Contenido creado por Belén Fourment
Entrevistas

Me llaman calle

Con Mónica Navarro, por el estreno de “Calle”

“Por ahí me dicen que hacemos tango rock, pero no lo sé”, dice Mónica Navarro, que el sábado 22 de marzo presentará su tercer disco, “Calle”. Antes del show en la Sala Zitarrosa, la cantante habló con Montevideo Portal de sus vaivenes musicales, de la psicósis de “Cambalache” y del cáncer y la “parsimonia” que lo rodea.

15.03.2014 13:30

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2014-03-15T13:30:00-03:00
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Es flaca, y el negro de su ropa lo acentúa. Pero la atención se vuelca a sus lentes, su abrigo y sus labios de color fucsia chillón, o a su risa, una constante y estruendosa carcajada que se hace lugar en cualquier tema que se toque. Está impertinente, dice, y regocijante; entusiasmada con todos sus proyectos, desborda de energía. Aunque ahora cante tangos, esta argentina de historia uruguaya, Mónica Navarro, sigue siendo rock.

Actuó, cantó (¿bailó?), trabajó en lo que pudo, decidió instalarse en el país, se enamoró, tuvo una hija, se separó, fue del under al auge y viceversa compartiendo escenario con Tabaré Rivero y calzándose el mameluco en La Tabaré, enfrentó al cáncer dos veces, y hoy vive sacándole beneficios a todo eso. El próximo sábado 22 de marzo presentará oficialmente "Calle", su tercer disco, en la Sala Zitarrosa, en un show a beneficio para el hospital de Colonia. Esa fue la excusa para dialogar con Montevideo Portal, y hacer un repaso por su carrera.

Extender la mano

Mónica y sus músicos realizaron una gira por el interior, y por ese motivo llegó a Colonia una semana antes del show, para hacer prensa. En ese tour conoció a la periodista Claudia Mignone, además paciente oncológica, quien le contó que estaba trabajando en una campaña para recaudar dinero para comprar un criostato (un costoso aparato que congela tejidos para ser estudiados) para el hospital de Colonia. Y a la cantante, que bien conoce esa enfermedad, enseguida se le prendió la lamparita. "Entonces estamos agitando a todo el mundo", dice en diálogo con Montevideo Portal, y se ríe, como hace la mayoría del tiempo.

Su médico le dijo que tenía cáncer por primera vez en 2008. Su historia, contada desde el punto de vista del periplo que pasa el cabello durante los agresivos tratamientos, está registrada en el documental "Ellas, el cáncer, el peluquero", de Álvaro Carballo. "A Alvarito lo conozco desde que era un bebé", cuenta, y hace gestos para recordar cómo tenía el pelo aquel chico al que conoció en Radio X, cuando "yo estaba todavía en La Tabaré".

Alvarito, como le dice, le contó su idea y ella se trepó al barco, por una cuestión personal: "lo hago por una profunda necesidad mía de decir ‘pasé por una situación que no estuvo buena: por algo la pasé'. Mi compromiso es con hacer cosas, me agarró por ahí. También me agarró por el lado de que me recontra cago del embole cuando escucho hablar de cáncer. Es todo con una parsimonia; te imaginás en el sarcófago, con el gladiolo". Y se mata de la risa.

Mónica quiere cambiar la imagen social que se tiene del cáncer, y prefiere decirle cáncer, con sus seis letras y el tilde, y no "enfermedad". "Me parece que está bueno asociar con cosas positivas; hablar de la enfermedad desde la salud, desde la información. No estoy de acuerdo con el Mes de Lucha contra el Cáncer, no estoy de acuerdo con la palabra ‘lucha'. Porque me parece que la palabra es acción, y pondría algo más lindo, como Mes de Visibilidad de, o Mes de Información de. Pero esa pelotudez de la luchadora, de ‘vos que luchás...'. Yo soy una luchadora porque soy madre y me rompo el culo laburando. Pero no hay ninguna virtud en el sufrimiento: no hay virtud en sufrir, loco. Basta con eso de las luchadoras. No me gusta ese lugar y no me interesa", afirma, con voz segura y fuerte.

De alta médica desde el pasado noviembre tras pasar por diagnósticos, operaciones y tratamientos, Mónica está feliz, "impertinente". Y el sentimiento interno se refleja en "Calle", este tercer trabajo discográfico, a diferencia de lo que fue el anterior, "Perra", que la encontró en uno de sus peores momentos personales.

Tormenta de mar

"‘Perra', estaba bastante poco digerible. Terminaba de grabar y me operaba; fue demente grabarlo, una locura", dice en medio de sus estruendosas carcajadas. "Y las canciones tenían que ver con la muerte, la despedida. Porque yo pensaba ‘capaz que grabo este disco y me muero'. Y decía ‘van a vender discos justo con mi muerte, ¡la puta madre!'". Se ríe, como quizás no se rió en la ocasión en que le tocó pensar eso.

"Calle", asegura, "es todo al revés". "Me siento espléndida. Estoy explotando, estoy regocijante", señala, y marca cada palabra. Encuentra una que define mejor su presente: impertinente. "Impertinente en el sentido de ‘no tengo tiempo para perder el tiempo: ¡no me rompan las pelotas!'. Vamo' arriba, y no del 'vamo' arriba' pelotudo, sino del 'disfrutemos'. Y lo digo por mí, de estar como más despierta. Ver la realidad. Estoy impertinente".

La particularidad en la gestación de este disco es que a diferencia de los anteriores, primero se priorizó la parte musical, y luego vino la voz. Eso le permitió a Mónica ver desde el vidrio a sus compañeros trabajar, y admirarlos continuamente. Cree que lo disfrutó muchísimo, aunque después se da cuenta de que eso sucedió "a destiempo", porque en el momento, el estrés la hacía sentir menos ese goce extraño que provoca trabajar.

"‘Paquetito de tangos', es como si fuera la adolescencia. Cuando lo vuelvo a escuchar me mato de la risa, porque está todo como súper apurado. Además era la primera vez que tocábamos juntos en vivo, y lo grabamos en vivo. Tiene toda la adrenalina de subirse al escenario y encontrarse por primera vez con esas caras. ‘Perra' está como en el medio, y ‘Calle' me parece un disco donde cada uno de nosotros maduró con el proceso de estar juntos, y con cosas que estamos haciendo fuera de este proyecto. Caímos todos con su ficha y fue un proceso que estuvo buenazo", comenta, repasando su discografía solista.

Otra de las particularidades es que este disco está dividido en dos actos, algo que se dio casi de casualidad. "Para armar el orden estuve hojas y hojas con muchísimas probabilidades. Cuando más o menos definí, hablando con Horacio por teléfono le dije ‘creo que me voy a quedar con este'. Y me dice ‘ay, qué bárbaro. ¿Viste que quedaron los temas que tenían sonidos arriba y abajo los más tranquis? Como antes, que los discos tenían lado A y B'. Volví a mirar el orden, corroborando cien por ciento lo que decía Hora, y me gustó pensarlo no como lado A y B, sino como si fueran dos momentos de una obra de teatro".

Hora es Horacio Di Yorio, quien se encargó del piano, los arreglos, la producción artística y la dirección musical de este proyecto, en el que estuvieron involucrados Eduardo Mauris (arreglos, coproducción y guitarra), Juan Chilindrón (contrabajo) y Nario Recoba (bandoneón).

"Por ahí me dicen que hacemos tango rock", cuenta Mónica, pero ella dice no saberlo. "Pienso que en realidad es música, que podrá tener una impronta más o menos tanguera. Capaz que es la nueva forma que se fue dando naturalmente en estas generaciones de vivir el tango, porque nosotros, el grupo, no venimos del tango. Nos fuimos construyendo juntos como tangueros. Horacio y Eduardo son más jazzeros o candomberos, Nario es más del folclore, y Chili es más rockero pero estudia mucha música clásica, y yo soy rockera pero me gusta mucho el folclore. Ahí es como que hacés un batido y te sale esto, yo que sé". Remata con una risotada.

Entre las 13 canciones que componen este álbum, resaltan dos: una versión de "Cambalache" y otra de "Miriam entró al Hollywood". Himnos, clásicos los dos, para generaciones diferentes.

"Nunca hubiera grabado ‘Cambalache' a no ser que fuera esta versión que hicimos, porque es un tango muy hecho", asegura Mónica, que recuerda que todo empezó cuando a ella se le ocurrió que la música de "Misión Imposible" estaba buena para tanguear, y sus compañeros le dijeron que eso era "un cambalache". Hablando, quisieron juntar partes de canciones conocidas y unirlas con música, "pero era demasiada información".

En medio de esa tormenta de ideas, una luz: tomar este clásico de 1934 compuesto por Enrique Santos Discépolo, y combinarlo con "Psicósis", otro clásico pero cinematográfico, de Alfred Hitchcock. "Nos parecía que ‘Cambalache' era una psicosis total", explica.

¿Cómo se sumó 'Miriam' al repertorio, cuando poco tiene de tango? "Yo amo Los Terapeutas; ‘Monstruo' lo tengo pegado al escritorio y fue la primera banda que escuché cuando vine a Uruguay. Además adoro al Mandrake, me parece una persona divina, me divierto mucho con él. Y ‘Miriam' es un temazo, y cuanto más lo escucho más me gusta. Porque no tiene una búsqueda de contarlo poéticamente, sino que encuentra la poesía por un lateral. Es un relato tan dulce y simple de ese encuentro, de esas soledades, es como sórdido", expresa Mónica.

Cuando se empezó a diseñar el repertorio de este disco, este himno de Alberto Wolf y sus Terapeutas, y ya del cancionero uruguayo, pasó por ahí, flotó y siguió su camino. Un día, Horacio lo recordó, y se decidió incluirlo. "Lloramos todos cuando hacemos esa canción, a full. Nos recontra emociona, tiene una magia particular", confiesa.

Cambiar y ser la misma

A Mónica le encanta interpretar canciones, porque le ve una similitud, o casi igualdad, con la actuación, terreno que supo explorar y que la trajo a Uruguay desde su Argentina natal, donde encontró el amor y decidió echar raíces. "Cuando empiezo a husmear, me tiene que pasar que yo pueda contar algo de mí a través de esa canción. Y soy súper obse con que no canto una canción si no comprendo todo lo que dice. A veces todo lo que dice no es lo que el otro quiso decir, pero yo tengo que poder entenderlo a través de alguna imagen", indica.

El tango le llegó a la fuerza, porque su padre era tanguero, y en su infancia del otro lado del Río de la Plata, tenía que escuchar a diario esa música, y era inevitable pensar "¡qué embole!". Además su tío, el reconocido Alberto Mancione, tenía una orquesta típica, lo que la acercaba más (aunque no quisiera) al 2x4. Y después de tanto renegar, se fue dando cuenta que conocía muchas canciones y, sobre todo, que las disfrutaba.

"Estaba embarazada de mi hija, en La Tabaré todavía. Y empezó a aparecer el tango, me presenté a un concurso que hubo, y me agarró un amor... O me empezó a pasar con el rock que de alguna manera ese era el camino, y me empecé a volcar al tango, que contaba más mi historia de grande, de mujer adulta. No con todo el rock; hay un montón de cosas que me cantan y me cuentan. Pero hay otra forma del rock que no me cuenta, que no me traduce en las letras. Y me empezó a pasar con el tango", reconoce. Aun así, el tango no le da todo lo que quiere, "en el tango no sucede todo lo que yo quisiera que suceda". Por ejemplo, iba a formar parte de "Calle" y luego no entró un estándar de jazz de "Sofisticated lady".

En el tango o en el rock, Mónica encontró la manera de vivir de la música en Uruguay, aunque le costó "mucho rato". Y aclara: "vivo del multiempleo; hacés una cosa pero hacés varias otras que están vinculadas a esto pero no son exactamente esto. Ahora estoy haciendo el programa en tevéCIUDAD, ‘Blister', y voy a hacer otro programa más que se va a llamar ‘Tangos encantados', que me va a encantar. Y doy clases, y los toques, y se va armando el combo".

"Pero a quien le debo estar viviendo de la música es al gerente que me echó de Xerox", dice matándose de risa, una vez más, la tanguera más rockera (o al revés) del país. "Porque laburé de todo: en una mediería, de encargada de un local, en una librería, de secretaria, de asistente, de productora, de lo que se te ocurra. Y hacía muchos años que laburaba en Xerox, y me llama Tabaré al laburo y me dice ‘viajamos pasado mañana a Córdoba'". La propuesta era irrechazable, porque implicaba participar de un show multitudinario junto a Fito Páez y Café Tacuba. ¿El problema? Se había reintegrado de la licencia hacía una semana, y si pedía días a su superior, la respuesta iba a hacer claramente negativa.

Entonces decidió irse, avisándole solamente a sus compañeros. Cuando regresó, "como si nada hubiera pasado", fue a ver al gerente y se le adelantó. "Ya sé todo", le dijo, antes de que éste le explicara que tenía que despedirla. Eso sí, su salida se demoró unos meses. "Ahí dije ‘bien'. Venía dando clases, pero nunca tenía el tiempo porque laburaba nueve horas, tenía ensayos y una niña chica, y estaba separada, y entonces dije ‘voy a hacer lo que sé hacer'".

Hasta hoy, amigos y desconocidos le dicen "dejate de romper los huevos con el tango, tenés que volver al rock". "Pero yo estoy re cómoda acá", explica Mónica, "y si tuviera una banda no lo viviría como algo distinto. Es todo parte de lo mismo, porque yo no soy aquella (la vocalista femenina que más duró junto a Tabaré Rivero) y esta: soy una sola cosa".

Montevideo Portal | Belén Fourment