Bello país para vivir después de muerto es un título que hace pensar en esa necesidad de no tener nostalgia después de perecer. ¿Qué construye esa idea?

Hace unos años, en 2013, hicimos un trabajo con la Comedia Nacional sobre las Instrucciones del año XIII, y me quedó latiendo esto de Artigas y un país contrario a lo que él soñó, ese proyecto político de él que no fue. Tenemos un prócer perdedor. Un prócer que inició la revolución a los 46 años, que por ese entonces era viejo. Relacioné eso con que es un país de viejos... Y con esta herencia que tenemos.

Más tarde leí un libro de Derrida que se llama Los espectros de Marx, donde habla del fantasma del padre de Hamlet y un fragmento del texto de Derrida lo intervine con Artigas, cambié a Marx por Artigas. Cómo los espectros que nos rodean y nos vigilan y en un momento se nos entrega esa herencia: prometemos y juramos la bandera en el día de su nacimiento. Y leyendo una biografía de Julio Herrera y Reissig encontré la frase de un ingeniero que en el siglo XIX cuando se iba de acá de Uruguay dijo "Bello país para después de muerto". Ahí se me generaron dos centros temáticos: la muerte y la nacionalidad. ¿Qué sentimiento fúnebre tenemos todos los habitantes de este país?

¿Qué une esos centros temáticos?

Empecé a ver los "muertos país", no aquellos muertos que el país unánimemente quiere o tuvo afecto... No Benedetti, Galeano, Zitarrosa... Sino qué muertes impactaron al país y generaron un duelo de todas y todos. En sus respectivos contextos históricos. Un panteón nacional alternativo, desde Salsipuedes hasta el Gonchi Rodríguez. Y luego pensé en una ficción que fuera interrumpida por este panteón.

Hablás de tomar la herencia de ese prócer frustrado. ¿Qué peso creés que tiene esa herencia en el Uruguay actual?

Enorme. Somos un país muy joven y todo el tiempo nos sentimos obligados a tener un discurso sobre la identidad, es como obligar a correr a un niño que gatea. Y surgen estas cosas de mate, Rambla, Carnaval... Pero la simbología patria, sobre todo para los que fuimos criados en dictadura, nos atraviesa y nos hace estallar. Una especie de amor y odio. Capaz que a alguien el Himno le significa cantar al solcito con mocasines, moña y túnica y a otro le recuerda un evento militar en la calle siendo hijo de desaparecidos. Yo pretendo una obra que no rompa los símbolos. Quiero verlos con mala vista para verlos bellos.

¿Por qué situás la historia en 2031?

Este tema me llevó mucho al revisionismo histórico, por eso el cuento se sitúa en el futuro. Esa sensación de que acá las cosas avanzan pero no dejan de pasar. Una cosa anacrónica porque no es una obra futurista visible. No hay artefactos raros y muchos de los discursos podrían haberse dicho hace 30 años. Me interesaba situar la obra en un momento de nacionalismo raro. Un mundial de fútbol suspendido por la guerra del agua. Hoy hay un discurso apolítico, pasto para los extremismos y me parecía que ese contexto da lugar para hablar mucho del país.

La obra plantea una "guerra del agua" con los gigantes que tenemos por vecinos. En un momento de crisis política, ¿verías real que un conflicto bélico de esas características?

Yo creo que el recurso del agua en un momento va a ser como el petróleo, estamos sobre un acuífero muy importante y si seguimos así los recursos van a escasear y todo lo que escasea se transforma en oro. Y donde hay oro hay conflictos.

¿Cómo ves al teatro uruguayo?

Veo mucho teatro. Hay una nueva camada en el teatro que le gusta ver obras. Hubo una generación a la que le gustaba verse pero no ver a otros. Y yo el teatro lo veo muy diverso, lleno de propuestas y me parece que está bien que todo el que quiera expresar con sus creaciones lo haga. Por ahí a veces uno tiene "hambre" de cosas que no puede comer. Pero se valora el trabajo de los compañeros y uno siempre tiene la expectativa de entrar a ver una obra y satisfacerse y cuando no pasa la gracia está en seguir buscando.

¿Qué "hambre" no tenés satisfecha?

Muchas veces se ve el mago y no el truco. Se ve el titiritero y no el títere. Eso es algo que me pasa mucho, son pocos los momentos en las obras donde se me borra el que tiene los comandos. Sea el director o el propio actor. También uno tiene una mirada técnica...

¿Apostás al teatro representativo o independiente?

El mejor de cada estilo. Creo que la obra define. El objeto del tema o las imágenes que a uno le generan dramaturgia generan el tipo del teatro. En esta obra se trabajó mucho -no sé si con éxito- en una obra desde Montevideo que tuviera personajes del interior profundo. Que en la dramaturgia contemporánea no hay muchos casos.

Hablando con Marcelo Mazzarello que vino a hacer La Denuncia explicaba que estaba cansado de que le propusieran personajes capitalinos o "éxitos de Broadway". Calculo que en Uruguay pasa lo mismo...

Claro. Nosotros no quisimos trabajar un acento único. No quisimos entrar en una parodia, aunque trabajamos sin culpa la parodia para adoptar un aire. Necesariamente por razones poéticas yo quería que estuviera "cerca de Artigas".

Sos docente también, ¿qué te gusta transmitir a las nuevas generaciones?

Tengo alumnos de todas las edades y en varias disciplinas porque soy músico también. Trabajo mucho la docencia comunitaria y desde que estudié en Alambique aprendí a que hay que dejar portales de caminos de investigación. Y técnicas, saber las diferentes visiones históricas de lo que hacemos. Estamos cambiando el mundo y a la sombra de una ola tecnológica. Por eso creo importante transmitir que hay que poner humanidad a las cosas.

 

Bello país para vivir después de muerto se estrena el 2 de junio, en la sala 2 del Teatro Circular.

Funciones: viernes de junio y julio 21:30 h.

Entradas en venta solo en boletería del teatro de martes a sábados de 18:00 a 22:00 horas; y domingos de 17:00 a 20:00 horas. Beneficio 2x1 con El Club de El País y Socio Espectacular. Cupos limitados.

Montevideo Portal | Lorena Zeballos
lorena.zeballos@montevideo.com.uy