«Debo admitir que me gusta más navegar por el paraíso de la pregunta que por el páramo de la respuesta. Quizás la única certeza que abrazo es que el cambio es urgente y necesario. Pero sobre todo es necesario y urgente que lo hagamos entre TODOS Y TODAS»
Así cierra Emilia Díaz el primer capítulo de Cuestión de Díaz, un libro en el que reúne y revisa algunas de las columnas que escribió para el portal MujerMujer. Una serie de relatos que se presentan como Itinerarios de género, como vías para pensar o repensar el papel de las mujeres en las actividades más cotidianas y más totales: la maternidad, la relación con el cuerpo, los vínculos sentimentales, el paso del tiempo.
En diálogo con Montevideo Portal, la comunicadora y actriz habló de su estreno en la escritura, sus inquietudes y aprendizajes en esto de concebirse feminista, la revolución de la maternidad y el deseo de que las mujeres logren reinventarse desde la igualdad, la libertad y el placer.
Este libro tiene su origen en las columnas que escribís para el portal MujerMujer, ¿cómo surgió esa propuesta? ¿Vos definiste el perfil que ibas a darles?
Cuando Karen Jawetz y María Estela Moreno me convocaron, no me tenía mucha fe. Había escrito... escribo desde hace tiempo, pero no en forma pública. La hoja en blanco me daba un poco de chucho. Como quería estudiar género, lo usé como una excusa para estudiar y fui haciendo un acopio de bibliografía. Fernando, mi esposo, es psicólogo social y él tiene acceso a autores académicamente sólidos. Con esa excusa empecé a escribir.
El portal tiene ya desde su claim [N. de R.: "Detrás de una gran mujer está ella misma"] una idea de empoderamiento de la mujer; los contenidos que maneja son generados por mujeres pero desde una óptica de empoderamiento. No digo de corte feminista, pero primo hermano.
¿Cómo fue el camino que recorriste hasta perfilarte públicamente como feminista?
Yo no me consideraba feminista... pero hacía cosas y pensaba como las feministas. Después, a lo largo del estudio y el recorrido de la bibliografía, empecé a corroborarlo: "pero entonces... ¡yo soy!". Le tenía un poco de miedo a la palabra, o al activismo dentro de los derechos de la mujer. No me identifico con algunas acciones de alguna parte del movimiento feminista, aunque eso no significa que no esté de acuerdo con lo que sostienen esas acciones.
Debo aclarar, para algunas personas, que no hay que confundir el feminismo con el hembrismo. El feminismo no pretende aplastar ningún poder masculino, simplemente pretende empoderar a la mujer, para que haya poderes femeninos, masculinos y de otras índoles. Para dejar de ver el mundo en forma dicotómica: rosado y celeste. Lo que pretende es reivindicar algunos derechos históricamente vulnerados.
Algo que me llamó la atención recientemente fue lo de este festival Aquel Abrazo, que "se le pasó" al organizador integrar -en un festival de la diversidad- a una mujer dentro de la foto. ¿Cómo te puede pasar que "se te pase"? Se te pasa porque el mundo está diagramado y diseñado desde los hombres. Te pasan inadvertidas un montón de cosas de forma cotidiana, y el libro pretende correr ese velo: cuando sos mamá, cuando criás, cuando te emparejás, cuando prendés la televisión, cuando te conectás con tu propio cuerpo, cuando vas al médico, cuando envejecés, cuando engordás, cuando adelgazás. Hay tanta cultura de género que no nos damos cuenta. Una vez que nos ponemos esos lentes, es revelador.
Me apasiona el tema. También me agobia. Me cansa, porque no soy coherente a veces; ser coherente en cada momento de tu vida es un trabajo...
En el libro te preguntás por qué los discursos feministas molestan a algunas mujeres. ¿Encontraste alguna respuesta?
Hay muchas respuestas a esa pregunta; o, más bien, hay más preguntas que respuestas. ¿No será porque el feminismo también corre ciertas cortinas y nos deja visibles las heridas? ¿No será porque el feminismo pretende reivindicar a una mujer que está bajo el poder de un hombre o del poder patriarcal o de un mandato de cómo ser madre, de cómo ser mujer? El feminismo corre la ilusión y te estampa la vulnerabilidad de la mujer y lo sujetas que estamos a cadenas que son invisibles.
¿No será que molesta eso? ¿O no habrá un malentendido? La idea de que ser feminista es andar peleando. Hay mujeres que no quieren pelear con nadie, mucho menos con los varones, porque están ejerciendo las libertades que consideran que están bien, entonces "¿por qué me voy a poner feminista?".
También va un poco en que el feminismo es una posición política, finalmente. No podés ser feminista y no tener un posicionamiento político e ideológico. Y no todos queremos, y mucho menos en Uruguay, decir lo que votamos o dejamos de votar; somos prejuiciosos, encasillamos mucho a las personas, entonces decir "yo soy feminista" implica que te encasillen. Me pregunto si no viene por ahí, pero son más cuestiones que respuestas.
Hay que derribar esos prejuicios de: "las feministas no se casan", "las feministas no tienen hijos", "las feministas son lesbianas", "no se depilan", "son tirabombas" o "no le compran a sus hijos remeras de Spiderman". No es así. Hay muchas más feministas de las que se declaran; que no lo saben pero lo son, porque lo sienten, sienten esa indignación que sentís cuando se te exigen cosas por el simple hecho de ser mujer.
¿Cómo se inscribe la maternidad en esta concepción? ¿En qué cosas te cambió a vos, por ejemplo?
Es un gran desafío. El mandato de madre es un concepto que descubrí, estudiando, que lo investigan bastante las feministas. Y lo combaten bastante. Y hay algunas feministas que dejan de serlo porque sienten un instinto materno: "este mandato está buenísimo, quiero quedarme en mi casa, me encanta hacer la tarta, limpiar el piso, que vaya él a laburar y que pague la luz. Yo me quedo con los nenes". Esa también puede ser feminista, ¿por qué no? Creer que ser feminista es ir a laburar o no estar en contacto con los hijos es un error... el tema es que el papá también lo puede hacer.
Ahí es donde a mí se me complica el panorama feminista, el panorama cotidiano. Porque ahí el mandato de cómo ser una buena madre se inscribe desde la responsabilidad, el cuidado, la contención. Es verdad que existe y que está buenísimo que la madre lo sostenga, si puede, porque es un viaje sostenerlo. Pero no darle lugar a él, al papá, es una escena que se hace sin pensar. Una pretende, de forma inconsciente, protagonizar todos los momentos de la crianza. ¿Y dónde queda el poder de la paternidad? Es interesante poder movernos de esos viejos lugares, corrernos de ahí y dejar que ellos empiecen a ejercer una paternidad más honesta, más espontánea, y sin estar nosotras bajo el control. Porque a veces hacemos esto: nos movemos, después entran ellos... pero la mema no la preparan igual, el pañal no se lo ponen como nosotras; y los niños escuchan que nosotras criticamos y eso desempodera al varón. En el ejercicio de la maternidad encontré esto: o me voy para el mandato o me quedo, pero es un trabajo permanente de correrme de los viejos lugares y generar empoderamiento paternal desde mi discurso materno. Ese es un viaje interesante.
Hace muchos años que estás vinculada a los medios de comunicación, al ambiente cultural, ¿cómo ha cambiado la presencia de la mujer en esos ámbitos?
En estos últimos diez años, una cantidad. Igual hay pila de trabajo para hacer. Yo estoy en Canal 10, que es uno de los canales de aire que creo que tiene mejor posicionada a la mujer; la mujer tiene un rol preponderante, encabezado por el informativo central, por el papel de la mujer periodista, de la comunicadora. Consentidas hace nueve años que está al aire, conducido por tres mujeres, en un horario central los sábados. Yo empecé a los 18 y el rol que cumplía la mujer era más que nada de acompañamiento. También era un poco lo que el público esperaba.
Dentro del humor hay un camino difícil para nosotras, que están abriendo Manuela Da Silveira, Luciana Acuña, Laura Falero, María Rosa Oña, Leonor Svarcas, Florencia Infante, Dana Liberman. Están haciendo camino y abriendo a las nuevas generaciones. Pero de todas maneras muchos de los que escriben son hombres y en la balanza todavía pesa un poco. Yo soy de la época en que las mujeres no remataban chistes: una mujer que recién empezaba no remataba chistes, levantaba el centro para que el varón rematara. Eso está cambiando y ahora las mujeres estamos escribiendo nuestros propios monólogos, hay dramaturgas en el humor y en el stand-up, incluso mujeres guionando películas, como Verónica Perrotta (Flacas Vacas) o Angie Oña, que hace diez años es la referencia en la dramaturgia del absurdo.
Se nos hace un poco más costoso. Dentro de la Comunicación estamos sosteniendo más otros roles... Vos vas a cualquier programa de TV de aire, en cualquier horario, y vas a ver más mujeres produciendo el programa que conduciéndolo. Eso hace también que no estemos tan acostumbradas a vernos.
Después de este primer libro, ¿tenés otros proyectos vinculados a la escritura?
A mí me gustaría escribir una novela algún día, o una obra de teatro. Implica mucho trabajo y gran parte de que haya podido hacer esto se lo debo a MujerMujer. Yo no me hubiera sentado a escribir un libro sola si no hubiera tenido la obligación, entre comillas, de hacer una entrega mensual de un artículo. Ojalá tenga tiempo para hacer más.
¿Qué repercusión has tenido con el libro? ¿Qué te comentan los lectores hombres, por ejemplo?
Por ahora me dicen cosas divinas que genera el libro. A los lectores hombres les llama mucho la atención el "Diario de un pene", no entienden que una mujer entienda lo que le pasa a un pene. También genera pudor el tema de la vulva, la reivindicación que tendríamos que hacer las mujeres. Incluso cuando lo publicamos en MujerMujer -que este no es el original- generó como una alarma. Fernando me regaló un libro feminista que se llama Vulva y lo que pretende es reivindicar el lugar preponderante que debiera tener la parte externa de nuestro órgano reproductivo. No somos útero, no somos ovario, no somos trompa de Falopio. Antes que todo, somos vulva. Tenemos que poder pararnos desde ahí, poder mirarnos sin asco, sin pudor, poder reinventarnos como mujeres desde ese lugar de placer. Estamos vistas, desde el ámbito médico, como una vagina, como un aparato reproductor; desde el ámbito filosófico y espiritual, como madres, como la posibilidad de ser madres; y ahora... ¿cuándo vamos a ser sujeto de deseo y no solo objeto?
Tenemos que poder empoderarnos desde ahí, cambiar la percepción del mundo y de nuestros cuerpos. Ahí viene la maternidad: poder parir con nuestro conocimiento ancestral. Nosotras sabemos cómo parir, ¡nos estamos olvidando porque nos están haciendo muchas cesáreas! Y porque algunas capaz pretendemos que sea rápido, porque vivimos a 1000 km/h. Entonces es que se nos vaya el dolor de ovarios rápido, que se nos vaya la menstruación rápido y que nos saquen al nene lo antes posible. Esa vertiginosidad de los tiempos hace que nos hayamos masculinizado bastante. Quizás pretendo con este libro despertar el ansia de reinvertarse, reconocerse o reinscribir nuevas formas de ser mujer.