Tiene la misma sonrisa que su padre, la misma complexión física, ocasionalmente la misma barba y hasta casi la misma voz. Pero a Andrés no le pesa ser "el hijo de". Al contrario: que su padre sea Jorge Lazaroff marcó a fuego su vida, una vida acompañada de la música desde que tiene uso de razón, al punto tal de meterse en su inconsciente y llevarlo al éxito a través de un sueño.
Andrés Lazaroff, el Búlgaro, vivía en Córdoba en 2011 cuando tuvo un sueño. No una metáfora, no una inspiración basada en Martin Luther King: un sueño, literalmente. Él dice que cuando puso un pie en el suelo tras haber abierto los ojos, se dio cuenta de lo que había ocurrido esa noche, armó un puzzle mental y le dio vida ideológicamente a El Cuarteto del Amor.
Un sueño soñaba anoche
Andrés es creador y cantante de El Cuarteto del Amor. "Se me ocurrió en un sueño, la que pasa en las películas. No vi la banda pero vi lo que hacíamos, como que estábamos en un pueblito, de noche, e íbamos entrando en las puertas iluminadas. Y eso es lo que hacemos", cuenta a Montevideo Portal, señalando que hay dos "sucursales" (una en Argentina y otra en Uruguay), "y hubo un momento que hubo tres, porque nos fuimos para Brasil y dejamos uno acá funcionando".
Tras salir del plano onírico, les comentó su ocurrencia a algunos amigos y conocidos, que lentamente se fueron enganchando. "Después fue toda una creación conjunta, no fue únicamente mía. Cuanto más cabeza, mejor. Cuanto más sentimientos y más corazón le pongas a algo siempre es mejor", reflexiona. Y así, con una idea ya colectiva, fue que salieron a tocar. La primera vez pararon frente a una iglesia cordobesa, en la calle, en un lugar al que bautizaron Coconut Arenas, porque había dos palmeras.
"Cuando hicimos la primera pasada de todas, justo había una cámara del programa más visto de Córdoba ("El lagarto show"). Justo, ahí, en ese momento, y justo nos filmaron. Ese mismo día tuvimos que grabar un disco porque el canal nos pidió, al otro día lo teníamos, y a la otra semana ya estábamos en el piso", relata. El disco, como no podía ser de otra manera, se llama "Bienvenidos a ‘El Coconut Arenas'".
"El programa nos tiró para arriba a la minuta, con la primera canción", recuerda Andrés. Pero tras seis meses de arduo trabajo e inesperado éxito, el amor que sintió por una uruguaya lo hizo venirse nuevamente al paisito. Y otra vez tenía que arrancar de cero.
A los actuales miembros de El Cuarteto de Montevideo no los conocía; se fue acercando por el boca a boca, por personas en común. "Le empecé a decir a amigos 'Che, ¿vos no conocés a alguien que le pueda llegar a colgar tocar el tiple?'. 'Pah, sí, yo conozco a un chiquilín'. Y a ese lo llamé, pasó, empezamos a hablar, le re copó la idea, empezamos a ensayar, y así sucesivamente. Y ahora somos ocho acá, nos vamos rotando".
Armar y rearmarse
Andrés estuvo vinculado desde la cuna a la música, "porque mi viejo era tremendo músico", y además de cantar toca piano, batería, guitarra y compone. "Tuve millones de bandas de rocanrol, todas enchufadas (y además estuvo 11 años en Falta y Resto). Pero acá encontré el caminito, ese camino que trato que sea original", destaca.
Para definir el camino original que hace El Cuarteto, hay que verlos tocar. Se presentan en un lugar, están en constante movimiento, y usan corbatines, camisas de colores claros, sombreros de paja, chalecos. El atuendo romántico acompaña la música que hacen, que está hecha "a la vieja usanza. Igual es una vieja usanza muy ideológica, porque nunca ninguno de nosotros vivió eso. Es idealizando ese antaño", dice quien asegura escuchar cosas "de 1950 para abajo".
El Cuarteto tiene un repertorio que consiste en temas propios, básicamente, y unos cuantos ajenos, como "Usted" y "Amapola". Su hit es "Melón melocotón", una canción que puede escucharse en radios e incluso en televisión, y que fue compuesta por Lazaroff y Diego Oroño cuando tenían 12 años. La clave está, según uno de sus autores, en que "es bien de barrio, bien de feria, de linda cotidianeidad cálida".
Pero lo que hace la diferencia en la música (más allá de los instrumentos, como el tiple, el toc toc, las maracas y ahora el violín), es que la amplificación no existe. "Lo que hay que hacer es reacostumbrar a la gente a escuchar. Porque el sonido amplificado te rompe todo eso, lo que tenemos vos y yo ahora, la cercanía, el sonido ambiente que es ultra necesario".
Calidez es una palabra que Andrés repetirá en la conversación con Montevideo Portal, y que no podría resumir mejor lo que su banda transmite cuando actúa. No sobre el escenario, porque no usan. Podrá ser en una plaza, en una esquina, en una vereda, entre dos palmeras como en el Coconut Arenas o dentro de una fuente, como lo hicieron en su última presentación en la feria de Ideas+. Señoras, señores, parejas, niños, curiosos, fanáticos se arrimaron a ver a este cuarteto, que en esta ocasión fue de seis, hacer su show, improvisar coreografías y encantar corazones.
Estos mensajeros del amor, como los llama el Búlgaro en algunas ocasiones, van, como la alegría, por barrios, que eligen de antemano. De repente llegan a una plaza llena de gente, de repente a una esquina por la que no pasa nadie. A veces están en la puerta del Registro Civil animando a los recién casados, y a veces por "la ruta alternativa: en vez de ir por donde están los turistas vamos por Cerrito o Maciel. O en vez de ir a Arocena en Carrasco, vamos por las calles".
Eso es durante esas cuatro veces por semana, que salen de mañana, de tardecita y ahora también tarde en la noche, a enamorar a Montevideo. Pero también tienen agenda que incluye fiestas privadas, asados con amigos y muchas, muchas serenatas, incluso de divorcio ("bailaron el último tema con nosotros", recuerda Andrés"). "Y siempre parece una película".
El ciclo de dar y recibir
Días antes de la entrevista, El Cuarteto irrumpió sin permiso, como lo hace en todos los lugares a los que va, desde facultades a la Intendencia, en el Vilardebó. "Y hubo tremendo revuelo. Pero después la directora nos dijo 'vengan que los guiamos', y nos llevaron a la celda de máxima seguridad a cantarle a la gente", resalta todavía con sorpresa.
A diferencia de lo que sucedía en Córdoba, cuando se volvió a Montevideo quiso ser "más incisivo, sin pedir permiso. Porque el permiso te lo da la aceptación general". Y el permiso siempre está, pues el recibimiento que les hace la gente siempre es bueno. La gente "baila, se divierte y se enamora. Hay momentos que son tremendos, que le estamos cantando a mujeres y nosotros y ellas nos enamoramos. Pero por ese momento. Es un momento totalmente idílico, y después, pacate. Hasta ahí llegó. Pero sucede y es muy lindo".
Básicamente, lo que hacen Lazaroff, el Pibe Sepúlveda, Javier Bellini, el Faraón, el Casa, Benny Almada, el Pali Strauch y el Conejo Cedrés, los miembros itinerantes de la banda, es una "intervención directa de la sociedad, sin ningún tipo de intermediario".
Y esa intervención social está ligada directamente a la calle, que ha sido su escenario durante estos dos años en los que han tocado aproximadamente 4.000 veces y donde asegura Andrés que "no levantás un mango, pero eso no es lo importante. Lo importante es nutrirse". "La calle es lo más grande que hay, es el público más hermoso. Porque no sabés lo que va a suceder. Nosotros nos ponemos ahí, y aunque haya una persona que se cuelgue, ya está, misión cumplida. Estás haciendo algo", dice con orgullo.
La calle los ha llevado por diferentes lugares (de hecho, El Cuarteto de Argentina se encuentra en este momento en México). Han recorrido el interior (Canelones, Treinta y Tres, Durazno, Maldonado, Rocha, Rivera, Tacuarembó, Cerro Largo, Flores, Florida) y siempre han recibido respuestas positivas, y han ido a Brasil, donde sonaba "un acorde y los tipos ya bailaban".
De allí se trajeron uno de los mejores recuerdos de estos años de cuarteto, tras su paso por La Rocinha, "la favela más zarpada del mundo". "Los niños nos guiaban por las calles, en todas las casas aparecían las cabezas de las señoras", recuerda, y en un momento necesitaron ir a una fotocopiadora para procurar nuevas tarjetas de contacto, porque ya no tenían más. El dueño del lugar los reconoció. "‘¿Ustedes estaban cantando por acá? Qué lindo lo que hacen. ¿Por qué lo hacen, quién les paga?' ‘No, no nos paga nadie'. ‘Pero cómo, ¿no lo hacen por plata?' ‘No, lo hacemos por hacerlo, por amor'". Y después de preguntarle si la gente les pagaba con diferentes cosas, decidió entregarles 1.000 tarjetas que diseñó en el momento, a color y en cartón, no como las de fotocopia sencilla que ellos usaban.
El Cuarteto del Amor tiene agenda cargada en un mes de fiesta, y se presentará el 11 y el 18 de diciembre a las 20 horas en Ideas+. Pero como también quiere festejar, hará el 19 un show "a la gorra" y con sorpresas en El Tartamudo, a las 22. El reconocimiento lo agradecen y retribuyen, pero a la fama le son esquivos todavía. "Lo que menos quiero es ser famoso, y lo que más quiero es llegarles a todas las personas. Si eso se considera fama, eso sí me gusta. Llegarle a todos, de corazón", dice Andrés entre risas.
"La premisa es alegrar el corazón de todas las personas, y enamorar el corazón. Sea lo que sea. Nunca tuvimos una reacción negativa; estamos invictos, pero invictos de verdad. A nadie no le gusta. Capaz que se ponen tímidos, se van caminando, pero siempre se dan vuelta y dicen 'gracias' o 'me alegraron el día'. O se ponen a llorar, o se enamoran completamente... Todo siempre bien, siempre está todo bien, siempre. Es el mejor laburo del mundo".
Montevideo Portal | Belén Fourment