Pecho e' Fierro tiene 17 años y cuatro discos grabados: hacer cuentas sorprende, porque a pesar de ser una banda referente dentro de un género poco explorado en Uruguay, prolija y meritoria, los estudios le fueron esquivos por una década. Por eso, una vez que le abrieron las puertas trató de mimarlos y de visitarlos a menudo, y hace pocos meses salió a la calle con Silencio Bagual, cuarto álbum y segundo con el sello Bizarro.
Junto a Elvis Morales en batería y a Miguel Fauci en bajo, Leo Carlini volvió a ponerle la voz a un repertorio de 11 canciones que dio como resultado un trabajo que define como "compacto", y que deberá esperar para tener una presentación con "bombos y platillos" hasta 2015, porque mientras quieren hacerlo rodar y dejarlo caminar.
Tocando mucho en el interior y preparándose para hacerlo en Montevideo en diciembre con la banda, Carlini conversó con Montevideo Portal sobre el proceso de Silencio Bagual y lo mucho que pasó antes, con sus altos y sus bajos.
Shhhhh
Silencio Bagual iba a ser Más allá de la cresta, y en ese cambio influyó Julio Mancebo, quien les diseñó el arte del disco. Mancebo fue alumno directo de Joaquín Torres García, tiene más de 80 años y vive en el Cerro. Es vecino de la banda y amigo del representante Enrique Mechoso, quien le cuidó la casa cuando tuvo que exiliarse. Esos motivos llevaron a que se lo contactara y se concretara la posibilidad de que pusiera su pluma para el álbum.
A él, que no escucha música cantada y que como único acercamiento con Pecho e' Fierro tuvo las letras que le acercó Carlini, el nombre de la cresta le sonaba "raro": cuando se le planteó una segunda opción no tuvo que considerarlo dos veces.
Riki Musso, productor de este disco y partícipe de todos los de la banda (editó y masterizó los dos primeros, produjo los dos últimos), también metió cuchara. "Hay una canción que no se llama ‘Silencio Bagual' sino ‘Más allá', pero tiene una frase que lo dice. Entonces Riki de tanto escuchar los temas y trabajar, cuando iba a la casa veía al perro y le decía: ‘¡Silencio bagual!'. Y jodiendo con eso nos gustó a todos y nos cerró más".
Riki también metió cuchara en el resto del material: "hizo algunos arreglos rítmicos sobre todo de batería y algunos cambios estructurales, detalles importantes. Con la computadora hizo unas baterías electrónicas y unos bajos basados en los temas pero con algunas variaciones", cuenta Leo en referencia a un material masterizado por Julio Berta.
Con el resultado final y la intervención del productor, que decidieron ellos porque querían a alguien que viera la obra de afuera y acortara el camino, quedaron "re conformes". "A Riki le tenemos confianza y hay una amistad también. A veces hasta hace de sonidista de nosotros, pero ahora con su disco se va a la fama y no sé si lo vamos a tener ni para grabar", bromea Leo, quien incluso le compró un pedal artesanal al responsable de ¡Formidable! "Ya lo vamos a perder al Riki; va a ser bravo conseguir a otro valor como ese", insiste entre risas.
"Este disco está más concreto", asegura Carlini, y explica: "en los discos anteriores a veces queríamos hacer algo que sorprendiera y cambiábamos mucho de ritmo en una canción. Acá también hay canciones que tienen cambio de ritmo pero otras no tanto, entonces mantiene una línea. Está más unido; en temas viejos parecía que venía la parte rock y la parte tango, y acá aparece todo como uno. Es lo que venimos trabajando hace años". "Después hay temas de rock nomás, porque hay gente que nos encaja folk metal o folk rock pero hay temas que son de rock y no tienen nada más", dice con su tono campechano y su voz fuertísima. Entiende que su acento y sus influencias a la hora de escribir puedan fomentar la idea de folk metal, pero él sigue prefiriendo marcar distancia.
En cuanto a las particularidades de este álbum, más allá de la aparición de la armónica de Gabriel Moreno, está la participación por invitación de Gabriel Peluffo, quien le pone la voz a "Sombras 2". Carlini escuchaba a Los Estómagos desde adolescente, conocía a los Buitres por haberlos teloneado con la banda en alguna oportunidad, y tenía particular gusto por la forma de cantar del doctor. "Entonces me gustó para invitarlo y darme un gusto, para decirme a mí mismo: ‘grabé con Gabriel Peluffo'", admite orgulloso.
"Es uno de mis cantantes preferidos de rock nacional y hay gente que no lo entiende, pero nosotros somos bastante abiertos. Tampoco estamos en la línea de que sólo tocamos con bandas de metal porque no nos consideramos metal; sí tenemos cosas de metal, pero no 100 por ciento. Me gusta más decir rock criollo, porque abarca todo lo que hacemos nosotros: blues, rock, metal, hard rock, milonga, tango", apunta el cantante.
La otra canción destacada del disco es la versión que hacen de "Del Templao", clásico de Ruben Lena que iba a ser hard rock y terminó siendo punk. "El que se tuvo que esforzar fue el batero porque va a mil", dice con una sonrisa.
Este tema le gustó por un secreto que descubrió en la autobiografía de Lena: que la letra simple escondía un doble sentido, "una contestación a la crítica de la época". "Cuando fue a Venezuela empezó a hacer como inventos; trajo el joropo y con influencias de eso hizo la serranera, y esto es una serranera", cuenta, antes de destacar la frase "si me pierdo mala suerte / la noche tendrá razón".
A Leo, a diferencia de lo que le pasaba antes, también le está interesando eso del doble sentido: "como una película que tiene historias paralelas; me gusta más eso porque tiene más larga vida. Mantiene la magia, hace meter a la gente".
Raíces fuertes
"Yo tengo 42 y me vine a los 17 para Montevideo", cuenta Carlini, quien dejó su San José natal ante el llanto de sus padres por una sola cosa: "por fan". Él quería venir a Montevideo a ver bandas, porque a su ciudad no llegaba casi ninguna, y se sació el hambre de la música en vivo yendo a todos los toques que pudo, incluidos los de los lunes. Hasta que se saturó.
En tierras maragatas escuchaba folclore "de costado", por culpa de su padre. "Pero yo no era curtidor de folclore; escuchaba La Polla, Los Traidores. Tampoco metal, escuchaba más bien punk rock, Los Estómagos, Neoh 23, Dead Kennedys. Después conocí a Carlos Aguete, que es el bajista fundador, y él era metalero. Nos juntábamos a escuchar música, yo ponía mis cosas y él las de él, y ahí me empezó a gustar Black Sabath y Led Zeppelin", repasa.
Una vez que llegó a la capital, más allá de ir a muchos shows, tuvo que trabajar. "Estaba en una metalúrgica y viajaba del Casabó al Buceo; tenía como una hora y 20, era una masa llegar hasta ahí, estar 10 horas trabajando, llegar a casa, y al que le gusta la música te da una desesperación por tocar la guitarra... Pero después llegás muerto, no tenés ganas de nada. Igual un poco le daba, pero en ese momento no tenía familia; ahora con familia e hijos chicos sería imposible", asegura. Entonces optó por tocar música en los ómnibus. "Vivía en un hotel de Pajas Blancas y saqué ‘Adiós mi barrio', y me miraba en un espejo grandote que tenía en la pieza y hacía un discurso como si estuviera hablándole a la gente. Estuve días así hasta que me animé y fueron 17 años cantando todos los días folclore, que ahora no escucho porque quedé saturado", reconoce.
El ómnibus le dio "una facilidad tremenda" para moverse con la música y para estar con los instrumentos, acomodando los horarios a su antojo, ya con sus bandas en marcha. Ahora hay cosas de aquella época que siguen latentes: "a veces me daba más vergüenza subirme a un ómnibus que tocar en el Antel Fest, que a la hora que tocábamos nosotros había 20 mil personas. Me pone más nervioso tocar ante dos o tres personas que en un recital", dice.
Igualmente, los nervios en el estómago son los mismos y se van al tercer ómnibus o a la tercera canción en un escenario. Además, asegura poner la misma fuerza y respeto a cualquiera de las dos situaciones planteadas.
Leo ve que en la escena musical, ese folclore que ahora no escucha mucho por haber sacado más de 100 canciones del género en la guitarra -ahora opta por el rock o el jazz viejo en discos de vinilo, y también por el blues- se ve cada vez más "en todo", desde Bajofondo hasta las bandas que hacen rap, y está "buenísimo".
De hecho, dentro del rock criollo en el que se encasilla a Pecho e' Fierro, él no cree que estén "tan solos". "Hasta La Tabaré para mí es rock criollo. Si nos remontamos discos atrás está ‘Malambo delictivo', y tiene milongas y milongón, meten murga", asegura, y sigue: "La Trampa también hacía algo así. Lo que tenemos nosotros es que mi acento de afuera lo pone más presente; capaz si fuera un cantante de Montevideo sería distinto".
En ese sentido, pone sobre el tapete la cuestión de la autenticidad y la honestidad a la hora de hacer lo que a uno le gusta: "sin desmerecer a nadie, a veces oigo cantantes de Buenos Aires o de Montevideo que quieren cantar como gente de afuera y no suena auténtico. En nuestro caso no es que tenga el titular de auténtico, sino que por dónde nací y cómo hablo suena así; no es algo forzado, suena naturalmente". "Nosotros estamos en ese camino hace años, siguiendo a Dino y su ‘Milonga de pelo largo' que fue hecha con guitarra eléctrica y batería, y siguiendo también a León Gieco en la otra orilla, aunque él más en la onda Bob Dylan y nosotros más Led Zeppelin o Black Sabath", agrega.
Pecho e' Fierro tiene una relación "bárbara" con el interior e incluso ha logrado acercarse a los festivales de folclore, cuenta pendiente hace un par de años. Leo considera que son bien recibidos por sus colegas y el público del interior, y encuentra en los productores el escollo más difícil de sortear.
"Lo que pasa que lo que hacemos nosotros es el folclore de hoy. Está el hermoso, el de los grandes que va a quedar inmortalizado, pero salen muchas cosas que son réplicas y van caducando. El folclore nuevo es eso que están metiendo todas las bandas; falta que se implante un poco más, pero es cuestión de tiempo", asegura convencido. Después recuerda que en el Bicentenario cerraron las actividades en San José versionando a "A Don José", algo que en su momento había sido tildado como "falta de respeto". "Que nos llamaran para algo tan oficial fue un logro para nosotros", reconoce.
Antes de elogiar a Carlos Malo, quien sí está haciendo algo nuevo dentro del género, especula: "después nosotros seremos lo establecido y lo caduco".
Imposible de negar
Leo no es prolífico para componer y ahora, con mucho trabajo -da clases de música en la escuela del Cerro y de guitarra en su casa y en el Centro Cultural del barrio-, hijos de 4 y 7 años y las tareas de la casa como responsabilidad, se le complica más. "Quedé muy saturado con este disco, trabajé mucho y ahora dejo pasar unos meses y después vuelvo. Me encierro de noche, cuando se duermen todos; tengo un galpón en el fondo de casa que es donde ensayamos, me encierro y grabo. A veces tengo una melodía, la grabo, me pongo a escucharla mientras me tomo un mate y me empiezo a imaginar cosas. A veces ando caminando en la calle y salgo con un lápiz", cuenta.
"No tengo una forma, sí es un trabajo artesanal que hago, de a poco, de gotita a gotita. En este disco hay temas de dos años para acá y hay temas que tiene más de 20 años: uno tiene más de 15, otro más de 22, y los otros son posteriores al ‘Negra milonga'", pone como ejemplo.
La aparición de esas canciones viejas tiene que ver con que pasó mucho tiempo sin poder grabar: cinco años con su banda anterior, Globo del Sur, y 10 con Pecho. "Son temas que yo guardo y me gusta porque son escritos a determinada edad, entonces en vez de sonar antiguos dan una frescura, porque tienen otra cosa que los años van aplacando. Con eso voy manteniendo una esperanza de juventud", dice riéndose fuerte.
Con cuatro discos en su haber la urgencia de grabar se fue calmando. "Antes pensaba para mis adentros que nunca iba a grabar", admite, pero después, gracias a Perro Andaluz y a Bizarro, las cosas fueron cambiando. Ahora graba porque le gusta, y porque le parece que es una manera de mantener viva a la banda y de seguir ganando público.
Además de ir a los estudios, para él la clave de seguir avanzando es mejorar el sonido, "insistir" y variar en los lugares para tocar. "Nosotros hacemos lo que queremos, nunca tuvimos una fórmula. Capaz que lo que hacemos no es lo que a la mayoría le gusta, pero nos sale esto. Es como te digo: yo quiero hacer rock pero me sale folclore. Pero es una banda de rock, que tiene ese matiz. Aparte esto nació por pasión, ni nos imaginamos que íbamos a grabar un disco o a tocar en un festival grande. Desde que agarré la guitarra empecé a hacer mis temas sin saber tocar otras canciones. Y a la hora de hacer las mías, aunque no quiera me sale, y así se formó la onda de Pecho E Fierro: por gusto y por vivencias", resume.
Montevideo Portal | Belén Fourment
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