Pionero de la alegría

Para los uruguayos y argentinos más veteranos, el sonido de la bossa nova y la cálida voz de Vinicius de Moraes, significan mucho más que un disfrute o pasatiempo de melómanos. Vale como un pasaporte a un tiempo de (todavía) vacas gordas, en medio de un abigarrado panorama artístico y cultural dotado aún de cierta inocencia. Una suerte de Belle Epoque meridional y minoritaria, que periclitaría lentamente hasta ingresar en la noche de los años de plomo.

En 1959, Vinicius de Moraes compuso su inolvidable "A felicidade" en su apartamento de Solano Antuña y Benito Blanco, donde residía en su calidad de diplomático brasileño en nuestro país, circunstancia que le hizo permanecer entre nosotros algunos años. Según recuerda De Moraes en anécdota recogida en la obra, esa canción fue la más cara de cuantas compuso, porque fue creada merced a varios y prolongados telefonemas con Tom Jobim, quien residía en San Pablo.

Por aquel entonces, faltaban todavía diez años para que Liana Wenner, autora de "Nuestro Vinicius" llegara a este mundo. Sin embargo, a pesar de no integrar la "generación bossa nova", se vio temprana y beneficiosamente influida por el género, y por una frescura musical que parece siempre joven.

"Si bien es cierto que para sus contemporáneos la obra de Vinicius tuvo una intensidad mayor que para las generaciones posteriores, creo que se trata de una obra de arte imperecedera", asegura Wenner, cuyo libro se aparta deliberadamente del rótulo de la biografía. Porque si bien aborda la vida del poeta y músico Vinicius de Moraes, se detiene especialmente en su prolongada y fecunda relación con la región del Río de la Plata, y lo hace a través de una serie de testimonios, anécdotas y narraciones que conservan toda la esencia y vitalidad del intenso y bohemio vate, circunstancia infrecuente en biografías compuestas de forma más convencional.

La niña y el tocadiscos

"Siendo muy chica comencé a escuchar el LP La Fusa, y no porque lo pusieran mis padres, sino por mi propio deseo", recuerda la autora. Ese trabajo discográfico, grabado por Vinicius, Toquinho y María Creuza, recopilaba el repertorio abordado en el boliche homónimo, presente en Buenos Aires y Punta del Este. La Fusa fue uno de los discos más vendidos de su tiempo en Argentina, y en opinión de Wenner "emanaba vitalidad, sentimientos solares y esplendor de los cuerpos, belleza", además de "algo que yo en ese momento, por ser chica ignoraba, pero estaba ahí: emanaba erotismo".

La década de 1970 ya estaba avanzada cuando la pequeña Liana Wenner escuchaba las cálidas voces del trío brasileño en su tocadiscos de plástico anaranjado. Ciertamente, la realidad a ambas orillas del charco era bastante menos simpática y acogedora que la música de bossa nova. "Lo escuchaba en una época muy dura en Argentina, a comienzos de los 70, donde el ambiente era muy denso, claustrofóbico", explica la escritora. "En mi casa había una cierta tensión en los adultos, que se percibía más allá de que ellos no mencionaran algunas cosas". En medio de tan ominosa coyuntura social y política, los universos musicales que Vinicius construía en el aire "eran una carpa de oxígeno, una endovenosa de vida, me trasladaban a un mundo en que vivir era algo bello, y no un peligro", recuerda. Y ese regalo de paz a través de la música no cayó en el olvido. Por ello, décadas más tarde, Wenner decidió ir a buscar a Vinicius de Moraes. Por eso "Decidí escribir un libro, conciente de que yo tenía una deuda con Vinicius, por todo lo que me había trasmitido en esos momentos tan difíciles".

Nuestro Vinicius


A la hora de poner manos a la obra, Liana procuro el testimonio de quienes lo habían conocido de cerca, tanto en Uruguay como en Argentina. Esa búsqueda la puso en contacto con personas que habían compartido parte de la vida de Vinicius, y fuera en su actividad diplomática, artística, o nada más -ni nada menos- que la amistad. "En nadie encontré resquemores, odios o peleas soterradas. Todos recordaban a un Vinicius generoso y muy expansivo con sus amigos", explica. Si bien el don de gentes y la bonhomía del poeta, su vida -como la de todos- no carecía de aspectos negativos. "Fue un padre ausente, cosa que quizá esté en el debe de su vida, en la parte más oscura", señala Wenner, recordando los múltiples matrimonios de Vinicius, y lo alejado que vivió de su descendencia. "A los hijos no les daba bola" fueron las textuales palabras que la autora escuchó de uno de los amigos uruguayos del compositor.

Otro de los ingredientes que formaron la vida de Vinicius -y que es de público y notorio conocimiento- fue sin duda el alcohol. Dipsómano inveterado, el autor de "Garota de Ipanema" no conocía límites a la hora de enfrentarse al whisky.

Sin embargo, y a pesar de esa falta a los deberes paternos "lo que me transmitieron todos los contemporáneos, amigos y gente que compartió su vida, fue la impresión de una persona muy generosa, en especial con los jóvenes. En ese sentido, recordó el "reclutamiento" del entonces adolescente músico uruguayo Ricardo Lacuan a mediados de los '70. "Ricardo tenía 17 años, e interpretaba en Punta del Este temas del disco La Fusa". El brasileño habría quedado fascinado, al extremo de declarar para la prensa brasileña que había conocido un nuevo Joao Gilberto, "y se lo llevó a Brasil, a Rio de Janeiro, lo que provocó muchos celos en Toquinho", compañero habitual de Vinicius. "Lacuan tocó un par de temporadas con Vinicius en Brasil", y también posteriormente en varias presentaciones en Punta del Este, Montevideo y Buenos Aires. "Vinicius, siendo un hombre consagrado, le abrió la puerta a ese jovencito, que era un virtuoso, pero un perfecto desconocido". Esa apertura y generosidad "era una característica de su persona", relata Wenner.

Mártir y aristócrata

"Vinicius, Poeta en Buenos Aires, seguía siendo un mártir de la belleza y un aristócrata del intelecto", se lee en la página 55 del libro. "Lo de mártir lo dijo él mismo", explica la escritora, en cuya opinión "Si era preciso morir por la belleza, estaba dispuesto a morir", señalando que esa belleza que lo merecía todo podía ser "el amor a una mujer, escribir poesía o cantar bossa nova". A lo largo de la vida del artista "el apasionamiento, el poner el cuerpo en todos sus actos vitales, en el amor de la poesía, en el amor carnal", lo sometería no pocas veces a situaciones cercanas al martirio.

Y si de martirios se trata, basta con mirar los comienzos artísticos de Vinicius, y la poco piadosa crucifixión que padeció por parte del establishment cultural de su país y su tiempo. "Cuando comienza a cantar y a divulgar su poesía, los poetas consagrados de Brasil no lo entienden, y lo disminuyen con el mote de poetinha", relata acerca del prolongado e ingrato camino que la obra de De Moares debió transitar en ciertos círculos, antes de su consagración. Pero los sinsabores no se limitaron al mundo de las artes. "Algunas de sus mujeres lo esquilmaron económicamente tras separarse de él, aunque ese tipo de cosas Vinicius no se las tomaba demasiado a pecho, las consideraba como ‘daños colaterales', parte del debe y el haber de todas las relaciones humanas", afirma la escritora, añadiendo que el músico "no se victimizaba" por tales situaciones.

En cuanto a la "aristocracia intelectual" del brasileño, Liana detalla que "Nació en 1913, en una familia que si bien no era de la aristocracia brasileña, pertenecía a una burguesía acomodada, al punto de que lo manda a estudiar a Suiza y Oxford". Sin embargo, siendo ya adulto, a fines de los '50 y con un divorcio a cuestas "decidió empezar a cantar" y esa canción estuvo mas próxima a lo popular de lo que cabría esperar "de su educación, de una persona formada con una educación tan estricta como la que impartían los jesuitas en los colegios".

La mixtura de una refinada cultura clásica y ricos elementos de la cultura popular brasileña, queda palmariamente de manifiesto en su "Orfeu da Conceição", que fuera adaptada al cine con el nombre de "Orfeo Negro". Cierto crítico cargó contra Vinicius a causa del "pecado" de abordar un tema popular brasileño a través de un clásico griego, que para más INRI el autor había leído en francés. "Yo soy eso" habría respondido el poeta.

Desde el norte con amor

Vinicius de Moraes y sus compañeros de "bossa" tuvieron el merito de seducir -con su arte y su personalidad- a una sociedad rioplatense con veleidades europeas, formal, gris y hasta encorsetada, trayendo un vivificante soplo cálido y un mensaje de amor y disfrute de la vida. Wenner explica este fenómeno subrayando que "los jóvenes fueron quienes más se identificaron con Vinicius, y quienes integraban la mayoría de su público", en una época en que el tango, ritmo urbano por excelencia en el ámbito platense "ya estaba en baja entre la juventud".



A modo de ejemplo del ascendente que de Moares tenía entre los más jóvenes, recordó un concierto que realizó en la ciudad Córdoba, poco después de los incidentes del denominado "Cordobazo", ocurrido en mayo de 1969. Allí "Vinicius se presentó en un ciclo de conciertos gratuitos organizados por la Universidad", refiere Liana. Dichos recitales se hacían en una cancha de basquet, con capacidad para unas cinco mil personas". A la hora que debía presentarse el brasileño "El lugar estaba abarrotado de jóvenes, y los que habían quedado afuera se subían a las columnas de alumbrado para ver". En la ocasión, Vinicius saludó "a mis cordobeses y mis cordobazas", ganándose la simpatía del público local, a pesar de que el horno no estaba para bollos ni juegos de palabras.

Altas pasiones

"El amor debe ser infinito mientras dure" supo decir Vinicius de Moraes. Para Wenner, esta frase puede ilustrar el modo en que el artista encaró su paso por la vida. "Vinicius vivió en absoluta coherencia con su obra, en ambas puso esa misma pasión". Para la autora, cabe la posibilidad de que un artista viva de una forma que no vaya en consonancia con su obra, pero de Moraes no era así", quien vivió "con la misma intensidad, pasión y honestidad que tiene su obra".
"Puso el cuerpo" resume Wenner, resumiendo la valentía y franqueza con que el inolvidable poeta caminó por el mundo.

Gerardo Carrasco/Montevideo Portal

La autora
Liana Wenner nació en Buenos Aires en marzo de 1969. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires. Es periodista cultural y de espectáculos. Trabajó para diversos medios como Graffiti (Montevideo), Línea, Así y Gabo. En radio, dirigió la columna "Feos, sucios y malos", destinada a difundir poetas jóvenes. Traductora de inglés y portugués, también dicta clases de literatura en establecimientos educativos dependientes del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como emprendedora cultural.

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