Los Prolijos es como esos cuadros de fútbol en el que todos juegan bien. Tienen talento, son habilidosos. Capaces de trancar fuerte, de hacer gambetas exquisitas y de hacer jugar bien al compañero. De darle la pelota limpia. Redondita, como dicen los comentaristas. Son buenos en todas las canchas, y se adaptan a la forma de juego. Tocan (¡Cómo tocan!), imprimen vértigo, levantan centros. Y cuando entra uno de afuera, lo integran. Lo hacen uno más. Se potencian.
Los Prolijos es una grifa que abarca los proyectos del grupo, los caprichos musicales de sus integrantes, y sirve como paraguas para cobijar las ganas y las ideas de otros.
Fede Graña, prolijo socio fundador, se juntó hace largos meses con Diego Maturro, vocalista de Sirilo, con la intención de experimentar con algunas canciones. Hubo un ejercicio lúdico en la composición, y de ahí salió un puñado de temas desprejuiciados y un tanto calientes. Porque, por más que la sonrisa permanente de Fede Graña intente desmentirlo, el enojo se metió en las letras disfrazado de sarcasmo, uno de los trajes que mejor le queda al humor.
Las cosas se fueron dando fuera de planes, y lo que iba a ser un trabajo firmado por Graña y Maturro terminó siendo Si te digo te miento [Bizarro, 2018], nuevo disco de Los Prolijos en el que también hubo lugar para los invitados (*).
Así, el cuadro sale a la cancha casi sin pretemporada pero con mucho entrenamiento, a jugar como sabe. De taquito, pero también de punta y para arriba.
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¿Cómo surgió la idea de este disco?
Si te digo te miento arrancó como un proyecto a dúo con Diego Maturro, uno de los dos cantantes de Sirilo. Me llamó por teléfono hará dos febreros, me dijo "Fede, tenemos canciones parecidas, formas parecidas de componer. Me gustaría que nos juntáramos a ver si inventamos algo". Allá nos juntamos y, mate mediante, charlando a ver qué podíamos hacer, nos pusimos de acuerdo en hacer canciones de él que me gustaban a mí, que habían quedado afuera de Sirilo. Yo también le mostré canciones que tenía ahí, sin terminar, o cosas nuevas, y se armó un repertorio como de 18 canciones, que metimos todas dentro de un mismo concepto. Ya fuera por la letra, en las que los dos metimos mano, cambiando algunas que ya tenían, o musicalmente. Siempre son lo más concretas posibles. No tienen partes de más, ni solos larguísimos. Las canciones tratan de llegar a los dos minutos y medio. Es un disco cortito y hitero.
Decís que trataron de llegar a un concepto, y eso se aprecia a primera escucha. Hay canciones que dialogan entre sí, como "La mitad del termo..."
Es que, en otra de las reuniones que tuvimos, empezamos a tirar fruta de posibles nombres de canciones. Teníamos como 30, y al final quedaron "La mitad del termo vacío" y "La mitad del termo lleno". Dos caras de la misma moneda, el pesimismo y el optimismo. El disco quedó muy contundente en su contenido. Dice cosas.
¿De qué lado quedó? ¿Del pesimista o del optimista?
Es bastante pesimista, para mí. Es como se dio, y tratamos de hacer todo lo posible por poner canciones luminosas y con esperanza, pero fue como traído de los pelos. Terminamos siendo unos palomas cuando forzosamente tratamos de componer canciones positivas. Las canciones que terminaron ganando son las más rabiosas.
Como con un humor mala leche, o un mal humor...
Sí, sí, sí.
No hay casi canciones que ameriten una doble lectura. Son todas bien directas.
Sí, tal cual.
Foto: Montevideo Portal | Pablo Scutari
Es raro, porque tanto vos como Sirilo tienen más canciones luminosas que oscuras...
Sí, lo que pasa es que la diferencia, para mí, es que son canciones como por encargue. Compuse tres o cuatro canciones según el título, como una especie de consigna. Ya estaba el título y la temática, y agarré y la compuse. Aquel es medio sin filtro, le gusta todo, y me daba pa'delante. Pero el ámbito de grabación de ese disco fue muy abierto, que valía todo, porque ese disco no iba a salir ni como Sirilo, ni como Los Prolijos, sino como una cosa rara de él y mía. Después terminaron grabando Los Prolijos, porque son el pan de cada día, están ahí en la vuelta siempre. Mi plan era grabar yo las baterías. Y me encontré con cuatro, cinco canciones que eran imposibles, y al final grabé cuatro. Las más fáciles. Me di el gusto. Otras las grabó el Gonza [Gonzalo Redin], el baterista "Prolijo", y dos las grabó el batero de Sirilo [Ernesto Aime]. E hicimos una murga, que es la que cierra el disco, donde se juntaron los dos bateristas. El Gonza y el Ernesto.
¿Qué es Los Prolijos, al final? ¿Tu banda, tu grupo soporte, un paraguas grande bajo el que entra cualquier cosa?
En teoría es una banda que ensaya tres veces por semana y tiene un repertorio en vivo. Eso en teoría. Pero en mi cabeza, por ejemplo, estaría buenísimo tener más tiempo para dedicarle y que pasen cosas como esta. Que venga alguien y diga "quiero grabar un disco con ustedes, tengo estas 10 canciones", y somos la banda soporte. Hay como una facilidad colectiva para generar música de la mano de Nicolás Román y Pablo Massaferro, que son unas bestias peludas, unas esponjas de información, y es la gente con la que trabajo.
No hay prejuicio ahí, ¿No? En el disco hay cumbia, cosas medio Rage Against The Machine, rock, pop, murga... Decís que Maturro no tiene filtro, pero ¿Y Los Prolijos?
No, no. Lo que nos gusta o no nos gusta. Cada cual tiene influencias re diferentes, nada que ver lo que escucha uno con lo que escucha el otro. En ese momento yo estoy más con la batuta musical, pero por un tema de necesidad. Muchas veces, no con las canciones de este disco sino con cosas nuevas, que estoy componiendo, se me genera la necesidad de decir "esto es así", y me pongo la gorra. Y si no les gusta, las dejamos de lado, la agarramos otro día, o no. Cuando se arma la "menesunda" colectiva y cada uno le pone lo que siente salen cosas que están buenísimas. Para mí es lo más valioso, porque la canción cobra vida gracias a todos, y todos se sienten identificados con el producto final. Sin embargo, cuando vengo yo tipo milico, "es esto, lo otro, lo otro", la canción es mía, y por ahí ellos no se sienten tan identificados porque no metieron su impronta. Pero son necesidades. A veces necesito que las cosas sean de determinada manera.
Vos llegaste medio "tarde" a ese momento de la música uruguaya en la que la amplitud era mala palabra. Los rockeros por un lado, las trompetas por otro, la cumbia por otro. Eso no se podía mezclar, y ahora sí...
Hay muchos prejuicios todavía. Me agarró un primo, cuando sacamos la cumbia ["Los ñeris"]. Ese fue el primer simple que sacamos después del disco Ansiedad, hace añares. Lo compuse en honor a mi vieja, que laburó 30 años en el Inau, y conocí muy de cerca las historias de los chiquilines. Primero me salió una balada, y no me convenció, tenía que ser una cumbia. Y agarramos, la pasamos a ritmo de cumbia, y la grabamos. Y me agarra mi primo, un gurí que siempre me hace buenas devoluciones, y me dice "¿Por qué grabaron una cumbia antes de grabar un blues?". Así. Y traté de explicarle que me lo pidió la canción, esa temática. No es ningún delito. Es parte del folklore nacional. Eso fue hace como 9 años.
Bueno, hasta el 2000, más o menos, era pena de muerte o cadena perpetua...
Sí. Hay muchos prejuicios con eso. Y Los Prolijos somos unos vendidos, lo reconocemos. Si bien, artísticamente, hacemos lo que queremos, hay un tema de necesidad, de hacer un disco, sacarlo por un sello... Ahí ya sos un vendido. Está todo bien, yo respeto salado el laburo de los sellos, que lo hacen bien y difunden lo que vos hacés. Hasta ahí llega la cosa. Para no ser un vendido tenés que hacer como Los Redondos.
Foto: Montevideo Portal | Pablo Scutari
¿Pero en qué sentido? Porque igual me vas a vender una entrada...
Ni qué hablar. La regla es siempre el vil metal.
¿Te jode eso?
No, no. Porque yo hago un despliegue. Tenés que contratar gente para hacer las cosas. Nos gusta sonar bien, que todo esté divino, que sea un toque profesional, pasar bien nosotros y que el público pase bien. Ahí necesitás meter un montón de cosas.
Así como vos decís que les salió un disco pesimista, en el último año varios artistas coincidieron con eso. Es más, muchos discos aparecidos en 2017, 2018, muestran una especie de nube oscura en el aire y, por el otro lado, los discos más rockeros, que deberían cuestionar más, suenan masturbatorios, autocomplacientes... Van las bandas, tocan en la tele, salen en las revistas, hacen festivales...
En eso estamos por fuera. No entramos en el circuito de los festivales. No sé por qué, no nos llaman. Hace 3, 4 años. Tuvimos nuestros 15 minutos de fama y después marchamos. Ahora es autogestión 100%. Pero volviendo a lo otro, uno de mis principales temas de charla, que además veo mucho, y siempre viene a la mesa, es el caretaje. No el de qué camiseta o qué gorro te pusiste, sino el de la falsedad. La falta de verdad de la gente, en general. Siempre todo tiene un propósito detrás. Y la locura que hay con el tema del teléfono, y la dependencia digital que hay. Es impresionante la falta de atención. Te vas a tomar una con un amigo que no ves hace años y no sabés si está con vos o con el teléfono. ¿Cómo es? Ese tipo de cosas me queman. En el disco le dimos tremendo palo al Uruguay en sí mismo. A la farsa esa de la república de vanguardia, que somos unos recontracopaditos con nosotros mismos, esa cosa hipócrita. Hay cosas que están muy mal desde la raíz. La gente está absolutamente explotada y subyugada para pagar el alquiler y meterse en 800.000 deudas, porque tiene que tener el auto, la tele, esto y lo otro. Eso es un viaje. Estamos desconectados de la raíz. Recontra en la lógica consumista, del sistema...
Vos tocaste en Europa y Estados Unidos, eso pasa allá también...
Sí, sí. somos ciudadanos del mundo. Es una rosca en la que está la gente. Ganó el capitalismo por goleada. No tenemos manera de salir. La única gente que está más o menos apostando a eso es la que se va de la ciudad, a hacer su chacrita, a tener sus propios alimentos. Hay una básica que falla: vas, trabajás, ganás plata y con eso pagás el trabajo de otro para poder comer. Ahí ya tenés una disociación que está mal. Si trabajás la tierra, tenés tus bichos, es tu trabajo, que da sus frutos para vos, sin intermediarios. Es una básica que nos está fallando.
Bueno, pero yo no sé tocar la guitarra y pago por escucharte tocar las canciones que me gustan...
[Risas] Bueno, sí.
¿Entonces para qué sirve la música dentro de esa lógica?
En mi caso es terapia. De repente, el otro día me peleé salado con mi viejo, todo mal, y compuse como 20 temas. Es mi terapia. Mi descarga. Cuando paso mis sentimientos a canción como que se me apaga una rabia interna.
Claro, pero es tu terapia. ¿Nadie te viene a reclamar que no le importan tus problemas?
No, al contrario. Me han agradecido. Es mi terapia, pero después la gente la toma como propia. Se identifica, y reinterpreta las cosas que yo digo. Yo soy bastante claro con las letras, digo lo que quiero decir y lo que siento de la manera que lo quiero decir. No ando dando demasiada vuelta con la metáfora, que es algo que debería porque me encanta. Disfruto mucho, pero no soy un ilustre, soy re poco leído, y escribo en mi estilo, que yo mismo desarrollé. Pero me agradecen porque se sienten identificados, porque aplican esa situación a cosas que les pasaron.
¿Te sorprende esa reinterpretación?
¡Claro! Sí, sí.
Foto: Montevideo Portal | Pablo Scutari
Recién decías que cuando compusiste la cumbia fue porque la canción te pedía eso. ¿Vos sabés de lo que vas a escribir antes de sentarte con un lápiz?
Hay de los más variados procesos. Tengo varios. Laburo mucho con eso. Es mi pasatiempo favorito. Por poner un ejemplo, cuando estoy de vacaciones es lo que me paso haciendo. Estoy con la guitarra y el cuaderno. De repente me sale una canción sobre algo que me pasó, o sobre una relación de amistad que tenía con alguien y que, por H o por B se terminó, o esa persona mostró la hilacha en determinada cosa, y ya quedé malherido para siempre. Esas canciones son las que más me fluyen porque ahí descargo todo. Después me salen abundantes músicas. Melodías, acordes que quedan ahí, boyando, en un grabadorcito, y de repente, dos años después, me viene a la mente la melodía, y estoy con una cosa en la cabeza que no tiene nada que ver, y sale una letra que no sé ni de qué está hablando... Es como una especie de popurrí de cosas que se me van ocurriendo en el momento, que una engancha con la otra, y se terminó. Nos vemos. Después la reviso, ¿No?
¿Creés en la inspiración?
Sí. pero hay un dicho que dice que más vale que la inspiración te agarre laburando. Eso me ha pasado tal cual. Estar diez días, dos semanas, todos los días, dándole pila de rato al tema de la composición, horas sentado con un mate, la guitarra, dando vueltas sobre lo mismo, rescatando cosas viejas que no me terminan de gustar, y allá, a las cansadas, estoy en otra cosa, cocinando, no sé cuánto, pim pim pim, me viene una cosa a la cabeza, zazazazá, y en diez minutos salió una canción. Me ha pasado pila. Y compongo mucho. Me brotan las canciones, y yo las hago. Soy como re obsesivo con que tienen que quedar terminadas. Soy re obsesivo. De repente me sale una canción que es una estrofa, y chau. Es una patada en el pecho para mí. La tengo que terminar. Igual a veces pasan años y no la termino.
¿Tenés muchas canciones abandonadas?
Pila, pila. Una barbaridad. Pero yo soy otra persona. Canciones que tengo de la época del disco Ansiedad, 2009, 2010... Yo era otra persona ahí. Hoy en día las escucho, en este show vamos a tocar algunas, y es como hacer covers. Como hacer temas de otros.
¿Porque no sobrevivieron bien o porque ya no te representan?
No me representan. Es otra persona cantando, otra persona que compuso esas canciones. Era yo en otro momento de mi vida. Ahora soy otro.
¿No volvés a escuchar los discos que grabaste en el pasado?
No, ni loco. Quedo quemado con leche con los discos. Tiene que pasar mucho tiempo para que vuelva a escucharlos. Porque en casi todos los casos formé parte de todo el proceso. Sobre todo en Ansiedad, en Feria y en este nuevo, que lo terminamos mezclando con el pelado Eduardo [Campanella].
¿Y este tampoco lo escuchás?
No, no. Por ahora no puedo. De rebote sí, porque voy a la radio y lo pasan. Prefiero tocarlo en vivo. Lo vas transformando, hacés pelota a los temas. Le das otra impronta, más acelerado, más lento.
Decís que cuando salió Ansiedad eras otra persona. ¿Quién sos ahora?
No tengo idea. A mis 34 años estoy en plena búsqueda. Estoy como viviendo otra vida, siento que nací en el momento equivocado, que esta época no era para mí.
¿Y cuál era tu época?
No, sé. Hace 300 años.
No se podía grabar en ese entonces...
No, no [Risas]. ¡No existía el rock & roll, no se podía grabar, te morías a los 25 años de disentería!
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(*) Las canciones de Si te digo te miento y un compilado de éxitos prolijos estarán en Los Prolijos de Colección, este viernes 14 de setiembre en La Trastienda Samsung.