Por Martín Otheguy
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En este siglo XXI Francisco Fattoruso pasó de esperar eternamente el 104 (como decía la recordada canción de su banda Cleptodonte) a tocar con la famosísima Janelle Monáe en la Fashion Week de Nueva York. El bajista está acostumbrado a esta clase de saltos, con una vida itinerante entre Estados Unidos, Brasil y Uruguay, pero ahora el frenesí de su vida musical es mayor que nunca.
Desde hace más de tres años está radicado en California, donde su agenda como músico freelance incluye ser el bajista de Janelle Monáe o de Iván Lins, pero también tocar en iglesias (góspel, claro), clubes de Hollywood, la mayor banda tributo de Electric Light Orchestra o compartir escenario con algunos de los ídolos de su adolescencia. Fattoruso se siente casi como esos futbolistas que pasan de jugar en la Playstation con sus ídolos a hacerse amigos de ellos y hablar de igual a igual en la cancha. Como prueba están sus colaboraciones con los bateristas Tony Royster Jr (Jay Z, Katy Perry) y Gary Novak (Alanis Morrisette, Chick Corea), o el tecladista de Toto, Xavier Taplin.
Entre tanta actividad, Francisco Fattoruso encontró tiempo para editar su cuarto disco solista, Random Archives, que este viernes 25 de octubre presenta en La Trastienda Montevideo (Fernández Crespo 1763) junto a un supergrupo de músicos rioplatenses. Si se suma esto a sus invitados especiales (spoiler alert: hay muchos apellidos célebres y manos virtuosas) la velada se parece más bien a un "all star game" de la música local, por seguir con las metáforas deportivas.
Esta variedad es la que se percibe también en su nuevo álbum, que repasa los últimos diez años de una carrera inquieta, que salta con facilidad desde el jazz, la fusión y el funk a sus influencias metaleras y la escuela uruguaya que lleva en el ADN. De algo de eso hablamos con él a horas de presentar en sociedad a su nueva criatura.
¿Cómo fue recomenzar de cero en California, luego de varios años en Uruguay?
Fue súper difícil. Es una ciudad con una concentración de músicos muy fuerte, y es un lugar que no solo tiene miles y miles de músicos increíbles -famosos o no famosos-, sino gente que constantemente circula gente intentando quedarse. Hay mucha competencia, es sacrificado en ese sentido, aunque cualquier ciudad lleva tiempo para insertarse bien. Y en mi caso fue difícil, pero al tiempo se acomodan las cosas, vas llegando donde debés llegar, conocés los músicos que hay que conocer. Pero sigue creciendo, nunca para, porque hay muchas avenidas musicales a las que acceder, con muchísimos ambientes.
¿Cómo es tener que probarte o hacerte valer de vuelta, ante gente que no te conoce?
Eso fue como natural porque me había pasado antes en Estados Unidos, pero es amargo llegar y que no te conozca a nadie. Uno se olvida cuando trabajó mucho con las mismas empresas de sonido o los mismos músicos, pero si no conocés a nadie es como hablar con un extraño, te sentís como que no sabés qué hacer. Pero en California son muy buena onda y fue fácil hacerse amigos enseguida.
Lo más intenso es la gran cantidad de música que tengo que aprender constantemente. Tengo hojas y hojas que gasto todos los días de escribir los temas.
¿Pero es parte de lo que fuiste a buscar?
Exactamente. Estaba buscando eso en parte, ese desafío de estar más en la música, con proyectos que no tienen nada que ver, porque la dinámica musical que tiene el góspel, Janell Monáe e Iván Lins se comparten en cero, son conceptos totalmente diferentes, y eso me enriquece, me hace querer aprender cada uno de los estilos lo mejor posible, me hace tocar mejor, estar más alerta, crecer.
¿Te limitaba musicalmente estar en Uruguay por la falta de desafíos?
La música avanzaba a un ritmo y sentía que me estaba quedando muy quieto, pese a que yo hacía muchas cosas acá. Pero me sentía muy en el centro de todo lo que hacía, de tener que encargarme de todo, y capaz que yo necesitaba ahora que me manden a mí a aprender treinta temas. Que al principio es difícil pero cuando los aprendo me doy cuenta de que está buenísimo estar haciendo eso.
El trasfondo económico también pesa, porque en un lugar como Estados Unidos se vive un poco más barato, es más cómodo, y hay más avenidas musicales.
¿Considerás a Random Archives una suerte de diario de viaje musical tuyo de estos diez años?
Es como un cronograma de mi vida musical de los últimos diez años. No fue planeado así, pero cuando me di cuenta de que podía hacerlo de ese modo le terminó de dar forma al disco. Lo que hice fue elegir, buscar de toda la música grabada que tengo hasta encontrar canciones que encajaban perfecto para complementar lo que hago en Los Ángeles... de alguna manera unir todo.
¿Tenés preferencias entre la música más elaborada de la fusión o el jazz por un lado, como la que predomina en el disco, y el formato más pop y rock por otro lado?
Yo compongo en muchos estilos y me transformo como un camaleón, que es verde cuando está en una hoja verde, y al pasar a una piedra queda gris. Por ejemplo, yo tengo un trío de metal (Enemigo) con Rodolfo Sayagués y Santiago Juan. Y cuando compongo ahí es como que se cambia un chip, un lenguaje, y todo lo que sale viene por el lado del metal. Cuando tomo la guitarra acústica para componer va para otro lado y cuando hago algo con Francisco Fattoruso Group, esa es mi parte personal, donde dejo que la música vaya donde pueda llegar, sin barreras.
¿Pero les das más valor a un estilo que a otro, por ser más complejo?
No, yo soy muy fan de Nirvana, que usa cuatro acordes, y no me parece que sea mejor una cosa que la otra. Simplemente son cosas diferentes y algunas son comparables y otras no, y al final todo es una expresión artística de un ser humano. Yo, como fui criado con muchos estilos de música, aprendí por suerte a valorar esas diferentes formas de manifestarse; por un lado escucho a Hermeto Pascoal, Chopin o John Coltrane, que estudiaban todo el día y buscaban nuevas formas de tocar, y también escucho bandas como Nirvana que todo lo hacía desde un lado extraño pero que transmite una energía increíble. Tocaba mal (Cobain) los acordes, a nivel académico, pero sin embargo no pienso que Steve Vai toca mejor que Kurt Cobain. Uno es virtuoso, toca rápido y perfecto, y el otro es técnicamente malo, pero lo que hace me llega mucho más que otros músicos perfectos. No tengo preferencias, pero en mi música yo lo termino llevando a algo experimental, más abierto.
También tenés todo el bagaje de la "escuela uruguaya". ¿Te pasa en Estados Unidos, como quizá le ocurría a tu viejo, tu tío u otros músicos cuarenta años atrás, que la gente con la que tocás se sorprenda con ese aporte?
Totalmente. Cuando toco para mí es natural, no es raro, pero muchas veces quedo sorprendido porque voy para un lado musical que para mí es normal y para ellos no, y les encanta. Me dicen: ¿qué es eso? No es que yo trate de hacer candombe allá, por ejemplo, pero mismo así está metido adentro mío, es inevitable... genera un diálogo musical muy original y que termina llamando la atención.
Vos lograste desde joven hacer una carrera con mérito propio, pero tuviste que cargar con el mote de "hijo de". ¿Sentís que el apellido fue una ayuda o una carga en ese sentido?
Yo siempre lo vi con mucha naturalidad, nunca lo sentí como una carga. Quizá lo sentí en otros momentos, por gente que ponía comentarios en internet. A veces hay personas que no respetan tanto a alguien cuando es "hijo de" otro y tienden a respetar a gente que salió de un lugar totalmente distinto al mío. Estoy muy influenciado y lo admiro (por su padre Hugo) pero nunca me lo planteé como una carga. Creo que más bien fue productivo.
Decidiste sacar un nuevo álbum por vía digital. ¿Cómo te hacen sentir los cambios que la tecnología introdujo en la música y en la forma en que se consume?
Por primera vez saqué un disco solamente digital y la verdad es que es un sufrimiento para los músicos, porque estamos viviendo una época de cambios, y como la tecnología avanza tanto más rápido que nosotros, estamos constantemente saltando de un lado a otro hasta que algún día se acomode la industria musical. Hay una pelea permanente con el tema de los derechos, con Youtube y Spotify. Yo creo que va a llegar un momento en que se logre un acuerdo donde entre más plata al negocio de la música pero para los que estamos en la música... Youtube esta en otro negocio. O sea, que la plata que genere Youtube, por ejemplo, llegue a los músicos, algo que ya se está manejando. Lo que falta hoy es el apoyo que daban los sellos antes, que por ejemplo aportaban un presupuesto bueno para grabar un disco bien, en un estudio con recursos. Hoy los sellos esperan que vos les des los discos prontos. Tengo la esperanza de que se acomode un poco. Es una época difícil para la música, comparada con otras como la de los ochenta, donde creo que había un buen balance entre una cosa y la otra.
Por Martín Otheguy
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