Por Gerardo Carrasco
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La Tigra es un pequeño pueblo situado en la provincia argentina del Chaco. Una localidad "de casas bajas y horizonte infinito" donde el tiempo parece haberse detenido. En ese paraje, los jóvenes cineastas Juan Sasiaín (1978) y Federico Godfried imaginaron, escribieron y rodaron su film de ficción "La Tigra", que ha obtenido amplio reconocimiento de público y crítica, siendo galardonado con doce premios internacionales. Esta semana, La Tigra se estrena en Cinemateca 18.
"Hace unos años fui a un festival de monólogos en La Tigra, Chaco, donde presenté mi obra 'Beto el tortugo'", relata Juan. En esa ocasión lo acompañaba Federico Godfrid, su co director, "y nos surgió la idea de hacer nuestra primer película ahí".
Un mes más tarde "nos instalamos allí a vivir durante unos quince días, dedicados a escribir el libreto de una película que pudiera desarrollarse en ese lugar. Ambos creadores llegaron al pueblo "sin ideas preconcebidas. En vez de empezar con una hoja en blanco, vamos a empezar con un lugar en blanco" fue la premisa inicial.
Esa etapa es recordad por Sasiaín como " un intensivo de quince días de escribir, de escuchar y observar a la gente y los lugares del pueblo, viendo cómo podíamos cruzar un libreto con esos elementos". El guión concebido por Sasiaín y Godfrid tenía que cumplir con un requisito básico: poder filmarse "en cuatro cuadras a la redonda" dentro de un pueblo que no tiene más de veinte de diámetro.
"Después de escribir el primer borrador y trabajarlo en Buenos Aires, volvimos con un equipo de egresados de la carrera de diseño, imagen y sonido de la Universidad de Buenos Aires". Con ese equipo se Rodó la película, "en tres semanas intensivas", filmándose la totalidad de la obra en un set integrado por las mencionadas cuatro cuadras.
"Es un pueblo que tiene un 'tempo' particular", subraya Juan a la hora de explicar el porqué de la fascinación con La Tigra, y su elección como sitio de filmación. Recuerda que "fuimos a un almacén a comprar algo rápidamente, y no podíamos salir" dado el moroso ritmo de los habitantes del pueblo, donde la palabra prisa parece no tener sentido. Recorriendo el lugar e interactuando con sus habitantes, ambos directores comprobaron que La Tigra era una suerte de mundo aparte, lejos del vértigo urbanita. "Ves la gente en la puerta de las casas, que pasa largas horas mirando la nada", detalla.
"Si bien es un pueblo muy humilde, todos están bien atendidos", relata Sasiaín, sin dejar de consignar un detalle singular: "En la plaza de principal, en lugar del habitual tríptico banco - iglesia - comisaría, tienen un teatro", hecho que delata " un gusto por la cultura que es apasionante".
"En nuestra primera visita todos sabían que íbamos por el festival de monólogos, y cuando les sugerimos la posibilidad de la película, quedaron encantados", recuerda.
El proceso de filmación fue dificultoso, ya que se comenzó a trabajar con escaso recursos, y sin tener la certeza de obtener más, pese a que finalmente se obtuvo apoyo financiero. "Fue trascender lo imposible, porque más allá de su calidez, es un pueblo con muchas carencias, y nosotros todavía no habíamos recibido muchos apoyos como para llevar adelante un rodaje" reconoce el cineasta. Aún así mientras esperaban respuestas a sus solicitudes de apoyo, "nos fuimos a La Tigra a filmar una película 'de batalla', que pudiera ser filmada con mínimos recursos", relata.
Por tanto, ya pesar de las carencias de presupuesto que debió afronta, La Tigra no es una película improvisada, "sino pensada completamente como para ser filmada desde un minimalismo técnico".
Salvo la dupla protagonista, encarnada por los actores porteños Ezequiel Tronconi y Guadalupe Docampo, el resto del elenco fue elegido en el lugar. Sasiaín explica que uno de los puntos fuertes en su formación como cineasta "es en la escritura y la dirección de actores", punto en el que coincide con su colega Godfried. "Pensamos una película que pusiera en primer plano la actuación", por ello, salvo la ya mencionada pareja principal, todos los participantes "son gente real del pueblo, pero no actores", salvo algunos actores "con mínima experiencia en el teatro local".
Dirigidos y pulidos por los jóvenes directores, los lugareños "fueron entendiendo el código de la actuación en cine naturalista o hiperrealista, y consiguieron unas actuaciones deslumbrantes". También los actores profesionales cumplieron su rol a al perfección, recibiendo varios premios. "Guadalupe ganó el premio a la mejor actriz en el Festival de Cine de Mar del plata, por su emotiva actuación y por trascender el acento chaqueño", refiere Juan Sasiaín. La actriz hizo un entrenamiento exhaustivo para hablar el acento chaqueño de La Tigra. "El jurado no podía creer el escucharla hablar en porteño en el festival", luego de notar su marcado acento provinciano al interpretar su personaje en la pantalla.
Luego de un exitoso debut en el balneario argentino, la película "estuvo en más de treinta festivales internacionales". En algunos de ellos, los directores pudieron estar presentes. Además de recorrer países como India, Estados Unidos, México, Francia y Austria, la obra se presentó "en todas las provincias argentinas. La película ganó hasta el momento catorce premios internacionales.
En cuanto al cariz de la obra, Sasiaín explica que "nos gusta hacer un cine intelectual, pero capaz de alcanzar el corazón de la gente", objetivo que fue cumplido con creces, ya que el film "gustó a gente de todas las edades".
"Es un relato pequeño pero sincero: una historia de amor, una historia de hijo que busca padre, y también de regreso a casa, al pueblo natal. Un relato universal que toca fibras de todas las personas", describe.
Los apoyos esperados por los cineastas finalmente llegaron "y todas las personas que participaron en la película obtuvieron su retribución, incluso los del pueblo". El año pasado, "en un viaje muy emotivo, fuimos a pagarle a todos los que habían participado". Esa retribución "fue económica y también emocional, porque para ellos fue muy emocionante verse en la pantalla grande". El primer visionado de la película terminada fue en una pantalla gigante colocada en el teatro del pueblo. "Veían sus casas, sus espacios, a ellos mismos, y sentían la película como propia, porque lo era realmente". Recuerda emocionado el joven cineasta.
"Yo tengo la mitad de mi corazón acá en Uruguay", dice Sasiaín, quien se encuentra en Montevideo para participar del estreno de su película en nuestro país. "Mi papá era uruguayo, y en 1971 se fue a trabajar a Buenos Aires, donde conoció a mi madre y se casó", narra.
"La película habla de la vuelta al idílico lugar de los veranos de infancia. Mi co director lo tiene en Córdoba, y yo lo tengo en La Floresta, Uruguay", explica. Para Sasiaín, ese lugar cálido donde descansar y reencontrarse con la familia grande, es acá en Uruguay".
En cuanto al futuro, Juan dice estar "atareado y feliz", ya que en pocos meses rodará su primer film como director "solista". Dicha película, "ya está escrita, y será hecha en Choele Choel, en la Patagonia" La obra se llamará Choele, y "si todo va bien se estará filmando este verano. La semana pasada "estuve haciendo casting de niños, porque será la historia de un niño que quiere ser adulto, crecer y salir del pueblo, como lo hizo su padre", adelanta.
JUAN SASIAÍN
Nació en 1978, Argentina. Se recibió en la Universidad de Buenos Aires como "Diseñador de Imagen y Sonido". Realizó estudios de actuación, creatividad y dramaturgia. En el ámbito audiovisual se destacan su ópera prima "La Tigra, Chaco" (2009) y su cortometraje "Afganistán" (2002). En el ámbito teatral destacan sus trabajos "Es Así" (2007), "Beto el suertudo" (2004), "Blanco el color más oscuro" (2004), "Una buena afeitada" (2002), "Magic Tales" (2002), "Prisionera de mis ojos" (2001) y "Verídicamente Opaco" (1999). Se desempeña como creativo publicitario para Argentina y el exterior. Es profesor de Guión en la Universidad de Buenos Aires.
La Tigra, Chaco puede verse desde el jueves 14 de octubre Cinemateca 18, a las 17.50, 19.30 y 21.10 horas.
El jueves 14 y el viernes 15, Juan Sasiaín dialogará con el público al final de cada función.
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