Por Martín Otheguy
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Fito Paéz recomienda que su disco de estudio más reciente, La ciudad liberada (2017), sea escuchado de corrido y con el celular apagado. En tiempos de streaming, de trastornos de déficit de atención y de pantallas que usamos compulsivamente incluso mientras estamos mirando otras pantallas, hay más chances de que suban las ventas de discos compactos a que la mayoría le haga caso.
Sin embargo, la recomendación es coherente con un álbum que no parece salido de estos tiempos y que demuestra que, si sos Fito Páez, no tenés por qué seguir las reglas del público millenial, algo que además puede salirte bien. La ciudad liberada es un disco extenso, de más de 70 minutos, al que Páez no quiso hacerle recortes. Pensaba al comienzo en una decena de canciones, pero a medida que surgían nuevas melodías cometió el "salvajismo" de incluir 18 temas, todo un exceso en esta época.
Algunas de las canciones que lo integran ya fueron estrenadas en nuestras tierras, pero como últimamente Fito Páez está visitando Uruguay con más frecuencia y regularidad que los turistas argentinos, habrá una nueva oportunidad de apreciarlas en vivo (además de los clásicos de más de treinta años). El próximo 29 de noviembre el Antel Arena será la sede de otro concierto de Páez con banda completa en Montevideo, en una nueva parada del rosarino ante el público uruguayo. Hay motivos. Para el músico nuestra ciudad es su casa, como le cuenta a Montevideo Portal, y no porque la compare con Rosario, como les sucede a muchos de sus coterráneos.
"Montevideo es Montevideo y Rosario es Rosario. Dos ciudades con inmenso carácter", señala. "Y sí, cuando llegué a Montevideo hacia mediados de los 80, no pude evitar ver que las cartelerías comerciales de los negocios eran similares, que su tempo unplugged se parecía a mi Rosario natal, y que el agua del ‘océano' montevideano, según mi amado Osvaldo Fattoruso, se parecía al agua marrón de mi Paraná rosarino. Sí... por esto y por todas las personas que me dejaron vivir dentro de su casa y su corazón tantos años es que puedo decir que Montevideo es mi casa", explica.
La mención a Fattoruso no es casual. Fito Paéz siempre tuvo admiración por los exShakers y por la música uruguaya en general, aunque cuando se le señala ese vínculo no se anima a explayarse en el análisis. O, más bien, lo hace mencionando a otro uruguayo, el fallecido Coriún Aharonian (un "gran musicólogo", según Paéz, que lo elogia como el "principal estudioso de los vínculos profundos en la música latinoamericana").
"Por mi parte, amo a Ruben Rada y mi vida sin los hermanos Fattoruso no hubiera sido nada. También he curtido Mateo, a El Príncipe y Jaime Roos en noches interminables. El Lobo Nuñez ha sido mi compañero de juerga y tragos a través de muchísimos años y he tenido la suerte de compartir escenarios con los grandes hermanos Ibarburu. Mas parentela que esa, te diría que no se puede pedir, che", explica.
El disco como hogar de canciones
La patriada del álbum de 18 canciones le salió bien, o eso al menos piensa la crítica, que lo recibió como el mejor disco de Fito Paéz en las dos últimas décadas. Hay algo de cierto en ello: es un disco caleidoscópico, ecléctico y extrañamente luminoso para la época en que fue concebido, como queda claro de entrada con la "costelliana" "Aleluya al sol", dedicada a la lucha de las mujeres ("Adhiero a ‘Ni una menos' porque van detrás de la lucha por las libertades, igual que yo. Las amo", le dice a Montevideo Portal).
A veces confesional ("Wo wo wo"), otras catártico, politizado ("Islamabad"), futurista, ambientalista ("Nuevo mundo") o hedonista sin culpas, el principal credo de La ciudad liberada es el de las melodías. Pasa sin problemas del soft rock romántico de "Tu vida mi vida" al directísimo llamado de "pelear contra los nazis y los fachos de mierda" ("La ciudad liberada")
El disco, sin embargo, no siempre estuvo pensado como esta obra maratónica y variada, según cuenta el mismo músico. Comenzó como un proyecto pequeño, de canciones para piano, y fue acumulando piedrita por piedrita hasta que al final casi no llega a sacarlo a tiempo. Lo llegó a comparar con "navegar sobre el Titanic". Casi le cuesta creer que haya llegado tan bien a puerto.
"Siempre defiendo a la crítica. Sin la crítica no se puede vivir", le responde Paéz a Montevideo Portal al ser consultado sobre el recibimiento por parte de la prensa. "Me considero un crítico implacable y armado de recursos hasta los dientes para disfrutar, analizar cualquier obra musical. Pero sobre todo para reírme con muchísima fuerza y saber que a todo se lo lleva el viento", matiza luego. El cantante rosarino parece haber encarado con ese relativismo despreocupado cualquier presea que le cuelguen a esta altura de la carrera, sea de la crítica o los jurados de concursos internacionales.
Como muestra, está lo que sucedió tras la insistencia del sello para que sacara una canción "radiofónica", algo que ayudó a cambiar el rumbo del álbum. "Tu vida mi vida" se llevó el Grammy latino por "mejor canción de rock", un premio al que, según cuenta Páez a Montevideo Portal, le da "toda la importancia que una persona puede darle a los premios a los 56 años después de ya no me acuerdo cuántos álbumes grabados y cuántas ciudades recorridas presentándolos". "Siempre suenan bien los premios. Sobre todo los inmerecidos", bromea.
A Paéz, sin embargo, no le parece ninguna valentía sacar un álbum en la era del streaming, donde los discos están perdiendo fuerza como unidad significativa en la música. "Hago música o canciones o escribo solamente, igual que respirar. Nací y crecí bajo el signo de los álbumes. Así que no tengo más escapatoria que esperar a que un grupo de canciones me pidan a gritos que les busque un interconeccionado a través de las palabras y la música y las haga convivir juntas en una casa", responde. Para el músico es "igual que una familia; muchas veces, la mayoría, disfuncional pero vital y entretenida". "Eso para mi aún se llama álbum. Es mi materia y lo que más me gusta hacer en términos de acabado de una obra", dice. A esta altura de su carrera, si algo no le interesa es ponerse a componer para algoritmos de Spotify.
Siguiendo con las metáforas familiares, a Fito Páez le cuesta llegar a la misma conclusión que la crítica porque cree que los discos "se parecen mucho" a los hijos, "aunque no lo sean". "No amás a ninguno por encima de del otro", dice. "Creo que cada cual hace su interpretación de los hechos y por supuesto, una frase ingeniosa en un medio de comunicación de alto alcance, vale más que mil hermosas canciones", ironiza.
Nada del mundo real
El músico rosarino parece estar librando una batalla personal por revindicar algunas cosas que se están perdiendo. No solo álbumes como los que se hacían antes o canciones basadas en lo más simple, como las buenas armonías y melodías, sino también aspectos del plano personal y afectivo, como el contacto personal antes que el virtual. Por eso su nuevo álbum se distancia un poco de la dependencia del celular y las redes sociales, y apela a volver a encontrarse cara a cara. En esta era de tuitstars e influencers, Páez destaca una vez más el arte por sobre la cultura de celebridades que parece gobernar en estos tiempos.
"Las celebridades no existen. Existe la celebración. Para eso estamos todos los que querramos participar de la fiesta con final incierto que es esta vida. Menos redes, menos medios de comunicación y más contacto con los instrumentos musicales, más estudio, más sala de ensayo. Nada de estupideces evanescentes. La música de verdad llegó para quedarse. ¡Sin celebridades, obvio!", le dice a Montevideo Portal. No en vano canta en "El ataque de los gorilas": "La gente está perdiendo, perdiendo la emoción de vivir. No hay amigos en el Facebook. Y el Twitter es un pájaro ruin".
Su defensa de lo artístico se choca también con la supremacía del rating o lo popular para zanjar discusiones artísticas. No siempre lo hizo sutilmente, como cuando reflexionó que "si Buenos Aires le da 35 Luna Parks a Ricardo Arjona y a Charly García le da dos, tenés que pensar qué significan la política, los diarios, en esa ciudad, en la que hay valores que fueron aniquilados". Sin embargo, en el fondo su intención siempre fue dejar en claro que el éxito de una obra de arte no pasa por su condición de popular, que en todo caso es accidental.
"Las obras de arte son obras de arte, sean o no populares", dice a Montevideo Portal. "Está en cada uno de nosotros evaluar si esas obras de arte nos emocionan, nos parecen intrascendentes o lo que sea. Nunca fui de escuchar la opinión de los demás para legitimar mi punto de vista", aclara.
"Los artistas sobrevivimos a cualquier coyuntura bajo cualquier apremio. Si se vende o se compra o se canjea, o se roba, o se trafica en el mundo moderno, no le aplica un plus, en su impacto visceral como obra. Para ser más preciso: si está de moda o no, no va a modificar mi relación con esa obra. Sea una obra en construcción, o sea un edificio o una casa o una obra de arte, ya sea genial o de mierda", dice. Este 29 de noviembre lo demostrará en vivo en el Antel Arena, mientras sigue buscando en la música "la fe y lo maldito", como canta en La ciudad liberada.
Por Martín Otheguy
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