Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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Tras Graffiti, aquel álbum que sirvió para que Los Estómagos, Los Traidores y Los Tontos, entre otros, tuvieran su bautismo (o primera comunión) en la industria discográfica, el sello Orfeo publicó cinco recopilaciones más.
Sin duda, Rock 3, que obviamente fue el tercero de la saga, fue el más escuchado, aunque quizás a destiempo. Ahí estaban, junto a bandas que hoy pocos recuerdan, el primer Níquel, el Cuarteto de Nos, Los Tontos, Guerrilla Urbana, con ese uppercut que fue "Razzia", y Los Invasores, unos canarios que un ovni trajo de Suárez, con "Invasores" y "El ejecutivo", un manual de punk pop que debería enseñarse en las escuelas de rock el día que se inventen.
Los que llegaron tarde a la década del 80 poco supieron, más allá de este material, de Los Invasores. En los primeros años de los 90 circuló una cinta muy mal grabada y peor copiada, que el tiempo y la desidia de sus propietarios hicieron que pasara a la categoría de inconseguible. Pero ahí estaba la semilla, y la leyenda creció, regada por historias, sin duda falsas, y misterio.
En 2006, el sello estadounidense Lengua Armada publicó un 7'' con cuatro canciones y Los Invasores volvieron a sonar, con la legitimidad que da el vinilo, en los oídos de los iniciados. Y ahora, a casi 30 años de su último show como Los Invasores, estos punks a regañadientes regresan a presentar el disco que pudo haber sido. Después, dicen, no habrá más.
Leonel Madera, bajista invasor aunque guitarrista en Kamuflaje, una banda de metal con raíces en Canelones, aclara que no son una banda. Tras aquel boom de los 80, algunos de ellos dejaron de tocar, y otros tomaron distintos caminos. Él trabaja, desde aquel entonces, en un frigorífico, el baterista tiene una vidriería en Suárez, el guitarrista se dedica al diseño gráfico y el cantante "ha trabajado en mil lugares".
Eran una banda, sí, a mediados de los 80, e incluso antes, aunque pocos sabían de su existencia. "En el 85, cuando salen Los Estómagos, digo ‘puta madre, yo vengo haciendo esto desde hace 10 años’".
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Es raro que una banda que no pasó del under vuelva a reunirse 30 años después, pero ¿por qué no? ¿Cómo se gestó el reencuentro?
El batero y yo vivimos en el pueblito de Suárez, Jorge Ramos, el cantante, vive entre Suárez y Pando, por la Ruta 8, e Ismael [Vaucher], que es el guitarrista, vive en Montevideo. Después de la separación, si me encontré tres o cuatro veces con Jorge es demasiado. Cada cual hizo su vida. A mí, la música me llevó por otro lado, diferentes gustos musicales. Pero cuando se cumplieron 25 años de la disolución de la banda, por esas casualidades nos cruzamos con Jorge. Él estaba en la calle, cerca de mi trabajo. Paré la camioneta y nos pusimos a charlar. Esas conversaciones de amigos de toda la vida, y me dice "pensar que hace 25 años que tuvimos el último toque. Estaría bueno, por lo menos, hacer un asado". Juntarnos, vernos la cara y ver qué pasó en toda esta historia. Yo no sabía nada de la vida de él. Pusimos una fecha, porque esa es otra, decís de juntarte con tus amigos y nunca ponés una fecha. Nos juntamos en mi casa, para recordar que 25 años atrás habíamos tenido una banda. Y en mi casa tengo un home studio, tengo todo, así que después de ese asado y esos vinos nos fuimos a joder un rato, como los viejos que quieren jugar al fútbol y patean unos tiros. Igual. No nos acordábamos de nada, salvo el Cali [Ricardo Illa], el batero, que tiene una memoria extraordinaria, y se acordaba de algunas letras. Pedazos de nada. Y el Jorge dice "que casualidad, tengo una letra acá, vamos a hacer algo nuevo. Y en esa tarde compusimos un tema, nos divertimos, rememoramos aquella época. Y en esa locura planteo: "¿Por qué no hacemos el disco que nunca pudimos hacer, y nos damos el gusto ahora que tenemos todos los medios?", para demostrarnos, a nosotros mismos, lo que podríamos haber hecho.
Buenísimo, nos empezamos a juntar. Eso fue por 2014. Después Jorge tuvo unos problemas personales, y retomamos a mediados del año pasado. Lo que habíamos grabado a mí no me convencía, así que lo volvimos a hacer. Y este año Mauro [Correa, de Bluzz Live y ex baterista de Pirexia], que es un fanático de la banda nos ofreció Bluzz, para que tocáramos ahí. La historia es que hicimos un disco con 14 canciones de aquella época y la canción del reencuentro.
¿Qué edad tenían cuando dejaron Invasores?
Cuando cortamos con Invasores fue cuando nació mi hija, tenía 22 años. Éramos unos niños.
Unos gurises, y además del interior, que para moverse en el rock montevideano la tendrían bastante complicada...
Sí. Yo siempre comparo con el día de hoy. Para mí, estando en Suárez, en aquella época, ir a Montevideo era como ir, hoy, a tocar a Buenos Aires. Igual. Todo era lejos, todo tarde. Todo era un huevo. Teníamos ese tiempo libre extra que lo utilizábamos para hacer música, que nos encantaba.
Era también difícil acceder a los discos, las revistas...
Tuve la suerte de que mi prima es multiinstrumentista, y yo desde los 5 años toco acordeón, piano, y a los 9 años empecé con la guitarra. Pero yo sabía tocar canciones criollas y alguna cosita más. Llegué al rock and roll a través de la radio, la FM. Pero era complicado sacar las canciones. No es como ahora que tenés una tablatura, un profesor te indica... ¡no! Y yo piraba con lo que escuchaba en la radio y desde los 9, 10 años, empecé a hacer mis canciones de rock. El Cali también tocaba la guitarra, pero como tocaba menos que yo se pasó a la batería. Con baldes, tachos, ollas, que fue con lo que comenzamos. Era parte del juego de la música, que estuvo genial.
¿Era un juego? Porque había una represión hacia los jóvenes, y más aún hacia los rockeros, que por ahí hizo desistir de seguir "jugando" a unos cuantos...
Eso fue un poco después. El batero y yo teníamos canciones dentro del galpón de mi abuelo. En Suárez era muy diferente a la situación que se vivía en Montevideo; no existían las razzias. De la situación política no se hablaba. La represión en Suárez era del igual cuando veía una persona diferente. Nos vestíamos diferente, actuábamos diferente. La sociedad, los jóvenes mismos del pueblo, eran más represivos que la policía. Me sentía más identificado con gente de Montevideo que con los de mi pueblo. A mí no me dejaban entrar al liceo de determinada forma, esa era la represión, no hacía falta la policía.
Y la represión económica. No teníamos instrumentos. Las canciones que aparecen en el Rock 3 las grabamos con lo que nos prestaron Los Estómagos y Los Traidores. Trabajé un año completo ganando el mínimo nacional, juntando peso a peso, para poder comprarme el bajo. Y al segundo ensayo se me rompió. Voló el puente completo. Y ahí hice mis primeras armas en luthería. Teníamos que hacer todo nosotros. Fue una etapa genial, en la que hacíamos lo que amábamos. Yo no me compraba ropa para poder cambiar las cuerdas del bajo. La pasión era todo.
Era difícil para una banda punk del interior...
Nosotros no éramos punk. Éramos una banda de gente de pueblo que hacía música. Se nos asociaba con el punk por el entorno en que vivíamos. Que pese a todo hicimos música. Teníamos mucho del pop. En esa época éramos como esponjas. Yo no podía copiar otra banda, no tenía la capacidad, pero tomaba cosas de otros lados y las metía en mi música. Nosotros escuchábamos, por ejemplo, a The Police, por eso decimos que no éramos punks. Tocábamos lo que realmente queríamos, lo que nos salía del corazón.
Ustedes tenían algún registro y un par de hits. ¿Por qué no salió un disco en los 80, cuando era su momento?
[Alfonso] Carbone nos llevó y nos hizo grabar 20 temas en dos horas. Quería ver qué material teníamos para hacer un disco. Y el tipo nos sentó ahí y nos dijo "Está bien lo que hacen, pero no quiero unos segundos Pistols en Uruguay. Quiero una banda que haga rock and roll". Y bueno, bárbaro, andá a buscar la banda de rock and roll. Nosotros somos esto, y nuestro arte es innegociable. Y no tocamos nunca más en ningún lado (risas). Firmamos la partida de defunción. Pero el tiempo nos dio la razón.
Y ahora que están de nuevo, ¿Por qué tocar solo una vez?
Esto del toque es como un agradecimiento. En este interín se editaron dos discos de pasta con las grabaciones de aquella época. Es primera y única vez porque no somos una banda. Fuimos una banda, pero estamos con la cabeza en otra cosa. Yo estoy haciendo metal, Cali no estaba haciendo absolutamente nada, Ismael también está para el lado del heavy... Pero tenemos respeto y cariño por la banda, y nos parece que se merece que gente a la que le gusta y no pudo verla en su momento la vea ahora. Va a ser, más que una vuelta, un homenaje de nosotros mismos a la música que hicimos en aquella época.
Los Invasores se presenta este sábado 25 de junio en Bluzz Live, con La Sangre de Verónika como banda invitada. Entradas a la venta por sistema Tickantel, en locales habilitados de Redpagos o Antel y Tarjetas del Banco República.
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