Este verano, como no ocurría desde hace varios años, los No Te Va Gustar pudieron decir con cierta asiduidad "hogar, dulce hogar" en lo que cada uno llama su casa. Tocaron menos, reordenaron las agendas, y tuvieron tiempo. Ya no: ahora empieza ese presente continuo de shows por buena parte de la región, con tres Teatros de Verano incluidos. En la dinámica de disco nuevo, presentación, gira y así en espiral, el tiempo se convierte en una ficción. Más allá quedan pocas certezas: que siempre es nunca, que lo que es será y que todos los hombres son igual de vulnerables.
El tiempo otra vez avanza es su más reciente trabajo discográfico, y esa frase funciona como señal de una nueva realidad a la que todavía se están acostumbrando.
Es que, dicen, el tiempo se detuvo con la muerte de Marcel Curuchet, y lo que ocurrió desde entonces pasó por inercia. La herida no cerró, pero están aprendiendo a vivir así, como amputados.
Para Emiliano Brancciari y Fran Nasser, la cuna fue la misma: ambos nacieron en Argentina, aunque sus vidas transcurrieron de este lado del río. El primero es el fundador de No Te Va Gustar, el segundo es su integrante más reciente. Brancciari es, también, quien lleva la voz cantante en la entrevista, mientras Nasser corrobora, aporta datos, distribuye con pericia el mate.
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El tiempo otra vez avanza, ¿cuándo estuvo detenido?
E.—Se detuvo emocionalmente para nosotros. En un momento, cuando nos pasa lo de Marcel [Curuchet, tecladista de la banda fallecido en julio de 2012 en un accidente de tránsito en Estados Unidos] todo siguió adelante, todo siguió su curso, menos nosotros internamente. Nos seguimos manejando por la inercia, y seguimos adelante porque había que hacerlo. Y nos sirvió de terapia. Pero estábamos como en el aire, no sabíamos bien lo que nos estaba pasando, si queríamos seguir tocando, qué era lo que nos ocurría con la parte emocional después de un golpe tan duro. Con el tiempo nos dimos cuenta de que fue un gran acierto seguir tocando. Nos sirvió muchísimo apoyarnos el uno en el otro, y de a poco todo empezó a marchar hacia un lado. Teníamos claro que lo que más queríamos era seguir tocando.
La duda de no tocar más, de parar, ¿Fue un fantasma que los acechó o los asustó y se fue?
E.—Ni siquiera nos daba para asustarnos. Después de lo de Marcel paramos un mes, decidimos no vernos las caras, y en ese período fui a ver a La Vela [Puerca] en La Trastienda. Y estaba viendo el show y no me daba cuenta si yo tenía ganas de tocar. Generalmente, cuando vemos un show, a los que tenemos la vocación de tocar se nos mueven las manos, agarramos la púa... esas cosas raras. Y ese día estaba mirando el show y no me veía a mí mismo tocando. Y no sé si me asusté, pero dije 'capaz que cuando me suba no es lo mismo y ya fue'. Y al final fue distinto, pero sabía que era el lugar en el que quería estar. Y a mis compañeros les pasó lo mismo.
Se superó el duelo...
E.—Se fue superando. Se está superando, pero haciendo lo que más nos gusta. Si no, creo que sería peor.
Después de recibir ese golpe, ¿salen fortalecidos?
E.—Nos unió mucho más como grupo humano, nos pegó un cachetazo tan fuerte que hoy en día no vemos la posibilidad de distraernos con nada, de discutir por estupideces, de un montón de cosas que en un trabajo grupal se empiezan a dar con el correr del tiempo. Si ves el documental [El verano siguiente, de Gabriel Nicoli, sobre la grabación del disco El calor del pleno invierno], estamos peleando por estupideces, y en un momento la vida nos pega una piña y nos deja a todos mirando para el mismo lado y bien juntos, prestándole atención a las cosas importantes. Supongo que a cada uno le debe haber pasado algo similar en su vida. Miramos para atrás y decimos '¿Cómo podíamos estar discutiendo sobre esto, perdiendo el tiempo así?', y de hecho el disco siguiente fue totalmente distinto. La cordialidad, lo conectados que estábamos entre todos, la sintonía que tuvimos cuando lo grabamos. Creo que eso nos lo dio la piña que fue la muerte de Marcel.
¿Sintieron que podía haber alguna resistencia de parte del público a la entrada de Fran en reemplazo de Marcel? No solo desde el punto de vista artístico, sino humano...
E.—No ocurrió. Al principio le teníamos un poco de miedo a eso. Inclusive cuando entra Francisco [Nasser] yo decía de no ponerlo a tocar en el mismo lugar que Marcel. Recuerdo que hablamos de reordenar el grupo. De hecho el primer show tocó a un costado, como para no generar algo que no queríamos, porque no estábamos cambiando una ficha por otra. Queríamos renacer, más bien. Después resolvimos que la gente lo tomara como quisiera o como pudiera. Creo que no nos hicieron sentir en ningún momento eso, capaz que algún idiota que haya escrito algo en internet, pero no le damos bola.
F.—En ese sentido, el recibimiento de la gente estuvo lleno de palabras de aliento, de vamo' arriba'. Es difícil estar en ese lugar, y era bastante común que el público lo recibiera bien, y apoyara para seguir adelante.
¿Te cagaste un poco?
F.—Sí, un poco sí.
E.—La personalidad de Fran también ayuda. Su perfil generó empatía en seguida con la gente. Capaz que si venía con un galera y un tapado de piel... (risas)
¿Piensan mucho en el público?
E.—A la hora de producir un disco no, y a la de armar un show sí. A la hora de cranear un show pensamos mucho en el público, porque ahí somos 50 y 50. Nosotros y ellos tenemos que pasarla bien. Ahí se genera el ida y vuelta de energía que produce algo mágico y que está buenísimo para todos. Ellos se van contentos, recomiendan el show, nosotros nos vamos felices y cuando volvemos lo hacemos más contentos. Ahí pensamos en lo que queremos tocar nosotros, y en lo que quiere escuchar la gente, que quizá no nos ve por dos años. Pero cuando grabamos un disco es imposible pensar en el público, porque no sabemos qué es lo que va a querer escuchar. Salvo que quisiéramos copiarnos a nosotros mismos, que es algo que intentamos no hacer. Es obvio que seguimos siendo nosotros, por lo que hay algo que siempre está. Pero lo que buscamos es que todos nos vayamos del estudio contentos de lo que hicimos, y salir a defenderlo con las mismas ganas. No sabemos lo que espera el público. Me parece que nadie tiene la fórmula.
Te lo planteo porque, hasta para quienes tienen 40 años, el rock era (o es) una cuestión generacional. Cuando ustedes arrancaron tocaban para tipos que tenían su misma edad, y ahora los va a ver gente "veterana", de nuestra edad y pibes que no habían nacido cuando NTVG comenzó... ¿Cómo toman el desafío de confrontar con canciones nuevas a un público que es distinto y que no saben cómo va a reaccionar?
E.—Preferimos no pensarlo. Eso se fue dando solo. Preferimos no ser ni siquiera fieles a nuestro público de antes. No lo somos. Me parece que es súper válido que alguien que nos escuchara antes nos haya dejado de escuchar. Está buenísimo, a mí me pasa con otros artistas. Está bueno ser fiel a lo que a uno le gusta en el momento. Las canciones de hoy de repente no generan lo mismo que las de antes, cuando teníamos otras responsabilidades, otra vida. A mí me pasa. Los caminos se van cruzando y puede ser que sigas escuchando al mismo artista toda la vida, o descubras de grande a alguien a quien antes no prestabas atención. Creo que nosotros como grupo tenemos que mantenernos ajenos a eso, y tratar de que lo que hacemos hoy sea lo que más nos representa hoy. A la hora de grabar no hay otra fórmula que la de hacer lo que nos guste.
¿Y quiénes son ustedes hoy? ¿De dónde se nutren para hacer lo que hacen en relación a los tipos que eran hace 25 años, cuando eran parte de un mundo que no es el mismo en que viven hoy?
E.—Es obvio que no podemos escribir lo mismo que a los 17, 18 años, porque no nos pasa lo mismo. No vemos la vida de la misma forma, tenemos otros problemas. Sufrimos un montón de desencantos, y avanzamos en otro sentido. Cualquier persona, en la medida que va creciendo, se va haciendo más sabia y va prestando atención a las cosas que son importantes. Eso se ve reflejado en las canciones, que quizás no te generen lo mismo cuando las escuchás. Es lógico. Yo escucho ahora una banda adolescente que le canta a cosas que a mí no me interesan, y no me interesa. Es así. Tratamos de dejarnos llevar por lo que somos. Nos siguen preocupando cosas, y seguimos poniéndolo en canciones. Pero es muy distinto a lo que pasa cuando sos adolescente.
Las canciones, pese a ser las mismas, son distintas a cuando las crearon, se interpretan, se entienden de otra manera...
E.—Es así. Son las reglas del juego, y no las podés manejar. Pasa. En Argentina, que es un país que está políticamente dividido en dos, nos sigue gente de un lado y de otro que interpreta como quiere lo que quiere. Contra eso no podés hacer nada, salvo que te pongas a explicar el arte, que es difícil.
¿Sirve explicar el arte?
E.—Para mí no.
¿Y para qué sirven las canciones?
E.—Para distraer. Distracción en el buen sentido. Para emocionar, para llevarte a distintos lugares. A veces estás mal y necesitás ir más abajo para después subir... Eso es lo más noble de una canción, que te genere cosas. Después, no creo que cambie más que los estados de ánimo.
No sos de la idea de que las canciones pueden cambiar el mundo...
E.—No. Podés cambiarle el estado de ánimo a alguien, ayudarlo a ver las cosas desde otro ángulo, pero no creo que cambie la manera de pensar de la gente. Simplemente genera cosas, dispara otras, pero una canción no cambia el rumbo de una sociedad.
Foto: Prensa NTVG
NTVG existe hace 22 años. En esa acumulación de tiempo y experiencia, ¿hay algo que añoren que se haya perdido con el paso del tiempo?
E.—La verdad que no. Sí la juventud. Después seguimos tocando en muchos lugares con la gente cerca. La inocencia de componer y querer que le guste a nuestros compañeros, que es lo más importante, eso no se perdió. Las ganas de tocar, de sorprender, de cautivar al público con el show en vivo siguen intactas. La curiosidad con la música... Me parece que no hemos perdido nada de eso. Sí extrañamos, a veces, la juventud, cuando nos íbamos de gira en aquel bondi, y no teníamos otra responsabilidad que la de ir y divertirnos.
¿Les preocupa el paso del tiempo?
E.—No es que preocupe, porque ocurren cosas que están hasta mucho más buenas. Pero hay otras que extrañamos. El ir a tocar a Rocha por la parcela del camping y la comida... ¿Qué más nos importaba que eso? Nada, que no lloviera. Esas cosas se extrañan porque estaban buenas, pero hay otras cosas que están mejores. Ser padre está mucho mejor.
Y con el tiempo se sumaron responsabilidades, que por ahí no tienen que ver con lo artístico, como la subsistencia de la gente que depende de la banda...
E.—Claro. Esto en algún momento se vuelve una empresa. Hay empleados, gente que trabaja para el proyecto, muchas familias que dependen de la banda. Impuestos, tener todo en regla, un montón de cosas que no son divertidas y no tienen nada que ver con lo que uno pretende cuando empieza a tocar. Pero es parte de lo que se necesita hacer para que nosotros podamos vivir de lo que es nuestra vocación.
¿Nunca les pasó pensar que tienen que meter un hit porque de ustedes dependen 20 familias?
E.—No, porque tuvimos suerte. Estoy siendo sincero, no es porque eso no exista, sino porque no nos pasó a nosotros. Al no ocurrirnos nunca y contar siempre con el apoyo popular, sin tener que hacer grandes esfuerzos más que el de pasar mil horas viajando para tocar, nunca tuvimos esa urgencia. No sé qué pasaría si nos viéramos en esa situación.
Decís que son populares, y, sin embargo, parte del público y de la crítica les ha dado la espalda, son reacios a reconocer calidad en esa popularidad...
F.—Nos pasa eso con todo. Es bien de pueblo chico. ¿Quién se cree este, si lo conozco?
E.—Nos pasó desde el principio. Tengo clarísimo que nos prestaron un montón de atención cuando empezamos, éramos la sorpresa, nos hacían notas, nos llamaban, y el día que hicimos el primer Velódromo no nos dieron bola. Salimos en recuadrito chiquitito del diario. Me acuerdo clarito porque me jodió, sinceramente. Nos gusta lo exclusivo, lo que es nuestro. Que los que veamos a una banda seamos tres, y cuando eso crece ya empieza a dejar de interesarnos. Pero son las reglas del juego.
¿Y te sigue jodiendo 15 años después?
E.—No, ni cerca. Así funciona y lo entendimos. Somos parte de esto y lo asumimos.
Charly García dijo hace un par de años, palabras más, palabras menos, que el rock que se hace en esta parte del mundo es una "garcha atómica". Ustedes, que junto con La Vela Puerca renovaron la escena argentina, ¿coinciden en que hay un anquilosamiento, una repetición?
E.—Me parece que, dentro de un recambio generacional que es lógico, nosotros llegamos en el medio. Desembarcamos en el medio, y los nuevos artistas no solo están peleando contra eso sino también contra el cambio cultural en la forma de escuchar música, la forma de moverse... El post Cromañón fue durísimo para los artistas que vinieron después de eso. Nosotros entramos justito antes. Salimos del under apenas antes, y no necesitábamos de él, pero todos los que vinieron después se chocaron contra una pared.
¿Y ven que haya gente que tenía la edad que tenían ustedes cuando empezaban haciendo cosas novedosas o interesantes, más allá de que les gusten?
E.—No lo sé.
F.—Acá hay una generación nueva. En Argentina no se ve nada demasiado innovador. Hay bandas que suenan bien, que inclusive tienen influencias de rock uruguayo, pero no hay nada que sea distinto.
Lo que quizás es preocupante, y tiene que ver con lo que hablábamos del rock como una cuestión generacional, es que los pibes tengan como ídolos a gente que tiene la edad de sus padres...
E.—Lo que me parece es que estábamos en un despertar todos a la vez. Las bandas, el público, todo era nuevo para Uruguay. Me acuerdo de ir a ver la La Vela en el Sporting, y la gente prendida fuego, y eso no existía en los 80. Creo que se dio un montón de cosas donde toda esa generación estaba ávida de que ocurrieran cosas, y hoy en día está todo hecho. Y ves a un pibe de 17 años y va con su guitarra sabiendo que en una de esas le puede ir bien, tiene suerte y se puede dedicar. Nosotros no sabíamos eso. Ni nosotros, ni el público, ni nadie.
No Te Va Gustar se presenta en el Teatro de Verano los días 15, 16 y 17 de abril, desde las 21:00, en el marco del tour Viajando sin espada. Las localidades están a la venta en Tickantel, RedPagos, Tienda Inglesa y Tiendas Antel.