Catupecu Machu es una de las bandas más importantes del rock de la vecina orilla, que, curiosamente, hizo su camino transitando sendas no tan frecuentadas por sus colegas. Poco más de tres lustros atrás, cuando garpaba calzarse una camisa a cuadros y gritar ‘aguante' o esconder canciones detrás de firuletes tan complicados como innecesarios, el por entonces trío se constituyó en un pilar casi ecuménico, hacia el que confluyeron feligreses de casi todas las tribus urbanas.

 

Foto: Quique Ibarra I Catupecumachu.com

Una suerte de banda tributo al rock argentino, a caballo entre la estética glamorosa del Soda Stereo de los 90 y el aguerrido sonido ‘power' de Divididos, imbuidos de la poética del Spinetta de Artaud pero releída en clave pop, Catupecu presenta por estos días canciones de "Simetría de Moebius", su séptimo trabajo discográfico, en el marco de su ‘gira interminable', que los trae otra vez a Montevideo.


Hoy, más de 15 años después de su debut, y luego de una accidentada trayectoria (el adjetivo funciona en su acepción más amplia), Catupecu Machu exhibe su chapa de clásico, pero va por más.

Javier Herrlein, baterista de la banda, dice a Montevideo Portal que, cuando comenzaron, no tenían la conciencia de estar creando un grupo con la proyección que hoy tiene. "Todas las bandas, cuando arrancan, se juntan a ensayar sin medir demasiado las consecuencias de lo que puede llegar a pasar en un futuro". Ahora, viendo hacia atrás y pasando los recuerdos por el tamiz de la razón, "después de una cantidad de discos editados, de shows en distintos países del mundo, es un placer enorme ser parte de este ‘mundo Catupecu'".

Foto: Quique Ibarra I Catupecumachu.com

Ese mundo, que describe Herrlein, se construyó y se construye en base a la experimentación, la búsqueda y el riesgo. Es que, guste o no, Catupecu nunca se erigió sobre fórmulas prestablecidas, ni redundó sobre sus hallazgos, aún a riesgo de pagar con descrédito la osadía. El rock, no sólo en Argentina, es ya un género veterano, que, como todos los viejos, se esclerosa, se repite y chochea. El músico opina que esa situación "tiene que ver con lo que está pasando en mi país y el mundo. Quizás el rock esté en cierto grado de peligro, porque está a la vista que no hay grandes ‘revoluciones', nadie se arriesga a romper esquemas, creo que nadie se aventura demasiado para no estar en la mira de las críticas o por miedo a quedarse sin espacios, y, paradójicamente, hay un lugar que no está cubierto, un espectro del rock sin descubrir, y me parece que hay un gran número de bandas que está cómodas, yendo por el lugar prolijito por el que saben que no pasa nada. Es un bajón para la música, porque lo que tiene el arte es hasta ‘revolucionario', de romper esquemas. Catupecu sí rompe esquemas, es una banda que se atreve; si después la crítica nos da un palazo por la cabeza está bien, es así, es parte del juego".

Para Herrlein, "hay muchas cosas que son como son y está bien. El pop es pop, la música clásica es lo que es y el tango va a ser tango por miles de años. Ahora, el rock debería ser quien rompiera moldes, esquemas musicales y hasta ideológicos. No veo que pase eso, y viene desde hace años. Y no sé si es tan saludable que el mundo del rock esté demasiado tranquilo. Me parece que ahora está en una meseta, y ojalá que en breve vuelva a pegar el salto". Ojalá.