Alejandro Balbis es uruguayo, claro. Pero también es argentino. O casi. Vive en el porteño barrio de Boedo, el de Homero Manzi, pero se levanta a las 11, prepara el mate y lee los diarios. Músico, compositor y arreglador, se animó, por fin, a editar su primer disco en solitario, pero no tanto, porque le prestaron sus voces el "enano" de La Vela, León Gieco y Cristóbal Repetto, entre otros. Ahora, “El Gran Pez” mira con su ojo inmutable la realidad desde distintos lugares. Del lado de allá. Del lado de acá.


“El Gran Pez”, primer disco de Alejandro Balbis, es un compendio de 14 canciones por las que pasea la milonga, la murga, la balada folk y el rock criollo. “Desde que empecé a hacer las canciones hasta que el disco quedó convertido en un master pasaron doce años, mucho tiempo para que el material llegara a juntar una presión suficiente para generar un álbum”, dice Balbis. “Conozco unos cuantos muchachos que hacen canciones, pero no han hecho disco, porque no se dedicaron a la música, o se recibieron de médicos. Yo siempre trabajé de músico, hice canciones para otros, pero nunca había hecho mi propio material. De ahí a empezar a trabajar con algún amigo que me decía que el material estaba bueno, que valía la pena recopilarlo, ordenarlo, convertirlo en una obra pasó un tiempo largo”.

 

 

Balbis viene del Carnaval, donde pasó por Falta y Resto y Contrafarsa, pero también trabajó junto a algunas de las bandas más relevantes del Río de la Plata, como Bersuit Vergarabat, La Vela Puerca y Las Pastillas del Abuelo. Recuerda que, por el año 2000, más o menos, compuso junto al "enano" de la Vela “El viejo” y “José sabía”, que se convirtieron en emblemas de la banda. Por ese entonces, sus colegas comenzaron a reclamarle un material discográfico propio. “Yo les decía ‘el año que viene’, y todos los años decía lo mismo; ahí ya tenía dos o tres temas para mí, guardados en un cajón. Eso provocó una cosa en mí y en los demás, me empezaron a decir, ‘loco, por qué no reunís estas canciones’, y todo eso empezó a juntar presión, hasta que encontré las condiciones necesarias para hacer un disco, no sólo porque el material estaba listo y teníamos una buena batería de canciones para elegir, sino por una cuestión hasta presupuestaria”.


Esta sí que es Argentina

Balbis pasó de Sayago a Boedo casi sin escalas. Se fue, como tantos otros, “a probar suerte”, convencido de sus habilidades. “Hace doce años que estoy en Buenos Aires. Me fui porque creí que lo que sabía hacer podría andar bien allá. Ya había probado esa de ‘ir y volver’. Puede servir, hay muchachos a los que les va bien haciendo eso, pero a mí me pareció que no había mejor forma que irse para ahí, y tratar de ir instalando una cosa día a día. Todavía estoy en el camino, hay penales para patear a lo loco. Y no sólo yo: todos. La Falta, la Catalina, Jaime… Salvo La Vela o No Te Va Gustar, porque ellos hacen un producto que tiene una entrada masiva mucho más contundente; ese rock-ska, de por sí, va a tener muchos más adeptos rápidamente que el material que hacemos nosotros, que está salido de un género muy regionalista, con un criterio estética venido de lo más profundo de esta sociedad. Es difícil de entender, de digerir, si no conocés mucho esta sociedad, si no viviste acá”.

Una mezcla de esas vivencias, esa realidad vivida a mitad de camino entre dos orillas, y un par de décadas de escuchar y compartir estilos musicales dotaron al trabajo de Balbis de una expresividad desusada, muy distinta a la del carnaval vernáculo, tan apegado a la grandilocuencia. “Es difícil evaluar el material de uno parado adentro. ¿Cómo se ve tu casa? Imposible saberlo si estás del lado de adentro. Necesitará salir, caminar unas cuadras y ver, desde lejos, cómo es la casa”, explica. “Hoy no estoy en condiciones de evaluar cómo fue mi despegue, en el sentido de separarme, de los cánones estéticos del carnaval, no por renegar, ni porque no me guste, ni porque esté aburrido, sino por inquietudes de probar otras comidas con otros gustos. El disco salió hace muy pocos días, y recién estoy teniendo las primeras devoluciones. Todavía estoy digiriendo lo que pasa con el disco en la gente. En Buenos Aires es distinta la llegada que tengo. La gente es muy distinta, acá me conocen mucho más”.

Una vez en Buenos Aires, se dio cuenta de que “no sabía tanto”, y que tenía mucho que aprender. Y que no era fácil. “Aprendí a bajar el copete. Aprendí que no sabés nada, que lo que sabés tenés que aprenderlo de nuevo, y, cuando ya lo aprendiste, te das cuenta de que no era tan así, tan terrible, tan radical. Sí algunos mecanismos de funcionamiento, de relacionamiento interpersonal. Allá eso es muy distinto. Si no sabés relacionarte con la gente podrás ser un genio, pero vas a estar encerrado en tu cuarto, vos y tu genio. En ninguna parte del mundo nadie te va a retribuir por lo que vos sabés. Y me costó aprender esos mecanismos. Me pasó algo parecido a cuando te vas de tu casa, y salís al mundo. En tu casa te bancan tus boludeces, porque sos vos, porque te quieren, pero cuando te vas, donde no te conoce nadie, si salís con tus boludeces te van a pegar un cachetazo. Cuando me fui de Uruguay, me pasó como que me fui de mi casa y tuve que darme contra mis limitaciones, tuve que ajustar mi personalidad y el ego gigante de pendejo artista. Si querés hacer los berrinches de Charly García, que festejan todos menos el dueño del hotel, tenés que bancarte andá saber cuántas cosas, que se bancó Charly para llegar ahí. No podés armarte una carrera de músico popular con explosiones de ego que hieren al otro”.

 

Foto: Patricia Idiartegaray

 

A partir de ahí, comenzó a ganarse un lugar en ese medio, donde “la música uruguaya tiene su público, y tiene un gran potencial en gente que puede llegar a gustar de esa música”. Además, hay un gran “respeto por la música y el lugar que tiene el uruguayo en la sociedad argentina; es casi un porteño, pero siempre es ‘casi’. Jamás me sentí discriminado, es más, me sentí sobreestimado en varias ocasiones por el hecho de ser uruguayo, porque allá tenemos un lugar como de confianza, pero hay que tener cuidado con eso, porque el que sobreestima al uruguayo es el mismo que subestima al peruano, al boliviano, al paraguayo”.


Músico por compromiso

Balbis dice que fue a Buenos Aires no para buscar la fama y el reconocimiento, sino por motivos más terrenales. “Todos vamos a Buenos Aires buscando algo que está ahí, que vos vas, laburás y lo encontrás, y que es un nivel de vida distinto, por ahora, porque ya están los porteños finos diciendo que la ciudad se está poniendo como el DF de México, con problemas de inseguridad, de paco, y la extrema pobreza pululando por sus lugares… Welcome to Latinoamérica, muchacho. ¿Dónde pensaban que vivían? Y eso pasa en las calles de Montevideo, también. Hoy vemos acá fenómenos sociales nuevos, y el Uruguay es una sociedad con poca capacidad de adaptación a lo nuevo. No sé quién va a encarar esas cosas, quién va a meter la cabeza en eso”.

 


Foto: Patricia Idiartegaray

Desde la murga y la canción popular, siempre se insistió, a veces con un tono mesiánico, sobre la función del artista en la sociedad, aunque para Balbis, el artista no puede mezclar su trabajo con la política. “El arte siempre tiene que comprometerse con su tiempo. No es que necesariamente en las letras tenga que hablar de tal cosa, y tampoco creo que el rol del artista sea politizar la mente de su público… ¿qué pasa con la politización de la canción? Vos tenés que estar comprometido con tu tiempo, pero tenés que buscar un equilibrio para que eso no sea oportunista. La murga, por ejemplo, cumplió un rol de politización muy importante, pero la dictadura iba a caer con carnaval o sin carnaval, no es que ayudamos a voltear a la dictadura, no podemos ser tan inocentes. Si a los milicos no le hubiéramos servido de alguna forma nos hubieran colgado a todos de las pelotas, sin asco, como hicieron con otro montón de cosas. De alguna forma, el Carnaval le fue funcional a la dictadura en algún momento. Pero la gente que salía en carnaval, a su manera, estuvo comprometida con su tiempo. También hay que ver el rol que cumplió cada uno de nosotros como persona en los acontecimientos, porque cuando vino la dictadura hubo un montón de gente que la apoyó. De repente, después, salió a festejar cuando terminó y es muy válido, no lo critico. Está bien reconocer que uno se equivocó. En Argentina esa realidad es mucho más marcada; acá es todo mucho más light, pero allá la dictadura sí que tuvo apoyo popular. Pero está bien preguntarse qué hicimos, cómo actuamos ante esos acontecimientos. Los músicos que cantaban canciones comprometidas con su tiempo se tuvieron que ir del país; esa es la realidad”.

El Gran Pez, de Alejandro Balbis está a la venta en todas las disquerías. Edita MMG, y se presenta el 10 de setiembre, junto a varios artistas invitados, en la Sala Zitarrosa.

Escuchá "El lugar", nuevo corte de "El Gran Pez"