Con el cambio de autoridades tras las elecciones, el ex representante nacional, Jorge Orrico (FA), comenzó una nueva etapa en su vida, al asumir como presidente del SODRE, cargo que le ofreció la Ministra de Educación y Cultura, la Dra. María Julia Muñoz. Con ello, este abogado y político, que creció en un hogar pleno de música y también fue actor, cierra un círculo. Sobre todo ello y sobre la presentación el 8 y 9 de julio en el Auditorio Nacional del Sodre, de la ópera para niños Brundibár -que en 1941 ya fue protagonizada por los niños en el campo de concentración Terezin, casi todos ellos luego asesinados- fue esta entrevista.

Jorge, he tenido el gusto de entrevistarte en distintas ocasiones, sobre distintas facetas de tu actividad, cuando eras presidente de la Cámara de Diputados, luego recordando tus años de actor, también cuando finalizaste tu carrera política en las últimas elecciones... Y aquí estoy de nuevo conversando con un querido amigo, esta vez como presidente del Sodre. ¿Estás cerrando un círculo?

Venir acá yo te diría que es el cierre de un ciclo desde muchos puntos de vista. Es la culminación de una carrera política, sin duda, es además algo muy sentido por mí...Yo soy hijo de un violinista que además fue director de orquesta, dirigió ópera, dirigió zarzuela en Uruguay, siempre en forma independiente, fue director de orquesta de Radio Carve, del musical de la Trupa Ateniense... Me crié en un ambiente muy particular, mi madre era profesora de piano y mi hermano fue músico profesional, fue alumno de Hugo Balzo, después se dedicó a otras cosas pero nunca en su vida dejó de tocar el piano. Yo me siento muy cómodo en este ambiente de artistas en general. En ese sentido para mí esto es una cosa que encaro con mucha alegría.

Así que entonces en realidad lo de abogado y político era la excepción a la regla familiar.
En realdad sí, lo de abogado es una cuestión que surgió porque también es cierto que a mí me gustan mucho las ciencias sociales. Uno es un poco muchas cosas; por elección o por casualidad, he tenido que desempeñar muchas cosas en la vida y las he tratado de hacer lo mejor posible.

Ahora como presidente del Sodre, en ambiente de artistas, ¿te dan ganas de estar una vez más sobre el escenario?
Ah, sí, eso me da siempre. Cuando voy al teatro y veo una obra que me gusta mucho mi frase es: "¡Qué linda obra para hacer!", porque uno se pone también de protagonista. Eso es inevitable. No específicamente con lo que hace el Sodre, porque yo nunca me sentí ni cantante ni bailarín, yo tocaba el violín pero no llegué al nivel como para integrar una orquesta. Sí me pasa en el teatro más tradicional, me pasa más. De todas maneras yo acá siento que soy parte de la cosa.

Te cuento una anécdota que te da la pauta: siempre digo que si bien yo voy ahora a los espectáculos que damos en el auditorio o en la Nelly Goitiño y disfruto mucho, también tengo unas cargas que antes no tenía. El día que se hizo el concierto del centenario del genocidio armenio yo estaba recibiendo a la gente, cosa que siempre trato de hacer en ese tipo de acontecimientos, para de alguna forma hacer visible que la institucionalidad del Sodre está presente, y vino Daniel, uno de los administrativos de la orquesta, diciendo que se rompió la cuerda del arpa. Naturalmente yo no tengo nada que ver con eso desde el punto de vista directo, pero sentí como: "Caramba, esto es un problema, ¿qué hacemos ahora?", aunque yo naturalmente que no iba a reponerla. Me dijeron: "No, no, quedate tranquilo, demoramos un poquito pero ya la reponemos", por suerte teníamos otra, porque puede pasar que no hubiera o que hubiera que ir andá a saber dónde...

Quiero decir, vos ya sentís un poco que sos parte de la cosa, lo cual además te lleva también a que te emociones en forma muy distinta cuando termina una representación y está bárbara, aunque vos no hayas tenido nada que ver con eso. A mí me pasó ahora con el ballet Giselle, que lo estrenamos el 29 de mayo. Yo había ido a un ensayo, había quedado encantado ya, pero ver aquello plasmado después a mí me emociona mucho, mucho más que cuando lo veo como espectador. Porque de alguna manera -aunque realmente yo, ¿qué tengo que ver?, si no bailo ni dirijo ni voy a hacer ninguna observación-, siento que es de adentro, como que en la institución cada cual, dentro de lo que son sus funciones, llega a un resultado.

¿En qué cambia que Jorge Orrico sea el presidente o que haya podido ser otro?
Bueno, que podría haber sido otro sí, por suerte en Uruguay hay mucha gente capacitada para un cargo como este. Yo te puedo decir cuál es mi impronta acá. Yo creo que todos tenemos que trabajar desde los distintos lugares hacia un objetivo común, que en el caso de los espectáculos -que no es lo único que tenemos, tenemos museos también y otra serie de actividades- es lograr el espectáculo óptimo, de gran jerarquía, y tratar de hacer que la gente sienta que el Sodre, y concretamente en este caso el Estudio Auditorio, le pertenece.

El Estudio Auditorio no pertenece a una élite intelectual que es la que va, sino que el Sodre cada vez está más abierto, incluso si tú mirás su arquitectura vas a ver que está todo rodeado de vidrios y es justamente para que la gente que pasa vea lo que está pasando adentro, no es una cosa que quedó de casualidad sino que forma parte de una política de acercamiento que empieza por decir: "Miren, acá estamos nosotros, entren cuando quieran".

¿Cuál es mi misión? La misión primera que tiene el presidente de un instituto como este es lograr que la gente sienta que el presidente está con ellos, que forma parte, que no es un ser que está allá en la altura de la pirámide y mira desde las alturas cómo los demás trabajan. Yo creo que lo que hay que hacer es comprometerse, y la forma de hacerlo es por ejemplo ir al camarín cuando termina la función.

Me pasó una cosa muy linda, las jornadas anteriores de ballet que se hicieron de Coppelia yo fui al estreno, que era con [María Noel] Riccetto, y después fui otro día en el que no estaba Riccetto sino otra bailarina, porque me parece que está bien tratar de que los distintos artistas sientan que su presidente está con ellos. Antes de la obra fui al camarín, ellos estaban calentando y cuando terminaron el calentamiento, Sofía Sajac, que es una asistente de Julio Bocca, les dijo: "Miren que está el presidente acá", y hubo un aplauso cerrado, cosa que me emocionó muchísimo. "Hable, presidente", me dijeron, y realmente yo les hablé casi como se le habla a un equipo de fútbol o de básquetbol: "Bueno, muchachos, vamos arriba, tengo una fe ciega, hoy va a salir bárbaro", y los tipos salieron [del escenario] con un aplauso que a mí me emocionó pila. Capaz que yo subjetivamente quedé con eso, pero a mí me pareció que con aquella función habíamos roto el teatro. Perdón por el plural, yo no bailé, estaba ahí, yo cinchaba.

El apoyo espiritual es importante. ¿Tiene incidencia práctica el presidente para, por ejemplo, decidir qué espectáculos se hacen?
No, eso no, nosotros somos muy respetuosos de cómo se arman las programaciones. Naturalmente, si a alguno mañana se le ocurre hacer una obra que nosotros consideramos que es racista, no va, pero dentro de la libertad total, dentro de los valores que la sociedad uruguaya en su inmensa mayoría sostiene, nosotros acá vamos a admitir que el artista sea libre.

Nosotros tenemos que preservar determinados valores, que son la tolerancia, la libertad, y dentro de eso cabe todo, ahí tienen libertad absoluta. Ahora, si mañana viene uno a decir que los negros son inferiores o que los homosexuales son una manga de enfermos o cosas por el estilo, eso no corresponde.

Eso ya no es libertad...
Ya es violar lo que deben ser las bases de la vida en comunidad. De la misma manera que nosotros tenemos que entender que cuando se habla de determinados acontecimientos como el genocidio armenio, como el Holocausto, o cosas que están sucediendo y no llegan a ser genocidios, lo que hay son crímenes contra la humanidad. No importa que una aberración de esa naturaleza se dé contra determinada gente que se identifica a sí misma como judía, armenia, católica o lo que fuera, lo que hay es un atentado contra el ser humano como tal. En definitiva una situación como esta defiende esos valores.

BRUNDIBÁR, EN EL SODRE

Esto me lleva al tema que nos convocó, el tema de Brundibár, la obra de niños que se presentó en el campo de concentración de Terezín y que el 8 y 9 de julio se presentará en el Sodre. Hay una linda movida que transmite un valor importante de la sociedad uruguaya. ¿Cómo explicarías qué es lo que tiene de singular el que se ponga esa ópera en escena en Uruguay, con niños uruguayos cantándola, y con la Orquesta Juvenil del Sodre? Y no podemos olvidar que una de las niñas que participó en la ópera en el gueto, una de las pocas sobrevivientes, va a estar presente. ¿Qué te inspira todo esto?


A mí me inspira en primer lugar el hecho de que la sociedad uruguaya sea capaz de transmitir valores a las nuevas generaciones a través del hecho artístico, y eso me parece que es una cosa muy importante. Creo que los valores no se transmiten cuando le ponés la mano en el hombro a tu hijo y le decís: "Hijo mío, te voy a enseñar valores", no es así. Es una práctica cotidiana.

El hecho de tener una ópera como esta, con toda la carga emocional que de por sí tiene por las condiciones y el lugar en el que fue hecha y representada, por lo que representa históricamente, que eso sea cantado no solamente por un elenco, que lo podemos preparar de forma más o menos profesional, sino también por alumnos de escuelas públicas de Uruguay, a mí me parece un hecho significativo desde el punto de vista de lo que debe ser la cultura uruguaya, por la cual debemos luchar todos. El chiquilín que cante el día que se haga la ópera, no se olvida más, y es capaz de transmitirle a otros.

Siempre y cuando le hayan explicado de qué se trata...
Siempre se explica, porque además realmente una ópera como esta con un argumento más o menos sencillo, de unos niños cuya madre está muy enferma, que tienen que salir a pedir y entonces hay un señor que viene y los quiere echar diciendo que le están arruinando el negocio... Todos se unen y todos ganan, y a fin de cuentas la canción final lo que dice es: "cuando nos unimos ganamos".

Y en la historia original había un malo, Hitler, que mató a casi todos los niños de Terezin, pero una de las pocas sobrevivientes llegará a Uruguay. Muy fuerte...
Además el símbolo de una sobreviviente acá es también un elemento más a tener muy en cuenta porque yo considero que el que logró sobrevivir, más allá de todas las condicionantes y demás, demostró una gran fuerza. Porque en esas condiciones, más allá de que te gasearan o no, era muy difícil sobrevivir, implicaba una fuerza espiritual muy grande que es bueno que se sepa que eso pasó. A mí me parece que la presentación de Brundibár es una cosa que le va a hacer bien a Uruguay y ojalá lo podamos seguir fomentando.

Ese es el mensaje central: transmitir esa enseñanza le hace bien a Uruguay.
Bueno, es lo que buscamos acá, buscamos que las cosas hagan bien a Uruguay, y eso se hace también desde el punto de vista artístico. Yo siempre cuento que en el año 1984, en la primera elección a la que me presenté como candidato a diputado, hice un spot publicitario que decía: "La cultura es la cédula de identidad de una nación frente al mundo", y eso es así: el hecho artístico contribuye a crear la identidad uruguaya. No me estoy refiriendo a que haya que poner a un señor gaucho con una guitarrita cantando, a una murga o un candombe -que también hay que hacerlo-, me estoy refiriendo a todas las formas de expresión que existen a partir de arte que puede haber sido creado en cualquier parte del mundo. Porque es muy fácil imaginar que el Beethoven que vamos a representar aquí un día de enero con 30 grados a la sombra, va a ser muy diferente al que se va a estar representando en ese mismo momento en Berlín con 10 grados bajo cero. Evidentemente tiene que haber cambios sustantivos en la forma de sentir y de interpretar, y eso es lo grandioso que tiene la creación artística, la libertad de recrearse permanentemente.

UNIENDO MUNDOS

Siempre que te escucho, siento que hablas con pasión sobre los distintos mundos que ha tenido tu vida. ¿Te animas a comparar la abogacía con la política y el escenario, antes como actor...?

Pero yo soy el mismo siempre, o trato de serlo. Por suerte muchas cosas me inspiran pasión. Yo nunca estoy aburrido porque siempre tengo algo que me está entusiasmando. El abstracto se materializa en un personaje determinado.

Yo soy todo lo que me ha formado, aunque reconozco que la parte de Derecho la tengo un poco abandonada en este momento, en gran medida porque además acá tengo dos asesores excepcionales, que son la Dra. Stella Forcade y el Dr. Jorge Seré, que como ellos me traen los informes no soy ya el que investigo, leo lo que ellos me dan. Esto es bastante distinto a lo que hacía en el Palacio Legislativo, donde yo era el que investigaba, yo me metía en internet, buscaba las referencias, hacía la búsqueda bibliográfica. Es un poco distinto, pero nada de eso me es ajeno en realidad. Por suerte yo ahora estoy entusiasmado con esto.

Que siempre sigas entusiasmándote pues con la vida. Creo que, además de salud, es lo mejor que se puede desear a un amigo. Muchísimas gracias.

A ti, Ana.