veces al año y después de trabajar. Para sentirme bicho raro no tengo mucho tiempo, y además tengo amigos que me hacen sentir un bicho de la tribu".
Europa es un territorio que ya se le hace familiar. Con un "kiosquito" en Sevilla y una vuelta programada para marzo, ha tocado en la televisión finesa con un millón de personas viendo, en Dinamarca, incluso en Medio Oriente. Ha encontrado una clave para ganarse al público: aprendió a decir en árabe "los llevo en el corazón", y en finés encontró una expresión bastante cercana a "por una cabeza", incorporándola a la canción y haciendo delirar a la gente. "Eso le llega a la gente. Un día estábamos en Copenhague y vino un inglés y compró como 10 discos, una cosa de locos. Por eso digo lo del poder de la música, que es realmente maravilloso".
Ya está planificando el regreso al Viejo Continente, que esta vez lo verá pasar por Zárate, Granada, Sevilla, Valencia, Barcelona, Madrid, París y Escandinavia. "Cuando estoy muy lejos me pasa de extrañar un objeto, una taza, yo que sé", cuenta, aunque reconoce: "después de ir tantas veces me siento en familia, y cuando estoy tomando mate en Sevilla o en Dinamarca siento que el mundo se me hace cada vez más chiquito".
Y mientras escucha a los Beatles, a Darnauchans, a los Everly Brothers, al jazz cantado de 1930 y folclore; mientras vive de la música (sin renegar de eso) haciendo giras, shows, dando clases y realizando talleres, planifica la presentación de "Charrúa", que será el 11 de octubre en la Zitarrosa al estilo del exterior: con contrabajo, guitarrón, guitarras y la voz. "Lo vamos a hacer con mucha sinceridad, alegría, con riesgo y artesanal. Espero que la gente me acompañe, espero eso de mi país", manifiesta.
Hoy, cuando escucha el álbum, escucha algo "sincero, fácil de escuchar". "Estoy re contento con ‘Charrúa', algo que no me pasó con el primero, que gano muchos premios pero acá en Uruguay nadie lo quiso editar; estuvo muchos meses como que era la vergüenza de la familia, una porquería. Respecto a las canciones que escribí quedé conforme con todas, porque me tomé el trabajito de tenerlas un tiempo en la cocina y porque busqué que se representaran esos géneros que tanto me gustan. Hay cuatro que las prefiero mucho que son ‘Si me vieras', ‘Nada para ofrecer', ‘Zamba para querer' y ‘Ahora sé de ti'. Estoy contento y es un disco regional, del Río de la Plata", resume.
En todo este proceso, es simple para él definir sus claves: "todo lo que hago lo hago con honestidad y le doy para adelante. El camino largo tiene esa sinceridad, y la gente lo nota".
Tabaré Leyton presenta "Charrúa" el sábado 11 de octubre en la Sala Zitarrosa. Las entradas se venden en Red UTS y en boleterías de la sala.
Montevideo Portal | Belén Fourment
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