En los años 90, un amigo de Gustavo Sala le mostró en Argentina el disco Repertorio de Jaime Roos, metiéndolo de esa forma en un camino sin retorno rumbo a la uruguayez. A la par de Roos llegó Leo Maslíah y detrás de ambos Hugo Fattoruso, Fernando Cabrera, Alberto Mandrake Wolf, Franny Glass, Alucinaciones en familia y muchos otros artistas que le hicieron ver al historietista de Barcelona, Página 12 y Rolling Stone, entre otros medios, que quizá valiera la pena cruzar el río. El alfajor con dulce de leche y el chivito solo fueron una confirmación.
A partir de 2011 visitaría cada vez más con frecuencia Uruguay, donde además de hacer amistades y presentaciones en vivo comenzó una insidiosa tarea de espionaje y observación del Homo uruguayensis. En las mesas de los bares y casas de amigos amontonó dibujos e historietas que parecían no tener una forma definida. Hasta ahora.
El libro Casi uruguayo (Random House) recopila todas las viñetas humorísticas que Gustavo Sala dedicó a los uruguayos y la uruguayez. Más que como guía de nuestro país para argentinos, Casi uruguayo funciona más bien como un espejo deformado que nos permite apreciar, desde una perspectiva exagerada y novedosa, esas peculiaridades a las que ya nos acostumbramos, ese grano purulento que por lo general ignoramos.
No lo hace a través de la mirada tan frecuente del porteño condescendiente ("cuiden lo que tienen, chicos") sino faltando saludablemente el respeto a todo lo que ama. Por supuesto que explota con gracia la caricaturización de la imagen uruguaya en el exterior, como la ubicuidad del mate, la austeridad de Mujica, el abuso del "bo", los cantautores de bigote o la inconmensurabilidad del chivito completo, pero tiene otros hallazgos gloriosos, como su versión de la discografía completa de Jaime Roos o el relato de cómo Fernando Cabrera generó una masacre con su cajita de fósforos.
Aunque con algo de fama de enfant terrible, debido al mediático conflicto en el que se vio involucrado con organizaciones hebreas por hacer un juego de palabras con la palabra gueto en una tira -y por su pulsión a dibujar penes de todo tamaño-, quien conozca a Gustavo Sala descubrirá que es en realidad como un gran oso de peluche. No por su tamaño y vello corporal, que también ayudan, sino porque está lleno de cariño y buenas intenciones hacia quienes persiguen el bien.
La presentación del libro será este jueves 24 de octubre a las 19 horas en Espacio Matriz (Juan Carlos Gómez 1420), con la participación de Ignacio Alcuri, Natalia Mardero, Riki Musso y Agustín Ferrando.
Esto nos dijo sobre su nuevo libro y los uruguayos, bo.
En algún momento tuviste el deseo de que Jaime Roos prologara el libro. ¿Qué pensabas decirle para convencerlo, teniendo en cuenta que de pique aparece en la tapa tomando mate a través del ano?
Nunca pensé en serio que Jaime Roos prologara este libro; habré fantaseado con esa idea, o lo habré comentado con algún amigo, pero casi en forma absurda, considerándolo como algo improbable. No me puse a pensar algún pretexto o triquiñuela para convencer al creador de las más memorables canciones rioplatenses. Ahora mismo, pienso en esto que dicen algunos, de que no hay que conocer a tu ídolo; más cuando uno tiene, como en mi caso, una fascinación casi conmovedora con la figura de Jaime Roos y su obra. Estar en un mano a mano, o acceder a su intimidad, puede generarte alguna sorpresa no deseada.
Ojalá que si el propio Jaime Roos accede al libro y se ve retratado en innumerables viñetas -porque es un poco un fetiche de este libro-, se divierta y no se enoje. Si el propio Jaime se enoja conmigo o le caen mal los chistes, se partiría mi pequeño corazón argentino, porque uno siempre desea que se enoje con uno la gente chota, del lado oscuro; cuando uno hace humor con sus ídolos y uno de esos ídolos se enoja, sucede algo triste y no deseado, que espero no sea el caso.
¿Pero qué le hubieras dicho de tener la chance de pedirle?
Nada extravagante, simplemente que sería un honor que escribiera un texto introductorio al material. No se me ocurre nada particular, más que un simple pedido sin quedar como un fan obsecuente, que creo que es lo peor. Cuando uno se acerca a una figura que admira desde hace mucho, lo peor que puede hacer es convertirse en un idiota lameculos, porque debe ser lo que más odia un artista con tanta trayectoria.
¿Ya te pasó que algún ídolo se enojara contigo y rompiera tu pequeño corazón argentino?
Hace unos años, a Fidel Nadal (cantante de Todos tus Muertos) le cayó mal una tira de las que hago en Página 12 sobre el universo del rock. Era una tira con Nadal como personaje protagónico pero desde el más absoluto amor y cariño. No era de ninguna manera una tira hecha con mala leche o nada parecido, y Fidel interpretó que estaba hecha con un espíritu dañino. Le expliqué de dónde venía un poco mi mirada y rápidamente entendió que ahí no había maldad alguna. A veces sí hago tiras con la idea explícita de ofender o de que determinado artista se enoje y casi que espero una puteada como una especie de trofeo y reconocimiento, y se produce una sensación placentera. Que se enoje un artista que uno considera un choto es un placer, y cuando sucede lo contrario es una tristeza.
Y ojo que cuando digo choto no me refiero a lo musical. Hablo más que nada de lo ideológico, o si es un artista con un discurso xenófobo o machista, porque también hay que cuidarse de no caer en convertirse en lo que uno critica. Si yo hago una tira parodiando al mundo del trap, voy a tratar no de criticar la música -que te puede gustar o no-, pero sí criticar cosas extramusicales, como esto del egocentrismo o cosas que son estúpidas y poco tienen que ver con lo musical.
Volviendo a Jaime, realmente el gran protagonista del libro por cantidad de apariciones... ¿Qué lo convierte en buen material para las tiras?
Supongo que a la figura de Jaime, más allá de su propia obra musical, una de las cosas que la hace interesante es el aura de misterio que tiene, aunque no sé si es exactamente así. Creo que aún habiendo muchas notas y la biografía sobre su figura (El montevideano, Milita Alfaro), que devoré, sigue habiendo una mitología o un lado misterioso que lo engrandece y lo hace interesante. Por otro lado, está el aspecto gráfico: ese bigote, ese pelo, esa cabellera es muy linda de dibujar, como Charly García u otros artistas que se dibujan solos; encontré en Jaime casi un personaje de historieta. No lo sufrí yo, que soy un pésimo caricaturista.
¿Dejaste algún chiste afuera pensando en que podía ser ofensivo para uruguayos?
No, tuve mucha libertad, tanto en las revistas Lento y Túnel (donde salieron muchas de las tiras) como por parte de los editores de Random House Uruguay, que no me hicieron cambiar nada. Todo lo que hay es lo que quise y no hubo nada en lo que haya dudado por herir susceptibilidades. Si eso sucediera es parte o tendrá que ver con la poca o mucha tolerancia del lector o lectora a determinado humor. Lo que sí hay que decir es que no se puede hacer humor a favor. Si hablo de los estereotipos uruguayos o las figuras de la música, si la historieta pretendidamente humorística solamente dice qué bien toca el teclado Fattoruso o qué irónicos son los textos de Leo Maslíah o qué sabrosos son los chivitos, estoy enumerando eslóganes que poco tienen que ver con el recurso humorístico y decir algo. A veces el desafío es cómo hacer humor o reírse de algo que a vos te gusta.
Pero confío en la absoluta tolerancia y humor amplio del pueblo uruguayo, que sabrá reírse de sus propias contradicciones y verá con buenos ojos estas páginas que no hacen otra cosa que compartir el amor de este argentino miserable por tantas cosas maravillosas de, como dicen algunos pelotudamente, el paisito.
¿Ves igual de tolerante al uruguayo que al lector argentino, dentro de lo que conocés?
Probablemente haya una especie de tendencia a la indignación en todos los países y seguramente Uruguay pueda formar parte de este cambio global. Ya es un tema conocido este debate de los límites de humor y que ahora un chiste que hace algunos años era moneda corriente ahora sería inaceptable y que hay gente que no tolera bajo ningún aspecto que hagan chistes sobre el Sida, la pedofilia, el holocausto, la xenofobia o el feminismo, temas que se pueden abordar de diferentes puntos de vista. Me parece que con un tema se puede hacer un chiste mal hecho o bien hecho y en todo caso la gente tendrá el derecho a indignarse si así lo considera. Creo que sí es evidente que hay cierta parte del público, que probablemente no sea el que lea este material, que se indignaría ante la sola mención de la palabra culo.
¿Pero te parece bien que algunos chistes que antes eran moneda corriente ahora sean inaceptables? ¿Creés que un tiempo atrás se hacían chistes inadecuados por falta de sensibilidad o te ha pasado a vos mismo este cambio?
En principio te diría que está bien revisar el propio material que uno hacía hace diez o 15 o 20 años. Me parece que está bien, y no hay problema en reconocerlo, que uno puede haber considerado graciosas cosas que ahora parecen una ridiculez. El clásico "chiste de putos" probablemente no es gracioso y tampoco era gracioso hace 15 años, pero el estatus quo de la época hacía pensar que sí. Dicho esto, aclaro que la figura del "trolo televisivo" de los ochenta, en programas como Hiperhumor, o Matrimonios y algo más, el clásico amanerado exagerado, siempre me pareció muy poco gracioso y era una de las cosas que más divertían al hombre argentino promedio que miraba los programas.
Hoy eso queda viejo y quizá por suerte queda viejo, igual que un montón de otras cosas. Así como otro tópico de los ochenta, el de la "bebota", Adriana Brodsky con Olmedo y otras chicas con el mismo estereotipo en programas de Porcel. Había un subtexto casi de violación, esta nena como colegiala adolescente sexualizada y un tipo grande, casi desaforado, a punto del acoso explícito. Eso que parece brutal ahora, y evidentemente un delito, era festejado por la sociedad en su conjunto o por su mayoría, sin ningún tipo de reflexión o condena. En ese sentido me parece que hay un crecimiento. Ahora, otras cosas, como cuando se condena la violencia de los dibujos animados, me parece que no.
Con respecto al remanido tema de los límites del humor, creo que se puede hacer humor con absolutamente todo. Lo podés hacer con mayor o menor éxito y con diferentes miradas. Los temas son más o menos los grandes temas. Hay algunos más blancos o inofensivos y temas más espesos y complejos, como la pedofilia o el holocausto. A mí me interesa poner el foco en la crítica a la autoridad, al abusador o al lado oscuro. Si yo hago un chiste sobre curas pedófilos, no me estoy riendo de la tragedia y del crimen de que abusen a un menor, sino que estoy, a través del chiste y además del chiste, poniendo la mira en la oscuridad de la Iglesia y las altas esferas que son cómplices y protegen esos delitos.
Hay que mitrar la cosa desde dos lugares o no quedar con lo que uno puede suponer a primera vista. Por supuesto que también hay un humor de derecha y como hay un montón de humores hay un montón de humoristas, pero creo que se puede hacer humor con todo.
¿Podemos decir entonces que suscribís esa regla de muchos comediantes, de "always punch up, never punch down", en el sentido de que las víctimas del humor de uno no sean los más vulnerables? Hay quien piensa también que eso es sobreproteger algunos grupos.
Sí, claro. Una de las cosas en la que uno puede fallar es que se interprete exactamente lo contrario, y eso puede ser porque el lector o lectora lo interpreta mal, o porque está mal hecho el chiste. También hay que hacerse cargo de que uno puede a veces contar mal, dibujar mal. Es probable que vos estés seguro de algo o de dónde pusiste el foco en una viñeta y estés diciendo lo contrario. Si hacés un chiste con un tema brutal, como la violencia de género y querés criticar al varón golpeador y se entiende que estás riendo de la mujer golpeada, ahí capaz que está mal hecho. En todo caso, lo que me parece interesante es discutir los tema, cruzar miradas, siempre y cuando haya argumentos razonables e interesantes.
Volvamos a los uruguayos y argentinos: ¿con qué clichés de los uruguayos venías cuando pisaste por primera vez el -perdón la pelotudez- "paisito"? ¿Cuáles descartaste y cuáles confirmaste?
Uno de los grandes tópicos o estereotipos del pueblo uruguayo, que son simplificaciones injustas muchas veces que se tienen desde afuera es, más allá del mate y termo bajo el brazo, esta cosa de cierta gravedad. Este tono grave, esta casi obligatoriedad del bigote frondoso y la voz cavernosa, y este discurso profundo y sentido, donde parece que lo humorístico o divertido es mala palabra. Pienso en esas figuras vinculadas con la izquierda y la canción de protesta, que generaron un imaginario del Uruguay de izquierda serio y profundo. Eso evidentemente existe, pero hay un Uruguay más cercano a Buenos Aires o a lo peor de Buenos Aires, esta cosa más frívola y pelotuda de muchos bares de Palermo.
Lo que me parece que me sorprendió es cierta amabilidad. Me arriesgaría a decir que el uruguayo es más buena onda y más amable que el porteño. Me parece que Buenos Aires es una ciudad que quiere ser más de lo que es. Quiere ser Europa y te hablan desde un lugar de pedantería y superioridad. Creo que Uruguay quiere ser Uruguay, simplemente. Me gustaría pensar que es así, por lo menos.
Siendo "casi uruguayo", ¿qué es lo que creés que hace más un argentino con un uruguayo: ¿ser condescendiente con él, idealizarlo demasiado o valorarlo en su medida justa?
Creo que muchos argentinos se consideran superiores al uruguayo. He tenido más de una discusión rebatiendo esa idea estúpida, que dice que Uruguay es una provincia argentina o "para qué ir a Montevideo si es lo mismo que acá", ese pensamiento casi facho donde sale lo peor del argentino pedante, canchero, ególatra. Que mira al Uruguay desde un pedestal, desde arriba. Me parece que Uruguay es un país absolutamente distinto, por más que, es una obviedad, comparten cosas del río de la Plata y son países hermanos, pero al mismo tiempo tienen identidades muy personales. Esa es una de las peores cosas que muchos argentinos tienen: esa mirada despectiva.
Además de Jaime Roos, el libro está lleno de chistes sobre Defensor y varias alusiones al escritor Ignacio Alcuri: ¿tu público objetivo es el vecino de Parque Rodó de izquierda moderada, de clase media o media alta, no muy efusivo y probablemente con casa en el balneario Las Flores?
Sí, podría decir que Nacho Alcuri es el primer lector, no sé si el ideal o definitivo pero seguramente el primero. Como fue uno de los primeros amigos que hice y con el que compartimos muchos proyectos, el libro está empapado de "alcuridez", si es que es posible esa expresión. Después que lo lea quien sea. Ojalá este material salga del circuito comiquero habitual donde uno se mueve. Ojalá que el público no entrenado a leer historietas o que no tiene los códigos habituales del cómic lo lea. Que se ofenda, me quiera pegar y no lo pueda hacer porque voy a estar lejos de Montevideo en mi mansión lujosa y llena de esclavos indocumentados en el barrio San Cristóbal de Buenos Aires.
Martín Otheguy
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