Por Martín Otheguy
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Ignacio Alcuri es la Maru Botana del cuento humorístico local. Tiene un nuevo hijo literario poquito después de haberse recuperado del proceso de gestación del anterior y nunca parece satisfecho. Y aunque uno espera que a esta altura ya se confunda fechas y nombres de tanta descendencia, no se olvida de cada una de las criaturas que parió su mente inquieta, fecundada por algún demiurgo que habita en la cultura pop y las primeras citas fallidas.
Es tal su compulsión literaria que a pesar de que su último libro, La novia de Johnny Storm ve la vaca y llora (Penguin Random House etcétera etcétera etcétera), acaba de llegar a las bateas, ya tiene escritos cuentos suficientes para publicar una nueva obra. Lo único que impide que hayan nacido libros mellizos, probablemente, es la resistencia de su editorial o las quejas del exigido sindicato de las artes gráficas.
La novia de Johnny Storm ve la vaca y llora es su noveno hijo desde su debut en 2003, si contamos también ese "parto de nalgas" compartido (una nalga suya y la otra del historietista argentino Gustavo Sala) que fue la novela gráfica homónima, editada en 2016.
Su nueva colección de relatos vuelve a escarbar en algunas de sus viejas obsesiones, con extremos tan opuestos como la religión y la escatología, pero subvierte en forma más eficiente la "materia sagrada", colocándola en el lugar más incómodo posible. Prima además la ficción pura sobre los pequeños ensayos personales, aunque por supuesto que hay lugar para la experimentación de formatos, algo a lo que está acostumbrado en su trayectoria en otras áreas (guiones en radio, televisión, stand up, diarios, portales y carnaval). El resultado, al contrario que una primera cita con el autor (dicen), es muy divertido, ágil y hace lamentar que se termine tan rápido.
Días antes de que el libro llegara a los comercios, el autor facilitó un adelanto del material y aceptó someterse a esta entrevista, que no pretende camuflar los vínculos laborales y afectivos del escritor con el medio -o con el propio entrevistador-, sino intentar en todo caso que se conviertan en una desventaja para él a la hora de responder. Presionado, se animó a hablar sobre humor, prejuicios, caca, Dios, corrección política, redes sociales y feminismo, entre muchos temas. De todo menos del nombre del libro (el chiste está a un Google de distancia, no explicaremos aquí pormenores del esperma de los superhéroes).
La última vez que te entrevistamos te hicimos una pregunta sobre tu vocación como lector cuya respuesta te valió algunas críticas. Respondiste: "Yo me llevo mal con la literatura en general. Soy un pésimo lector. Para la literatura precisás tres cosas: concentración, tiempo y fuerzas. Carezco de ellas". ¿Qué me respondés ahora ante la misma pregunta?
Creo que soy un lector de rachas. Los factores necesarios para terminar un libro siguen siendo los mismos -concentración, tiempo y fuerzas-. No es sencillo tener las tres e incluso, cuando se tienen, hay que elegir leer por sobre otros consumos culturales. Estoy tratando de amigarme con la lectura digital para hacerle menos daño a mi espalda cuando ando en racha.
¿Aquella vez fue un intento de desmerecerte o respondiste honestamente?
Seguramente en ese momento era un pésimo lector. Además de que practicaba el arte del autodesmerecimiento. Al menos en una de esas dos cosas he mejorado.
Qué bueno saber que ahora no te desmerecés tanto...
Lo dejo a tu criterio.
¿Por qué creés que te causó problemas esa respuesta?
¿Era esa respuesta? Creía que era la de no leer a los clásicos. Y si me causó problemas fue porque en aquel entonces tenía la necesidad patológica de caerle bien a la gente y eso me llevaba a controlar demasiado lo que decía. Eso, en el mundo del humor, es una cagada frita. No es que ahora me dedique a coleccionar enemigos, pero no voy a dejar que la opinión de gente que no me interesa dicte mi estado de ánimo.
¿Esa molestia a qué creés que obedece? ¿A un prejuicio por no tener una formación "clásica"?
Ni siquiera creo que se tratara de una molestia tan grande. La responsabilidad fue mía por tener la piel demasiado delgada.
Escribís humor y escribís cuentos cortos. ¿Sentís que ambas cosas son ninguneadas en la valoración de la literatura local o general?
La gente tiene la idea de que escribir cuentos es una preparación para escribir la novela, como quien filma cortometrajes mientras va aprendiendo el manejo de las herramientas y eso le permite embarcarse en proyectos más complejos. No creo que el caso de la literatura sea similar. Y de hecho hay una gran tradición de cuentistas en nuestro país, ni que hablar en el resto del planeta. Pero sigue quedando esa idea del parcial antes de dar el examen. El día que escriba una novela no va a ser porque finalmente me crea capaz de hacerlo sino porque se me caerá una idea para ese formato.
Y si el cuento es el hermano bobo de la novela, el humor es el hermano en coma profundo de la seriedad, al menos para los serios. Pero los serios no saben lo que se están perdiendo.
¿Pero sentís que el humor está bastardeado acá en la literatura o en todos los terrenos?
Creo que cuando edité mi primer libro el "mercado" de la literatura todavía estaba compuesto por voces que no representaban a las nuevas generaciones. Los años llevaron a una obligatoria renovación, sobre todo porque los escritores se fueron muriendo. Y las nuevas voces parecen tener más sentido del humor, o no temen volcarlo en lo que escriben. Y no sé si es más fácil hacer reír o hacer llorar, pero si solamente sabés hacer una de las dos, te estás quedando corto.
¿Te sentís parte de una generación o un movimiento, literariamente hablando?
Eso es muy difícil de percibir desde adentro. No cultivo "amistades literarias", no me muevo en círculos que faciliten el contacto con quienes se dedican a eso. Sí me nutro del talento de amigos que en cada uno de sus rubros hacen cosas que a mí me encantan. Trato de ser un poco vampiro en ese sentido.
Pasaron ya 14 años de tu primer libro, de Sobredosis pop, que fue un éxito medio inesperado. ¿Qué clase de evolución notás en los cuentos, sea estilística o temáticamente?
Si por alguna razón masoquista volviera a leer mis primeros cuentos, muchos de ellos no los publicaría. Eran arrebatos de escritura, más que unidades de contenido literario. Esta es una opinión personal que contradice, por ejemplo, a quienes siguen prefiriendo ese libro sobre los siguientes.
En aspectos más técnicos, mi obsesión siempre fue utilizar la menor cantidad de palabras en la mejor combinación. A fuerza de aciertos y errores, creo que he mejorado sensiblemente en ese sentido.
Una de tus características es ese "menos es más" de la escuela Elmore Leonard. ¿Por qué, pregunto, menos palabras es más?
Cada tanto reviso algunos de los consejos que da Leonard para escribir y me hace sentir barroco. Pero entiendo que perseguimos objetivos similares. Empezar el cuento lo más cerca posible del final, por ejemplo. No creo que necesariamente menos sea más, es una mezcla de decisión consciente con aprovechar los limitados recursos con los que uno cuenta.
¿Puede que esa poda voluntaria influya también en que tus libros no entren a veces en el canon de la "literatura seria"?
Sospecho que el formato de cuento corto y el humor influyen más en ese sentido que la economía de vocablos.
¿Y qué pasa con la evolución temática en tu literatura?
Con respecto a los temas, al principio mis cuentos eran biográficos porque eran catárticos, eran una forma de procesar un montón de pensamientos, sentimientos y algún otro sustantivo terminado en mientos, porque el humor funciona de a tres. Con el correr de los años disminuyó esa necesidad, lo que me permitió apuntar al humor como herramienta en sí, más despegado de lo que me estuviera ocurriendo en ese momento. Eso no significa que mis anécdotas no se cuelen en las historias, pero son disparadores en lugar de la razón de ser de un cuento.
Los cuatro elementos
Voy a colocar dos conceptos que podrían parecer antagónicos, que se repiten en tus libros y que están también en La novia de Johnny Storm..., para que me expliques qué te inspira de cada uno: caca y Dios.
Son extremos opuestos. A uno lo vemos todos los días pero nunca hablamos de él, mientras que el otro llena conversaciones enteras sin tener pruebas de su existencia. Ambos parecen exigir un respeto especial para referirse a ellos, por razones muy distintas. Y los dos tienen un enorme potencial para el humor, cada uno por su lado.
En La novia de Johnny Storm... Dios le está ganando la pulseada a la entropía (o a la expresión de la entropía que es la caca). ¿Por qué Dios es tan buen material de comedia?
Porque el humor es incomodidad, es sorpresa, y lo que muchos consideran solemne es material perfecto para incomodar. Eso, y que hay muchos pasajes bíblicos que por su popularidad se vuelven sencillos de parodiar sin tener que explicar demasiado.
Si tuvieras que elegir otros pilares en los que se basan tus cuentos humorísticos, ¿cuáles serían? Caca, Dios... ¿cuáles son los cuatro elementos del universo Alcuri?
Primeras citas y referencias pop. El fútbol viene ganando terreno, pero por la necesidad de escribir un cuento de esa temática cada dos meses.
Hoy hablabas de elegir la lectura sobre otros consumos culturales. ¿Cuáles son y qué te lleva a elegir unos sobre otros?
El cómic fue y será mi formato preferido a la hora de "consumir", buscando un verbo aplicable a todas las artes. Hasta el largo de las historias lo vuelve menos frustrante que un libro de cientos de páginas. Las películas y las series también ocupan un lugar importante, particularmente estas últimas, por la capacidad de desarrollar personajes con más tiempo. Como podrá comprobar cualquiera, lo que produzco poco tiene que ver con lo que más me gusta, sino con lo que me sale.
Pero el humus (o en tu caso el hummus, siendo de origen libanés) del que sale tu literatura parece provenir muchas veces de esos otros formatos. ¿La pulsión sigue siendo querer subvertir esos productos de la cultura pop?
El objetivo final no es la subversión sino el humor, lisa y llanamente. Y las referencias populares son una silla de cuatro patas que permite, eliminando una, o cambiándola por un pollo de goma, que cuando alguien quiera sentarse termine reventado contra el piso. Siempre y cuando nadie reordene las tres patas restantes de modo que la silla siga manteniendo el equilibrio. A lo que iba es que la parodia es un género que me divierte mucho.
El primer libro salió en 2003. ¿Cuánto cambió desde entonces la sensibilidad sobre los temas en torno a los que se puede hacer humor?
Los límites de mi humor se han corrido, sin dudas, pero en dirección opuesta a lo que uno podría esperar. Por eso que mencionaba antes de tener mucho miedo a ofender en los comienzos, y menos ahora. Por supuesto que existen cosas sobre las que no haría humor, al menos no en los cuentos. Pero lo interesante es encontrar atajos, trucos y trampas para reírse de las mismas cosas sin encender tantas antorchas enemigas.
¿Sobre qué cosas no harías humor?
No creo que se trate tanto de temáticas sino de cómo abordarlas. La clave está en asuntos tan sencillos como el contexto y la gratuidad del chiste.
Entonces deduzco que se puede hacer humor sobre cualquier cosa, pero depende de cómo se haga.
Depende de cómo se haga y dónde se haga. Sí, por supuesto. Es una ecuación muy compleja que muchos no tienen ganas de utlizar al momento de elaborar un chiste o al momento de criticarlo.
La antorcha humana
Tu humor se corrió hacia un lado desde el 2003, pero en el humor en general pasó lo contrario, a un mayor control. ¿Cómo te cambió eso en otros contextos?
Creo que las redes sociales despertaron la vocación policial de muchas personas. En algunos casos esos poderes están bien aplicados y hoy en día el discurso público tiene un respeto por las minorías que era necesario. El problema es el policía que se acostumbra al garrote y necesita seguir pegando para sentirse útil, atropellando al humor con el mismo ímpetu que a los discursos serios. Sin preocuparse por ver si ese chiste sobre empleadas domésticas está denunciando algo, o si se burla de ellas dentro de un contexto especial, o si simplemente es una chotada que no merece un segundo de sus tiempos.
Frente a la "policía moral" están quienes enarbolan la bandera contra la corrección política, pero entre ellos hay gente que lo hace por fines que pueden ser considerados cuestionables. Hasta los anti-abortistas más extremos o Varones Unidos en Uruguay tomaron esa bandera. ¿Cómo se maneja un humorista en ese terreno gris para distinguir el "bien" y el "mal", por decirlo de algún modo?
Si algunos se creyeron lo de ser policía de las redes, otros juegan al nene de 6 años que descubrió las malas palabras y no deja de decirlas en voz alta para ver qué cara ponen los demás. En el medio, cómodamente alejado de los extremos, están el discurso racional, el humor inteligente y la discusión productiva.
Declaraste tu feminismo varias veces. ¿Eso te llevó a cuidarte más a la hora de hacer humor sobre género, ante la posible malinterpretación de la gente?
No creo que mi humor haya cambiado tanto desde que presté especial atención a la problemática de género. Cuando entendés que el humor puede convertirse en bullying y cuidás tu discurso en ese sentido (utilizando más la inteligencia que la autocensura) todo se da naturalmente.
¿El escritor escribe cualquiera sea su circunstancia, como decía Bukowski? ¿Sin importar si trabaja 16 horas o, en tu caso, si tiene 50 series para ver?
Creo que sí. A lo sumo las ocupaciones lo llevan a escribir y uno canaliza su pulsión en textos que no podrían catalogarse de ficción. Pero esa necesidad de contar cosas utilizando palabras en una hoja o un monitor no se apaga con más o menos tiempo de ocio. Sólo se transforma.
¿Sentís vacío existencial cuando no escribís, a la espera del chispazo que da sentido a las cosas, como dice uno de los cuentos del libro?
Por suerte no. Pero ese chispazo, que puede ser una idea ridícula o un chiste choto, es una descarga de energía incomparable. Por suerte no es adictiva, porque las sequías existen.
¿Estarías feliz si gracias a la "Ley de Fotocopias La novia de Johnny Storm... queda a disposición del público en general en copias, aunque no percibas derechos de autor?
No me haría particularmente feliz, pero no me pondría triste ni saldría a manifestarlo públicamente. Creo que los escritores que sufren de verdad en sus bolsillos por esa movida son muy pocos. Las editoriales que graben los videos que quieran y protesten donde quieran.
Por Martín Otheguy
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