A los "cuarenta y algo" con una familia hecha y deshecha, con un bagaje de inseguridades, incomodidades, manías y mitomanías, la vida de Uriel Cohen (Jorge Drexler) parece rozar el sinsentido. Salvo en el verde universo del tapete de póker. Allí, las reglas son claras y le es posible vivir la ilusión de que posee una cierta dosis de control sobre el destino.

Y cuando su novia de juventud reaparece luego de años de ausencia, la experiencia adquirida en los naipes puede ayudarlo a recuperar el tiempo perdido, o a tirarlo definitivamente por la borda. El Doctor Weiss (Luis Brandoni), su médico de cabecera y también aficionado a la "desencuadernada", considera que el póker es una suerte de laboratorio de la conducta humana, y le recordará a su confundido paciente algo fundamental: "el bluff no es la única opción en el juego. A veces, realmente tenés las mejores cartas."

En grosero resumen, tal es la peripecia del protagonista de "La suerte en tus manos", la nueva película del joven cineasta argentino Daniel Burman, donde el músico uruguayo Jorge Drexler se revela como un actor dueño de dotes interpretativas más que medianas.

En la semana de estreno de la obra, protagonista y director dialogaron con Montevideo Portal acerca del film, el modo y las intenciones con que fue concebido, de la posibilidad de cada persona de ser algo más que eso, del destino y todo lo demás


De profeta y de loco

"Fue una locura de Daniel Burman, que por suerte me convenció a pesar de que al principio me negué, precisamente porque me parecía una locura, aunque me sintiera muy halagado" cuenta Drexler acerca del modo en que fue a "caer" dentro de un set de filmación. "Yo no tengo ninguna clase de experiencia interpretativa, pero cuando Daniel me envío el guión y lo leí, vi que estaba tan pero tan bien escrito que me convenció. Me dije a mí mismo que si alguna vez pensaba cambiar de trabajo por unos meses y experimentar qué se siente al actuar, esta era la película", explica el músico, quien se muestra satisfecho con la suerte que le tocó en su partida cinematográfica. "Burman es un director al que admiro desde hace mucho tiempo, y tuve como compañera a una actriz increíble como Valeria Bertucceli, Además de participar de un guión interesantísimo, donde me tocó un personaje que cualquier actor querría interpretar", afirma. "El proyecto me encantó en todo sentido, así que me tiré al agua".

Afortunadamente para Drexler y todos los involucrados en la obra, la decisión del músico resultó acertada, ya que luego de "tirarse al agua", comprobó que podía nadar con soltura. Inopinadamente, la capacidad y el gusto por actuar "fluyeron con naturalidad", sencillez que atribuye a su director. "Es muy fácil trabajar con Daniel, no hay misterios ni alquimias secretas. Simplemente tenés que estar ahí, buscar un territorio de verdad y moverte en él", detalla.

A la yugular sin amagues

El artista es consciente de que no es común que un debutante reciba como primer papel el protagónico de un largometraje. "Fue como si el primer golpe apuntara directo al cuello (ríe) No es una aparición o un personaje secundario", y enfatiza el hecho de que ese protagonismo fue un elemento decisivo a la hora de embarcarse en el film. "En verdad, el hecho de que fuera un rol principal fue uno de los factores que determinó la aceptación del papel", por aquello de "si lo vamos a hacer vamos a hacerlo bien". La decisión fue "me voy a meter bien en esta historia: dos meses de rodaje, medio mes de ensayo, un par de meses de preparación previa en Madrid. Me sumergí de lleno en el proyecto y estoy muy contento con la manera en que se dio todo, más allá de cuáles sean los resultados y lo que vaya a decir la gente. Yo disfruté del rodaje, fue un gran desafío pero también la ocasión de cambiar de chip, de salirse de uno mismo, cosa que se agradece mucho cuando se trabaja componiendo canciones desde o sobre la propia realidad" Por ello, la experiencia cinematográfica fue una gran oportunidad para "salir de eso" y no tener la responsabilidad total, "porque no sos el responsable del proyecto, sino que te sirve para vivir otro rol. Sos una pieza más en el engranaje, te dejás llevar, traer y sugerir, por lo que es muy relajado. Es bueno salirse de uno mismo, yo me canso mucho de mi mismo, así que me hacen bien este tipo de oportunidades de salirme de mi personalidad habitual", afirma.


"En cuanto al personaje, vi que sin ser yo, decía cosas que yo podría decir", narra Drexler acerca del complejo personaje que le tocó en suerte encarnar. "Daniel me mintió al principio", dice entre risas, recordando que también el personaje es un consumado mentiroso "Me dijo ‘no tenés que hacer nada, venís y estás' pero no era verdad". En rigor, el músico devenido en actor debió trabajar y mucho para ponerse la piel de su personaje. "Uriel es un tipo por completo diferente a mí. Todos sus cuestionamientos vitales pasan por sitios y temas diferentes a los míos. Yo no me hago cuestiones vocacionales. Por el contrario, estoy muy contento con mi vida y mi trabajo, y me costó mucho esfuerzo dejar otras actividades para dedicarme a lo que me gusta. Él, a sus cuarenta y pico de años todavía no ha resuelto eso, y tiene otras rasgos muy acusados que no tienen nada que ver comigo. Es un personaje sin culpa, muy utilitario en sus relaciones, y muy obsesionado con sus conflictos internos, y cuando dialoga con el resto de los personajes siempre procura que se le dé prioridad a sus problemas, y está atento a qué puede obtener del prójimo para resolverlos" describe Drexler, agregando que además de todo ello, su personaje "miente todo el tiempo, no es empático, no está pendiente de las personas que tiene delante", hasta que aparece Gloria, su novia de juventud cuyo abandono todavía lo perturba, y en el intento de recuperar el vínculo se ve obligado a interesarse por alguien que no sea él mismo. Pese a sus votos de enmienda "el personaje no cambia tanto durante la película, sino que vos como espectador, al seguirlo, te vas adaptando a él. Al principio puede resultar un poco antipático, porque miente, es un poco ventajero y desconsiderado e invade con su realidad permanentemente a quienes lo rodean".

Las cartas sobre la mesa

Si bien se adaptó de inmediato a su flamante rol de actor, Jorge Drexler no las tuvo todas consigo a la hora de dar vida a una de las aristas de la personalidad de Uriel Cohen: su afición por el póker.

"No es por el tema del azar, sino por lo territorial. Desde muy temprano en mi vida dejé las disciplinas de competitividad descarnada para practicar disciplinas de cooperación, como la música. En el póker no tenés amigos ni cooperantes, todos los que se sientan a la mesa son enemigos entre sí." Para sobrevivir en ese áspero ecosistema "tenés que convertirte en una especie de lobo solitario, y yo no me llevo muy bien con esas situaciones. Además, tampoco disfruto mucho de estar sentado en una mesa jugando", indica.

Pese a que la situación no era de su agrado, "para la película tuve que meterme. Recibí entrenamiento de póker, practiqué en Internet, tuve que aprender chip tricks, (juegos con las fichas habituales en el póker). Pero llegado el momento de rodar, no estás en la mesa con actores como Luis Brandoni o Valeria Bertuccelli, que establecen contigo un ambiente de cooperación", sino en una selva de personas competitivas y a menudo poco amigables.

"Se hizo un torneo de póker especialmente para la película, todos eran jugadores profesionales y jugaban de verdad". Si bien el reducido grupo de jugadores que se situaba en la mesa de Uriel "estaban actuando y respondían a un libreto de cartas" no dejaban de ser jugadores profesionales. "Perdían en el juego pero no en la mirada", recuerda Drexler, destacando que esa clase de jugadores "es gente entrenada para echarte el peso, para hundirte con un movimiento de ceja. Tienen una actitud muy hostil al jugar". Cuando se veían obligados a dejarse ganar para cumplir con el guión "hablaban con Burman y le decían por lo bajo cosas como ‘¿me puedo quedar una mano más? No me puede ganar con dos jotas, me quedo una manito más y llego a la final'. No querían perder ni actuando" rememora. "El primer día de rodaje de póker no logré hallar o ganarme el sitio. Por suerte, en la película no quedaron más que tomas circunstanciales de ese día. Luego pude encontrar los trucos - no de cartas sino actorales- como para ganarme mi lugar, el respeto de los otros. Porque el póker es una cuestión muy territorial y de respeto", sostiene.

Su último saludo en el escenario

"Me encantó hacer esta película", dice Drexler enfatizando la palabra esta. "Yo no soy actor, protagonicé esta película de Burman y estoy muy contento por cómo quedó. La veo en la pantalla y estoy contento hasta conmigo, y me parece perfecta la relación entre lo que hicimos y lo que quedó finalmente luego de la edición", enumera. Sin embargo, no cree que en el futuro vuelva a la pantalla grande. "Igual que en el póker, siento que esta es un mano que gané, y estoy contento, así que me retiro con gloria del mundo de la interpretación (ríe)".



Gerardo Carrasco/Montevideo Portal

Para el músico uruguayo, el film que lo incluyó "es un peliculón, con un director de primera línea y grandes actores. Eso es un buen motivo como para no volver a hacer otra película, salvo que se presente alguna tan buena como esta. No estoy recibiendo guiones ni evaluando proyectos. Me gusta mucho escribir canciones, y esta película fue un acto de amor a la canción" entiende Drexler, explicando que esos dos meses sabáticos respecto a la música, fueron un vivificante respiro. "Como en toda relación de mucho tiempo, di un paso al costado para renovar los votos. Me corté las uñas, dejé de ser yo, dejé de ser cantante por unos meses, y cuando volví noté que tenía realmente las ganas y las energías renovadas".

Su música suena todavía

"Cuando surgió lo de la película yo estaba en un momento en que no sabía muy bien que hacer, y al finalizar el rodaje -y seguro a causa de esa salida y nueva entrada en la música-, me metí en dos proyectos muy ambiciosos: una gira llamada Mundo abisal", en cuyo marco se presentará en Uruguay en el próximo mes de junio, "y un proyecto con Julio Bocca de escribir música para el Ballet, que es algo absolutamente novedoso, y también se estrenará en junio". En ese mismo mes se lanzarán las "Aplicanciones" que son piezas musicales "hechas para ser transformadas por el oyente dentro de teléfonos inteligentes o tabletas".

Para el oscarizado cantautor, "todas estas cosas hubieran sido menos fáciles si no hubiera hecho esa pausa para el rodaje. Es bueno parar un poco en la vida, y más cuando esa pausa supone salirse de uno mismo, como en este caso".

Interrogado acerca de eventuales huellas de la experiencia actoral en su futuro musical, Drexler reconoce que "probablemente haya acarreado hacia la música algo de esta experiencia en el cine, así como trasladé mucho del mundo de la música al mundo cinematográfico". A modo de ejemplo, señala una secuencia del film, donde su personaje está acostado en una camilla esperando el efecto de la anestesia, y rompe a perorar de forma veloz e incesante ante el silencio del equipo médico que lo rodea. "Ese monólogo fue practicado como un rap, con una base rítmica a la que se le fue aumentando la velocidad, como cuando se estudia un pasaje de guitarra. Se lo mostré como en chiste a Daniel, en plan ‘mirá que rápido que lo puedo decir: en vez de en un minuto y pico puedo hacerlo en cuarenta y cinco segundos', y me dijo ‘hacelo así, después te cuento porqué'". En el montaje, ese veloz discurso fue pegado a una escena donde los verbos y la actitud del personaje frenan abruptamente, logrando un efectivo contraste sonoro.


Padre de tres hijos, uno de ellos de apenas un año, Drexler estima que su propio rol paterno no fue de gran ayuda a la hora de interpretar al también padre Uriel Cohen, "porque él tiene una manera de interactuar con sus hijos muy diferente a la que puedo tener yo. Es distante, les hace adiós con la mano", comenta. Durante la filmación, y en las escenas que transcurren en la oficina de Uriel, "yo daba vuelta al otro lado de la mesa para saludarlos con un beso, y Daniel me decía ‘no hagas eso, vos estás acá sentado, jugando al póker en la computadora, ellos te molestan en la oficina'. Uriel es un tipo poco afectuoso, poco demostrativo con sus hijos". Y si bien "te sirve ser padre y haberte divorciado en la vida real, para saber qué cosas pasan en esas circunstancias, Uriel tiene una manera muy diferente de tratar a su hijos. Yo hubiera sido mucho más empático con ellos. El sitúa su mundo personal como centro, y el resto debe girar en torno". Pese a ello, "finalmente te vas encariñando con él porque ves que lucha con eso, y hace lo que puede para encaminar su vida y sus problemas, aunque mienta y se meta en problemas por eso".

 

A rodar la vida: Daniel Burman, director de La suerte en tus manos

Gerardo Carrasco/Montevideo Portal

"Yo quería hacer una comedia romántica, que es un género que me gusta" señala a priori el cineasta Daniel Burman, creador de "El abrazo partido", "El nido vacío" y "Dos hermanos", entre otros films. "Contrariamente a lo que se piensa, un director de cine no empieza rodando las películas que le gustaría ver, sino aquellas historias que quiere contar", agrega.

"Con el tiempo, sentí la necesidad de hacer ese tipo de películas que yo iría a ver al cine. Por supuesto, todas la películas que hice las iría a ver, con mayor o menor entusiasmo, pero ahora quise hacer una comedia romántica con todas las reglas del género pero también con algunas particularidades que tienen que ver, por ejemplo con la edad de los personajes". Precisamente, en la película se plantean algunas situaciones que se producen "cuando uno llega a los cuarenta años y empieza a hacer de novio, a una edad a la que uno ya construyó muchas cosas, algunas de las cuales pueden haber fracasado y otras quizá no". Se trata entonces de "volver a construir todo lo que ya habías construido anteriormente y se te había venido abajo", y hacerlo "a una edad a la que uno ya no cambia" y, como le sucede al protagonista, "se encuentra con una persona que pretende cambiarlo un poco".


Para Burman, "la película plantea eso: quizá no cambiamos nosotros, pero sí podemos cambiar la perspectiva sobre el otro, o la que tiene sobre nosotros. Somos seres tridimensionales, como bien dice Jorge, y en ocasiones podemos corrernos un poquito hacia el costado para encontrar esa perspectiva que nos enganche con el otro."


Buena suerte y más que suerte


Además de esa mirada al mundo relacional adulto, al cineasta argentino le interesaba en esta obra "reflexionar sobre el destino, particularmente en lo que respecta al amor", pero también en términos más generales "ver cuánto del destino está en nuestras manos y cuánto no". De ahí que el póker juegue un lugar importante en la película, "porque es el lugar en el que se refugia el protagonista cuando pretende manejar el destino, aunque en realidad el destino lo maneja a él". Repitiendo las palabras que pusiera en la boca de uno de sus personajes, Burman subraya que "el póker es como un pequeño laboratorio de conductas humanas", sobre el que pesa una gran paradoja. "Por lo general se lo considera un juego de azar, cuando en realidad, la ventana de azar existente en una partida de póker es mucho menor a la que experimentamos en un día de nuestras vidas. Nos levantamos a la mañana y tenemos una cantidad de tareas preestablecidas y agendadas, y en verdad es muy poco lo que está en nuestras manos. En cambio, en una mesa de póker te sentás y sabés cuándo y cuánto podés apostar, sabés que un par de ases valen más que un par de jotas. Lo único que no sabés es qué cartas te van a tocar, y en cierto punto deja de ser demasiado importante. Los buenos jugadores de póker no se preocupan tanto por qué naipes reciben, sino por qué van a hacer con ellos", explica.

En "La suerte en tus manos", la interrogante cuántica acerca de si Dios juega o no a los dados (en este caso a las cartas) emerge en varias escenas, especialmente en la figura de un joven y poco ortodoxo rabino, que afirma que jugar al póker no va en contra de los preceptos de su religión. Esa eterna duda entre el puro azar y el destino preestablecido es abordada por Burman.

"Es la tensión, la duda de cuánto está escrito en nuestras vidas -por Dios o por quién sea que creamos- y cuánto está efectivamente en nuestras manos. En el medio están los intermediarios entre un mundo y otro, como ese rabino que dice que en realidad no está mal jugar a las cartas, salvo que se haga creyendo en el azar, porque eso significaría rechazar la idea de que algo está escrito en nuestras vidas. Y eso es verdad: en la religión judía, lo que está mal considerado es creer en el azar. Un rabino me dijo que creer en el azar sería como suponer que Dios tiene socios, cuando en realidad es el único propietario", refiere.

Hombres muy hombres

El cuidado en la creación del personaje de Uriel, que interpreta Jorge Drexler, se debe en parte a que representa uno de los temas recurrentes en la filmografía del joven director. "Me interesa mucho el universo masculino, y aunque parecería que la única problemática posible es la femenina, los hombres también tenemos nuestros problemas. Hay poco cine masculino, que se ocupe de la cabeza de los tipos cercanos a los cuarenta años" apunta Burman, quien admite que siempre le resultó llamativa "esa inercia, esa tendencia de los hombres a construir cosas y luego escaparnos, a formar una familia y luego irnos al bar para que no nos hinchen las pelotas. Es muy raro (ríe) las mujeres no tiene esos problemas". En el intento de llevar estas inquietudes a la pantalla, surge "ese personaje que huye en todas la escenas, que no se acepta como es, que miente para ser querido, no con un afán de daño sino para ser otro por un rato". En ese sentido, la película "es una mirada piadosa sobre la mentira y la verdad, y también sobre las diferentes perspectivas que tienen hombres y mujeres sobre ambas cosas". Burman ilustra el concpeto con un ejemplo sencillo y verosímil. "Si a una mujer le decís que llegás en quince minutos y demorás veinticinco, tenés un escándalo, pero no por la demora en sí, sino porque no dijiste la verdad. Y vos pensás, ‘pero qué importa', pero sí importa. Se trata justamente de esa diferente manera de considerar la verdad y la mentira".


Casting unipersonal

A Jorge Drexler, Burman "lo conocía de antes porque ya le había pedio una canción para una película y fue muy generoso", relata el cineasta, recordando el modo en que decidió que el músico uruguayo sería el hombre ideal para protagonizar su nueva obra. "Lo admiro como músico, pero además me parece que es un gran narrador en sus canciones. Lo vi en un recital en Barcelona, y noté cómo arriba del escenario desplegaba un montón de herramientas que tienen que ver con el lenguaje, la voz, el ritmo, la mirada, y me dije ‘este tipo, con todas esas herramientas debe ser un muy buen actor'. Tiene tantos valores, tantos elementos que bien usados y articulados bien podrían valer para interpretar al Uriel Cohen que yo estaba escribiendo, y decidí que se lo propondría. Lo hice y me dijo que estaba loco, luego le mandé el guión y se animó", cuenta el director. "Una vez que empezamos a trabajar, me olvidé por completo de que él no había sido nunca actor. Nadie podría pensar que se trataba de un actor sin experiencia, porque enseguida adoptó la dinámica propia de un rodaje", añade.


Rosario siempre estuvo cerca

Buena parte de "La suerte en tus manos" transcurre en la ciudad de Rosario y fue filmada allí. Por ello, no resulta fuera de lugar que el realizador haya fichado para el film a varios de los músicos de la denominada "Trova Rosarina", movida musical surgida en esa ciudad argentina en los años '80, y cuyas figuras más visibles fueran Fito Páez y Juan Carlos Baglietto. "Me gusta mucho la música de esa época, y además pertenece a un momento de la historia cultural argentina, donde los artistas y las movidas que se instalaban en el gusto de la gente no lo hacían a causa de una imposición mediática, o por salir en las tapas de revistas o ganar un concurso en la televisión. Lo hacían porque se arraigaban de verdad en las emociones que la sociedad necesitaba ver reflejadas, Y eso lo perdimos", expresa el director.

"Esos movimientos se daban porque los artistas generaban un ruido moviéndose, no había Internet ni redes sociales así que todo se daba en base a un contacto más directo. Había que ir y tocar en los boliches, ir a las radios, etc.. Era una conexión no virtual sino real. Yo añoro algo de eso, cuando los artistas se ganaban el lugar en la cabeza de la gente no por imposición de medios o por modas", explica.

Como la vida misma

La presencia de personajes y elementos relacionados con la cultura judía -o argentino judía- son una constante que atraviesa toda la filmografía de Burman, descendiente de judíos polacos radicados en el Río de la Plata. Sin embargo, el cineasta no se considera un "vocero" de la colectividad ni nada por el estilo.

"Soy judío, argentino, hombre, por lo que considero normal que esto se refleje en las temáticas de mis películas. Pero no es algo deliberado, ni acerca de lo que reflexione mucho. No calculo cuánto de argentino o de judío pongo en una película", dice.

"La suerte en tus manos" fue elegida para integrar la programación del Festival de Tribeka, prestigioso certamen creado por el actor estadounidense Robert De Niro. "Es un festival al que no entré con ninguna de mis películas anteriores" refiere Burman, quien entiende que su nuevo film puede haber sido seleccionado porque "tiene un perfil abierto y encaja en lo que se denomina cine comercial. No hay que tener un doctorado para entenderla, habla de emociones que llegan a cualquier persona".

Cualquier monedita sirve

Interrogado acerca de costos económicos, Burman reconoce la existencia de dificultades financieras para hacer cine en Latinoamérica, pero afirma no sentirse limitado por tal coyuntura.

"Es muy curioso, yo hago una película con una protagonista uruguayo, quise que fuera una coproducción con Uruguay pero no pude, porque el ICAU (Instituto del Cine y Audiovisual del Uruguay) no aprobó el proyecto". Para Burman, "la pobreza es no tener para darle de comer a tu familia". Y afirma que la necesidad de trabajar para conseguir fondos de orígenes diversos a la hora de filmar, no lo condiciona. "Es más, en cierto punto no tener ninguna limitante puede ser peor, porque te perdés en el infinito, que es muy angustiante. Me muevo bien en un mundo acotado, me hace sentir más cercano a la realidad. Yo también me limito en la vida", concluye.


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