Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Palabras más

Con Leonard Mattioli, de La Teja Pride

La Teja Pride viene de sacar su nuevo disco, Las Palabras y la tormenta, un trabajo bailable y hecho a partir de ruiditos. Con esa excusa conversamos con Leonard Mattioli, fundador de la banda y encargado de las bandejas, y, por supuesto, la charla fue y vino en el tiempo, y tocó temas de la política y el arte, como la vida misma.

18.10.2012 17:18

Lectura: 9'

2012-10-18T17:18:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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Los hermanos Mattioli podrían haberse odiado de niños, pero no. Se parecieron bastante, fueron compinches y compartieron gustos. Un día decidieron, de la nada, que tenían que formar un grupo de rap. Le pusieron Cosa Nostra, y su debut fue inolvidable. Tanto que, al día siguiente, el grupo tenía otro nombre.

"Empezamos a rapear y se murieron los micros, todo acoplaba. Me senté en el piso de ese escenario diminuto y, ahora no me acuerdo bien, pero si no lloré, estuve a un examen. La gente empezó a aplaudir, nos paramos y arrancamos a cantar a voz en cuello, a los gritos. Fue de las peores experiencias que he tenido. La gente se copó igual. Pero todo lo que podía salir mal, salió peor".

El que dice esto es Leonard Mattioli, DJ de La Teja Pride, mitad fundacional de la banda del oeste montevideano, hoy decana del género, y que acaba de presentar Las palabras y la tormenta (Bizarro, 2012), su quinto trabajo discográfico.

Pero antes de esto, y antes de su debut de 1997 en El Faraón, un ínfimo y efímero antro de la zona del Buceo, los Mattioli llegaron al hip hop de la mano de la caja boba. O más o menos. Es que todos los caminos conducían a, y fue en un una de esas media horas que Canal 10 dedicaba a repetir, en las lejanas noches noventosas, videos de la MTV.

"El primer rap ‘posta' lo escuché a los 12 años. Fue ‘O.P.P', de Naughty by Nature. Escuché eso, y me encantó".

Antes había sido otra cosa, un aventón que los dejara cerca, sin Youtube, P2P y 400 canales satelitales. "Me gustaba Technotronic en ese momento. Era igual de berreta que Jazzy Mel, pero era más bailable. No sé: el bombo era más electrónico, había más graves y menos medios, ponele".

 

Rap'n'ROU


El oeste montevideano era, a fines de los 90, una olla de grillos y patria del incipiente hip hop local. V.D.S, Critical Zone y La Teja Pride copaban la parada, aunque también andaban en la vuelta Fun You Stupid!, y Plátano Macho y El Peyote Asesino, que jugaban en otra liga.

Hijos de exiliados durante la dictadura, los Mattioli pasaron buena parte de su infancia en Suecia, antes de afincarse en el barrio que bautizó a su banda. En su casa, de Zitarrosa a Bob Marley, la música se podía escuchar. Pero no había con qué hacerla.

"En casa no teníamos ningún instrumento, mis viejos son obreros industriales. Había máquinas. Y le encontramos la vuelta. De hecho, nuestro primer instrumento fue una Commodore Amiga 1200, que nos vendió Marcos, de Critical Zone. La computadora se enchufaba al televisor, y con eso y un sampler de 8 bits sampleábamos y empezábamos a secuenciar de a poco. Tocar, borrar, destruir.

Al tiempo empezamos a trabajar para financiar la banda. Salíamos de trabajar y nos íbamos a componer, de repente 5 horas, y por error tocabas el transformador y perdíamos todo. Grabábamos tres o cuatro canciones en un disquete. Era esa computadora y una caja de ritmos de guitarrista, que usábamos para hacer refuerzos de bajo, y alguna cosa más". Como suena.

La Teja Pride encontró, muy temprano, una forma propia de decir sus cosas. Contemporáneos de bandas tan influyentes como Molotov y Control Machete, evitaron la ‘mexicanización' lírica y estética de la que no estuvo libre la mayor parte de los cultores del género de cualquier lado del Río de la Plata. Las canciones de La Teja Pride describen y se escriben en Montevideo, se alimentan de ciudad.

"A nosotros nos partió la cabeza el Artillería Pesada, de Control Machete. Nos parecía que tenía un beat y unos ritmos increíbles, pero no queríamos rapear como ellos. Ahí ya teníamos la banda, pero del lado mexicano fue lo que más nos influyó. No nos sentíamos identificados con eso. Nuestras influencias pasaban por otro lado. Creo que Zitarrosa nos influyó más líricamente que Control Machete. Siempre fuimos una esponja, que, debido a una mezcla de habilidades y limitaciones propias, pasábamos todo por nuestra trituradora y nos salía lo que empezó a ser La Teja Pride".


Las palabras y las cosas


Rebeldes sin ser revoltosos, los muchachos de La Teja Pride han estado, desde el inicio, vinculados a distintas causas sociales que le valieron el mote de ‘mano izquierda del rock'.

"Es parte de lo que somos nosotros. Tenemos una visión de izquierda, todos venimos de clase trabajadora, no hay mucha vuelta. Y el rap es hablar, y cuando vos hablás tenés que ponerle contenido a lo que decís. Tratamos de contar historias, que tienen una subjetividad muy marcada por de dónde venimos. Miramos muchas películas, leemos, discutimos cosas, hablamos no sólo de música, nos sentamos a conversar sobre lo que pasa. Somos gente que discute, que mira el informativo".

Esa ‘ideologización' puede haberles cerrado puertas, pero no les preocupa: "si no, seríamos otra cosa, no seríamos nosotros". Eso sí: la solidaridad tuvo su límite. Hasta hace poco, era más que común encontrarse con La Teja Pride en recitales a beneficio o festivales en apoyo a causas más o menos loables. Ahora no tanto.

"Estábamos tocando ‘de onda' todo el tiempo, y no podíamos financiar la banda. Se nos rompían las cosas de tocar gratis. A mí se me rompía una púa, y tenía que poner 200 dólares para comprar otra, para volver a tocar gratis, para otra causa. Todas las causas son importantes, pero llegó un momento que estábamos trabajando para las causas. ¡Tengo que trabajar para vivir!".

Además, apunta que "hay gente que trabaja para causas importantes, y nos llama sin habernos escuchado nunca, simplemente porque sabe que vamos. Terminás siendo el último relleno, y no está bueno, ni para el público, ni para la causa, ni para nadie, y la banda se destroza. Tenés desgaste todo el tiempo. Así que decidimos bajar con la cantidad de toques así, porque, además, después queremos hacer un recital para ‘vender el disco' y no va nadie. ¿Para qué, si siempre tocan gratis?".

La tormenta perfecta


Ahora es tiempo de Las palabras y la tormenta, un trabajo con la cabeza puesta donde siempre y el corazón y los pies en el pulso bailable, que sucede a Nómades (Bizarro, 2009), un disco que, si bien era más filoso, para Leonard fue más convencional.

Nómades, dice, "era más ‘normal'. Estaba pensado desde el tipo de instrumento que usamos, creado como un álbum tradicional. Y este, Las palabras y la tormenta, parte de ruiditos. Que el resultado final sea diferente puede ser, pero las canciones tienen una forma distinta de empezar. Surge de ruiditos que, a veces, son problemas, ruidos molestos que terminaron siendo una canción".

Y casi sin querer, Las Palabras y la tormenta terminó siendo el trabajo más pop del combo, "supongo que por el uso masivo de synthes. Se usaron muy pocas guitarras, muy pocos instrumentos tradicionales. En este hay otros instrumentos. Hay synthes de verdad. Agarramos un Casiotone de los 80, un Nord o un Moog. Y hay que saber tocarlos, son como la máquina de escribir. La máquina de escribir no escribe libros. Esto es lo mismo. Tocás una tecla y sale una nota, y hay que saber tocarla".

La Teja Pride hoy, además de Leonard en máquinas y su hermano Davich en beats, voces y letras, es Nicolás Barragán, "que rapea y hace el 50% de las letras", Álvaro Grasso en bajo y producción, Martín Sierra en percusión y un nutrido contingente de invitados, pero siempre supo nuclear, en distintas facetas de su vida, a distintos músicos y artistas que pusieron su sello en la música del grupo, y, cuando se fueron, dejaron lugares que se llenaron de otros aires.

"Todo músico es irreemplazable, no lo podés sustituir. Cada uno toca de manera diferente, y no viene a sustituir al que estaba antes. No se puede. Cada uno hace cosas diferentes, y eso agrega un gusto especial al asunto".


Homo habilis


A fines de la década del 90, cuando todavía era una banda novata, La Teja Pride emprendió la aventura de hacer un programa de radio. "Queríamos escuchar hip hop y no había nadie que lo pasara. ¿Qué hicimos? Armamos nuestro propio programa". El resultado fue Sonido Urbano, al aire durante un par de temporadas en la por entonces rockera y pirata Alternativa FM. Ese espíritu ‘hágalo usted mismo' perdura hasta hoy, mitad pasión y mitad necesidad.

"Construimos nuestros lugares. Nos cuesta un montón movernos en el circuito profesional, así que buscamos lugares que no tienen que ver con la música en vivo. Vimos que en El Subte Municipal habían hecho un espectáculo de danza, y dijimos ‘vamos a tocar ahí'. Fuimos, hablamos, e ‘inventamos' el lugar. Es casi imposible para nosotros entrar a un festival, no tenemos idea de cómo hacer para tocar en un no sé cuánto Fest. La última vez que lo hicimos fue, creo, en 2004, en el Pilsen Rock, y después nunca más. Nunca más".

Y pese a llevar varios años batallando en la escena y ser referentes ineludibles del hip hop local, el género "sigue siendo outsider. Hay más bandas, de buen nivel, gente que anda volando. DosTresCinco, Santi, A Rajatabla, Contra Las Cuerdas", enumera. El techo es bajo.
"Falta desarrollar el mercado, pero creo que hay muy poca masa demográfica como para crecer mucho. Para hacerlo hay que cruzar el charco y empezar a ir a Argentina". En eso están. Paso el chivo: el 14 de diciembre estarán en el Roxy Bar porteño, y después en La Plata, en un desembarco con plan de conquista.

Allí buscarán, a conciencia, explorar un horizonte nuevo sin cambiar la estrategia. Saben que, pese a formar parte del ‘rock uruguayo', ese cartel grosero y a veces injusto, lo suyo pasa por otro lado.

"Estilísticamente hacemos hip hop. Sí formamos parte de ese mundo gigante que se llama rock y que define casi todo lo que no es clásica y cumbia. Somos una banda de música. Hacemos música uruguaya contemporánea". Nada menos. Un arma cargada de futuro.

Escuchá 'Juega sola', primer corte de Las Palabras y la Tormenta

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