Por The New York Times | Richard Morgan
Cuando los neoyorquinos buscan un chocolate bien hecho, pasan de largo las tiendas de Hershey y M&M’s de Times Square, repletas de turistas, y acuden a una gran cantidad de proveedores en todos los distritos. Carlos Cortés, director creativo de una empresa chocolatera familiar que ha estado en Puerto Rico desde hace 92 años, espera crear un nuevo destino para los amantes del chocolate en el Bronx.
El viernes, Chocobar Cortés tiene previsto abrir su primer local en Estados Unidos, Chocobar Cortés NYC, en una manzana muy transitada del barrio de Mott Haven. El restaurante y la cafetería no solo serán una expansión de la diáspora puertorriqueña, sino también una reconexión con ella.
“Queremos empezar donde está nuestra comunidad y crecer a partir de ahí”, dijo Cortés, de 34 años, heredero de la empresa del grano a la barra, que también opera en la República Dominicana.
Cortés, quien estudió en las universidades de Columbia y Nueva York, relató que eligió Mott Haven por su reciente desarrollo, su gran población puertorriqueña y dominicana y su proximidad a comunidades similares en Inwood, Harlem del Este y Washington Heights (uno de cada seis neoyorquinos es puertorriqueño o dominicano, pero en el Bronx esa cifra se eleva a casi uno de cada dos). “El Bronx está cambiando y nosotros estamos aquí para ser parte del cambio”, afirmó.
Chocobar Cortés, que abrió su primera sucursal en 2013 en una céntrica calle del Viejo San Juan, suele encabezar los sitios de reseñas y viajes (en 2017, USA Today lo nombró el restaurante número uno del Caribe). Cuando la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, visitó San Juan en noviembre, Chocobar fue una de sus primeras escalas.
En la República Dominicana, Cortés tiene plantaciones de cacao y una marca popular, Embajador, que utiliza el logotipo de Cortés. En septiembre, en una fábrica de Cortés en Santo Domingo se inauguró un centro de visitantes con una cafetería dirigida por Ricardo de Obaldía, chef del Chocobar de San Juan.
El restaurante del Bronx, que sigue el modelo del local de San Juan, continúa la tradición de la empresa de utilizar el chocolate de maneras diversas y a menudo sorprendentes. Su amplia carta incluye una selección de diez variedades de chocolate caliente, sándwiches de queso a la plancha con mantequilla de chocolate, hamburguesas con salsa cátsup a base de chocolate, Bloody Marys hechos con amargos de chocolate, croquetas de jamón serrano y queso manchego con salsa de chocolate y chalupitas de mofongo con guacamole de chocolate rallado.
Hay filetes de res y pollo condimentados con un aliño de chocolate, huevos espolvoreados con sal de chocolate e incluso ensaladas aderezadas con vinagreta de chocolate. Una tradición de la zona rural de Puerto Rico combina el chocolate caliente con el queso cheddar. El efecto general es el de una especie de aturdimiento a lo Willy Wonka.
“Hay que ver el chocolate como un condimento y no como un dulce”, dice María Martínez, chef de Chocobar Cortés NYC, nacida en Brooklyn, pero criada en Quebradillas, en el noroeste de Puerto Rico. Su mofongo en el Café Ghia, un restaurante en el barrio de Bushwick, en Brooklyn, que cerró en 2017, atraía a multitudes todas las mañanas.
En una entrevista telefónica desde su casa en San Juan, Ignacio Cortés, padre de Carlos y director general de la empresa, dijo que el chocolate Cortés ha estado disponible en tiendas de abarrotes y bodegas dispersas en Estados Unidos desde 1951 y ahora se distribuye en 20 estados. “Somos una referencia para las primeras y segundas generaciones que llegaron a Nueva York”, comentó, “una referencia de lo que dejaron y de lo que añoran”.
Pablo García Smith, quien ofrece recorridos gastronómicos por San Juan, comentó que Chocobar sirve como “un puente entre generaciones”, que une a las abuelas con los jóvenes y los influentes de Instagram. “Los restaurantes —en San Juan y ahora en Nueva York— cierran el círculo de la nostalgia” (el verano pasado, Cortés vendió tabletas de chocolate envueltas en tiras cómicas de La Borinqueña, una superheroína afropuertorriqueña creada en 2016).
El barrio de Mott Haven está experimentando una oleada de desarrollo desde el interior de la comunidad, o “genteficación”. Chocobar está en la misma manzana que The Lit. Bar, un bar de vinos y una muy necesitada librería; Beatstro, un bistró de hiphop que organiza batallas de breakdance; Famous Nobodys, una tienda de ropa informal, y The Thinkubator, una organización sin fines de lucro dedicada a la formación laboral que está a punto de abrir una cafetería.
“Hemos visto y vamos a ver a la comunidad puertorriqueña ocupar un lugar más importante en la vida política y económica de nuestro país”, afirmó el representante estadounidense Ritchie Torres, originario del Bronx, de ascendencia puertorriqueña y afroestadounidense, que fue elegido el año pasado en el 15.º distrito del Congreso. “Me entusiasma el empoderamiento puertorriqueño de nuevos locales como Chocobar NYC y el espíritu emprendedor que aportan a nuestro barrio”.
Carlos Cortés expresó su preocupación por el papel de las empresas a la hora de manifestar todo lo que Puerto Rico tiene para ofrecer.
“Tenemos a J. Lo, a Lin-Manuel Miranda y a Ricky Martin”, dijo Cortés. “Pero estoy tratando de ser un ejemplo para que otros empresarios puedan decir que también sabemos hacer negocios, en lugar de quedar fuera de la conversación, lo cual puede ser doblemente frustrante cuando hablas dos idiomas”.
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Chocobar Cortés NYC 141 Alexander Ave. (East 134th Street), New York City, 718-841-9310, chocobarcortes.com. Carlos Cortés, director creativo de la chocolatería familiar con 92 años de antigüedad en Puerto Rico, en la nueva sucursal de Chocobar Cortés en el Bronx, el 3 de diciembre de 2021. (Karsten Moran/The New York Times) El restaurante original Chocobar Cortés en una calle de Viejo San Juan, Puerto Rico, el 6 de noviembre de 2021. (Eric Rojas/The New York Times)
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