A Danteinferno no le gustan las cosas sencillas. Este trío uruguayo parece haber ido a contramarcha desde que empezó a rotar por los escenarios uruguayos en 2002. Su camino anduvo divorciado de la generación del rock local que protagonizó el "boom" del género de aquellos años, y tampoco siguió el espíritu más optimista que acompañó a parte de la camada de bandas que floreció a la salida de la crisis.

Más heredera de la "generación Juntacadáveres" de los 90 que de la que parió el cambio de siglo, para finales de 2009 ya había dejado de tocar, luego de tres discos con las propiedades del papel lija: ásperos o suaves según el lado que uno tocara, pero nunca inofensivos.

Danteinferno hace honor al hombre: se pasea al borde de lo etéreo y lo terrenal, con la dulzura de algunas melodías bajadas al suelo por hondazos de ruido indócil. Te acaricia y te cachetea al mismo tiempo, lo que es parte de la gracia y de su forma de concebir la música. Su sonido debe mucho a la movida alternativa de finales de los ochenta y comienzos de los noventa, pero en una forma que no atrasa ni se convierte en un pastiche nostálgico: lo combinan con algo de poesía surrealista, experimentación, melodías pegajosas, influencias de la canción uruguaya de autor y mucho respeto por el uso del ruido. Como la misma banda aclara a Montevideo Portal, les atrae "lo crudo del punk en diálogo con aspectos musicales más abstractos, más plásticos".

Tras diez años de silencio, Danteinferno volvió en 2019 con Celeste Lado A, un disco crudo en el que experimentaron más que de costumbre y se sacaron las ganas de explorar nuevos climas, rodeados -paradójicamente- del silencio de un paisaje natural.

En este 2020 llegó Negro, que es una buena puerta de entrada al grupo para quienes aún no lo conocen. En él, retoman algo del pop retorcido que los caracterizaba, pero sin perder la experimentación sonora en bruto (especialmente en las canciones finales, más largas y de estructura más libre). Para quienes se inclinen por el formato más tradicional de canción está la tríada instantánea del comienzo del disco, formada por "Ir", "Aparecida" y una balada breve, luminosa (y que deja con ganas de más) como "Solté mi ambición".

En Negro, la batería de Martín Recto y el bajo de Javier Gerfauo forman un caos extrañamente ordenado, una base sobre el que la voz y la guitarra de Pancho Coelho flotan libres, acompañadas ocasionalmente de recitados del escritor Daniel Mella. Es un sello de la banda, pero aquí está acentuado por la metodología de trabajo: Danteinferno fue grabando por separado, agregando capa tras capa de sonido, sumando ideas que llevaban a veces a cambiar de dirección las canciones.

Mella, que es autor de un prólogo especial para la edición física del disco, tiene una amistad de muchos años con la banda. "Daniel ha estado cerca siempre, existe admiración mutua y comunión generacional", cuenta Francisco Coelho a Montevideo Portal.

De hecho, agrega Recto, en vivo usan desde hace tiempo fragmentos de audios de poemas que que Mella escribió especialmente para la banda, interviniéndolos en vivo. "Estamos muy presentes en los procesos creativos del otro, por lo que hacer algo juntos fue algo natural", explica.

Purgatorio

De Celeste Lado A, grabado en el ambiente bucólico de una chacra de Flores, Danteinferno pasó a la realidad urbana de Negro, en un año especialmente oscuro por la pandemia. "El entorno de Negro es menos amable y más violento que el de Celeste", dice Pancho.

"El entorno era ese: primero Latinoamérica en llamas (a días de nuestra gira por Chile fue que allí se prendió todo fuego), pandemia, aislamiento", agrega Martín.

Parte de ese clima se nota en el disco -el título es lo suficientemente descriptivo-, pero sin embargo Negro muestra musicalmente un lado más amable que el anterior disco, menos "primitivo" y más cercano a las facetas más accesibles del grupo.

Para Pancho, ese cambio puede explicarse por un tema personal (su vida cambió mucho y para bien desde que conoció a su actual novia, dice), pero Martín Recto apunta a otros matices. "El disco anterior fue más inmediato. Hacía muchos años que no grabábamos, estábamos reencontrándonos con Pancho y al mismo tiempo probando y poniendo en funcionamiento nueva formación con Javier, que tiene una manera de tocar y un sonido con mucho carácter. Fueron bases más directas, más crudas. En Negro ya el trío está más consolidado, más experiente y pudimos afinar un poco la propuesta. Aparecieron matices más sutiles que requieren de otra madurez; allí pudimos reencontrarnos con aquel pop un tanto retorcido, bastante característico de la banda", dice.

El viaje de Negro es extraño, como el de este año. Se vuelve más complejo a medida que uno avanza en él, aunque no faltan los momentos de luz. No es casual, quizá, que lo empezaran en el 2019 y lo terminaran este año en medio del coronavirus.  En el camino, el grupo mezcla con naturalidad sus influencias locales e internacionales, un "caldo" que según Recto se da por la complementación de "la poesía de Pancho con la búsqueda más ruidosa de la banda". "Un periodista argentino que estaba cubriendo un festival en Brasilia del que participamos dijo que Danteinferno era una mezcla de Mateo con los Stooges. Para nosotros, un honor", concluye.

Datos

Negro puede escucharse en Spotify, Youtube o en danteinfernobanda.bancamp.com. Fue grabado entre 2019 y 2020 en las casas de los miembros de la banda.

Las tomas y las mezclas iniciales fueron hechas por Martín Recto. En el proceso final de mezcla ayudó Pancho Coelho, y Andrés Costa lo masterizó.

El prólogo es un poema de Daniel Mella compuesto para el librillo del disco

Danteinferno está integrado por Pancho Coelho, Martín Recto y Javier Gerfauo.

Diseño y maquetación: Joaquín Di Lorenzi.
Bordado de tapa: Pancho.
Ilustraciones: Martín.
Débil Records, 2020.
Publicado por editorial Fardo.

Martín Otheguy