Los pelos largos, la camiseta de AC DC algo raída por el uso y un conjunto de barba y bigotes dignos de un viking contradicen los 41 años, que, según Frankie Lampariello, bajista de Hereford, canta su cédula de identidad. Al menos eso pensaban los padres de mi generación, y algunos más acá en el tiempo, para quienes era impensable andar por las cuatro décadas con las lanas por la cintura y jodiendo con el rock & roll. Algo parecido pasó por la cabeza de Frankie 15 años atrás, cuando, junto a Diego "Chirola" Martino, (guitarrista y cantante), Guzmán Mendaro (guitarrista) y Rodrigo Trobo (baterista) empezaban a conocerse y a componer sus primeras canciones juntos. Y, al menos a él, no se le ocurría imaginar este presente.
"Yo soy el mayor de la banda. Formamos Hereford un año antes de casarme. Tengo dos hijos, Guzmán fue papá hace unas semanas. Cuando empezamos, yo ya venía de tocar en otros grupos y estaba convencido de que no iba a tocar más. Estaba laburando en un estudio contable, y, cuando me junto con esta gente, lo primero que hice fue decirles ‘miren, muchachos, yo no estoy para hacer nada profesionalmente, quiero hacer unos temas, nomás, y después fui el primero en meterme a buscar toques como loco. Estuvimos ocho meses ensayando, y ahí nos dimos cuenta de que la banda tenía algo. Comenzamos a tocar en vivo, fuimos levantando, y en cierto momento nos dimos cuenta de que estaba bueno lo que hacíamos, y que estábamos muy metidos los cuatro. Ahí dijimos ‘hagamos una cosa: sabemos que no podemos vivir de la música... entonces que la música sea lo segundo en importancia. Juanse, de los Ratones Paranoicos, nos dijo una vez que para dedicarte a la música tenés que dejar todo, y para mí no es así. En primer lugar, para vivir de eso tenés que ser buen músico, tener buenos temas, y después, tenés que tener una gran cuota de suerte. Conozco bandas que son mucho mejores que Hereford y que no pasa nada. Tengo un estudio de grabación en mi casa, todo el tiempo veo entrar y salir grupos que están buenísimos. También veo bandas que vienen a grabar y ya se traen los plomos, van a tocar a los boliches y exigen sonidista. Cuando arrancamos, llevábamos todo nosotros, armábamos todo nosotros, y a veces teníamos tres o cuatro toques por fin de semana, esperando que los boliches cerraran a las 6 de mañana para volver a cargar e irnos". Eso, claro, en un contexto en el que Frankie se acababa de recibir de profesor de inglés, Diego trabajaba en una ferretería y Guzmán veía su futuro como diseñador gráfico. Hoy, son "la única banda del medio que mantiene su formación original", dice Frankie, con moderado orgullo.
Donde tenés que ser cheto o terraja
Si algo hay que reconocerle a Hereford, es que, a lo largo de estos tres lustros, han mostrado una gran capacidad para absorber golpes y críticas que nada tienen que ver con sus defectos o cualidades artísticas. Hablando en plata, siempre fueron considerados por parte del público e incluso de la prensa como un "grupo cheto", eliminando así todo otro posible calificativo.
"Somos músicos, no sé de dónde salió esa identificación con ‘lo cheto', y nos rompimos el lomo porque nos gustaba la música. Yo jodo con eso, porque siempre hay algún tarado que te tira con esa ‘acusación'; si no te gusta lo que hacemos está bien, pero no tiene nada que ver el barrio de donde seas. Yo nací en Estados Unidos, me vine acá a los 9 años y me crié en la Cruz de Carrasco, que no es una zona cajetilla. Después le fue bien a mi viejo, nos mudamos a Carrasco y tuve ciertas comodidades; Chirola es de Sayago. La gente nos asoció mucho con Viejo Jack (boliche de La Barra de Carrasco, que nucleaba a varios artistas entre el público y sobre el escenario). En cierto momento eso nos pesó, y el tema recién se cerró cuando nos dejamos de preocupar. Nunca más nadie nos vino a decir nada, a recriminarnos nada por ser del barrio que somos. El asunto es si estás para la pose o hacés música. Y a veces la gente trata de criticar lo que no le gusta agregándole atribuciones que no tiene. Ojo, yo cuando era guacho hacía lo mismo, y en realidad lo único que te molesta es la música, lo demás es accesorio. Llegué a ver casos de gente que se quiere pelear por la música que hace el otro. Y vos no escuchás a Metallica porque van al psicólogo juntos, o porque Lars Ulrich estaba rankeado en el ATP, lo escuchás porque te gusta, te mueve".
Durante su carrera, Hereford vendió miles de discos, llenó teatros y discotecas, giró por todo el país, viajó por el Cono Sur, ganó premios y compartió escenario con varios artistas de peso, tanto nacionales como extranjeros. Sin embargo, estas credenciales, muchas veces, no bastaron para salir en la radio, la televisión o las revistas. Y eso es cierto. "Nunca fuimos una banda mimada por la prensa, ni lo vamos a ser", dice Frankie. "Y tengo varias teorías al respecto. Nosotros sabemos bien lo que tocamos, lo que hacemos, lo que somos, y además el país siempre estuvo muy dividido, polarizado con respecto al rock: o punkie o ‘vientero'... ¿a qué otra banda, que suene como Hereford, le va bien en Uruguay? Y, se quiera o no, la mochila de ‘banda cheta' ayudó bastante a que nos hicieran la cruz. Y sabemos bien lo que somos, y el público que tenemos. Si podemos crecer, bárbaro, pero nunca salimos a hablar mal de nadie para que nos hicieran una nota, nunca salimos agrandados, siempre fuimos a todos lados con la cabeza gacha".
Manual propio
Hereford viene con su reciente "Manual de otro", un trabajo que sucede a "Ruido", y que se despega notoriamente de su antecesor. Aquel era duro, agresivo. Este es un disco festivo, apacible. Aquel vino signado por la penumbra desde la gestación, y se notó en cada surco de la placa. "11 meses metidos en el disco anterior. ¡Mal! Ensayábamos de mañana, en un sótano, con una humedad terrible. Entramos a hacer arreglos super producidos, nos peleamos, todo mal", recuerda Frankie, y, en cambio, en esta ocasión, todo se dio de una manera más relajada, "todos estuvimos de acuerdo con los arreglos, con los temas". Y el grupo se encontró con su esencia. "Somos una banda de rock, pero con alegría. Y de repente pasamos a ser más duros, desafiantes, oscuros... ¡parecíamos La Trampa!", bromea. "Y no es que eso sea malo, y que no pueda volver. Pero este último disco es más rockero, más suelto; no es ni pesado ni oscuro. Es mucho más suelto, mucho más ‘sonrisa', y no deja de ser Hereford".