Por Martín Otheguy
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Lisandro Aristimuño volvió en Constelaciones, su último disco, a los cielos estrellados de su Patagonia natal. Aquellos espacios abiertos que supo recrear tan bien en Azules turquesas (2004), pasaron por el filtro urbano de sus álbumes posteriores para retornar ahora la mirada a los cielos del sur, con un sonido paradójicamente más terrenal.
La mezcla de pop, electrónica suave y raíces folklóricas que caracteriza a Aristimuño adquiere un sonido más cálido en Constelaciones, basado en el sonido de la madera y apuntalado por la base rítmica que acompañara a Spinetta en los últimos años. No en vano el cantante define a Constelaciones como su disco "más spinettiano".
Su apelación a la sencillez, tanto instrumental como lírica, está a tono con las preocupaciones que rondan las canciones del álbum: las imágenes bucólicas, la conexión con la naturaleza y el elogio de los cielos, todo visto a través de los ojos de sorpresa de su hija, la inspiración detrás del álbum.
Este miércoles 1º de noviembre, Lisandro Aristimuño estará presentando Constelaciones en el Teatro Solís, luego de haber tocado en el Luna Park y de llenar ocho veces el teatro Gran Rex en Argentina. Antes, charló con Montevideo Portal sobre la importancia de mirar hacia arriba de vez en cuándo y de cómo el amor por un hijo puede transformar la vida y la forma de ver el mundo.
Así como tu disco Azules turquesas lo definías como más patagónico, y Ese asunto de la ventana más urbano, por poner dos ejemplos, ¿cómo definirías a Constelaciones?
Constelaciones tiene mucho que ver con mi hija, con su crecimiento. Yo ya había hecho Mundo anfibio (2012) para mi hija, pero era sobre ella dentro de la panza, en su mundo acuático. Constelaciones tiene mucho que ver ya con su crecimiento. Ella fue un pilar en la influencia en las letras, en esto de indagar cómo cambia la personalidad de cada uno según las constelaciones. Me entusiasmé mucho también con ese mundo de las estrellas, con esa energía del cielo, al que a veces no le damos mucha bola. Somos muy de la tierra. Una vez viajé con mi hija al sur -que entra de vuelta a mi vida, yo soy de ahí- y ella, que es porteña, que nació en Buenos Aires, miró hacia arriba y me dijo que nunca había visto "eso". Estaba viendo el cielo como realmente se ve, sin estar tapado por las luces de la ciudad. Me llamó mucho la atención su sorpresa y su alegría al ver el cielo, y me hizo dar cuenta de que es cierto que es algo realmente importante. Uno normaliza mirar arriba y ver estrellas, pero ella lo vivió como algo fantástico, como si fuera un cuento.
¿De qué otras formas te cambió el nacimiento y crecimiento de tu hija?
Muchísimo. El hecho de que tener un hijo hace madurar rápidamente. Uno ya no presta atención a cosas solo de uno o de la pareja, porque tiene alguien a cargo. También me sirvió mucho el diálogo, la comunicación con ella para escribir, porque es una persona que está aprendiendo a hablar, a escuchar y armar oraciones. Eso me impacta mucho y sin querer te convierte en maestro, te lleva a enseñarle todo el tiempo. Eso te saca un poco de tu ego. Yo no pensé que iba a amar tanto como esto. Te cambia el amor hacia todo, y en ese sentido crecí del corazón, de no poder creer cuánto se puede amar a ese ser.
En lo musical creo que fui más frontal en las letras, no tan metafórico como en otros álbumes. También porque creí que mi hija lo iba a entender mejor si decía las cosas más directas, con menos capas. No tiene una doble lectura el disco, y en ese sentido me influyó. Quise lograr que ella lo entendiera sin camuflajes.
Retomás también en el disco una conexión con la naturaleza. ¿Fue una declaración de intenciones?
La naturaleza siempre la tuve muy presente. De algún modo está en mis discos anteriores. Yo soy muy defensor de lo natural, de lo que nos sucede, y el cielo, con sus constelaciones, fue una forma de volver a lo simple que no es tan simple. Eso de que uno se cree tan importante y sin embargo ‘mirá lo que hay alrededor'. Es volver a concientizarse de que somos simples animales en un terreno y lugar que hay que cuidar. Eso es lo que más me gusta cada vez que escribo, que tengo la posibilidad de dar ese mensaje.
Es el primer disco que no producís vos solo, en que sumaste a un coproductor. ¿Por qué?
Después de Mundo Anfibio, que fue un disco de muchas capas y mucho trabajo atrás, me quedé un poco seco de conceptos e ideas. La aparición de Ariel Polenta, el coproductor, fue importante porque me sacó de ese ocio. "Ya va a llegar la música", pensaba. Y él me dijo: "Las canciones llegan cuando vos querés". Me impulsó mucho, me activó. Escuchó mis ideas en la guitarra y me motivó a grabarlo ya.
¿Cómo es ese trabajo de composición para vos? Ben Gibbard, de Death Cab for Cutie, por ejemplo, compone como si fuera un trabajo de oficina, de 9 a 5 todos los días. ¿Te funciona algo así?
Por eso me sorprendió tanto, porque yo laburaba en ese sentido, de que "la música va a llegar". A veces no me salía nada y pasaban los meses y tenía unas pocas ideas locas dando vueltas. Y en este caso la presión de laburar con otra persona te hace sentarte a practicar, trabajar, y al final te sale. Encontré esa búsqueda que quizá me dio la madurez. Yo creía que no podía y me di cuenta que puedo también hacer una canción cuando quiero, o al menos desarrollar una idea. No me daba cuenta, pero tenía las herramientas para hacer eso.
Trabajás en forma independiente. ¿Qué te sucede con la música usada como terreno para alimentar la cultura de celebridades que vivimos hoy en día?
Creo que eso es algo que alimentaron también las compañías, esas cosas del rockstar, del personaje, que quizá en un momento lo valía pero ahora queda incluso un poco desubicado. Me interesa la fuente, la música en sí, no el personaje. Me gusta más la música con cero personaje. En mi caso no me moviliza alguien porque tenga el pelo de color violeta, yo qué sé, aunque hubo grandes comuniones de eso como David Bowie o Bjork, que usaban su cuerpo como imagen. Pero es gente de otra galaxia.
En tus últimos recitales hiciste alusión varias veces a Santiago Maldonado. ¿Cómo viviste la resolución de ese tema?
A cualquier persona con corazón le importaría alguien que desaparece y no se sabe cómo. No me entra en la cabeza que sea distinto. Soy un defensor de los derechos humanos y me gusta que mi música esté ligada a eso. Seas de lo que seas hay un derecho que pasa las fronteras de lo político. No me parece que sea humano, que sea bueno, de otra forma, y lo que pasó me parece muy triste. Y hay gente que tiene que hacerse cargo, asumir lo que sucedió y no hacerse los boludos.
Por Martín Otheguy
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