Pudo haber sido jugador de fútbol, pero la música tiró más fuerte. Tanto que se convirtió en un cable a tierra, porque, de lo contrario, "podría haber terminado en cualquiera".En 1991 se paró al frente de La Abuela Coca, primera respuesta vernácula a la cachetada de Mano Negra, y allí está desde entonces, cocinando un tuco al que cada vez se sazona distinto. Flamante padre de una niña, calentón como buen tano, Chole Gianotti dice que la marginación fue uno de los disparadores del grupo, está convencido de que las canciones tienen un enorme poder y asegura que la música "es la verdad".

 

En los 70, en Uruguay se llamaba ‘tuqueros' a los músicos que tenían más swing. Sin embargo, el ‘tuco' de Abuela Coca no viene por ese lado, ¿no?

Cuando empezamos hacíamos una mistura, con una columna vertebral más centroamericana, pero decíamos ‘no, no hacemos salsa', y un amigo dijo ‘ustedes hacen tuco, entonces'. Ahí empezó el tuco de la Abuela Coca, como que estaba buenísimo. El tuco de la nona, ¿no?

Los Asesinos de la Abuela Coca... ¿la querían matar?

¡No! El nombre completo es Son los Asesinos de la Abuela Coca, nosotros no somos, ‘son'. Pero claro, con ese nombre no podíamos tocar en ningún lado.

¿Y a quién acusaban con ese ‘son'?

La Abuela Coca salió de una juventud que era muy marginada por la política que había reinado en dictadura, post dictadura... y la tercera edad también es marginada. Increíblemente, el comienzo y el fin de la vida eran marginados. Nosotros hacíamos ese paralelismo entre las dos etapas de tu vida, y jugábamos mucho con una abuela Coca rockera. Además, éramos unos jóvenes viejos. En la dictadura no podíamos hacer nada. Se juntaban tres y ya eran multitud. Nos llevaban en cana por ‘mal entretenidos'... ‘¡no, si nosotros estábamos bárbaro!', decíamos. Más de tres en la calle era peligroso, y había mucha marginación. En el principio de la democracia, con el resurgimiento del rock, se abrieron las puertas, las ventanas, y entró todo lo que había quedado oculto durante ese tiempo oscuro. Nos encontramos con una Inglaterra punky, con los jóvenes luchando por reivindicarse, y ellos decían que la vida es rápida, es ahora, que no hay futuro. Acá se copió todo eso, quizá de una forma uruguaya, porque después, con la Abuela Coca, conocemos lo que era el movimiento punky, encontramos algunas similitudes pero muchas diferencias. Los europeos son mucho más organizados, más combativos, alineados en una política antifascista, están muy politizados. Los de acá eran mucho más nihilistas.

Foto: Alejandra Pintos l Montevideo Portal

¿A qué sabe ese ‘tuco' ahora?

El asunto es fusionarse, la búsqueda. La Abuela Coca es como una esponja que absorbe todo, y nos gusta eso, que es lo que define el estilo de la banda. Hemos pasado por todos los estilos, candombe, murga, de todo, pero con nuestras raíces. Y vas viajando y vas agarrando, no sólo en estas idas a Europa, hace poco estuvimos en Cuba, vamos a Brasil, y vas conociendo músicos, interiorizándote y aprendiendo, y después lo querés volcar en tus composiciones. Pero no solo aprendemos en lo musical.


Europa nos abrió mucho la cabeza. Vimos el respeto por ese anarquismo, esa lucha antifascista que tienen los punkis y te das cuenta que son posta. Allá tocamos en casas que son estructuras todas organizadas por ellos, y tenían imprenta, comedor, enseñanza de oficios, idiomas, guardería, gimnasio, y aparte un local donde hacían actuaciones en vivo, todo gestionado por ellos. Vos veías al punki más punk a las tres de la mañana todo desbundado y haciendo terrible pogo y era el que a las ocho y media estaba de la cara barriendo todo, haciéndote el desayuno y diciéndote ‘no ensucies ahí', con una cresta roja de dos metros y medio.

Y a nivel musical nos dio mucho. Seguimos condimentando ese tuco, no hay techo. Si escuchás todos los discos de la Abuela, perfectamente podría ser cada uno el de una banda distinta, porque son diferentes de los otros. No mantenemos una línea de ‘éxito'. No decimos ‘nos fue bien con Asesinos son, seguimos con Asesinos son', ¡no!. No hay fórmula. Siempre mantenemos esa inquietud de búsqueda, de encuentro con algo nuevo. Quizás eso sea lo que nos haga seguir.

¿Hay magia todavía?

Y, es una familia. Tuvimos un año sabático en el que no sabíamos si queríamos seguir o no, y el resultado fue un disco nuevo, una gira nueva, y seguir adelante. ¿Por qué? Porque había algo. Siempre nos vamos ‘regenerando'. Y toda esa experiencia europea nos dio una nueva visión musical y política. La música es un vehículo para expresarnos, encontrarte con algo que escribí yo sobre algo y que a vos te pega como un himno. Me he encontrado con un mexicano que vivía en Austria, y que conoció a La Abuela Coca por un austríaco, y ‘El templo del alma' era el himno de su vida. ¿Entendés lo que te digo? Una canción que yo hice en la cocina de mi casa, por algo que me pasaba a mí, y el tipo escuchaba eso, se ponía las pilas y salía a vender café todas las mañanas en el tren. ¡Qué poder tiene la música!.

La fuerza del adulto mayor


Foto: Alejandra Pintos l Montevideo Portal

A comienzos de los 2.000, Abuela Coca se quemó con leche. La banda firmó un contrato con una multinacional, y cuando dejaron de brillar los espejitos de colores, se dieron cuenta de que habían salido perdiendo. Fue entonces que reforzaron aún más su camino de independencia, que los paseó por medio mundo con la mochila libre de compromisos comerciales.

¿Pesa el tener que dedicar un tiempo que podría dedicarse a lo artístico a ‘lo empresarial'?

Está la idea esa de que el músico es un rock star, ‘whisky, mujeres y joda', pero con eso acá vas al muere. Ahora, el músico tiene que saber toda la parte empresarial, si no te pasan por arriba. Que te quita tiempo y energía, sí, pero son los tiempos modernos. Tenés que aprender a hacer todo. Quizás no todos en la banda, pero alguien tiene que hacerlo. Yo admiro mucho el trabajo de Jaime Roos, que está encima de todo. En Brasil Marisa Monte está en todos lados. A Beyoncé la ves editando sus videos, componiendo y peleando un contrato. El ojo del patrón engorda el ganado, es así. Y nosotros somos una banda independiente que fue muy cascoteada por una multinacional, y vimos que no era así, que hay que estar atentos a las cosas. No es ni mejor ni peor, es importante.

¿Hubiera existido Abuela Coca sin Mano Negra?

Cuando empezamos arrancábamos con la mistura. Tuvo mucho que ver con eso la visita del Cargo en el 92. Ahí estaba el Royal Deluxe, la vanguardia del teatro francés, y Mano Negra, que fue la vanguardia de la música mestiza del mundo.
Yo toqué con el Congo, de teloneros de Mano Negra. Nosotros ya estábamos teniendo unos encuentros para lo que después sería Abuela Coca. Ya veníamos con la idea de mezclar nuestras raíces con otras cosas que no fueran solo reggae. Pero Mano Negra me pudrió el bocho. Vi eso y me morí, pero ya estaban las condiciones para que surgiera una banda de fusión. Ellos fueron el acelerador, porque llegaron en julio, y Abuela Coca tocó por primera vez en setiembre.

¿Qué estaban buscando?

Lo primero por lo que empezás es la comunicación, una forma de poder expresarte. Yo era un adolescente muy tímido. Vengo de una familia de ascendencia italiana donde nos juntamos a festejar hasta el día del mate, y ahí sale guitarra, y la cantada, y mi viejo con la murga, y esto y lo otro. En la dictadura hacíamos asados los domingos, y con la familia y los amigos nos juntábamos a escuchar esas músicas prohibidas, Zitarrosa, Los Olimareños... y esas cosas se quedan prendidas. En la adolescencia llega también el rock argentino, y después nos encontramos con el rock de antes de la dictadura uruguaya, Totem, Psiglo, y esas ganas de juntarnos con los gurises, de poder hacer...


La música era un vehículo de comunicación, y después empecé a entender el poder que tenía. Yo decía: ‘chiquilines, cuando estamos tocando, por lo menos durante 20 minutos nos están prestando atención, ahí hay que aprovechar y decir cosas'. Algo va a pasar, no podés desperdiciarlo. En nuestras letras hay mucha ecología, nos reímos de las cosas que nos pasan. La Abuela Coca habla de acá, del barrio, de lo que te pasa en la calle. Es Montevideo.

¿Por qué es tan universal, entonces?

Porque las cosas que pasan acá pasan en todas las esquinas de todo el mundo. Vas a Berlín y pasa lo mismo. El joven está peleando por sus reivindicaciones.

¿Y en Cuba?

El joven cubano tiene mucha falta de libertad. Ellos pueden estudiar lo que quieren, tienen el servicio de salud, pero tienen pila de restricciones por otro lado. No pueden cantar lo que quieren, y la libertad es la libertad. Los cubanos no pueden ser dueños de sus canciones, no pueden salir así nomás del país. Los gurises tienen una gran falta de muchas cosas. Comprenden, tienen ese romanticismo revolucionario, respeto por el pasado, pero quieren otras cosas.

Foto: Alejandra Pintos l Montevideo Portal

¿Qué le puede dar Abuela Coca a esos jóvenes cubanos?

Nos preguntaban mucho sobre derechos de autor, cómo eran las ganancias de la banda, cómo nos manejábamos a nivel económico. Lo cultural lo tienen todo, y lo tienen todo reclaro. Son los mejores músicos porque tienen las mejores escuelas, la educación es buenísima, hasta la educación terciaria es gratis y obligatoria, pero después no tienen campo laboral, y entonces el economista es taxista y el médico trabaja de bombero, porque no hay posibilidades. Son contradicciones que hay que seguir trabajando. Me parece que están en un momento de cambio que les va a llevar mucho tiempo. Tienen que cambiar su interior y hacer renacer esa revolución. Nosotros vimos eso: que el adolescente no está corrompido por el consumo, no necesitan la mejor guitarra para tocar. No ves ninguna publicidad, ‘comprate el mejor celular, el mejor champion'. Ellos son felices, es un pueblo muy feliz. Gozan con la música.

¿Te identificás con esa ‘pureza'?

Claro. La música es mi cable a tierra. No sé qué hubiera sido de mí sin la música. Me gustaba mucho el deporte, y podría haber arrancado para ese lado, pero de joven, con todas las experiencias que te tocan vivir, y toda esa libertad que había venido de repente, las drogas, y todo, podría haber sido cualquier gurí de la calle y habría terminado en cualquiera. Porque la música es para mí un cable a tierra. Yo necesito estar bien para poder hacerla. Tengo que estar lúcido. Y físicamente lo mismo. Abuela Coca no es una banda de sentarse en una silla, hay que saltar, agitar. Mirá que salís transpirando como si jugaras la final del mundo. Yo trabajo con los ‘ni ni', los que no estudian ni trabajan. Armamos bandas, aprenden a tocar instrumentos. Y se salvan. Yo le digo eso a los gurises con los que trabajo: ‘mirá que esto es la verdad'.

 

Escuchá 'Asesinos son'