Se terminó el Mundial y con él la expectativa de millones, que hasta el último minuto de partido contra Francia vimos posible darle la vuelta y seguir soñando con ser campeones del mundo. Le llamamos Garra charrúa, pero podés decirle fe.
"Hay que tener fe para todo", dice Claudio Tolcachir mientras contemplamos una hermosa panorámica de la ciudad de Montevideo. Pasaron casi dos años desde que hablamos de su obra Dínamo. "Estoy esperando que aparezca una boyita y decir ‘tengo ganas de ir hacia ahí'", me dijo, y desde entonces fue y vino a muchos lados, experimentó las profundidades de la soledad cuando cortás la llamada y sabés que a miles de kilómetros están operando a tu papá, atravesó el vacío de no saber a dónde va a ir a parar el país que tanto ama y descubrió el amor más puro e incomparable a otro que haya podido sentir antes, ese que encuentra en el abrazo de su hija Camila.
¿Se puede amar tanto a alguien, sentirlo cerca aun sin poder verlo ni tocarlo? En Próximo los protagonistas, encarnados por Lautaro Perotti y Santi Marín, viven una historia de amor a la distancia y, poco a poco, cada uno se convierte en lo único que el otro tiene en el mundo. Parece imposible, pero Tolcachir está acostumbrado a los imposibles. De un amor imposible por vivir del teatro creó Timbre 4 allá por el 2001. De un sistema imposible salió a recorrer el mundo a llevar su arte. De un sueño imposible nació la única persona que lo hace pensar menos en todo. Al final, es todo cuestión de fe.
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En Próximo hay una historia de amor "imposible", en la era de las redes sociales. ¿Nació como tus obras anteriores?
El disparador de alguna manera fue técnico. Como todas las obras del grupo, sabía con quiénes quería trabajar. Yo iba a dirigir y Lautaro [Perotti] y Santi [Marín] iban a actuar. Siempre arrancamos así: el deseo más puro es el encuentro. Tiene sentido que el encuentro sea el objetivo, hacer una obra para estar juntos. Hubo como una imagen que tuve, dos cuerpos, muy cerca, pero que al mismo tiempo sintiera que están lejos. Me parecía un desafío y al mismo tiempo algo difícil de armar para que resultara creíble. El teatro juega a eso... Me encanta cuando la gente ve la obra y se desespera al ver que los personajes casi se tocan, pero no se ven nunca. Es desesperante, por tanto funciona, porque apela a la fe del espectador. Empezó con ese disparador técnico de poder usar el espacio de una manera diferente. Tiene sentido porque lo que uno siente es "Yo ya probé a contar historias de esta manera". En La omisión de la familia Coleman era una forma tradicional, en Dínamo no hay texto... cada una implicó una forma distinta de contar y sentía que, si no aparecía una forma nueva, no tenía ganas de escribir. La posibilidad de que dos personas se comuniquen sin estar juntas me parecía muy interesante, y al mismo tiempo me di cuenta de que esto lo pensé estando en Roma, Santiago en Madrid y Lautaro en Buenos Aires. Se estaba generando en sí misma la obra.
Siento que es muy real esa conexión con alguien aunque no esté cerca...
¡Claro! Yo llevaba mucho tiempo afuera, viviendo cosas lejos de casa. Por momentos sentís que estás en Skype y cenás con el otro y cortás y te envuelve una soledad abrumadora. Estando en Roma operaron a mi papá y recuerdo estar en un ensayo y sentir que mi cabeza estaba en Buenos Aires. Realmente puedo estar presente en otro lado al que está mi cuerpo. Y a partir de ahí fuimos elaborando los personajes más complejos para conseguir transmitir cómo alguien puede ser tan imprescindible, aunque no esté con vos. En la obra incluso hay momentos en que se quedan en silencio y la comunicación sigue igual, me parecen impresionantes las posibilidades del lenguaje desde esa perspectiva.
¿Dirías que es una obra de amor, de imposibles o de qué?
Siento que es una obra sobre lo que cada uno quiera, pero de alguna manera es sobre la persistencia en lo imposible. A veces tenés la necesidad de que una obra de teatro sea un golpe, una especie de flechazo. Veo a mi país muy triste, pero me sentiría hipócrita si dijera que no tengo esperanza. Siento que es un horror este momento de mi país y del mundo, sin embargo, todos los días voy a ensayar, trato de construir un amor, criar a mi hija. Me pareció que sería honesto escribir algo sobre mi insistencia, mi forma de pensar "No sé si llego a algún lado, pero insisto". Creo que nos hace estar vivos la insistencia en la fe... Por algo nos hacen creer que la fe no tiene sentido, uno tiene que tener fe para querer cambiar algo, para salir a la calle a quejarse, hay que tener fe para todo...
Foto: Montevideo Portal | Juan Manuel López
Cuando viniste a presentar Dínamo me dijiste que al hacer una obra no te regías por si la historia va a tener más o menos llegada comercial, sino escribir el teatro que necesitás ver en ese momento. ¿Qué lugar vino a llenar Próximo?
Por suerte coincido con lo que dije esa vez. Veo a mi hija, que está por cumplir un año. Ella mira todo, algo le llama la atención y va a jugar con eso, se agota, mira para otro lado y va a jugar con otra cosa. Creo que necesitamos ese momento de mirar para saber a dónde ir. Ver qué te llama la atención de lo que hay. Es un privilegio enorme tener un espacio que te cobije esa necesidad de encontrar hacia dónde querés ir, en mi caso es Timbre 4. El espacio que llenó esta obra es mi mirada del mundo. Hay una mirada al mundo oscuro y otra esperanzadora, de esta segunda parte nunca había hablado. De la idea de poder construir una vida más parecida a lo que deseás dentro de un mundo que te plantea la soledad y la insatisfacción. Va a sonar tonto, pero creo que el amor es revolucionario. Y Próximo fue la obra que hice durante el embarazo de mi hija, algo que no me permitía ser "oscuro" y no plantear ningún halo de esperanza. Toda mi vida hice cosas imposibles: ser padre, vivir del teatro, construir un grupo, viajar...
¿Ser papá cambió todo?
Sí, fue un redescubrimiento de la vida. Al mismo tiempo es mi misma vida, se suma algo lúdico y feliz. Una de las razones que más esperaba de ser papá era correr el foco de la construcción personal. Si bien mi construcción siempre fue muy grupal, quería experimentar lo de "pase lo que pase, a las ocho tengo que estar para bañarla". Una persona que se convierta en el centro de tus preocupaciones. El teatro es mi vida, pero tener una hija me volvió más amoroso y todo me conmueve. En definitiva, todos somos niños, necesitados de atención y de amor.
Decías antes que ella mira y decide con qué se va a entretener. Sergio Blanco dice que el cine es un arte pasado de moda porque pertenece al siglo de la imagen, pero el teatro va a vivir siempre porque es el arte de la mirada. Es decirle al espectador: "Te doy todo esto, miralo, y decidí cómo cerrar la historia que querés". ¿Lo ves así?
Totalmente. En el cine esta historia nunca tendría la tensión mágica de ver de cerca el frío, el calor, la distancia y la cercanía... Por eso no usé más recursos, aunque era la vía fácil, de usar proyecciones y más elementos electrónicos. En la obra tienen una computadora y un celular, pero en un momento dejar de usarlos porque ya no importa. El teatro apuesta al poder de la imaginación del espectador, te da una parte y sin darte cuenta te invita a rellenar con tu propio decorado los espacios vacíos para que te apropies de la obra. Te hacer verte a vos mismo.
*Próximo, de Claudio Tolcachir, estará los días 21 y 22 de agosto, a las 20 h, en la sala principal del Teatro Solís. Entradas en venta en Tickantel y boletería del teatro.
Montevideo Portal | Lorena Zeballos
lorena.zeballos@montevideo.com.uy