Si no te indigna lo que le hicieron a Egidio Arévalo Ríos al embutirlo en una camisa de fuerza celeste metrosexual, si te alegrás cuando Uruguay gana un premio Fair Play, si te parece natural que los repatriados jueguen igual de bien en sus clubes que en la selección, si aplaudís más una triangulación que un tranque, entonces es probable que seas adolescente o un arribista del balompié. Es mejor, entonces, que no sigas leyendo esta nota, que versa sobre una Celeste que te resultaría irreconocible, muy lejana a esa que mirás en el plasma smart mientras comés pistachos y tomás cerveza artesanal. O mientras tomás un daikiri de frutilla y comés torta marmolada, como "el hijo de Pablo Forlán". Trata sobre la Celeste de antes.
Cuando la recompensa pasó a ser el camino y la Celeste se convirtió en señal de orgullo y unión nacional (allá por el comienzo mitológico de esta nueva etapa, en Sudáfrica 2010) un hombre se dio cuenta de que se estaba perdiendo una identidad ganada a base del eterno sufrimiento matemático, cortitos tramposos, conducta nocturna disipada y gargantas apretadas hasta el último minuto (a veces literalmente, si eras un defensa belga y te cruzabas con el Tano Gutiérrez).
Déjeme confesarle (y dejar de tutearlo), estimado adolescente o exitista del proceso, que aquella no fue una buena época. Pero como las malas experiencias se convierten en grandes anécdotas, ese hombre, Sebastián Chittadini, supo ver todo el potencial humorístico de esa identidad charrúa, que abrevaba en algunos rasgos de gloria de nuestro pasado pero los cuajaba bastante mal en el presente.
Fue así que nació Que vuelva la Celeste de antes, primero una página de Facebook muy exitosa, luego un blog y finalmente un libro que sentó las bases de una nostalgia reaccionaria pero muy divertida. Segunda vuelta obdulista, la nueva incursión literaria de Chittadini (Fin de Siglo, 2018) desarrolla con más profundidad la filosofía del obdulismo (en cuyo seno contradictorio se mezclan los mejores y peores valores de nuestra tradición futbolera), explota los lugares comunes y amplía a otros ámbitos de la vida la necesidad de volver a aquella Celeste de otro siglo.
Haciendo equilibrismo entre la ironía y el cariño auténtico por los símbolos celestes de las épocas de sequía, Segunda vuelta obdulista logra sus mejores momentos cuando Chittadini entra de lleno en personaje, toma como referencia de valores al Mundial 2002 y no a Sudáfrica 2010, y castiga esta nueva Celeste del "quetejedi" (sí, el maestro) que nos cambió la cara.
Como buen obdulista, Chittadini no se escondió y se plantó firme ante las preguntas de Montevideo Portal, para explicar por qué nos divierte tanto sufrir y por qué hay que acabar con el flagelo de los y las calendaristas de la selección.
¿Cuánto añora la Celeste de antes Chittadini autor y no Chittadini personaje?
Te diría que de la que vi, poco. Después soy un gran fanático de la selección del 50 y de todo lo relativo a la gesta de Maracaná, algo casi inevitable si sos uruguayo y te gusta leer sobre fútbol. Por ahí sí añoro a algunos grandes jugadores, porque siempre los hubo aún en épocas malísimas en cuanto a resultados, pero teniendo muy claro que en términos de selección nunca se estuvo como ahora. Sigo pensando, pese a todo, que Pablo García y Paolo Montero jugarían en la selección de hoy.
Lo pregunto porque en el libro se ve una clara intención de humor al glorificar algunos períodos muy negativos en resultados, pero también hay cierto cariño y respeto -serio- por esa vieja identidad. ¿Cómo se hace para equilibrar las dos cosas sin salir de personaje?
Creo que lo que ayuda a ese equilibrio es la coexistencia de ese viejo yo, que creció con aquellas selecciones, con el yo actual. En cuanto a esa intención humorística, sin dudas hay también un homenaje desde el cariño y el respeto a las selecciones con las que me tocó crecer. No era fácil renovar la ilusión, sin embargo, siempre se hacía. Justamente es ese conocimiento de ciertos clichés asociados al fútbol uruguayo y a la selección, además de haberla seguido siempre, lo que hace posible usar eso como insumos para tratar de hacer humor.
Mucha gente entendió enseguida la mecánica y el humor de Que vuelva la Celeste de antes. ¿Sentís que conectaste porque hay algo de añoranza real, más allá del chiste?
Sin dudas, hay determinadas cosas que están muy instaladas en los uruguayos futboleros. Tiene que existir esa conexión, sino no habría nada. Después, supongo que habrá algo de mérito o de haber dado en la tecla, pero no sabría decir qué sería específicamente. Aunque yendo a esa complicidad, me terminé encontrando con que había gente no uruguaya y no futbolera que también entendió y le gustó.
En los comentarios ficticios de la contratapa te pegan en broma por "acomodarte" en algunas cosas para elogiar al Uruguay de Tabárez. ¿Se puede querer a la Celeste de ahora y al mismo tiempo a la Celeste de antes?
Quien haya escrito esos comentarios da en el clavo y saca muy bien la ficha. Hay en esa voz narrativa una suerte de contradicciones y a su vez, una esencia de fondo del fútbol uruguayo que hace que, por ejemplo, Cavani haya pasado con los años de ser defenestrado a ganarse el corazón del pueblo obdulista. Sí, se puede querer a la Celeste de antes y a la de ahora.
¿Cómo se puede definir el obdulismo, que en el libro está tan asociado a una época de gloria como una de sequía deportiva (y con el narrador admirando ambas cosas)?
El obdulismo es difícil de definir, como casi cualquier ismo. Alguien de la editorial, con claro afán de difundir el libro, dijo que en la historia de Uruguay había tres grandes "ismos" que nos atravesaban a todos: el artiguismo y el batllismo, sobre los que ya se ha escrito mucho; y el obdulismo, al que le he ido dando forma desde que empezó la aventura de hacer Que vuelva la celeste de antes en las redes y el blog primero, y los libros después. Por eso, el obdulismo es amplio y abarcativo, contradictorio y de límites difusos; pero tiene como matriz a la figura del máximo prócer futbolístico de este bendito país y nos permite jugar con un montón de rasgos de su personalidad aplicados a la vida diaria, al fútbol y a lo que sea.
¿Tuviste alguna repercusión de la familia Tabárez, ya sea por los libros o por el blog, teniendo en cuenta que en ellos se suele despotricar contra el "quetejedi"?
Ese era mi gran miedo cuando esto empezó a cobrar cierta trascendencia, hasta que un día me encontré con un mensaje de Tania Tabárez felicitándome por el lanzamiento del primer libro y unos días después con un tweet con una foto leyendo el libro y -de forma excesivamente generosa- declarándose fan de lo que hacía. Más adelante, me dijo que lo había terminado y se lo iba a prestar al Maestro (al que fui luego a entrevistar para otra cosa y sabía que él sabía quién era, aunque no me dijo ni una palabra al respecto).
¿Hay lugar para el obdulismo en la selección de Tabárez? ¿Qué rastros de la Celeste de antes quedan en esta etapa?
Siempre hay lugar para el obdulismo, porque, como dijo alguna vez el Padre Popelka, "todos somos hijos de Artigas, de Batlle y de Obdulio". Entonces, para el ejercicio humorístico, siempre hay de dónde agarrarse a la hora de encontrar en los jugadores actuales alguna característica destacable a los ojos de esa visión obdulista, por ahí nostálgica y anacrónica, aunque siempre noble y muy presente en el imaginario colectivo.
Una imagen icónica, cabezal de Que vuelva la Celeste de antes
¿La vieja Celeste muere con el advenimiento del "nuevo uruguayo"? ¿Colaboró en su caída?
El "nuevo uruguayo" es, a los ojos del obdulismo, un flagelo casi más grande que los botines de colores o los chalecos con GPS. Entonces, es innegable su contribución a la caída de la celeste de antes incluso por encima de Tabárez o de las influencias del fútbol europeo en los jugadores, algo que ese narrador sin nombre ha empezado a notar con el paso de los años.
¿Qué diría un obdulista de que la canción que más representa a Uruguay para las nuevas generaciones sea una de No Te Va Gustar y no del canario Luna?
Cualquier obdulista que se precie de tal, sabe de sobra que la elección de esa canción es una clara afrenta a sus intereses y un intento por hacer creer a la gente que la relación de la selección uruguaya con la música popular empieza cuando un argentino le compone una canción tan alejada de los cánones orientales. Habiendo cantado tanto el Canario Luna, incluso el propio Jaime Roos y los Ocho de Momo, es casi un insulto a nuestra rica historia que no se cante más que la Celeste es una gloriosa malla que para dicha uruguaya el destino eligió, o que nació del barrio y del picado callejero, o que cuando juega Uruguay corren tres millones, o que queremos un grito de gol de color celeste. Hay nuevos uruguayos que no entienden el significado de lo último que acaban de leer, si es que lo leyeron.
El narrador defiende humorísticamente un montón de aspectos discutibles de las viejas épocas -la trampa, los cortitos bien dados, etcétera- pero sin embargo no desprecia el papel de la mujer, como uno podría esperar del personaje. ¿Por qué el autor obdulista fue ahí más políticamente correcto?
Siendo todos, incluso esa voz narradora, descendientes de un tipo que se hizo mundialmente famoso con el apellido de la madre por elección propia, y que dijo todas las veces que fuera necesario que en su casa la que mandaba era Doña Cata, no habría otro camino posible. Hay, desde la prédica de Que vuelva la celeste de antes y el obdulismo, una firme crítica a aquellas damas "calendaristas", hijas del infame calendario celeste y que junan los partidos para ver algún abdominal; pero nunca un mandar a lavar los platos a aquellas patronas que merecen más respeto que muchos de esos que reconocen un perfume a media cuadra o saben diferenciar más allá de los colores básicos.
Tabárez dirigió la Celeste de antes y está a cargo de la nueva. ¿Es un traidor al obdulismo o la Celeste de antes fue así pese a Tabárez?
Aquella Celeste del 90 fue una delicia, y Tabárez la supo conducir con hidalguía y pundonor. Más adelante, tomó a la de ahora y contó incluso con algunos elementos como Pablo García, Darío Rodríguez o el Chino Recoba en los comienzos. ¿Qué pasó después? Que el mundo cambió, y es como la corriente, hay veces que no se puede nadar en contra. Vino el calendarismo, el fair play, el nuevo uruguayo, el metrosexualismo, y el hombre se encontró con que ya no tenía en sus filas a gente de bigote como Revelez o Eduardo Pereira, a jugadores de ébano como el Chango Pintos Saldanha y a otros como el Patito Aguilera o el Chueco Perdomo, entre otros. A esta altura, y después de tantos años, ya hay una Celeste de antes incluso para el propio DT, porque la de hoy tiene camisetas mucho más ajustadas e Instagram, cosa que no tenían el Ruso Pérez y Andrés Scotti, por ejemplo.