En 1975, un grupo de artistas uruguayos decidió tomarse a los niños en serio. El clima de la época no era el ideal para jolgorios, pero, así y todo, se llenaron de colores y salieron a decirle a la gurisada que sí, que estaba bien la libertad, jugar y ser uno mismo. Ese experimento se llamó Canciones para no dormir la siesta, y en pocos años se convirtió, sin exagerar, en un fenómeno de multitudes.

Combinando melodías y ritmos de todas partes del mundo, pero con marcado acento nacional, y con letras (propias y ajenas), que apostaban a la inteligencia y la picardía del público, fueron los preferidos de padres y niños. Esos pequeños de ayer hoy superan las tres décadas, y muchos tienen hijos criados al son de los discos de Canciones.

El sello Bizarro acaba de reeditar los tres últimos discos de Canciones; Diez años (1985), Había una vez (1986) y CHT! (1988), todos pertenecientes al catálogo de Orfeo. Estas reediciones confirman una vigencia que, en opinión de Gonzalo Moreira, uno de los fundadores y principales compositores del grupo, "es algo bastante sorpresivo. Mucha gente me dice que, si bien hay muchas músicas y propuestas nuevas, los niños, generalmente, eligen escuchar Canciones. Sobre todo el disco de los 10 años, el que tiene ‘El país de las maravillas', y ‘Chim pum fuera'. No sé por qué razón, pero se siguen vendiendo mucho. Es una buena noticia. Se ve que ‘algo' tiene ese material, en su intensidad o su significado, que no fue repetido por otros".

Ese ‘algo' va más allá de la superficie. Muchas veces se subraya la importancia de Canciones para no dormir la siesta como opción de resistencia cultural frente a la dictadura: destacan sus entrelíneas, su rescate de la música popular latinoamericana, y se olvida un detalle mayúsculo: las canciones estaban buenas, tenían onda, enganchaban a los niños, las integraban. Moreira explica que, pese a que el sonido que lograban "no era moderno", Canciones "tiene contenido, seriedad y respeto por los niños. Tiene esa química que se dio con aquellos personajes de aquella época, y no volvió a existir; por algo fue".

Moreira cree que esa conjunción de talentos es irrepetible; "ponés los mismos personajes de Canciones ahora, y no creo que funcionen. No creo que puedan generar ese furor". Ese ‘furor' se veía, en aquellos años, en las ventas de discos, los teatros y salas que se llenaban cada vez que actuaba el grupo, y en la respuesta del público, que, no sólo en los conciertos, les ofrendaba admiración y cariño, que se mantiene al día de hoy. "Es un orgullo que años después se siga reconociendo aquella cosa linda que hicimos, con tanto amor y cariño, y con todo el profesionalismo que podíamos en aquel momento", apunta Moreira. Los integrantes de Canciones, "sentíamos mucha alegría de poder trabajar en eso, y de ser recibidos de la forma en que lo éramos por parte del público".

Parte del imaginario popular se encargó, también, de agigantar esa leyenda al carácter de mito, y de poner a Canciones entre los bastiones de lucha contra la dictadura. Es común escuchar, de parte de quienes vivieron aquellos años (y de los que no), que el grupo fue un catalizador de las luchas populares para enfrentar a la dictadura. Moreira relativiza esas expresiones, y recuerda que sus mayores éxitos se dieron después de 1985, una vez restablecida la democracia.
"Nosotros hacíamos lo que podíamos", con censura y falta de libertad. "Sin embargo, el éxito mayor de ‘Canciones' fue después de la dictadura. Si bien durante el gobierno militar empezamos a trabajar para adultos, y a participar en muchos espectáculos de canto popular, el grupo ‘explotó' después".

La fórmula del éxito de Canciones fue, quizá, su carácter sui generis y la variedad de aportes de sus integrantes. Sin referentes en cuanto a música infantil, cada uno trajo lo suyo, que se amalgamó con enorme efectividad con lo de los demás. "En el grupo éramos varios componiendo. Primero (Walter) Venencio, que después dejó el grupo, componía (Jorge) Bonaldi, Nancy (Guguich), Horacio (Buscaglia) y yo. A veces componíamos a medias, con Nancy, a veces con Horacio. La mayor influencia que tengo es de los Beatles. Nací, crecí con los Beatles y ese tipo de musicalidad. El Corto Buscaglia también era muy beatlero, y Nancy no, y Bonaldi tampoco; él era más tanguero, más vinculado a la música del arrabal. Se dio una extraña combinación, que fue única, con esas personas y en ese momento. No se ha repetido porque fue eso, aunque quieras inventar algo parecido no podrías. Si no hay esa química que se dio con esas personas, tan disímiles, tan variada, no hubiera sido posible", insiste.

Moreira cree que, "aunque hay temas (de Canciones) que no son uruguayos", tienen "su cosa uruguaya recontra bien marcada", que era "la impronta del grupo, que era bien de acá". Esa ‘uruguayez' y originalidad pone a Canciones para no dormir la siesta en uno de los peldaños más altos de la música popular, y sus composiciones pertenecen al acervo cultural de nuestro país. Niños, padres y hasta abuelos, agradecidos.

Escuchá 'El País de las Maravillas'

Escuchá 'Canción de la muñeca'

Escuchá 'Baion de los gatos enamorados'