Hace años que los veranos de Fernando Cabrera cambiaron. Antes, dice, no hacía casi nada entre diciembre y abril, fiel a esa máxima uruguaya que habla de últimos ciclistas. De un tiempo a esta parte, el trabajo lo mueve de un lado al otro de la Plata, no importa el mes ni la temperatura. Viene, sin ir más lejos, de presentarse cuatro días en la Buenos Aires de los temibles eneros que, cuenta, esta vez fue más benévolo que de costumbre.
Estás últimas semanas tienen a Cabrera a los saltos. Sobre el final de 2015 apareció Fernando Cabrera canta Mateo y Darnauchans (Ayuí), un disco en vivo en el que repasa en involuntaria antología el repertorio de Eduardo Darnauchans y Eduardo Mateo.
A este nuevo acercamiento a la obra de dos músicos imprescindibles a la hora de entender la canción popular de los últimos 50 años, se suma la dirección del espectáculo que reunirá a artistas locales, argentinos, mexicanos y españoles para celebrar la obra de Alfredo Zitarrosa en el 80.º aniversario de su nacimiento [10 de marzo, en el Estadio Centenario].
Dueño de una discografía envidiable y un cancionero vasto e inteligente, Cabrera y su obra son, a esta altura, tan ineludibles como sus referentes, y el artista se reconoce como un “continuador” de una saga que construye la música uruguaya.
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Foto: Pata Torres
Te han tocado en estos tiempos laburos importantes desde su significado. Por un lado un disco de figuras canónicas como Mateo y Darnauchans, y por el otro la responsabilidad de un espectáculo en homenaje a alguien con características de prócer, como Zitarrosa...
Sí. Se juntaron las dos cosas de manera azarosa. El lanzamiento, que fue en diciembre, y ahora esto de Zitarrosa. Pero para mí, hacer repertorio de Darnauchans o de Mateo no es nada nuevo en mi trabajo. Por el contrario, allá por el año 77, 78, cuando me presentaba solo, cuando tenía escapadas como solista, y también con Montresvideo y Baldío, hacíamos canciones de Darnauchans, que en ese momento estaba prohibido. Estuvo cuatro años sin poder presentarse en vivo. Y también hacía canciones de Mateo. Estamos hablando de que hace casi cuarenta años recorro el repertorio de ambos. Además trabajé con ellos. Para mí nada es más natural.
Las canciones ya son como tuyas...
No digo como mías, pero sí como las sienten todos los uruguayos que tocan la guitarra o les gusta cantar y hacen canciones de ellos. En la casa, en un asado, en un fogón. Ya son canciones de todos. La misma reflexión que hago de estos dos amigos la podría hacer de Zitarrosa. Yo canto canciones de Zitarrosa desde que apareció en el 65, 66. Ya hacía dos o tres años que estudiaba guitarra, desde los 6 años. Tengo un recuerdo muy claro de cuando aparece Zitarrosa en el panorama uruguayo, porque fue una aparición muy repentina y fulgurante. Arrancó con todo, fue un éxito de inmediato. Entonces, mi profesora de guitarra, atenta a eso, así como a otras canciones de la época, rápidamente me enseñó una canción de él.
¿Te acordás cuál fue?
“Recordándote”.
¿Y de Darnauchans y Mateo?
De Mateo me parece que “La mama vieja”. Y de Darnauchans “El instrumento” y “Final”, ambas del disco Sansueña.
Decías que no te gusta llamar versiones sino más bien reinterpretaciones. Jorge Galemire contaba que, cuando le buscaba una vuelta a las canciones, las desarmaba hasta encontrar “el nervio”. Una vez que lo hallaba era todo más fácil. ¿Coincidís con eso?
Bastante, sí. La verdad que es una linda descripción del proceso. Yo hago lo mismo que Galemire. La desarmo, pero no sé si en busca del nervio propio de la canción, sino más bien de la manera en que yo entiendo ese nervio. Cuál sería mi manera de encajar dentro de esa canción. De repente el nervio original también es un poco tocado, modificado o transformado. A veces saco la canción del lugar que el autor le dio. Si le cambiás el ritmo, por ejemplo, si también cambiás algún acorde, modificás la armonía de la música; si por ahí en el fraseo, en el canto, hacés alguna otra variante a tu gusto, ya estamos corriéndonos del nervio mismo de la canción. Es una verdadera reconstrucción.
¿Y la canción sigue siendo la misma o es otra cosa?
Me parece que las dos cosas. Sigue siendo un poco la misma, y creo que, en este caso, servís de comunicador de esa canción a otras personas, estás haciendo un puente. Y también es otra canción. Las dos cosas. El que la recibe está recibiendo una canción de Eduardo Darnauchans, de Eduardo Mateo, de Alfredo Zitrarrosa. Por ahí eso también sirve para despertarle la curiosidad a ese oyente. Quién te dice que, como me pasa ahora en Argentina, nunca hayan escuchado a Darnauchans. No saben quién es. Por ahí yo les despierto la curiosidad y luego van a Youtube, o a la disquería, y compran un disco de Darno. En definitiva, creo que es eso lo que me motiva.
Me quedé pensando en el río de Heráclito, en que uno no bebe dos veces de la misma agua, y las canciones, de una escucha a otra, de una interpretación a otra, también adquieren significados distintos.
Cambian, sí. Lo que pasa es que el músico está transformándose. Me refiero a mí mismo a la hora de tocar la guitarra, a la hora de cantar, o el pensamiento que fluye a través de mí cuando estoy interpretando. Es imposible repetir como una fotografía, por más que sea la misma canción, el mismo estado de ánimo, el mismo estado de los dedos y de las cuerdas vocales que hace dos meses, seis meses, un año. Es un tema hasta fisiológico. Y además psicológico.
Foto: Pata Torres
¿Te reconocés en el Cabrera de los inicios?
He cambiado mucho. Me reconozco, sí, en algunos aspectos que quizá sean los más centrales, como la composición. La manera que tengo, con la que nací, de componer canciones. Ahí creo que sigue habiendo un eje, una continuidad. Con muchos cambios también, aun pareciendo contradictorio. Ahora, desde lo guitarrístico y la garganta sí he cambiado mucho. Son muchas décadas de ejercicio, y, modestamente, he ido mejorando alguna cosa. Yo toco la guitarra muy diferente ahora que cuando tenía 20 años. Y canto diferente también.
A simple escucha cambiaste en austeridad. Tocás menos...
Bueno, sí. Aunque esto no debe tomarse como un titular. Puedo tocar igual que hace 40 años, pero ahora quizá elijo un poco más qué tocar. Y depende también del tema. Hay canciones que requieren un aspecto guitarrístico más complejo y otras que, con los años, las fui deshojando, desnudando, quedándome más con el tronco.
¿Sos de analizar tu obra como crítico?
Eso es un poco inevitable... cuando grabás un disco, lo mezclás... Ahí nomás escuchás cada canción cuarenta veces, o sea que, quieras o no, tenés una visión crítica. Después, con los años, uno deja de escuchar los discos, porque te satura un poco. Y también, como le pasará a todo el mundo en cualquier oficio, el autor tiende a darse cuenta de los defectos más que de las virtudes. Entonces de la audición de algo que uno grabó hace mucho tiempo te saltan un montón de imperfecciones que te mortifican, y uno piensa: “¿Por qué no la grabé de nuevo, por qué no la corregí?”. No me es muy grato escucharme a mí mismo. A veces lo hago, azarosamente, porque me pasan por la radio, o algo así. Muy rara vez pongo yo un disco mío.
¿Sos muy despiadado a la hora de la autocrítica?
Fui muy despiadado toda mi vida. Quizás hasta en exceso. Ahora en los últimos tiempos soy un poco más complaciente. Me he reconciliado, e incluso te diría enamorado de algunas de mis más lejanas cosas, como Montresvideo, Baldío... Ahora los escucho y me da un gran orgullo, una gran felicidad.
En Canciones propias (Ayuí, 2010) ya los habías revisitado, y ahora hacés un disco con canciones de Mateo y Darnauchans, y un espectáculo en homenaje a Zitarrosa. ¿Cuánto creés que hay de ellos en tu obra como autor e intérprete?
Mucho. Y agregaría un nombre que citaste antes: Jorge Galemire. Creo que esas cuatro personas, cuatro pilares de la música y la canción uruguaya, me han dejado mucho, porque los he estudiado, los he disfrutado, he hecho sus canciones, y, menos con Zitarrosa, tuve contacto directo con todos. De amistad, de compañerismo. Compartí muchos conciertos, ensayos, discos. Me dejaron mucho, aprendí de ellos. De verlos grabar, componer. De charlas, de consejos que me dieron. Sin duda, quiera yo o no, porque también pienso que tengo una mirada personal dentro de la música, pero debe haber en mí, sin duda, elementos de ellos cuatro. Tiene que haber. A mí me interesa ser un continuador en esta cadena que es la música uruguaya. No me gusta mucho mirar para afuera, sino más bien mirar para adentro, y tomar de acá. El Uruguay tiene una escuela musical muy importante, respetada en muchos países, y es tarea de alguien que nació acá continuar desarrollándome en la canción uruguaya. No lo digo como algo obligatorio, es algo que pienso para mí. Lógicamente estudio a la enorme cantidad de maestros que tenemos.
¿Te sorprenden cosas todavía?
Sí. Un poco menos que antes. No es tema del Uruguay sino de la Humanidad entera que, desde hace un tiempo, está en una fase no del todo creativa, sino más bien repitiendo esquemas ya comprobados. Eso está pasando en todas las artes, la música no escapa a eso, y entonces hay menos sorpresas que antes. Lo que sí sigue dando el Uruguay son artistas de una enorme musicalidad. Muy dotados, muy capaces para la música, tanto sea cantantes, instrumentistas, autores. El Uruguay es un país muy musical. Toda la región diría, porque Argentina también lo es; Brasil ni que hablar, donde la musicalidad aflora por todos lados.
Mateo, Darnauchans, Zitarrosa, más allá de gustos, son próceres, pertenecen a un canon. ¿Cuánto hay que respetar y cuánto hay que animarse a meter mano en esas composiciones “sagradas” a la hora de reinterpretarlos?
Hay que hacer las dos cosas. Es bueno faltar el respeto. Es una buena actitud para el artista, porque es bueno ser creativo, removedor. Y también hay que estudiar en profundidad la obra de quienes vinieron antes que vos. Las dos cosas. Si uno conoce en profundidad su pasado, luego, lo que haga va a estar bien, lo renueve, lo modifique o lo revolucione. Hay que ser un estudioso muy respetuoso y profundo de tus antecedentes y tus contemporáneos, y después animarse a cualquier cosa. No es una cárcel. Es agregar, innovar, poner nuevos colores.