Por The New York Times | Ben Sisario
Cuando Taylor Swift llegó a Los Ángeles la semana pasada, el frenesí en torno a su gira The Eras, que bate récords, ya estaba en marcha.
Los titulares anunciaban con bombos y platillos que había dado primas de 100.000 dólares a su equipo. Los políticos le pidieron que aplazara sus conciertos en solidaridad con los trabajadores de los hoteles en huelga. Las entradas de segunda mano se vendían a partir de 3000 dólares. Y había demasiadas pulseras de la amistad.
En la actualidad, solo Taylor Swift puede ser el centro de un mundo musical dividido.
La gira de la superestrella del pop, que ahora termina su primera etapa en Norteamérica con seis noches en el estadio SoFi a las afueras de Los Ángeles, ha sido tanto un negocio como un monstruo cultural. El catálogo de éxitos generacionales de Swift y su astuto sentido de la mercadotecnia la han ayudado a alcanzar un nivel de demanda y saturación mediática que no se veía desde el apogeo de Michael Jackson y Madonna en la década de 1980, un dominio que el mundo del espectáculo había aceptado en gran medida como imposible de replicar en el fragmentado siglo XXI.
“Lo único con lo que puedo compararlo es el fenómeno de la Beatlemanía”, comentó Billy Joel, que asistió al concierto de Swift en Tampa, Florida, con su mujer y sus hijas pequeñas.
En un verano de giras de estrellas como Beyoncé, Bruce Springsteen, Morgan Wallen y Drake, la de Swift destaca, en cantidad y ruido mediático. Aunque Swift, de 33 años, y sus promotores no publican cifras de taquilla, la publicación especializada Pollstar calcula que ha vendido cerca de 14 millones de dólares en entradas cada noche. Al final de la gira mundial, que incluye 146 conciertos en estadios hasta 2024, las ventas de Swift podrían alcanzar los 1400 millones de dólares o más, superando los 939 millones de Elton John en su gira de despedida de varios años, que ostenta el récord actual.
A lo largo de su carrera, Swift ha alcanzado más álbumes número uno en la lista Billboard 200 que ninguna otra mujer, superando a Barbra Streisand. Con la gira, Swift ha tenido diez álbumes en esa lista este año y es la primera artista viva desde el trompetista y director de orquesta Herb Alpert en 1966 que tiene cuatro títulos en el Top 10 al mismo tiempo.
“Es una hazaña increíble”, aseguró Alpert, de 88 años, en una entrevista telefónica. “Con la radio actual, y la manera en que se distribuye la música, con los servicios de transmisión en continuo, no creía que nadie en esta época pudiera lograrlo”.
Pero, ¿cómo se convirtió una gira de conciertos en mucho más: fuente para columnas de chismes, tema de los reportes meteorológicos, un auge para las cuentas con que se hacen las pulseras de la amistad —la moneda no oficial de los admiradores, o “swifties”— y la razón por la que nadie podía conseguir una habitación de hotel en Cincinnati a finales de junio?
“Es la mejor directora ejecutiva y la mejor directora de mercadotecnia en la historia de la música”, aseguró Nathan Hubbard, ejecutivo del sector músical y de la venta de entradas que conduce un pódcast sobre Swift. “Sigue los pasos de Bono, Jay-Z y Madonna, que eran muy conscientes de sus marcas. Pero de todos ellos, Taylor es la primera en estar en línea de forma nativa”. Los críticos musicales han descrito la gira The Eras como una demostración de que Swift está en la cima de su talento mediático, una estrella del pop con un don para los grandes espectáculos y el oficio de una compositora clásica.
Shania Twain, la estrella del country-pop cuya carrera en cierto modo prefiguró la de Swift, asistió al concierto en Las Vegas de la gira The Eras, una producción de más de 44 canciones que llega a durar tres horas y media. Elogió el “bello equilibrio” de Swift entre la puesta en escena de alta tecnología y los segmentos íntimos de la actuación. “Tengo que aplaudir”, comentó Twain en una entrevista telefónica. “Como artista, conozco el trabajo que conlleva”.
El poder del ejército de admiradores de Swift —y el miedo a hacer enojar a la estrella, o incluso dar la impresión de hacerlo— ha provocado que casi toda la información que publica la prensa sobre la gira sea positiva. Aunque algunos fanes (y padres) se mostraron contrariados por el precio de las entradas y la dificultad de conseguir asientos, la mayor parte de la frustración se dirigió directamente a Ticketmaster, no a Swift. Tras semanas de titulares que vinculaban sentimentalmente a Swift con un cantante que algunos admiradores consideraban problemático, las páginas de famosos publicaron la noticia de que se habían separado. (Los representantes de Swift rechazaron hacer comentarios para este artículo).
Para los fanes, los conciertos son una peregrinación y un redescubrimiento del placer de las reuniones multitudinarias. Los vuelos van repletos de “swifties”, y los viajeros intercambian anécdotas y comparan atuendos en los pasillos y estacionamientos de los estadios. En Kansas City, la comediante Nikki Glaser asistía a su octavo concierto, una decisión que, según sus cálculos, le ha costado 25.000 dólares.
“Este año decidí no congelar mis óvulos”, dijo Glaser. “Voy a destinar ese dinero a lo que más quiero en el mundo: Taylor Swift”.
Antes de The Eras, Swift no salía de gira desde 2018. Y su catálogo ha crecido con siete álbumes número uno desde entonces, impulsado en parte por tres “versiones de Taylor” regrabadas de sus primeros álbumes, un proyecto aclamado por los admiradores de Swift como una cruzada para recuperar el control de su música, aunque también es un acto de venganza tras la venta del antiguo sello discográfico de Swift, un movimiento que, según ella, “me despojó del trabajo de toda una vida”.
“Folklore” y “Evermore” ampliaron su paladar hacia el indie-folk fantástico e incorporaron nuevos colaboradores: Aaron Dessner, de la banda The National, y Justin Vernon, alias Bon Iver, figuras del mundo del rock que ayudaron a atraer a nuevos oyentes.
La otra gran gira de este año, que está incitando a los fanes a reservar vuelos transcontinentales y a acudir disfrazados y extasiados, también es obra de una mujer: Beyoncé, de 41 años, cuya gira Renaissance es una fantasía de música disco y retrofuturismo. Al igual que Swift, también es una artista-empresaria pionera, que mantiene un férreo control sobre su carrera y fomenta una compleja conexión con sus fans a través de internet. Junto con “Barbie”, de Greta Gerwig, una crítica al patriarcado narrada en color rosa intenso, son señales de mujeres poderosas que gobiernan el discurso de la cultura pop.
Sin embargo, al menos en la música, la magnitud y el éxito de la gira de Swift no tienen comparación. A finales de este mes, tras completar 53 conciertos en Estados Unidos, iniciará un itinerario internacional de al menos 78 presentaciones más antes de regresar a Norteamérica el próximo otoño. La gira completa de Beyoncé tiene 56 fechas; la de Springsteen, 90. (Hace poco, Harry Styles terminó una gira de 173 fechas en estadios y arenas, con la que recaudó cerca de 590 millones de dólares). Los admiradores de Taylor Swift compran recuerdos de la gira afuera del estadio antes de un concierto en el MetLife Stadium en East Rutherford, Nueva Jersey, el 26 de mayo de 2023. (Jutharat Pinyodoonyachet/The New York Times) Taylor Swift en la noche de estreno de su gira The Eras en Glendale, Arizona, el 17 de marzo de 2023. (Cassidy Araiza/The New York Times)