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"Basurita", sexto libro de relatos de Ignacio Alcuri, fue presentado y aplaudido durante la última Feria del Libro de Montevideo
Los libros de cuentos ya no son atractivos. El público adora las sagas de ocho o nueve libros de 1.000 páginas cada uno, con decenas de personajes cuyos defectos y virtudes enganchan al lector de tal forma que no puede esperar para leer el capítulo siguiente.
El autor se embarcó en esta aventura y comenzó a escribir su primera novela, pero como escribe mientras camina, lo máximo que pudo hacer fue un cuento de tres páginas acerca de un hombre que va al baño. Se dio cuenta de que no cumpliría su sueño ni aunque cruzara la 9 de Julio. Así que volvió a lo que le salía menos mal y así nació este libro, que es independiente, pero que puede tomarse como el sexto capítulo de Canción de Caca y Tele, porque en definitiva es de lo que viene escribiendo desde hace una década. Coleccionalos todos.
Compartimos dos cuentos de "Basurita"
¡Hola!, ¿para hacer un pedido?
Los Consejos de Salarios solían ponerse espesos, así que a ningún representante del Ministerio de Trabajo le sorprendió que uno de los sindicalistas sacara un revólver de su saco y lo colocara sobre la mesa. Sí llamó la atención cuando sus acompañantes vaciaron los bolsillos y mochilas, dejando un arsenal sobre la mesa de negociaciones. Allí había tres ametralladoras, doce granadas y un mortero de pequeñas dimensiones, entre otras armas.
- ¿Les parece que así se puede trabajar?- preguntó el de la primera pistola.
- ¡Dios mío!, claro que no - dijo un empleado ministerial que estaba a punto de orinarse en los pantalones. Hasta ahora la vergüenza era más fuerte que el miedo.
- Miren el estado de este armamento. La mitad de las veces el gatillo no funciona. Y estas granadas viejas son una bomba de tiempo. Figurativa y literalmente.
El subsecretario abrió a agenda. Leyó lo que había escrito y levantó la mirada. Volvió a bajarla. Repitió el procedimiento.
- Ustedes son el gremio de los trabajadores de violeclubes, ¿no es cierto?
- No, ellos se fueron al vernos llegar, así que nos mandamos. Venimos en representación de los sicarios.
- ¿Sicarios?
- Asesinos. Matones a sueldo, mercenarios. No nos gustan mucho las etiquetas. SI a ustedes tampoco les gustan, nos dan dinero y los matamos a todas... Es broma, es broma.
La sala olía a orín.
Durante los siguientes cincuenta minutos, los trabajadores detallaron las pésimas condiciones laborales de su sector y las bajísimas tarifas que cobraban por terminar con la vida de un ser humano. Algo que, según ellos, no debería estar al alcance de todos.
Hubo coincidencias, un poco por miedo y otro poco porque algunos argumentos tenían sentido .Un oficio tan delicado necesita de herramientas en buen estado, o un francotirador podría matar al político equivocado. La reunión terminó con la regularización del gremio y el establecimiento de una serie de tarifas, las cuales tomaban en cuenta los posteriores descuentos por aportes.
De un día para el otro, se hizo legal el negocio de matar personas.
No fue hasta dos meses después, cuando un mediático abogado penalista demostró que no podía condenarse a alguien por un crimen si estaba reglamento, que los sicarios se convirtieron en los primeros ciudadanos con permiso para matar con total impunidad, siempre y cuando contaran con un contrato de trabajo.
La sociedad se transformó en aquel famoso "agosto negro" en que el casi 15.000 personas murieron a pedido. Todo el que juntaba 4.900 dólares se sacaba las ganas de terminar con la vida de alguien y al poco tiempo era asesinado a pedido de la familia de la víctima. Solían utilizar el mismo matador, ya que estos dejaban una tarjeta comercial junto al cadáver, como forma sencilla de promoción.
El Estado se vio en la obligación de subir los precios, para bajar la demanda, de "gente con ansias de sangre", según palabras del presidente, quien días después murió en un atentado múltiple. Desde entonces, las muertes a pedido cayeron a cifras similares a las de los fallecidos en accidentes de tránsito.
Se introdujeron regulaciones, como la prohibición de matar a integrantes del Poder Ejecutivo (el promedio del mando presidencial había bajado a catorce horas). Las personas debían esperar quince días entre pedidos y se prohibió aceptar dinero de ciudadanos borrachos o recién divorciados.
En la actualidad, los ciudadanos tratan mejor al prójimo por temor a ofender a alguien y que eso les cueste la vida. Los mozos atienden bien, los comensales dejan buenas propinas y en Navidad todos fingen llevarse bien con sus parientes. Igual no falta la tía que aparece el 26 de diciembre con un balazo en la cabeza junto al buzo de lana que le regaló a Pedrito. A Pedrito le pican los buzos de lana.
Shake it
Después del éxito e un par de obras que dirigió fuera del circuito comercial, Juan Raúl Celasco fue llamado por la Comedia Nacional para ponerse al frente de una nueva versión de Hamlet, el clásico de William Shakespeare.
El meteórico ascenso del director había impresionado a muchos, y en la noche del estreno el teatro estaba repleto. Detrás del telón J.R. tenía su última charla con los actores.
- ... así que, a darle de comer a la calavera ¿está claro? - dijo mientas se pasaba el cráneo de Yorick de una mano a la otra.
Los actores contestaron que sí, que estaba claro.
- Antes de salir a escena voy a hacer unos últimos cambios. Freddy, vos hacías de Claudio, pero no más. Ahora vas a hacer de Hamlet.
- ¿Cómo? - contestó Armando, quien personificaba al hijo del difunto rey de Dinamarca desde el primer día.
- Es una variante que se me ocurrió para darle dinamismo a la obra.
- Per... pero... yo no estoy capacitado para hacer de Hamlet- dijo Freddy.
- Si estuvo en los ensayos sabe bien lo que tiene que decir. Mis actores tienen que andar bien en cualquier papel.
Armando se sacó el traje de Hamlet y se lo pasó a Freddy. Tenían que apurarse porque en menos de diez minutos se abriría el telón. Empezó a ponerse el traje de Claudio.
- ¿Qué hace? Usted es el encargado de la utilería. Esta función la hacemos sin Claudio.
Armando no pudo soportarlo más.
- ¡Está loco! ¿Cómo vamos a salir sin Claudio? ¡Alguien tiene que matar al padre de Hamlet!
- No es la única forma de llegar al público. Vamos con tres Ofelias. Ella... y ustedes dos - dijo, eligiendo actores casi al voleo.
La actriz que hacía de madre de Hamlet estuvo a punto de quejarse, pero temió que la pusieran en el papel de chambelán Polonio, cuyos parlamentos jamás podía recordar.
Un par de enroques más y estuvieron prontos para salir a escena. El aplauso cerrado de la audiencia cesó cuando vieron al primero actor que entró con un traje varios talles más chico. De los cambios en la trama sospecharon poco, porque no tenían idea de qué se trataba Hamlet; con ver la escena de la calavera se quedarían conformes.
Juan Raúl no estuvo satisfecho con el desarrollo de la obra y realizó varios cambios más durante la misma, incluyendo la salida de una de las Ofelias, luego de que pifiara la letra cuando intentaba coordina r sus parlamentos con las otras dos.
Se mantuvo serio todo el tiempo y solamente sonrió de manera irónica cuando el viejo que hacía de madre de Hamlet tropezó y se dio de boca contra el piso. Nada pudo evitar el desastre, ni siquiera los diez minutos finales en los que todos los atores hicieron de Ofelia.
Los espectadores se fueron irritados excepto por unos pocos, que aplaudieron a rabiar y dijeron haber sido testigos de una nueva forma de hace teatro.
Para el director no quedaron dudas:
- Uno ensaya durante toda la semana y después los actores no hacen lo que les pide el director. Pero es mucho más fácil pegarle a J.R.
Conseguí el libro en Nosgustaleer
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