Por Martín Otheguy
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Paul Auster cree que su último libro es un elefante. Y tiene razón: con casi mil páginas y un kilo y medio de peso, es el tipo de libro que uno no puede llevarse a una ronda de prensa en Buenos Aires sin temor a que lo cobren como equipaje aparte, o que uno no logra leer en la cama por las noches sin sentir una opresión -literal- en el pecho. Y sin embargo, 4 3 2 1 es un elefante deslizándose por una avalancha. Cuando las cuatro historias paralelas que lo componen comienzan a rodar, el libro se vuelve ligero, imparable, acelerando en la pendiente por la masa combinada de sus cuatro relatos.
4 3 2 1 (Grupo Planeta) contiene cuatro novelas que son en realidad una sola. Las cuatro narran la historia de Archie Ferguson, nacido en New Jersey en la década de los 40, que crece a la sombra y a la luz de los grandes sucesos de la política norteamericana de los 50 y 60 mientras lucha con las mismas interrogantes e incertidumbres que cualquier niño o adolescente: los placeres y dolores del crecimiento, el descubrimiento de la amistad, el despertar del sexo, las tribulaciones familiares, la pérdida de los seres queridos, la búsqueda de identidad.
En cada una de las historias, sin embargo, la vida de Archie Ferguson toma un camino distinto debido a las circunstancias que lo rodean, las decisiones que toma o la irrupción de lo inesperado. Paul Auster, el escritor que una vez dijo que "nada es real excepto el azar", decidió llevar su obsesión por "el mundo en las sombras de lo que pudo haber sido" a la creación de cuatro historias posibles del mismo personaje, cuatro entre las infinitas posibilidades que tiene una vida. Y en el camino, invita al lector a jugar con él y observar cómo a nuestro costado, en esta aventura de la que conocemos una sola versión, viajan los fantasmas de lo que pudo haber ocurrido. O a pensar, como diría el mismo Archie Ferguson, en "qué cosa tan extraña, qué raro es el hecho de estar vivo".
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Paul Auster habla con suavidad, en un ritmo casi hipnótico, con la misma cadencia musical de su prosa. Tanto en la entrevista en un hotel porteño como en su presentación en la Feria del Libro de Buenos Aires, ocurrida un día después, parece sentirse a gusto y feliz de estar presentando su última novela. O, como él mismo aclara, "más feliz que nunca". Auster diría, claro, que la historia de su visita a Buenos Aires pudo ser distinta, que no necesariamente tenía que ser así. Que podría haber dormido mal la noche anterior o haber tenido un accidente o recibido alguna mala noticia que cambiara el curso y la naturaleza de la conversación. Pero en la versión que nos tocó vivir, al menos, Auster explica el nacimiento de su primera novela en siete años con entusiasmo y amabilidad.
Luego de Sunset Park (2010), Auster publicó tres libros de no ficción, entre ellos dos autobiográficos: Diario de invierno e Informe del interior. "En esos dos libros autobiográficos, por primera vez en mi adultez, conscientemente intenté pensar en mi infancia y excavar en material que creí que estaba inaccesible para mí. Descubrí un número sorprendente de cosas que no pensé encontrar, aunque por supuesto que la mayoría de nuestra vida temprana queda borrada y ciertos recuerdos destacan por su significado emocional en aquel momento. Pero siento que estaba arando el terreno con esos dos libros, y eso es lo que hizo posible a este último. Si no hubiera estado explorando mi propia niñez, no me hubiera sentido tentado de escribir una novela con una versión ficticia de ese período", cuenta Auster.
Pese a que se trata de cuatro historias paralelas, en las que una misma persona pasa por vidas similares pero con desvíos importantes en sus caminos (que modifican tanto su orientación sexual, como el tipo de relación amorosa con la misma persona, el vínculo con sus padres o circunstancias muy trágicas) Auster no hizo un esquema ni planificó al detalle lo que escribiría. "Tengo que enseñarme a mí mismo cómo escribir cada libro mientras lo hago. Eso lo hace atemorizante y también lleno de aventura. Hay escritores que planifican todo, pero yo no puedo. Yo improviso. Y descubro los libros mientras los hago", explica.
Estos recuerdos -o, como Auster les llama en 4 3 2 1, "fantasmas que viven en la memoria, seres inmateriales sin piel ni hueso ni corazón"- se convierten en ficción mediante un proceso que el escritor compara con una operación a corazón abierto. "Es casi como abrirse para que el mundo entre, y que a su vez lo que sea que esté guardado adentro salga. La única manera de escribir poesía o ficción es entrar en un estado en el que uno desaparece. Hay que olvidarse de uno, dejar atrás el ego. A no ser que entres en ese estado, no podés escribir literatura, porque hay que abrirse tanto como para lograr entrar en las mentes y almas de otras personas, y cuando esas personas son imaginarias hay que usar la inteligencia creativa en formas que van más allá de la inteligencia (tradicional)", aclara.
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La génesis de 4 3 2 1 puede rastrearse en realidad a un hecho mucho más antiguo en la vida del escritor que sus textos autobiográficos, al evento que quizá sea la piedra fundacional de toda la literatura de Auster. La anécdota está narrada en su libro El cuaderno rojo (que resalta el poder de las coincidencias y el impacto de lo inesperado) y regresa en forma ficticia en su última novela. Cuando el escritor tenía 14 años y se encontraba en un campamento de verano con un grupo de adolescentes de la misma edad, una tormenta eléctrica los sorprendió en medio del bosque. Decidieron entonces arrastrarse debajo de un alambre de púas para llegar a un claro. Cuando Ralph, amigo del joven Auster, cruzaba el alambrado veinte centímetros por delante de él, un rayo cayó en el cerco y lo electrocutó, matándolo al instante. De haber caído tres segundos después, no habría Paul Auster, ni sus libros, ni este artículo que están leyendo.
Para Auster ese fue el hecho más significativo de su vida, el que le enseñó cuál es la "mecánica de la realidad". En la conferencia de prensa posterior a la entrevista, Auster recordó que aquella experiencia le mostró la fuerza de lo inesperado en la vida y las consecuencias luminosas o trágicas que puede tener. Gran parte de su literatura -y especialmente su última novela- es una exploración del impacto de los sucesos inesperados en las vidas de las personas, no como un hecho mágico o metafísico sino como un recordatorio muy real de la forma en que funciona el mundo.
"Me cambió la vida, Entendí que el piso en el que caminaba, que creía sólido, no lo estaba en absoluto y que cualquier cosa le puede pasar a cualquiera y en cualquier momento, y que incluso un joven prometedor de 14 años puede perder la vida sin mediar ninguna razón", dijo. En 4 3 2 1, Auster se enfrenta a este hecho por primera vez en la ficción e indaga en las formas en que un acontecimiento de esta naturaleza puede cambiar el curso de una vida, como lo hizo en la suya propia, moldeando buena parte de su literatura.
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A pesar de tener una veintena de novelas publicadas, cada vez que termina una de ellas Paul Auster se pregunta si el pozo de su imaginación se secó finalmente. Al igual que sucede con uno de los Archie Ferguson de su último libro, convertido en escritor (los cuatro lo son, de una forma u otra), cuando finaliza la última página cree que no será capaz de volver a tener una idea.
"Diste a luz y estás vacío", comenta a Montevideo Portal. "Pero como dice Ferguson en forma humorística en la novela, das a luz a un niño que no va a crecer. Está vivo para vos solo mientras estás trabajando en él y una vez que terminaste ni siquiera te pertenece. Hay esa sensación de vacío, y como tenés que darlo todo -no podés contenerte escribiendo una novela- para el momento en que terminaste no te queda nada. Y pensás que es imposible que puedas imaginar otra historia. Bueno, pasa que en mi caso, como el de muchos otros escritores, el tanque empieza a llenarse nuevamente después de semanas, meses o años", agrega.
En este momento, otra novela se está formando en la cabeza de Auster ("una muy diferente, con un enfoque totalmente nuevo a las anteriores"), pero no puede comenzar a escribirla. "Tengo que esperar, tengo que sacar este otro libro de mi sistema. Si empiezo mi próxima novela ahora, no va a funcionar. Debo darme más tiempo, pero mientras tanto estoy escribiendo algo más, algo que me apasiona, pero que no es ficción", cuenta, en relación al ensayo que prepara sobre Stephen Crane (1871-1900), al que considera el primer escritor estadounidense modernista. "Como murió tan joven -a los 28 años, imaginen- uno no llegó a ver cómo se hubiera desarrollado su carrera", dice Auster, siempre obsesionado con el "qué hubiera sido si".
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Mientras 4 3 2 1 tomaba forma, el escritor cubano Leonardo Padura publicaba un libro de ensayos y artículos titulado Yo quisiera ser Paul Auster. En él, se lamenta que por ser cubano y vivir en Cuba nunca le sucederá lo que a Paul Auster, al que los periodistas no le preguntan sobre el régimen de gobierno en Cuba o el funcionamiento de la economía de la isla sino sobre béisbol, literatura, jazz o el proceso creativo.
Sin embargo, con la llegada de Donald Trump, a Auster también le resulta difícil que sus conversaciones sobre asuntos políticos no sean monotemáticas. Incluso su última novela, que retrata muchos de los conflictos raciales y políticos ocurridos en los 60 en Estados Unidos (a veces en forma demasiado pormenorizada) puede verse a la luz de los acontecimientos actuales en su país.
"Lo que descubrí cuando creaba la novela es que si bien estaba escribiendo sobre cosas que pasaron hace cincuenta o sesenta años, Estados Unidos no ha cambiado sustancialmente. Todavía estamos luchando con los mismos problemas inextricables que siempre hemos tenido. Los 60 fueron un tiempo de tremendo conflicto y desacuerdo, con dos lados opuestos más o menos iguales en fuerza. Estamos en ese tipo de situación ahora", cuenta. Incluso debió cambiar el título de su novela (que originalmente era Ferguson) debido a los hechos ocurridos en el pueblo de Ferguson (Missouri), donde un policía asesinara a un estudiante negro desarmado en 2014. "Aquí estaba entonces el presente afectando la forma en que pensaba sobre el pasado; fue una forma horrible de aprenderlo. No hemos cambiado", explica Auster.
En cuanto a la inevitabilidad de Trump en las conversaciones, Auster dice que no le molestaría hablar al respecto, pero que en Estados Unidos "no ponen a los escritores en la televisión". "Los escritores están por fuera de la conversación nacional en este momento. No existimos a los ojos del público de los grandes medios. La gente lee y hay escritores fantásticos en Estados Unidos pero estamos al margen, lo que en cierto aspecto está bien; me gusta estar por fuera".
Cuando va a otro país, el asunto es distinto. En una entrevista en la BBC previa a las elecciones estadounidenses (en la que aparece temblando literalmente) el escritor predijo que Trump ganaría, basándose en las fallas de las encuestadoras respecto al Brexit. Ahora, ya con Trump en la Casa Blanca, tiene una metáfora para ilustrar lo que está ocurriendo en Estados Unidos: "Hasta ahora, los estadounidenses creíamos en la solidez de las instituciones. Creíamos que todas las cosas que nos sostuvieron -excepto en el período de la Guerra Civil- eran de granito. ¿Pero qué si todo este tiempo esas construcciones que creíamos de granito estaban hechas en realidad de jabón? ¿Y qué pasaría cuando Trump y su equipo llegaran y apuntaran con sus mangueras a esas edificaciones? Se derretirían y perderían entre las alcantarillas de la calle. Bueno, jóvenes, las mangueras están abiertas y las paredes se están derritiendo".
Por Martín Otheguy
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